𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆
Sydney
Me encontraba dando vueltas en la habitación mientras fumaba, ya que por lo menos se habían dignado a dejarme cigarros.
No entendía cómo había sido tan estúpida de terminar en una situación así, yo siempre salvaba mi culo y estaba furiosa por no haber sido capaz de escapar. Lo peor es que no podía creer que todo fuese tan aburrido, esperaba un poco más de emoción en vez de quedarme encerrada imaginando situaciones sangrientas.
—Hola— la voz de un chico que no reconocí me distrajo, y volteé a mirarlo. Era alto, rubio y de ojos mieles. Parecía un adolescente normal, si no fuese por todos los tatuajes que incluso le cubrían parte de su cara— Soy Steve. Quise pasar a conocerte, ya que ahora formas parte del equipo.
Me quedé en silencio mirándolo. ¿Estas personas que se creían? ¿Que yo estaba aquí para socializar? ¿Que tomaríamos el té y hablaríamos de la vida?
—Bueno... imaginé que estarías aburrida, así que quería invitarte a ir al jardín, conmigo obviamente, ya que no puedes estar sin supervisión...
Arquee una ceja al escucharlo hablar como si yo tuviera siete años. No necesitaba un jodido niñero, pero quejarme no serviría, además de que necesitaba despejarme, así que asentí con la cabeza y sin hablar nos dirigimos hacia el jardín. La mansión era sumamente enorme, debería estar buscando otros lugares por los cuales huir, pero dudaba que el hijo de puta de Shark me volviera a dejar viva si seguía ocasionándole problemas.
Por ahora me quedaría tranquila, fingiría una posición sumisa y cuando llegara el momento me iría muy lejos de ese intento de ser humano.
—¡Perritos!— chillé emocionada al ver en el jardín a los tres perros que me habían perseguido, y pude sentir el temor de Steve cuando se acercaron corriendo hacia nosotros, incluso se escondió detrás de mí.
—De perritos no tienen nada— murmuró asustado, mientras yo jugaba con ellos. Rodeé los ojos por su actitud, ¿qué clase de mafiosos me habían secuestrado?
⛓ ⛓
Shark
Cuando llegué al bar en el cual había quedado juntarme con Michael, sonreí burlonamente al verlo mover su pierna de forma impaciente. La impuntualidad era una de mis mayores características y no planeaba cambiarlo, yo aparecía cuando yo quería.
—Imbécil hijo de puta, ya estaba pronto para ir a tu mansión y destrozar la puerta a tiros—murmuró enfadando cuando me acerqué a él.
Michael era un hombre viejo, aunque no le gustaba decir su edad, pero se notaba por las canas que cubrían su pelo casi por completo. Tenía muchas cicatrices en la cara, y era uno de mis socios más valiosos.
Aunque no pertenecía a mi mafia, ni a ningún otra ya que no era su estilo recibir órdenes de alguien y cumplir misiones, igualmente estaba dispuesto a brindarme su apoyo cuando por algún motivo lo precisaba, y por supuesto que recibía una compensación económica por colaborar conmigo.
—No seas exagerado, viejo— le contesté sentándome frente a él y prendiendo un cigarro.
—No tengo todo el día Shark, ¿para qué me llamaste?
—Necesito que me ayudes a desactivar las cámaras de la oficina en la cual trabaja Marshall.
—¿Y puedo saber por qué?
—Ese bastardo asqueroso me traicionó. Ayudó a los italianos luego de que mandé al líder a prisión, y ya sabes que amo destruir a las personas que quieren quedar bien con todos sin importar las consecuencias— mascullé enojado, viendo cómo él asentía dando a entender que me comprendía.
Marshall también era uno de mis socios más importantes que no pertenecía a mi mafia ni a ningún otra, pero las condiciones de ese acuerdo es que mis socios solamente me pueden ayudar a mí, y el hijo de puta no lo había cumplido, probablemente creyendo que yo sería tan estúpido como para no darme cuenta.
La mafia era así: estás de un lado o estás del otro. Al igual que en la vida, a nadie le agrada una persona que apoya a tus enemigos y luego te apoya a ti. Y yo lograría que ese maldito se diera cuenta que no siempre es conveniente ser bueno con todos.
—Tienes un buen punto. ¿Cuál es el plan?
—Tengo una nueva... socia, por así decirlo—respondí, sonriendo al recordar la cara llena de odio de la gatita cuando me ve— Ella se encargará de seducirlo y luego matarlo. Estuve averiguando y la policía ya está enterada de que Marshall se relaciona con personas de la mafia, así que haré que le robe también, así parecerá un atraco y no un ajuste de cuentas liderado por mafiosos.
—Bien, desactivaré las cámaras así no hay evidencia. Pero que mandes a tu nueva socia... no me parece buena idea—murmuró, pensativo. Jodido imbécil, como si a mí me importara lo que él pensara— No te lo tomes a mal Shark, pero las mujeres en nuestro mundo no sirven para estas situaciones, por eso tus socios siempre son hombres. ¿Por qué cambiaste de opinión?
—No tengo que darte ninguna jodida explicación. Si quieres saber por qué cambié de opinión, mueve tu culo hacia la mansión y conócela, ahí comprenderás por qué tomé esa decisión— le respondí irritado, levantándome y dirigiéndome fuera del bar.
Sin voltearme escuché cómo Michael me seguía, y al subirnos a la camioneta analicé sus palabras. El maldito tenía bastante razón, las mujeres dentro de la mafia sólo servían para satisfacer nuestros deseos y para sacarnos dinero, pero yo sabía que Sydney era especial.
Habilidosa, inteligente y eficiente. No había tenido entrenamiento pero pudo derrotar a personas que la superaban en y tamaño y fuerza, saliendo ilesa, además de que sin siquiera intentarlo desprendía un aura de seducción que tentaba a cualquiera, por lo cual no dudaba en que Marshall la vería y caería ante ella. Por eso era esencial en esta misión, y lo sería en muchas otras. Y si fallaba, no tendría problema en deshacerme de ella.
Al llegar, le ordené a uno de mis hombres que la trajera hasta el comedor, mientras Michael miraba el piso con cara de desconfianza. Cuando la puerta se abrió, él levantó la cabeza y pude deducir rápidamente lo que sintió al mirarla: admiración.
Sydney estaba impasible, apoyada contra una pared, mirándolo fijamente mientras él se acercaba a ella con la boca abierta como si no pudiera creer lo que tenía en frente.
Imbécil, se había atrevido a dudar de mi decisión sobre incluirla en el plan y ahora la analizaba como si fuera una jodida reliquia.
—Vaya... vaya— murmuró encantado estando a centímetros de su cara, mientras deslizaba la mano por su pierna. Desde donde me encontraba también podía observar a Sydney, la cual seguía con su mirada de indiferencia, mirándolo sin miedo a los ojos— Cuando me dijiste que tenías una socia no me imaginé esta belleza. ¿Cómo te llamas, primor?
—Aléjate de mí— le respondió ella, en un tono amenazante.
—¡Hasta tu voz me da ganas de penetrarte! ¿Dónde la conseguiste, Shark? Mataría por tener una así— dijo Michael con un evidente tono de excitación, y antes de que pudiera decirle que terminara con su jodido enamoramiento, Sydney lo estampó fuertemente contra la pared, arrinconándolo.
—Yo te voy a matar si no te alejas de mí.
—¡Calma fiera! Está bien, me alejo— le respondió él sorprendido, y cuando Sydney lo liberó se acercó a mí— Ahora entiendo por qué la elegiste para el plan.
—Yo nunca me equivoco, grábate eso en la cabeza— le dije con un tono de superioridad, y luego procedí a hablarle a Sydney, la cual nos observaba como si fuéramos su mayor amenaza, aunque la realidad es que sí lo éramos— Tienes trabajo. Mañana mismo te llevarán a una oficina muy conocida, tendrás que vestirte provocativamente porque vas a seducir y matar a un hombre.
—¿Y qué te hace creer que yo haré eso?— me contestó, y aunque su actitud desafiante me provocaba, en ese momento detesté que me enfrentara.
—Estás viva sólo porque yo lo decidí así, pero ya deberías saber que no tengo paciencia, así que no me tientes, porque puedo darle un tiro a tu bonita cabecita y encontrar a otra persona que haga lo que tú te niegas a hacer— le mentí. No encontraría fácilmente a otra mujer con sus cualidades, pero si la hacía sentir especial entonces le estaría dando poder, y por lo que yo había visto, ella ya era poderosa a su manera, por lo cual no podía permitirle creer que tenía el control de la situación.
—¿Entonces por qué mierda no te consigues a otra y me dejas a mí en paz?— murmuró, quitando por un segundo su fachada de desinterés y mostrándome la frustración que sentía. Bingo.
—Porque aquí mando yo y todo lo que quiero se hace como yo lo quiero— lentamente agarré mi arma y caminé hacia ella, viendo cómo inútilmente trataba de esconder su incomodidad— Si te digo que te vistas provocativamente, lo haces. Si te digo que seduzcas a alguien, lo haces. Y si te digo que mates a alguien— me incliné hacia su oído, dejando que mi respiración hiciera contacto con su cuello y dejara su piel erizada— jodidamente lo haces, porque yo no tendría problema en matarte y dejar que mis hombres violarán tu jodido e inerte cuerpo.
—Espero que no le hagas caso, primor, porque me gustaría follar con tu cuerpo muerto— Michael susurró pero se escuchó en toda la habitación, por lo cual me separé un poco de Sydney y volteé a mirarlo con una mueca confusa— E-es decir, la necrofilia no es lo mío p-pero si no hay otra opción para penetrar a esa lindura...
—Cállate Michael— le ordené, asqueado. Simplemente había inventado una amenaza para que ella dejara de lado su insolencia, no necesitaba saber si mi socio follaba o no con muertos.
—Perdón...
—Bien, haré lo que me pides. Pero necesito más detalles si quieres que esto salga bien— la voz de Sydney llamó nuevamente mi atención, haciéndome sonreír.
Maldita gatita seductora, en ese punto ya no sabía si me excitaba más su lado complaciente o su lado rebelde.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro