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LXXVII - Steve Rogers

77.- Citas para el capitán.


Mis brazos y manos se encontraban en posición y mis ojos fijos en el objetivo. Permanecí quieta, lista para actuar en cuanto me dieran la señal; inhalé y exhalé profundamente, haciendo el menor ruido posible. Miré a mi costado y, a lo lejos, vi que otros agentes se encontraban en sus escondites, esperando, al igual que yo, la orden del capitán América.

—Ahora, ___________. —Escuché por el intercomunicador. Mis dedos soltaron la flecha que llevaba minutos lista para derribar al guardia que vigilaba la sala de control del barco. El sujeto cayó al suelo, con la flecha incrustada en su pecho. Romanoff y Steve se adentraron a la oficina sin problema alguno.

Minutos después, los agentes de SHIELD se encontraban a salvo. Iban camino a la central Avengers para ser revisados en caso de haber sido violentados. Nosotros, aún teníamos una misión que terminar.

—Es un buen hábito sacar toda la información. —Comentó Romanoff con una sonrisa coqueta en sus labios. Sus dedos tecleaban rápido la computadora, adquiriendo toda información que ella deseaba tener. Steve observaba atento y analítico cada archivo emitido en la pantalla. —¿Y qué te parece la muchacha de logística? —Le dijo a Rogers. El Capitán frunció ligeramente el ceño. — Es linda. —Murmuró la espía. Fruncí el entrecejo, más fingí no haber escuchado nada.

—Natasha. —Le advirtió el capitán. —Concéntrate en la misión.

—Soy multitareas. —Dijo la espía, divertida. —¿Qué opinas tú, ___________? ¿Alguna amiga disponible para el capitán?

Rogers me miró impasible. A romanoff le hacía gracia cohibir a Steve. Sonreí y negué. Saqué una flecha tras de mi espalda y me dispuse a salir de la sala.

—Quizás la muchacha de logística le diga que sí. —Espeté. Romanoff carcajeo.

El regreso a la ciudad fue breve. El Quinjet aterrizó en la torre Stark después de una noche larga y ardua rescatando agentes de SHIELD y guardando información clasificada. Fui a la cocina en busca de comida. Sonreí gustosa al observar una caja con pizzas sobre la mesa. A un lado, Clint degustaba un pedazo de ésta. Me acerqué y besé su mejilla. El arquero me abrazó con fuerzas.

—¡Basta! Me duele. —Reí. —¿Acaso se te olvida que soy mujer?

—Quería sentir que eras real.

—Soy real, hermanito. No habrá forma de que te deshagas de mí. —Le guiñé un ojo. Clint dio una mordida a su pizza. —Por cierto ¡Tengo el récord Guinness! —Anuncié airosa.

—Trece agentes caídos. —Intervino la voz de romanoff. — Derribó a trece agentes en menos de cinco minutos. Eso la hace mejor arquera que tú, Barton.

Clint parpadeó. Llevó una mano a su pecho y fingió llorar.

—Entonces, ¿todo este tiempo he estado entrenando a mi reemplazo?

—Hermano, no hay nadie mejor que tú en cuanto a flechas se trata. —Elogié —Eres Legolas. Nuestro Legolas.

Clint carcajeo y no dudó en volver a abrazarme y besar mi frente, como siempre lo hacía cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo. La cena fue breve y muy frugal. Clint se retiró de la cocina una vez comió y preguntó sobre la misión que llevamos a cabo la cual, fue todo un éxito. Habíamos recabado gran parte de la información requerida por Fury y rescatado a todos los agentes que habían sido secuestrado.

Clint besó mi frente y desapareció. Romanoff degustó otro trozo de pizza al ver que Steve no vino por la suya. Nos quedamos unos minutos más, comentando lo que haríamos durante los siguientes días al no tener ninguna misión programada.

—Te tengo una pregunta, __________. —Me dijo la espía. Mis cejas se elevaron, denotando curiosidad. —¿De verdad crees que la muchacha de logística aceptará salir con Steve?

—¿Por qué quieres ver a Steve salir con alguien? —Reí. —Steve no parece interesado en nadie. Y si lo estuviera, nosotros seríamos los últimos en saber. —Me encogí de hombros. Tomé el último sorbo de mi jugó y me levanté de mi puesto. El tema de buscarle novia al capitán me parecía trivial. Romanoff me observó analizadora. Más esbozó una ligera sonrisa.

—¿Y por qué no? —Cuestionó. —A decir verdad, opino que debes ser tú quien salga con el fósil. Conoces su historia y le entiendes. Creo que eres perfecta para él. — Abrí mis parpados, sorprendida ante sus palabras y la convicción de éstas. Sonrió amplia y muy amena.

—Estás jugando conmigo. —Reí nerviosa.

—¿Por qué lo haría?

Tragué saliva y le miré con temor. Romanoff me miraba, y ello no hacía más que hacerme creer que ella, ya había descubierto mi secreto. La única que podía sospechar de mi peculiar relación con Steve, era a quien tenía frente a mí, analizándome con sus llamativos ojos de color azules.

Y, a decir verdad, nunca supe si lo que tenía con Rogers era una relación o un simple juego. Nos besábamos, y muchas veces dormimos juntos. Todo ello a escondidas del equipo. Nunca supe el por qué; yo lo quería, y lo consideraba mi novio pues, por mi parte, ya había mucho más que un sentimiento de amistad o atracción. Lo quería, y deseaba poder manifestar mi cariño con libertad frente a quien osara mirarnos. Pero tal parecía que él, no quería lo mismo que yo. Al menos, nunca mencionó querer hacerlo.

Insistí que ese tema para mí no tenía importancia. Romanoff, como buena espía y reveladora de la verdad, me analizó otros minutos más. Luché contra mis reacciones no verbales, aquellas que me dejarían al descubierto si no las sabía controlar. Sabía que ella no se quedaría de brazos cruzados si se trataba de una mentira; Romanoff era la mejor descubriendo cada uno de nuestros secretos.

Me despedí de la rusa y caminé normal hasta estar lejos de su mirada. Entré a mi habitación con prisa, con el corazón metafóricamente en mi mano. Cerré la puerta y lancé un suspiro casi ahogado. Más lancé un gritito cuando vi que Steve se encontraba allí, sentado frente al escritorio de mi ordenador.

Se puso de pie y se acercó con lentitud.

—¿Qué haces aquí? —Le cuestioné con seriedad.

—Te quería ver. —Musitó el rubio. Tomó de mi mano para poder acercarme a él. Más le rehuí, dirigiéndome hacia el baño para arreglarme antes de dormir.

—Me viste durante la misión. —Espeté. Steve frunció el ceño.

—Te molesta que...

—¿Encontraste a tu siguiente cita? —Le interrumpí. El rubio gruñó por lo bajo.

—__________.

—¿Cuánto debo esperar, uhm? Estoy cansada de esconderme. —Le reproché. —¿Qué quieres? ¿Qué rayos quieres? —Gruñí. Iracunda tomé una de mis flechas y sin siquiera pensarlo, la lancé. El artefacto aterrizó en su polera, incrustándose entre ella y la pared. La respiración de Steve se detuvo por unos segundos. —¡Tengo que soportar todas las citas que te tienen y tú no dices nada! —Chillé y volví a tomar otra flecha, la que aterrizó en la tela de su pantalón, al costado de su pierna derecha. Rogers jadeó asustado.

—___________, espera... —Gimió. Más otra flecha se adhirió a su ropa. —Cariño, tenemos que hablar...

—Descuida, yo ya he terminado. —Espeté, lista para lanzar otra flecha. La puerta al lado de Steve se abrió de golpe, dejando ver a un Tony furioso. Observó su pared y luego a mí, lista para soltar la última flecha.

—¡¿Qué rayos le has hecho a mi pared?! –Gruñó el multimillonario observándome, para luego mirar al capitán. —Steve, dile de una vez lo que sientes por ella antes de que yo le diga a Clint que has estado fondueionando con su hermana. — Le advirtió Stark.

Tanto Steve como yo le miramos asustados.

—¿haciendo qué? — Vociferó Clint de repente —¿_________ y Rogers? — Alzó la voz, mirando ferozmente al capitán.

—Clint, espera...Esto tiene una explicación. —Balbuceó Steve, nervioso.

—¡Claro que la tiene! —Bramó el arquero. —¡Te has estado acostando con mi hermana! ¡Es menor que tú!

—¡Bah! ¡tengo la misma edad que Nat, idiota! —Le espeté.

—¡Sigues siendo menor! —Insistió mi hermano.

—¡Clint, basta! Fuera de mi pieza —Ordené y miré a Tony, quien asentía en dirección a Clint, dándole la razón. Le miré furiosa.

—Bueno, técnicamente, y considerando la época... —Tony enmudeció de inmediato en cuanto me vio dar un paso hacia a ellos.

—Largo de mi habitación, los dos. —Reiteré amenazante. Clint y el multimillonario se retiraron a regañadientes. Steve me miró, avergonzado. Me acerqué a él y retiré las flechas que lo inmovilizaban. —te escucho.

—____________. —Musitó. Tomó de mis manos y las acercó a su boca para poder besar el dorso de estas. Quise alejarlas, no quería sus besos. Aunque, cuando sentí el primero, cambié de opinión. Me era difícil no querer que él me besara pues, sus labios eran adictivos. —Sabes que te quiero, ¿no?

—Realmente no lo sé, Steve. —Repuse. — Tengo entendido, que quien te quiere, no acepta citas con desconocidas... ¿Eso es querer para ti?

—¡Claro que no! —Exclamó. —De verdad te quiero, y mucho. Hemos tenido encuentros que realmente me hacen pensar en que...

—¿En qué? —Inquirí tras ver que enmudecía. Me miró fijo con aquellos ojos azules bebé que tanto amaba contemplar —Rogers...

Steve suspiró.

—Durante el tiempo que llevamos juntos, he pensado en muchas cosas. —Inhaló profundo y dejó salir el aire de sus pulmones con pesadez. —Es cierto lo que dijo Tony, yo siento mucho más que simple cariño por ti. Y si no me atreví a decirte nada, fue porque temí que todo lo lindo que siento cada vez que estoy contigo, se fuera. —Suspiró tembloroso. —Por alguna extraña razón siento que estoy en un sueño, y que cuando te diga que te amo, entonces despertaré y me veré en mi habitación, deseando volver a soñar lo mismo para estar contigo, tomando de tu mano y viéndote a los ojos mientras te digo lo que siento por ti.

Parpadeé atónita. Por un momento, creí que yo era quien estaba en un sueño escuchando sus palabras a modo de confesión. Mi corazón comenzó a acelerarse, y con ello mi pecho comenzó a doler. Estaba furiosa con Steve, pero me era imposible prolongar mi indignación. Lo amaba, quizás tanto como él decía amarme, e incluso más.

Sus palabras, de cierta forma, era todo lo que quería escuchar.

—¿Es cierto lo que dices? —Inquirí, recelosa. Rogers asintió. —¿Algunas de tus citas se concretó?

El capitán hinchó su pecho ante el aire que había inhalado. Exhaló despacio, se rascó la nuca y nervioso, asintió.

—Sólo una. —Confesó. Mi pecho se oprimió. —Con una muchacha de estadísticas. Hablamos por media hora. Luego me retiré tras pensar en que no era lo que quería. Mi corazón estaba contigo, ______________. Estás aquí. —Tomó de mi mano y la condujo hacia su pecho.

Mis ojos se llenaron de lágrimas tras sentir lo desbocado que latía su corazón.

—Eres un idiota, Steve. —Musité apenas. —Pero no me puedo enojar contigo. Por más que lo quiera hacer.

—¿Me perdonas? —Preguntó. —Creo que ya es hora de hacer oficial nuestra relación.

Asentí, concordando con él. Tomó de mi mano y ambos salimos de la habitación, en dirección al living en donde se encontraban todos.

Clint discutía con Tony, diciéndole que era un mal amigo al no decirle que Rogers y yo teníamos una relación. Una relación bastante extraña, pensé, pero después de todo, era una relación. Romanoff por otro lado permanecía sentada en un diván, de piernas cruzadas y mirando divertida a ambos personajes que no dejaban de discutir. La rusa nos miró en cuanto entramos al living. Sonrió socarrona.

—¡Tú! —Le acusó Clint a Rogers.

—Antes de que digas algo, escucha. —Le dije a mi hermano. Clint parpadeó, anonadado. —Primero que nada, sí, tenemos una relación. Ha decir verdad, desde hace meses. —Suspiré abrumada pues, el silencio cubrió todo el living de la torre. —Segundo. Tony, te pagaré los daños hechos en la pared...

—Me parece. —Asintió el multimillonario. —De igual forma, te castigaré. No más flechas hasta una nueva misión.

—Me parece justo. —Asentí ligeramente. Miré a Clint, quien se mostraba impasible, pero ciertamente molesto. Conocía a mi hermano, sabía cuándo estaba o no disgustado. —Clint, hermano...

—¿Por qué nunca me dijiste nada? —Interrogó. —Soy tu hermano...

—Eres sobre protector. —Le acusé. —Sabía que ibas a armar un escándalo. Estoy feliz, ¿sabes? Y espero que logres entender todo esto, porque debes saber que me importa un bledo tu opinión en todo esto. —Clint volvió a fruncir el ceño. A su lado, Tony trataba de esconder una risotada. —Es lo que quiero. Estar a su lado.

Miré a Steve y sonreí. Anunciar nuestra relación, hasta el momento, había sido un suceso que veía bastante lejano.

—Descuida, ______________. —Me dijo Barton luego de unos minutos en silencio, seguramente analizando mis palabras. Dio un suspiro pesado y sonrió ligeramente. —Creo que exageré. Debo admitir que Rogers es el hombre adecuado para ti. —Miró a Steve, quien permanecía en silencio. —Amigo, tu sabes que soy bueno con las flechas, siempre le doy a mi objetivo. Pero debes saber que también puedo fallar y puede que una, por accidente, te dé justo en uno de tus ojos...

—¡Clint! —Chillé.

—Es broma. —Carcajeó Barton. —De igual forma, Steve, nunca está de más que tengas cuidado si me ves con una flecha. Uno nunca sabe... soy humano y puedo fallar.

Rogers asintió.

—descuida, no está en mis planes dañarla. —Le aseguró Steve. Presioné su mano, y le miré con devoción.

El tema fue aclarado finalmente.

Ese día, durante la tarde, Rogers me llevó a un restaurante. Cenamos como la pareja que éramos; nos reímos, nos tomamos de la mano y nos besamos con ternura. Luego caminamos por la ciudad y contemplamos la luna sobre nosotros.

La noche era perfecta, pero también distinta. Estaba con el hombre que quería y ello, era todo lo que necesitaba.






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Re empalagoso y mamón el Os, but, i don't care. Hasurgido mi lado soñador y cliché. 


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