L - Chris Evans
50.- premio doble.
Cerré los ojos y respiré hondo. El médico deslizó el ultrasonido por mi vientre en conjunto con el gel puesto previamente. Observé la pantalla a mi lado; una mancha oscura y abstracta se emitía desde lo más profundo de mis entrañas. Sonreí de igual forma por qué sabía que allí se encontraba mi retoño, creciendo día a día. El médico me observó y curvó sus labios en una sonrisa amable.
—¿Y Chris? —Me preguntó. Su mano seguía moviendo el aparato a lo largo de mi abdomen plano.
—De gira. —Respondí. Mis ojos trataban de decodificar la imagen sin sentido en la pantalla del monitor. —¿Es ese mi hijo? —Pregunté e indiqué una mancha que a mi parecer era mi hijo. El médico rio.
—No. Es ese. —Indicó una mancha en la pantalla. Le miré atenta. No parecía ser un individuo. La imagen seguía siendo abstracta y muy pequeña. —Tienes solo ocho semanas, _________. Es normal que no veas una imagen nítida. —Explicó. Siguió deslizando el ultrasonido. —Chris debe estar emocionado, ¿no? Es su primer hijo. —Comentó el médico y amigo de Evans.
—No deja de hablar sobre el tema. —Confesé. Y, es que a Chris le hacía bastante ilusión tener a su hijo entre sus brazos, acunándolo, mimándolo, brindándole cariño y protección. Sus ojos brillaban cada vez que se refería a nuestro hijo, mencionando lo dichoso que era sabiendo que en meses llegaría su primogénito. No había nada que emocionara más a Chris que la venida de un pequeño al mundo. De la misma forma actuó cuando supo que sería tío por segunda vez; amaba a los niños y ellos a él.
—La verdad es que Chris siempre deseó ser papá. —Dijo el médico. —Sus sobrinos son sus ojos. Este niño o niña será su razón de ser. —Rio. Sin embargo, su melodiosa risa cesó paulatinamente. El ultrasonido se deslizó hacia un costado de mi vientre, sólo en aquella zona. El sujeto curvó sus labios en una mueca que, no me alentaba demasiado.
—¿Algún problema? —Inquirí. El miedo subía por mis extremidades, tensando mi vientre.
—Premio doble. —Dijo el médico y esbozó una sonrisa.
Salí de la clínica sin siquiera poder emitir palabra alguna. Caminé unas cuadras y me detuve; mis piernas temblaban, al igual que mis manos. Mi corazón galopaba desbocado, causándome dolor por cada latido que realizaba. Nunca creí que las palabras de Chris, referidas como simples bromas al decir que tendríamos dos hijos, se haría realidad.
Llegué a casa sumida en un sinfín de preguntas y palabras que no lograban alentarme completamente. Me era emocionante saber que tendríamos gemelos, pero también me llenaba de temor al pensar en que ambos necesitarían de mi atención al mismo tiempo. Chris, pensé. ¿Cómo le diría ahora que seríamos padres de dos niños?
El celular sonó en cuestión de minutos, como si Chris hubiese percibido mi temor a distancia. Mi voz temblaba, y temí romper en llanto si contestaba su llamado. Dejé pasar un par de llamadas, más Evans no se rindió e insistió en llamar.
—¿Por qué no me contestabas? —Espetó del otro lado de la llamada.
—No había escuchado el llamado. —Mentí. Chris suspiró. —¿Qué tal la gira?
—Bien. Stan y Mackie te dan saludos. —Dijo y de inmediato sus voces se hicieron presente en el fondo. Reí con desgano. —¿Fuiste al médico?
—si.
—¿Todo bien? —Volvió a preguntar. —Lamento tanto no estar ahí...—Suspiró con pesadez. —La gira no debería durar más de tres meses...
—Tres meses. —Repetí apesadumbrada. Tres largos meses sin poder tenerlo a mi lado. Respiré hondo y dejé salir el aire de mis pulmones, denotando cansancio. Él sabía qué tipo de cansancio era el que sentía; el de no poder estar con él.
—Cariño, deseo estar contigo. Lo sabes. —Murmuró —Pero tengo que cuídate, hermosa. Y-yo...
—¿Me quieres cuidar? ¿Entonces por qué no me llevas contigo? —Espeté. Chris bufó. —Tres meses, Chris. Te quedan tres meses en esa gira. —Mi voz temblorosa amenaza con quebrarse repentinamente. Respiré hondo, reprimiendo el llanto que emergía de a poco. Chris seguía hablando, argumentando que me quería cuidar y eso, sólo lo podía lograr manteniéndome lejos de su mundo, y con mayor razón ahora que esperábamos a nuestro supuesto "primer hijo". No presté atención a sus intenciones. Mi mente se veía envuelta por las palabras que utilizaría para anunciarle que seríamos padres de dos pequeños. Sin embargo, pese a los intentos que hice para obtener su atención, Chris seguía hablando, exasperado.
—¡Te quieres callar! —Gruñí. —Acabo de llegar de la clínica y adivina qué. Dos de tus espermatozoides fecundaron mi óvulo. —Lloriqueé. Un mar de lágrimas se adueñó de mis ojos y mi corazón comenzó a palpitar con desenfreno. Chris quedó en silencio. —Tendremos gemelos o mellizos. No lo sé... –Gimoteé. Chris no contestaba. —Tengo miedo, Chris. Tengo mucho miedo.
El silencio reinó desde el otro lado de la llamada. Chris seguía sin emitir palabra algún. Sólo lograba escuchar su respiración. Agitada, entre suspiros entrecortados, al parecer, llenos de temor.
—¿Chris? –murmuré, entre lágrimas que no cesaban de deslizarse por mis mejillas. Esperé a que hablara o me diera algún indicio de que aún seguía con vida. Pero Chris no contestaba.
—¿E-es b-broma? —Tartamudeó luego de minutos en silencio.
—No es broma. —Musité. —Llama a Samuel. Él te lo puede confirmar. —Nuevamente se hizo el silencio. El molesto silencio que reinó hasta que una voz de fondo llamó su nombre.
—Te amo. —Murmuró. Fruncí el ceño, confusa. —Lo sabes, ¿no?
—Si, lo sé. —Musité. —Chris, cariño. ¿Estás bien?
—Perfectamente.
—¿Estarás bien? — Inquirí.
Chris suspiró nuevamente.
—Lo estaré. —Afirmó.
—Te amo. —Le dije. El ambiente se había tornado extraño. —Te amamos.
Chris se despidió, prometiendo que llamaría durante la noche. Me dejé caer sobre la cama, cansada y abatida. Acaricié mi vientre y lloré en silencio. Bien no sabía si mis lágrimas eran de felicidad o temor. Lo que si sabía era que, la noticia, claramente, nos había aturdido a ambos.
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Debería dormir, mi cuerpo me lo pide, but no quiero porque soy muy malota ah >:)
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