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II - Chris Evans

2.- I Like You



Tomé una bocanada de aire y deliberé si ir o no a la reunión que se llevaría a cabo en la casa de una vieja compañera de curso. Esa tarde la había planificado especialmente para terminar las series que había dejado abandonadas por un buen tiempo, por lo que, planes que incluyeran reuniones y reencuentros con viejos amigos no estaba escrita en mi agenda.

Acepté ir sin más. Después de todo, una salida no le hacía mal a nadie.

Me arreglé con ropa simple, nada especial. Quizás dejaba en claro mis pocas ganas de ir a la reunión a través de mi vestuario, pero aquello me fue indiferente. Tenía claro que iría un par de minutos y luego me vendría a casa a cumplir por lo menos, la mitad de mi plan personal.

-¡________! -Exclamó Katherin al verme una vez abrió la puerta de su hogar. Lucía realmente hermosa. Por un momento dudé que ella fuese la Katherin que había conocido tiempo atrás. La mujer que se mostraba detrás de la puerta era alguien a quien la vida le había sonreído en todo ámbito.

-Hola, Kat. -Saludé. -¡Sorpresa! -Exclamé sonriente.

-Y vaya sorpresa que me llevo. -Rio. -No pensé que vendrías.

-Bueno, los milagros existen. - Comenté y Katherin carcajeó. -Me alegro verte, estás bastante guapa. -Elogié. Las mejillas blancas de Kat se tiñeron de inmediato.

-Tú no estás nada mal, ¿eh? -Sonrió coqueta. -Ven, adelante. En el living se encuentras los demás. -Me invitó a entrar.

Su hogar era bastante simple. Muy propio de Kat, pensé al observar los cuadros colgados en cada pared de la casa. Unos sillones de terciopelo color beige y uno que otro adorno sobre los muebles que decoraban parte del interior. A pesar de los pocos objetos que yacían en su hogar, era un lugar ameno y lleno de vida.

Saludé a todos los invitados, mencionando lo feliz que me hacía verlos nuevamente a todos reunidos. Kat me ofreció una copa de vino e invitó a sentarme para que pudiese comer algo mientras recordábamos viejos tiempos en la secundaria.

Lo que no me había mencionado Kat, era la participación del muchacho que logró mover mi mundo en solo segundos hace años atrás, en épocas de enseñanza académica. Chris apareció tras la puerta, saludando a todos los participantes reunidos el rededor de la mesa que Kat había decorado con dedicación. Suspiré inquieta al verlo nuevamente. A pesar de los años transcurridos sin saber nada de él, mi corazón se demostraba alterado tal como sucedió años atrás.

Fingí sonreír en cuanto le vi sentarse a mi lado. Una mezcla de felicidad y pavor se adueñó de mi cuerpo, generando el calor suficiente para sentir el bochorno subir por mis mejillas. Recé para que éstas no se tornaran rojas y me dejaran al descubierto. Tomé mi vaso y decidí beber el vino de su interior.

-¿Cómo has estado, _______? -Me preguntó Evans, afable.

-Bastante bien. -Contesté casi arrastrando mi lengua. El nerviosismo me consumía cada vez que sentía su mirada puesta en mí. -¿Y tú?

-Bien. -Sonrió, dejando ver su perfecta dentadura bajo aquella barba tupida. -¿Estás bien? -Cuestionó de repente.

-S-sí. -Asentí. -¿Por qué? -Alcé una ceja.

-Estás roja. -Informó. Aquellas palabras no hicieron más que tornarme aún más abochornada. Llevé ambas manos a mi rostro, palpando el calor molesto que se adueñaba de ellas. Me disculpé y me alejé de su lado. Pedí a Kat que me indicara el baño; necesitaba refrescarme e idear una excusa para irme de la reunión.

Mi reflejo en el espejo demostraba lo abochornada que me encontraba. Pero, pese a que el rojo en mis mejillas fuese tenue, por dentro éstas ardían. Volví a remojar mi rostro, lo sequé y salí del baño con la excusa para irme de allí.

Era un acto bastante cobarde, pero nunca había sido una persona valiente en el ámbito amoroso. Escapaba de las relaciones o de las personas que me parecieran altamente atractivas. A ello le atribuía mi incapacidad por mantener una conversación normal con ello sin tener que tartamudear. Era una forma de evitarme situaciones vergonzosas.

Claramente, ésta prometía ser una de aquellas situaciones.

-Pero apenas vienes llegando. -Me dijo Kat cuando le informé que debía irme urgentemente. -¿Tu madre está bien? -Inquirió. Cierto susto se alojó en su mirada una vez le informé el estado de mi madre. Era una vil mentira y me sentí la peor al haberle mentido de tal forma. También me sentí mal por mi madre, quien se encontraba en perfectas condiciones en Mississipi.

-Kat, de verdad lo siento. -Me mordí el labio. La mentira me carcomía por dentro y me susurraba lo mala persona que era. -Te comunico el estado una vez sepa de ella. -Prometí y salí de su hogar lo más rápido posible, despidiéndome de forma general. No podría soportar tener tanto acercamiento con Evans.

Fuera de su hogar, a unas cuadras, me recriminé lo vil y mentirosa que podía llegar a ser. No había nada que justificara mi actuar con la muchacha que me abrió la puerta de su casa con sus mejores intenciones. Tendría que disculparme, regalarle algo con el fin de aplacar un poco el remordimiento que, lo más probable, me seguiría por meses.

Mi caminar no duró demasiado. Me detuve en una esquina cuando escuché mi nombre. Volteé automáticamente, sin siquiera imaginarme que, detrás de mí, venia Evans a paso apresurado. Quise correr, pero aquello hubiese sido muy notorio. Agradecí internamente a mi sistema de regulación pues, de haber sido de otra forma, yo hubiese corrido lo más lejos posible de él si mi vida dependiese de ello.

La anatomía de Chris se situó frente a mí, intimidándome con su altura y atractivo físico. Utilizaba una polera manga larga ceñida a su cuerpo que, dejaba marcada parte de sus músculos pertenecientes a su torso. Suspiré rendida ante tal belleza.

-Evans... T-tú... deberías est-estar...-Comencé a tartamudear, deseando que la tierra me tragara. Chris sonrió con ternura.

-Me causa ternura cuando te sonrojas. -Soltó una risita. Nadie sabía lo que provocaba exactamente ese hombre en mi fisiología con tan simples palabras. El hecho de sentir su voz era algo que realmente alteraba cada célula inmersa en mi cuerpo.

-Chris... -Suspiré apenas. Mis pulmones se cerraban considerablemente dejándome sin aire.

-Te tengo que decir algo antes de que te vayas. -Confesó. -Por eso vine a la reunión. Sabía que vendrías.

-N-no te entiendo... -Musité. Sus manos tomaron las mías mientras sus ojos hacían contacto directo con los míos. Esa exquisita mirada azul bebé me derretía completamente. Desvié la mirada una vez sentí que no la podía mantener por mucho tiempo. Evans me cohibía enormemente.

-Me gustas. -Soltó sin titubear.

-¿Q-qué? -Farfulle atónita. Sus palabras golpearon mi entendimiento, realizando estragos en mi interior. Un leve adormecimiento sentí en mi anatomía al decodificar por completo su confesión. ¿Era normal sentir las piernas adormiladas?

-Me gustas. -Volvió a repetir, esta vez con voz suave. Sus manos aún sujetaban las mías, acariciándolas con ternura. Me cuestioné si aquello era una broma, un sueño, o la realidad. Descarté la primera opción; Evans no podía ser tan cruel como para salir de la reunión sólo para decirme que le gustaba y luego mofarse de mi expresión. Por lo tanto, o era un sueño o la mismísima realidad. Pero, ¿cuál era cuál?

-Es broma, ¿no? -Inquirí.

-¡Claro que no! -Dijo entre risitas nerviosa. -Me gustas desde que te vi entrar el primer día de clases. Llevabas un vestido floreado de color piel. Sobre tus brazos los cuadernos y en tu cabello un cintillo blanco. -Mencionó remontándome de inmediato a aquel día; mi primer día de clases en un colegio nuevo. -Eras la imagen de un ángel, _________. -Suspiró, embozando una sonrisa.

Desvié mi mirada al suelo, avergonzada por sus palabras.

-Estás loco, Evans.

- Lo sé. -Aceptó. -Pero si decirle que me gusta a la mujer que siempre quise es considerado una locura, entonces, me declaro totalmente loco. -Soltó una risita y yo le imité.

-Tú también me gustas, Chris. -Confesé finalmente. Alcé la mirada y pude ver el rostro de Chris destellante. Sus ojos brillaban y su sonrisa adornaba su semblante bajo la tupida barba que cubría su fisonomía. -Desde que te vi por primera vez, sentado en tu pupitre, al lado de la ventana. -Sonreí. -Sonreíste cuando me presenté; fuiste el único que lo hizo. -Reí.

-Me cautivaste de inmediato. -Carcajeó. Mi cintura fue poseída por su agarre, me acercó a él y sin dejar de mirarme, añadió: - Quisiera hacer algo, pero quiero que me des tu permiso para hacerlo.

-¿Qué cosa? -Cuestioné curiosa. Evans sonrió, sujetó mi rostro entre sus manos, dándome a entender sus intenciones. -H-hazlo. -Le pedí. -Bésame.

Sus labios captaron los míos de una forma única. Mezclaba necesidad con dulzura al mismo tiempo, creando un leve cosquilleo en mi vientre. Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello para sentirlo más cerca, logrando ver aquellos fuegos artificiales, tal como se representaban en las películas románticas. Un sinfín de colores rondaron mis sentidos, a lo largo de mi cuerpo, haciéndome volar entre la oxitocina segregada por mi organismo.

No pude evitar cuestionarme si era real o solo un sueño besar a quien siempre me atrajo. Pese al dilema interno, sabía que no era un sueño. Evans y sus tactos suaves y delicados, me hacían sentir como una muñeca de porcelana. Delicada y fina.

Nos separamos una vez nuestros pulmones reclamaban por aire. Chris sonrió, tomando de mi mano para entrelazar nuestros dedos.

-Te invito a comer. -Propuso. -Recuperemos el tiempo perdido. -Asentí completamente dichosa y convencida de que, aquello no era más que el inicio de algo nuevo en mi vida.

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