LVII - Steve Rogers
57.- Lo lograremos.... Juntos II (continuación Os LV)
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando, con horror identifiqué la ropa de Amelia en mitad de una habitación, sucia y rasgada. La evidencia me indicaba que su vestuario había sido despojado a la fuerza, sin piedad alguna.
Ello, era lo que Romanoff había encontrado. El vestuario de Amelia y nada más.
Tomé el resto de lo que quedaba de su jersey y lloré al imaginar lo que le habrían hecho o, lo que le estaban haciendo en ese momento. Desesperada, miré hacia todos lados en busca de una puerta que, mágicamente, me indicase el camino hacia donde se encontraba mi hermana. Pero en esos momentos, mi mente no era capaz de funcionar al cien por ciento. Estaba bloqueada, total y absurdamente bloqueada.
Es un juego, me dije a mi misma cuando reanudamos la búsqueda. Ellos están jugando y tú, no debes caer en eso.
Tras la siguiente búsqueda, la espía notifico escuchar risas provenientes de la habitación del quinto piso. Nos apresuramos en llegar hacia allá, percibiendo de igual forma, las carcajadas estruendosas de quienes se encontraban allí.
Seis hombres y mi hermana en medio sólo en ropa interior. Furiosa di un paso con la seguridad de que aquellos hombres no lograrían dañarme si me enfrentaba a ellos. La ira subió por mi anatomía y se concentró en mis extremidades, lista para atacar. Pero Steve se adelantó. Vi su escudo volar y dar a los dos hombres que se encontraban frente a él; su arma volvió a sus manos, donde volvió a lanzarlo y él a golpear a quien se le cruzara en el camino.
Corrí de inmediato hacia donde estaba Amelia, arrodillada en el suelo con ambas manos sobre su cabeza, gritando y llorando desesperada. La abracé.
—Amelia, soy yo... —Le dije, tratando de mantener la calma.
—¡____________! —Gimió. Tomé su brazo y la ayudé a ponerse en pie. La saqué del lugar y busqué uno que nos proporcionara seguridad. —¿Qué sucede? ¡No entiendo!
—Luego te lo explico, ¿sí?
—¡No! —Gritó Amelia entre llantos. —¡Me acaban de manosear! ¡Estoy en ropa interior y me siento fatal! ¡Quiero saber qué sucede! Por qué estás aquí y vistiendo de esa forma... —Exigió. Seguí caminando, concentrada en encontrar una habitación segura. Más, al girar el pomo de una de las puertas, recibí de inmediato un golpe en una de mis mejillas que logró desequilibrarme.
Amelia soltó un chillido, colmado de temor.
—Si termino contigo, ¿Fury te extrañará? —Inquirió el sujeto, tomándome del cuello. Mi cuerpo chocó contra la pared. Pude sentir mis pies dejar de tocar el suelo. —¿Uhm? No te escucho... —Hizo más presión en mi cuello.
Mis manos buscaban su rostro con desesperación, alarmada y temiendo que rompiera, en cualquier momento, mi garganta.
—Este es un mensaje para ese idiota y su organización... —El hombre sonrió, disfrutando del momento pues, él tenía el control. —Cuando termine de romper tu cuello, te embalaremos a ti y a tus amigos y los enviaremos como encomienda a Fury. Espero que capte el mensaje... — Gemí, intentando adquirir el aire suficiente para mantenerme con vida unos minutos más. El sujeto, acercó su rostro al mío y susurró: —No nos gustan los intrusos...
Cerré los ojos y, débil, me dejé llevar por el momento.
—Y a nosotros tampoco. —Mencionó una voz. La presión en mi cuello ya no se sentía; caí al suelo y tosí con desespero. Por instinto hinché mi pecho y llené mis pulmones de aire, más me quejé en el proceso al sentir el ardor en mi garganta y el dolor de mi pecho cada vez que inhalaba.
Con admiración vi a Romanoff al lado del sujeto inconsciente. Tomó de mi brazo y nos sacó del lugar junto a mi hermana. Rogers venía tras nosotras, cubriendo nuestras espaldas.
Dentro de Quinjet Romanoff le hizo entrega de ropa a mi hermana e indicó un lugar donde podría descansar. Amelia observaba todo con recelo y confusión, y ello, me pareció totalmente lógico, después de todo, se estaba enterando sobre el mundo en el que se encontraba inmersa su hermana. Un mundo del cual la quería mantener lejos.
Al llegar al edificio, Amelia fue atendida por los médicos de confianza de Fury.
—No presenta fracturas, ni contusiones... —Notificó el profesional. Miré a mi hermana desde fuera del laboratorio. La culpa me carcomía por dentro. —No han abusado de ella, pero si la han maltratado. He solicitado una cita con un profesional del área psicológica, necesitará ayuda para superar lo que le ha sucedido.
Suspiré con pesadez.
—¿Puedo pasar a verla?
—Puedes, pero procura no alterar su ánimo. —Recomendó. —Está muy asustada. — Asentí. —¿No te revisarás tus heridas? —Negué. Entré a la habitación y me senté a su lado. Amelia me observó con sus ojos llenos de lágrimas. No pude evitar soltar lágrimas también.
—C-creí que te perdería. —Musité con la voz débil.
—Yo también creí que moriría. — Sus lágrimas comenzaron a mojar sus mejillas; retiró algunas de ellas, aunque, difícilmente pudo detenerlas pues, éstas se deslizaban sin parar. Inhaló profundo y, a duras penas, esbozó una sonrisa. —Cuando estaba en medio de esos hombres, me acordé de ti. Pensé en ti y en Jack; por alguna extraña razón, deseé que aparecieras y me sacaras de allí. —Rio despacito. —Como cuando era pequeña y me rescatabas de quienes me molestaban, ¿te acuerdas?
Asentí entre risas suaves.
—Siempre te protegeré, Amelia. Siempre... —La abracé y besé su frente.
—¿Quién eres, ___________? ¿Qué nos escondes? —Cuestionó entre llanto. Me mordí el labio, incómoda y con unas ganas inmensas de llorar como cuando lo hacía de pequeña. Pero me contuve.
—Sé que te tengo que dar una explicación. A ti y a Jack. Lo haré, Amelia, pero no ahora. Necesito que te repongas, ¿sí? Luego aclararé todo...
Ella asintió sin decir palabra alguna. La acompañé un momento hasta que se quedó dormida. Cuando salí de la habitación, Natasha se encontraba del otro lado de la puerta, apoyada en la pared y con los brazos cruzados.
—¿Está bien? —Inquirió.
—Dentro de todo, está bien. —Miré la anatomía de mi hermana descansar en la cama. —Se repondrá. Es fuerte, saldrá de esta.
—Lo es. —Asintió Romanoff. —¿Tú estás bien? —Me preguntó, dando un ligero vistazo a mi cuello. Asentí, más Romanoff frunció el ceño, no muy convencida con mi respuesta. De igual forma, no cuestionó nada más. Su postura se volvió un poco más relajada, atreviéndose a sonreí de lado. —Ahora que encontramos a tu hermana y, que el ambiente no es de tensión, ¿te puedo hacer una pregunta? —Fruncí el ceño. Ambas íbamos caminando por el pasillo del edificio. —Tú y Rogers...
—Asumo que escuchaste todo... —Suspiré.
—Absolutamente todo. —Afirmó. —No fue nada agradable sentir que se besaban mientras yo estaba haciendo el trabajo sucio. — Sonrió con diversión. —¿Te gusta?
—No lo sé. —Reí. La rusa bufo. —¿Qué?
—¿De verdad me responderás eso? —Cuestionó divertida. —Vamos, las mentiras conmigo no van. Y lo sabes... Rogers, ¿te gusta o no?
—Bueno.... —Murmuré cohibida. La rusa me escudriñaba con su mirada. —Quizás un poco. Es atractivo, y bastante interesante...
—¿Sólo eso? —Alzó una de sus cejas. —Yo creo que sientes mucho más que eso, al menos eso deduje...—Volvió a esbozar una sonrisa juguetona. —Deberías hablar con él... —Y haciendo un ligero gesto con su cabeza, indicó hacia el frente, donde se encontraba Rogers caminando hacia nuestra dirección. Saludó en general, notificando la limpieza que Fury llevó a cabo para descubrir a los traidores dentro de SHIELD. Tal parecía que éste comenzaba a mejorar en cuanto a personal.
Natasha vio su reloj de pulsera y, disculpándose, se retiró con la excusa de que tenía otras cosas que atender.
—Suerte. —Me susurró en el oído cuando me abrazó antes de irse.
—Traidora. —Le dije. La rusa soltó una risita suave, que sólo nosotras logramos captar y entender. Lancé un suspiro y vi la anatomía de Romanoff alejarse.
Steve y yo quedamos solos, sin si quiera manifestar palabra alguna. Caminamos en silencio por el pasillo, nos mirábamos de vez en cuando para luego, mirar hacia el frente y seguir caminando.
—¿Tu hermano sabe que encontramos a Amelia? —Preguntó el capitán luego de minutos sin hablar. Asentí.
—Viene en camino. —Dije. Volvimos a caminar en silencio; en un silencio incómodo que deseaba romper. Tosí ligeramente cuando decidí hablar. —¿S-steve...? —El rubio me miró. —Sobre el beso, yo...
—Lo siento. —Se apresuró en decir. —Creo que fui poco atinado, tu hermana estaba en peligro, tú no estaban bien...estábamos en una misión. Fue atrevido de mi parte. —Se disculpó. No pude evitar sentir ternura por él. Sus mejillas se habían tornado ligeramente rojas, y su mirada, no era capaz de conectar con la mía.
—¿Te arrepientes? —Inquirí.
—No... —Murmuró. —Pero...
—A mí me gusto. —Admití. El calor comenzó a subir por mis mejillas. Podía adivinar que éstas ya se habían teñido de rojo. —Creo que no fue atrevido, no me molestó en absoluto. —Steve me observaba con detención, casi dudando de mis palabras. Detuve mi andar y él automáticamente detuvo el suyo. Me acerqué a él y, con cautela, tomé de sus manos, entrelazando nuestros dedos.
Le miré a los ojos y sonreí.
—Bésame, Steve. —Susurré. Mi cuerpo comenzó a temblar ligeramente después de haber dicho aquello. Me incliné un poco más hacia a él, casi rozando mis labios contra los suyos y volví a hablar: — Bésame...
El capitán dudó por unos segundos, pero luego, tomando mi rostro entre sus manos, me atrajo a él y colisionó sus labios contra los míos, dando origen a un beso majestuoso. Sentía mi existencia pasar a otra dimensión, desconocida, pero agradable. Era delicado, cada movimiento que realizaba era con dedicación; alcé mis brazos y los enrosqué alrededor de su cuello, haciendo del contacto, algo más íntimo.
Nos separamos y ambos nos quedamos mirando, embelesados, expresando nuestros sentimientos a través nuestras miradas.
—¿T-te duele? —Susurró el capitán, tocando la piel de mi cuello con bastante delicadeza. Negué.
—No ahora que estás conmigo. —Sonreí. Me atreví a dar un casto beso en sus labios que el capitán, muy bien recibió y prolongó.
Fue allí cuando logré sentir lo mismo de hace horas atrás, pero esta vez, con las mariposas revoloteando en mi interior.
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