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XXVI - Chris Evans

26.- I told you

Nota: smut  >:) un poco, creo.

 Chris y Nathan observaban atentos el televisor frente a ellos entre la oscuridad del living. Nuestro hijo yacía junto al cuerpo de su progenitor, temblando bajo su brazo. Me acerqué a ellos a pasos firme y lista para regañarle a ambos. A Nathan por ver aquellas películas de terror que le mantendrían despierto durante la noche y a Chris por no tener cuidado con lo que miraba en la televisión.

—Chris, ¿Qué te he dicho sobre ver películas de terror con Nathan? —Le reprendí. Chris movió su cuerpo a un lado junto con el de su hijo, invitándome a ver la película con él. —Olvídalo, Chris. No veré eso contigo. —Arrugué la nariz tras ver la escena que plasmaban en la televisión. Sangre y vísceras se desprendían de un cuerpo humano. —Nathan, a dormir. Ya es tarde.

—¡Mamá! me quiero quedar con papá. —Se quejó el jovencito. —Papá, dile algo.

—Nathan, a la habitación. —Le ordené nuevamente.

—Amor, no seas tan severa. —Rio Evans. —Tiene diez años y sabe que todo eso es mentira. —Chris estiró su mano y me invitó nuevamente a sentarme a su lado. Mas negué molesta. Volví a insistirle a Nathan que se fuera a dormir. A regaña dientes el muchachito se levantó del sofá y se dirigió a su habitación, cerrando la puerta de un golpe, denotando molestia. Evans carcajeó, se levantó del diván y, acercándose a mí, atrajo mi cuerpo al suyo.

—Sólo te pido que no le incentives a ver ese tipo de películas, Chris. —Manifesté con desazón. —Sabes que tendrá pesadillas en la noche.

—No las tendrá, _________. —Volvió a reír divertido. —Le he explicado cómo se hacen esas escenas. Imposible que tenga pesadillas esta noche. —Explicó. Sujetó mi rostro entre sus manos y depositó un beso tierno en mis labios.

Antes de acostarme, me cercioré de que Nathan durmiera tranquilo. Me acerqué a su cuerpo tendido en su cama y besé su frente. Apagué la luz de su habitación y entre junté la puerta una vez me dispuse a volver a mi recámara.

Chris me esperaba recostado y con un libro en manos.

—¿Todo bien? —Me preguntó. Asentí en respuesta. —Bien, porque hoy no tengo muchas ganas de dormir. —Manifestó al mismo tiempo en el que se levantaba y se encaminaba sospechoso a mi lado. Sujetó mi cintura con posesión, apegándome a su cuerpo con brusquedad.

—Amor, hoy no. —Reí. Más Chris me silenció con un beso apasionado. Le seguí su juego, dejándome caer sobre la cama con el cuerpo del rubio sobre mí. —Mañana tenemos trabajo, amor. —Volví a reír; su barba frondosa me hacía cosquillas en el cuello.

—¡Bah! esa excusa ni tú te la crees, _________. —Carcajeó burlón. —Mírame a los ojos y dime que no quieres tener sexo. —Murmuró. Su mirada se posó en la mía, desafiante. Sus ojos azules eran cautivadores, podía perderme horas en ellos, sin querer salir del trance que generaba tan simple mirada. En respuesta reí. Lo necesario para hacerle saber a Chris que esa noche no estaba dispuesta a dormir.

Tomó el borde de mi polera y la retiró por sobre mi cabeza, sus manos viajaron al borde de mi pantalón, despojándolo con la misma rapidez utilizada en la prenda anterior. Desesperada y ansiosa por sentirlo, despojé la única prenda que tenía en su cuerpo. Su bóxer.

Jadeé excitada. Comenzó besando el área de mi cuello mientras se movía sobre mi sin siquiera hacerme suya aún. Aquello no hacía más que estimular mi anatomía, dando génesis a un sinfín de sensaciones que recorrían cada fibra de mi cuerpo. Chris reía ante las reacciones obtenidas por mi cuerpo, bien sabía él lo que causaba con cada beso, susurro o caricia proporcionada con pasión.

—No seas cruel, Evans. —Jadeé. —No me hagas suplicar.

—Tranquila, preciosa. —Murmuró en mi cuello, proporcionando una mordida leve. —Tranquila...

Minutos después, cuando besó cada punto vulnerable de mi anatomía, decidió embestirme; suave y delicado. Besaba mis labios con el fin de ahogar los gemidos que fuesen demasiado altos. Me aferré a su cuerpo, escondí mi rostro en su cuello y me dejé llevar por sus movimientos suaves en mi interior.

—Chris. —Murmuré en su oído, rasgando su dorso. Éste se quejó en un gemido ronco.

—Te amo. —Susurró en mis labios. Apretó sus labios con fuerzas, logrando reprimir sus gemidos. Me abracé a él y alcé mis caderas, facilitándome aún más su entrada. —Gime preciosa.

—A-amor... —Gemí en la cavidad de su cuello. Mis piernas se cerraron a su alrededor en un acto involuntario al sentir los indicios de un orgasmo cercano. Chris se quejó en un gruñido, tomando mis piernas y, entreabriéndola nuevamente, reanudó sus movimientos rudos y fogosos.

Los gemidos y jadeos eran los dueños de la habitación. Nuestros cuerpos perfectamente alineados colisionaban entre sí, buscando el inicio de una culminación satisfactoria para ambos. Su voz ronca susurraba en mi oído, él sabía que aquello me estimulaba aún más. Su voz era simplemente el éxtasis necesario para hacerme gemir su nombre junto a los leves movimientos realizados con pasión.

—Mamá... Papá. —Llamó Nathan desde la puerta con voz somnolienta. Rápidamente empujé a Chris y tapé mi anatomía desnuda con mis manos. Chris aterrizó en el suelo, buscando a tientas su bóxer esparcido en el suelo.

—H-hijo. —Expresé avergonzada. Las mejillas de Chris se habían tornado rojas bajo la tupida barba que cubría gran parte de su rostro. —¿S-sucedió algo?

—Soñé con el hombre de la motosierra —Sollozó. Lancé una mirada molesta Chris, quien yacía aún en el suelo, observando a Nathan restregarse los ojos con sus manos, tratando de despertar. —Tengo miedo.

—Amor, es solo un sueño, ¿Sí? —Me levanté de la cama y cubrí mi cuerpo con una bata. —Vamos a dormir, cariño. Nada de lo que soñaste es real. —Tomé su mano y lo dirigí a su habitación. Allí lo volví a acostar y tarareé alguna que otra canción. Nathan se durmió a los minutos después.

—Te lo dije. —Gruñí. —Te dije que tendría pesadillas. —Le recriminé molesta. —¿Cuando me harás caso, Evans, uhm? Es solo un niño, no puedes asumir que contándole sobre los efectos especiales de una película no tendrá pesadillas. —Espeté.

—Vale, ya entendí. —Rodó los ojos. —Lo siento, pero creí que no tendría pesadillas.

—Ahora sabes que sí. —Suspiré.

—Perdón, bebé. —Musitó —Tendré más cuidado.

Sonreí tierna. Después de todo, Chris no me podía hacer enojar del todo.

—Calla. —Susurré. Le besé con pasión. —Calla y termina con lo que empezaste. 

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