𝒖𝒏𝒐
Sydney
—¡Regresa aquí, pequeña zorra! ¡Te voy a enseñar a no faltarme el respeto!— gritó Arthur, persiguiéndome bajo la lluvia— ¡Malnacida, cuando te agarre vas a aprender lo que es bueno!
—¡Cállese, viejo repugnante!— le respondí sin mirar atrás, aumentando el ritmo de mis pasos y tratando de que nuestra persecución no me provocara un ataque de asma.
Estúpida enfermedad crónica, ni siquiera me permitía huir en paz.
Continué corriendo por distintas calles hasta que dejé de sentir sus pasos detrás de mí, y completamente agotada miré los dos pedazos de cartón mojado que tenía en las manos; la única de mis pertenencias que había podido rescatar antes de que Arthur se empeñara en hacerme daño.
Maldiciendo al culpable de mi huida, aventé los cartones, ya que estando mojados no me servían más, y me senté bajo el techo de un local cerrado para evitar que la lluvia siguiera cayendo sobre mi cuerpo.
Estúpido viejo de mierda, hace años me conoce porque al igual que yo vive en las calles, y en todo ese tiempo siempre ha intentado tener sexo conmigo, pero no lo ha conseguido porque yo lo he impedido. Hasta que hoy me acosó junto a otros dos viejos, y no me quedó de otra que lastimarlos a los tres, por lo cual tuve que salir despavorida.
Aunque podría destruirlos en segundos, el maldito viejo posee armas y no dudaría en pegarme un tiro si se le presentara la oportunidad. Mejor prevenir que lamentar.
Suspirando, reconsideré mis opciones. Al salir tan rápidamente había dejado la única frazada que me protegía del frío de la calle, la linterna que me ayudaba a observar en la oscuridad por si habían ratas u otras personas en los callejones en los que pretendía dormir, y también el inhalador que había robado de una farmacia el mes pasado para controlar mis ataques de asma.
Podría volver y recuperar mis cosas, arriesgándome a que me encontraran y me lastimaran, o quedarme en mi nueva localización y robar en el primer supermercado que viera. La segunda opción parecía la más razonable si quería continuar con vida.
Luego de unos cuantos minutos concentrándome en evitar la creciente crisis asmática que me atacaba, observé a mi alrededor. Habitualmente conozco todas las calles que esta ciudad tiene, ya que crecí en ellas y he tenido tiempo de recorrer cada maldita esquina, por esa razón me preocupé al darme cuenta de que estaba en un lugar que nunca había pisado.
Evidentemente mi preocupación iba más allá de simplemente perderme. Por lo general, las personas que vivimos en las calles tenemos reglas entre nosotros, para evitar que se metan con nuestras míseras cosas.
La primera y principal es que se pelea a muerte cuando una persona quiera refugiarse en un lugar que otra persona ya haya ocupado. Esto se debe a que el que sobrevive se queda con el territorio, y así sucesivamente si alguien más pretende asentarse en ese lugar. Y esa era la regla que a mí desde siempre me ha importado.
No dudaba de mi capacidad física, ya que siempre me las ingeniaba para ganar, pero igualmente evitaba involucrarme en ese tipo de peleas, ya que se hacían vírales entre las personas de las calles, y todo se tornaba en una competencia para ver quién lograba vencer al anterior vencedor.
Mi intención no era incentivar a todos a lanzarse a mi yugular.
Debido a eso, siempre intentaba no meterme en un lugar que ya se encontrara siendo usado, y para mi suerte, la calle en la que me encontraba no parecía estar habitada por nadie; no veía frazadas, ni cartones, ni ropa tirada, ni nada que indicara la presencia de otra persona. Igualmente dormiría con un ojo abierto, porque nunca se sabe cuando podría estar en peligro.
Ser una persona que habita en las calles ya es suficientemente complicado, pero ser una mujer lo es el triple.
No me alcanzarían los dedos de las manos para contar la cantidad de veces que pervertidos asquerosos han intentado abusar de mí, por esa razón nunca me permitía bajar la guardia. Entrené mi cerebro para despertarme cada quince minutos, ya que dormir más de un cuarto de hora seguida no me permitiría estar atenta a mi alrededor.
Mi mente no conocía la paz ni la tranquilidad, y tampoco es como si me importara mucho.
Estaba acostumbrada, y probablemente mi situación no cambiaría ni por todos los milagros del mundo, por lo cual me adaptaba bien a las circunstancias que me habían tocado atravesar.
O eso trataba de decirme a mí misma para no volverme débil. En mi vida no existía lugar para la debilidad.
⛓ ⛓
Shark
—¡Maldita mierda, bastardos! ¡Déjenme ir! ¡Los mataré a todos!— exclamó el pelado con su cara mojada, retorciéndose del dolor en la silla.
—Sí, ya te oímos. Llevas gritando eso desde ayer— le respondió Steve en tono aburrido, mientras seguía hundiendo y sacando su cara del agua, la cual estaba tan caliente que probablemente le dejaría cicatrices—Shark no te va a dejar ir hasta que le des la información que necesita, ya sabes cómo funciona esto.
—¡Yo no sé nada, lo juro! ¡Si lo supiera ya lo hubiese dicho!— siguió exclamando y chillando del dolor, tratando desesperadamente de respirar, y provocándome una risa irónica mientras lo veía desde la esquina de la habitación.
Todos siempre dicen lo mismo.
—Bueno, bueno. Ya que nuestro amigo el pelado no quiere usar su lengua para contar lo que sabe, creo que tendremos que arrancársela— murmuré, acercándome lentamente a la silla en la que él se encontraba atado.
Examiné la estantería llena de instrumentos de tortura, y opté por agarrar una simple navaja. Eso serviría para asustar al calvo de mierda que se negaba a cooperar. Jodida mierda, la paciencia no era una de mis virtudes y me estaba cansando de esperar. Quería derramar sangre.
—¡No, por favor! Está bien, está bien. Hablaré— chilló, y se relajó al ver que alejaba la navaja de su boca. Jodido idiota, si supiera— Melissa es la infiltrada, ha estado divulgando información sobre las nuevas drogas que ustedes consiguen, para que la mafia italiana pueda obtenerlas antes y venderlas a mejor precio. También fue la responsable de ayudarlos a matar a tus guardaespaldas, Shark, así los italianos podían acceder a ti con más facilidad, aunque no les funcionó.
—Bien. Eso es lo que necesitaba saber— respondí con una sonrisa maliciosa, y antes de que él pudiera pestañear, le hice un corte profundo en la garganta, por lo cual empezó a desangrarse rápidamente.
Grave error confiar en mí.
—¿Sabes que hay formas más limpias de matar, verdad? Pude simplemente ahogarlo— reclamó Steve con cara de asco, quitándose las gotas de sangre que le habían caído en la cara.
Él es mi mano derecha dentro de la mafia, y al único que le permito tratarme así. Aunque sabe que frente a otras personas no debe hacerlo, ya que eso es considerado faltarle el respeto a mi autoridad, y se paga con la muerte.
—No me cuestiones. Ahogarlo no hubiese sido emocionante— murmuré, jugando con la navaja repleta de sangre— Descuartiza el cuerpo y mándaselo a su familia, como un pequeño regalo. Yo me encargo de Melissa.
—A sus órdenes, jefe— respondió burlón— Una lástima que haya sido tan estúpida como para traicionarnos, está bastante buena. Por lo menos follatela antes de matarla, para obtener algún beneficio de la situación.
—El beneficio que voy a obtener es ver cómo la vida abandona su cuerpo, por ser una perra traidora— contesté, dejando la navaja y limpiando mis manos en el agua caliente. Estaba tan acostumbrado al dolor físico que eso no me afectaba en nada— Te dejo a cargo de todo, cualquier inconveniente que surja no me llames. Voy a estar un poco ocupado.
Logré escuchar la risa de Steve cuando me dirigía fuera de la habitación de tortura, mientras pasaba por el pasillo repleto de otras habitaciones similares, en las cuales se escuchaban los gritos de personas que tenían información que nos era útil.
Luego salí de la mansión, ubicada en las afueras de la ciudad, en la cual llevábamos a cabo todos los negocios sucios. Algunos de mis trabajadores vivían en ella, pero yo no. Yo tenía mi propia mansión, la cual no quería ensuciar con sangre de ningún traidor cobarde.
Me subí a la parte trasera de una de las camionetas que poseíamos, y al indicarle al conductor que manejara nos siguieron otras camionetas, repletas de mis nuevos guardaespaldas. Los anteriores habían sido asesinados, pero yo siempre contrataba reemplazos.
Luego de unos minutos, llegamos al bar en el cual Melissa siempre se encontraba seduciendo y sacándole plata al primer desgraciado que viera.
Jodida víbora, sería la última noche que su voz de pito diría una palabra.
Al entrar, las miradas de los presentes se dirigieron a mis hombres y a mí, por lo cual todos se abrieron paso para dejarnos pasar.
Todos sabían quién soy, y nadie se atrevía a interferir en mi camino.
—Hola, bombón— ronroneó sensualmente Melissa al verme cerca— ¿Me extrañabas?
—No te haces una idea de cuánto— contesté con una sonrisa maliciosa, la cual ella interpretó de forma errónea— Tengo planes muy entretenidos para nosotros dos.
Agarré su cintura y nos dirigimos hacia la camioneta, para regresar a la mansión. Podría haber hecho que alguien la convenciera de ir hasta allí, o incluso haberla obligado a ir, pero era más divertido que ella creyera que íbamos a pasar una noche agradable.
La única noche agradable iba a ser la mía, porque no era un adivino, pero podía presentir que la suya terminaría con un color carmesí cubriendo su cuerpo.
⛓ ⛓
si quieren dejarme votos o comentarios para que mi insegura mente no sienta que escribí una bazofia serían de gran ayuda ahre
en multimedia les dejo una canción que me gusta mucho y que siento que encaja bien con el capítulo🖤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro