𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒔𝒆𝒊𝒔
Shark
Me encontraba en el patio entrenando con Sydney, era una rutina que habíamos adquirido hacía algunos días, dado que ella era la que menos entrenamiento tenía dentro de la mansión, y debía mejorar en ese aspecto.
De alguna forma u otra yo siempre lograba vencerla, sin embargo, ahora estaba en el piso, sorprendido, mientras ella saltaba de la alegría por haberme derrotado.
Quise reprimir una sonrisa al verla tan feliz, pero no pude, y mentalmente me maldije a mí mismo por estar contento al ver su reacción. Sin embargo, me había dado cuenta de que desde que había conocido a la gatita, mis emociones eran más fuertes que mi lógica, y no tenía caso evitar lo que ella me producía.
—Merezco un premio, ¿no crees?— cuestionó de forma seductora, mientras se agachaba lentamente frente a mí.
—¿Un premio por haberme ganado? No creo. Mereces un castigo, por ser vanidosa— respondí, sintiéndome nervioso. ¿Por qué mierda me sentía nervioso? Estaba actuando como un maldito adolescente.
—Las dos cosas me sirven— afirmó, y terminamos follando en el patio, sabiendo que probablemente cualquiera que pasara nos miraría.
Pues bien, que observaran la mejor escena del mundo; no había nada más erótico y glorioso que ver a Sydney saltando sobre mi polla, con sus tetas brincando al ritmo de sus movimientos, y su pelo salvajemente siendo agitado por el viento, mientras que una de mis manos estaba firmemente puesta en su cuello, y la otra se encargaba de azotar su redondo y maravilloso culo.
—El mejor jodido castigo y premio del mundo— susurró agitadamente, dejándose caer sobre mi pecho— Que raros somos, ¿no? Parece que nos odiamos pero siempre terminamos igual; tú dentro de mí, haciéndonos gozar a los dos como nunca antes.
—Entonces me encanta nuestro odio— le confesé, escuchándola reír tiernamente, y luego agregué:— Somos cómplices en el crimen, y amantes en la cama.
—Amantes en todas partes querrás decir, porque follamos más en lugares públicos o en una escena del crimen que en cualquier cama— luego de que ella pronunció eso empezamos a reírnos desaforadamente, y decidí cariñosamente acariciar su cabello, mientras ella se quedaba dormida en la posición en la que estábamos.
Besé repetidas veces su frente, admirando sus ojos cerrados y sus labios formando un tierno puchero, el cual había descubierto que siempre ponía cuando estaba dormida, dándole un aspecto muchísimo más angelical. Pero yo la conocía, y sabía qué de ángel no tenía nada. Era una diabla, y yo me había rendido ante ella para ser su rey infernal.
⛓ ⛓
Era el momento de la acción. Ya había ideado el plan para sacar a William, mi reciente socio, de prisión. Él estaba en una cárcel de máxima seguridad, por lo cual poseían cámaras y micrófonos vigilando que todo estuviera en orden, sin embargo, no fue para nada difícil sobornar a los hombres que se encargaban de eso, y lograr que apagaran todos los sistemas, para que William saliera sin problemas al abrirse las rejas que impedían su libertad.
Yo estaba afuera, aguardando que mis hombres lo trajeran hacia mí, cuando una llamada me informó que las cosas se habían complicado. Uno de los oficiales policiales que sobornamos había contado gran parte del plan, y los policías que no estaban involucrados habían pedido refuerzos extra para evitar el escape, por lo cual debía arreglar las cosas yo; justamente lo que no quería hacer.
Ingresé a la prisión por el hueco que William se había encargado de cavar, el mismo por el cual creíamos que él saldría. Todo era un caos, logré visualizar a varios de mis hombres disparando, mientras evitaban que las balas impactarán contra mí. Cuando llegué intacto hacia el lugar en dónde estaba William, y vi a varios policías muertos, se me ocurrió una idea; usar sus uniformes, y pasar desapercibidos para salir por el hueco sin que nadie tratara de detenernos, mientras mis hombres se encargaban de distraer al resto.
Y eso hicimos, fue mucho más fácil de lo que pensé que iba a ser. Si algún día llegaba a terminar preso sabía que repetiría la misma estrategia, todos los oficiales policiales eran un montón de incompetentes que por tener un arma y unas esposas pensaban que podría vencer a personas como yo. Ilusos.
—Tengo una nueva condición a nuestro trato— me informó William una vez que estuvimos fugándonos en la camioneta— Hay rumores de que tienes una socia... una chica. No quiero estar bajo el mismo techo que ella.
—¿Por qué?— pregunté confundido y también alerta, sin saber qué habría hecho Sydney para que un hombre como él quisiera mantenerla alejada.
—Nada personal, simplemente no me llevo bien con las mujeres.
Decidí acceder a su petición, pero no porque confiara en su excusa o porque quisiera hacerlo sentir cómodo, sino porque era una justificación para llevar a Sydney a mi mansión, y que estuviéramos los dos solos, sin nadie para interrumpirnos.
—Sydney, te vienes conmigo— le ordené al llegar a la casa, tratando de ignorar sus piernas desnudas tendidas en el sofá del comedor.
—No tengo tiempo para tus estupideces— contestó con el ceño fruncido, pareciendo una niña chica, pero yo estaba demasiado cansado como para seguir su estúpido jueguito de quién de los dos tenía más carácter; la respuesta era obvia, yo lo tenía.
—Cierra tu puta boca y hazme caso o te arrastro hacia la camioneta.
—Pedazo de imbécil— dijo enfurruñada, acatando mis palabras. Al subirnos a la camioneta no hubo señales de William.
El camino fue silencioso, y probablemente tenso, pero estaba tan sumergido en mis pensamientos que apenas le presté atención a eso. Me sentía raro, era la primera vez que alguien, además de Steve, conocería mi mansión, y que la segunda persona fuera ella me irritaba, no quería que lo malinterpretara y esperara una proposición de matrimonio, o alguna cosa similar a las cuales las mujeres aspiran estando con un hombre al que follan.
—¿En dónde mierda estamos? ¿Por fin decidiste deshacerte de mí?— cuestionó al observar mi casa, la cual era incluso más grande que la de la mafia.
—No voy a negar que consideré esa opción, pero lamentablemente no estamos aquí por eso. Por cuestiones de seguridad tuve que sacarte del otro lugar.
—¿Y desde cuándo te importa mi seguridad?
—En realidad, no me importa, pero no quiero tener que salvar tu culo si algo vuelve a suceder. Estorbas en la mansión de mis hombres.
—Hasta donde yo recuerdo, he salvado más veces tu vida que cualquiera de esos incompetentes, pero bien, como quieras. Prefiero, como dijiste, estorbar acá, antes que regresar a la calle— y sin más entró a la casa, haciéndome sentir jodidamente culpable al saber que su calidad de vida dependía de trabajar para mí.
Ni siquiera aguardó a que yo le indicara una habitación, simplemente se recostó sobre el sillón, logrando que nuevamente le prestara atención a sus piernas, las cuales no habían sido tapadas porque yo no le había dado tiempo de cambiarse.
Encogiéndome de hombros decidí no hablarle, sabiendo que acabaríamos en otra pelea innecesaria, y me dirigí a mi habitación, durmiéndome apenas estuve en mi cama. Sin embargo, unos gritos me despertaron.
Agarré el arma que siempre se encontraba debajo de mi almohada, y silenciosamente seguí el sonido, deteniéndome en el comedor e identificando que la persona que gritaba era Sydney. Me preparé para dispararle a cualquiera que estuviera atacándola, pero bajé la pistola al verla retorciéndose y llorando, probablemente teniendo una pesadilla. Cautelosamente me acerqué para despertarla, pero sus movimientos empezaron a ser más violentos, tratando de apartarme.
—Sydney, gatita... Soy yo, soy Shark, no te voy a hacer nada— murmuré, agarrando delicadamente sus manos, que no paraban de golpearme. Abrió sus ojos asustada, observando rápidamente el comedor, dándose cuenta de que estaba a salvo. Sus lágrimas aumentaron, estrujando mi corazón cuando comenzó a sollozar angustiada— Tranquila, gatita, tranquila. Estoy aquí, conmigo no te volverá a pasar nada malo, te lo prometo.
—Sólo hazme olvidar.
Su susurro cargado de dolor, y la desesperación en sus ojos, me llevaron a besarla con lentitud, retirando mis manos de sus muñecas y colocándolas en su cintura. Mi boca bajó a lo largo de su suave cuello, mientras ella jugaba con mi pelo, y su pecho se agitaba cada vez más.
—No te voy a lastimar, ni ahora ni nunca— no tenía planeado confesarle eso, sin embargo, al haber sido consciente de su vulnerabilidad ante mí, entregándose completamente sin dudar, la necesidad de que supiera que estaba a salvo fue mucho más fuerte.
Esa noche, aunque no quise admitirlo, hicimos el amor, y fue el momento en el cual supe que estaba absolutamente jodido.
⛓ ⛓
holAa lamentablemente sigo con vida!! ahre, empecé la facultad así que no pude dedicarle mucho tiempo a wattpad, pero hoy tuve un momento de inspiración y bueno🥺
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