LIX - Steve Rogers
59.- If you want I can teach you
Nota: smut babys! después de años sin darle al pueblo lo que de quiere ah >:)
La torre Stark estaba en completo silencio y eso, me gustaba.
Al fin paz en mi interior, me dije a mi misma cuando abrí la puerta de mi habitación y percibí el silencio. Caminé por el pasillo hasta llegar al living y sonreí al verificar que, no había nadie más que sólo mi existencia.
Me dirigí hasta la cocina, donde hurgueteé dentro del refrigerador algo para poder comer. Me relamí los labios cuando vi, con deseo de poder probarlo, un pedazo de pastel de chocolate con dos guindas sobre él.
Lo tomé, sin siquiera detenerme a pensar en su dueño. Creí que luego le podría pagar de alguna forma, pero es que en ese momento tenía tantas ganas de degustar algo dulce, que no lo pensé dos veces y probé un pedacito del dulce.
—Harás que haya un código verde, _____________. —Dijo alguien de repente, dándome un buen susto.
—¡Mierda, Steve! —Chillé, llevándome la mano, por inercia, a mi pecho. —Ya lo sé, ya lo sé... Lenguaje. —Dije, imitando su voz antes de que él me reprendiera por tal improperio. —Steve, sonrió con diversión. —Creí que estaba sola... —Murmuré.
—Yo igual. —Dijo. Tomó una manzana del canasto que decoraba el centro de la mesa isla y le dio un mordisco. —Es de Banner... —Me indicó el pedazo de torta.
—Uhm, no creo que se enoje. —Me encogí de hombros. —De todas formas, es indefenso. Se lo pagaré de igual forma.
Probé otro pedazo del chocolate en conjunto con una de las guindas que descansaban en la masa café; roja y muy apetecible. Disfruté el sabor del chocolate y la guinda mezclarse en mi boca, creando una explosión de sabores únicos y placenteros.
Permanecimos en silencio, sólo por unos segundos hasta que Steve encendió la TV. Me senté a su lado una vez terminé el pastel de chocolate, observando el programa de televisión que estaban transmitiendo.
—Uhm, se ven entretenido. —Opiné. —Podríamos jugarlo entre nosotros. ¿Qué dices, Steve? Digo, ya que sólo somos nosotros dos los únicos en la torre... —Me encogí de hombros.
El capitán, dubitativo, terminó por aceptar mi propuesta. Y, es que el juego era simple y divertido según el programa televisivo. Uno debía decir tres aspectos de su vida y el otro, debía adivinar cuál de ellas era mentira.
Reí al adivinar sin ningún problema lo que él me mencionaba pues, Steve era muy predecible en cuanto a mentiras se trataba.
—Amo el chocolate, me gusta la música pop y... soy virgen. —Le dije. Rogers alzó una de sus cejas.
—Creo que es mentira que te gusta la música pop. —Me dijo y yo carcajeé. — ¿Te gusta? —Asentí. —Entonces...
—No soy virgen, Steve.
—Uhm...
—¿Qué? —Reí. —¿Creías que sí? —El capitán no respondió, pero el silencio lo hizo por él. —Yo me niego a creer que tú lo eres... —Opiné. Las mejillas de Steve enrojecieron. —Te estás perdiendo la mitad de tu vida, Steve. —Reí. —Y pensar en eso, me dan ganas de ayudarte, ¿sabes?
—¿Ayudarme?
—¡Sí! —Exclamé. —Me gustaría ayudarte a no perderte esa mitad de tu vida antes de que sea demasiado tarde. —Rogers, con las mejillas rojas y algo cohibido, desvió su atención al televisor y cambió de canal una y otra vez. Reí por lo bajo, divertida. —Si quieres te puedo enseñar....
—_____________. —Suspiró con pesadez y negó.
—Será divertido. Te lo puedo asegurar. —Le guiñé un ojo. Tomé de su mano sin darle oportunidad de negarse y lo jalé a mi lado para dirigirnos a mi habitación.
Ver a Rogers sin camiseta fue, prácticamente, un milagro. Él, siempre fue recatado, por lo que evitaba mostrar de más frente a nosotras. Nada parecido a lo que hacía Thor o Pietro. Ellos, sin pudor alguno, entrenaban sin camiseta en el gimnasio, mostrándonos sus perfectas anatomías.
Steve, como era de esperar, estaba nervioso. Y lo entendía. Traté de no ser demasiado apasionada, pero me era imposible si tenía a semejante espécimen. Terminé por empujarlo sobre mi cama y me situarme sobre él, no sin antes, besar su rostro para luego poder comenzar con mi trabajo.
—Relájate... —Murmuré en sus labios. —Déjate llevar.
Quité mi camiseta y la tiré por algún lugar de la habitación. Llevé mis manos tras mi espalda y desabroché mi sostén, dejando a la vista, mis senos sólo para él. Las mejillas de Steve se tornaron aún más rojas, y pese a que quiso desviar su mirada hacia otro lado, no lo logró. Sus ojos brillaron en una llamarada de placer y deseo y allí supe que su instinto animal, comenzaba a surgir.
Moví mis caderas sobre su miembro mientras besaba sus labios. El rubio gruñó, tomando de mi cintura y dando un ligero apretón. No tardé en despojar su pantalón y bóxer, seguido por mi ropa interior, siendo lo único que me quedaba para estar completamente desnuda para él.
Tomé sus manos y las llevé a mis pechos cuando él, no se atrevió a hacerlo por sí solo. Sonreí ante la calidez de sus manos en aquel punto erógeno de mi cuerpo.
—Q-quiero que me beses, Steve. —Murmuré en sus labios. —Quiero que me hagas tuya.
Mi centro comenzó a humedecerse cuando ambos, friccionábamos nuestros sexos. Steve gruñó, excitado, pero no se atrevía a tomar la iniciativa por sí solo.
—___________. —Gimió cuando introduje su miembro en mi centro. Apretó la mandíbula, y sus manos mi cintura.
—¿Te gusta? —Esbocé una sonrisa coqueta en mis labios. —¿Uhm? ¿Te gusta, Steve? —El rubio asintió con los ojos cerrados y la boca entre abierta, dejando salir pequeños gemidos.
Me moví lento, ayudándolo a que ambos cuerpos se adaptaran al otro. Gemí cuando tocó mi punto vulnerable. Me incliné hacia a él y tomé la almohada en puño cuando, nuevamente, su miembro había alcanzado mi límite.
Gemí. Mi orgasmo amenazaba con surgir y hacerme perder la cordura en cualquier momento.
Apresuré la culminación comenzando a moverme con rapidez sobre él; Steve mantenía sus manos aferradas a mi cintura, y muy de vez en cuando, una de ellas tocaba mi pecho para presionarlo y darme el placer suficiente para hacerme gemir.
Cuando él logró llegar, no perdió el tiempo. Con más confianza, giró su cuerpo, quedando él sobre mí. Reí divertida, más volví a gemir cuando él, comenzó a mover su cadera contra la mía tan lento y apasionado, que la oleada de gemidos invadió mi garganta y me sentí agónica ante ello. Me aferré a su cuello, lo apegué a mi anatomía y gimoteé con mi rostro escondido en la cavidad de su hombro.
El inexperto, de repente, se volví un experto en sacarme gemidos de disfrute puro.
Culminamos juntos, y ello, me pareció una experiencia digna de ser guardada en mi memoria a largo plazo. Sonreí aletargada, con el pecho subiendo y bajando con desenfreno. Observé a Steve, quien logró formar una sonrisa en su rostro.
—No eres tan zonzo después de todo. —Le dije. —Me has sorprendido... ¿te ha gustado?
Steve suspiró.
—Mucho. —Respondió. Me causó ternura ver sus mejillas, nuevamente, rojas. Me acerqué a él y lo abracé, tratando de mantener la cercanía que habíamos creado en tan solo minutos, por más tiempo.
—A mí también me ha gustado. —Murmuré. —Y... —Suspire, esta vez sintiéndome yo cohibida. —Me gustaría repetirlo. —Dije. Rogers me miró, incómodo. —Si tú quieres, claro. Si no, ningún problema...
Steve sonrió, y en vez de darme una respuesta con palabras, me besó y asintió dándome a saber, que él deseaba repetir la experiencia tanto como yo.
Se volvió a posicionar sobre mí, esta vez, con mucha más confianza. Más, sólo se dedicó a besarme y a acariciarme, entre risas divertidas que, pese a que sólo le quería hacer un favor al darle su primera vez, no creí que fuese a tener tanto significado para ambos como para que, con el tiempo, volviésemos a repetirlo de nuevo cada vez que teníamos la torre sólo para nosotros.
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