𝒐𝒏𝒄𝒆
Sydney
Unos cuantos días habían pasado, mi estadía en la mansión era bastante monótona. Fumar, estar el día entero en el patio jugando con los perros, discutir por todo con el muñequito, escuchar las historias de Steve y los comentarios pervertidos de Michael, ignorar a Shark, y también al estúpido guardia pelirrojo que siempre hacía algo para molestarme. Aunque sabía que la vida rutinaria no iba a durar tanto, y lo comprobé cuando Steve se acercó a mí cabizbajo.
—Sydney... tienes una nueva misión— susurró, apenado.
—Bien, dime de qué trata— murmuré indiferente. Aunque quisiera pretender ser una chica normal no podía, yo estaba con ellos por un motivo y tenía que cumplirlo.
—Es más jodida que la anterior. Hoy hay una fiesta de mafiosos, las organizan para hacer negocios. Shark va a ir para llevar a cabo una misión y necesita una acompañante.
—¿Y por qué decidió ir conmigo si hay otras chicas que lo pueden acompañar?— pregunté, arqueando mis cejas.
—No le digas que te dije, pero ninguna otra tiene tus habilidades y por eso te necesita— respondió, guiñándome un ojo y haciéndome reír— Ve a su oficina, ahí te explicará mejor.
Hice lo que Steve me dijo, y al ver que la puerta estaba entreabierta decidí entrar, llevándome una sorpresa. El guardia pelirrojo, que siempre conseguía irritarme, se encontraba siendo amenazado por Shark, el cual tenía una navaja apoyada en su cuello.
Shark se encontraba furioso, y el pelirrojo tenía una cara de diversión pura, lo cual evidentemente no ayudaba a la situación.
—¿Interrumpo algo?— pregunté incómoda al ver que no cambiaron sus posturas ni aunque estuviera yo presente.
—No, llegas justo a tiempo— contestó el tiburoncito de forma arrogante, y luego le habló al pelirrojo:— Si me sigues causando problemas me encargaré de hacerte sufrir, y eso también involucra a Leslie. No lo olvides, Edward.
La cara del pelirrojo, del cual ahora ya sabía su nombre, cambió drásticamente, pasando de burla a preocupación y luego a impotencia. Como a esta altura yo estaba más familiarizada con el ambiente de este lugar, podía afirmar que Shark siempre encontraba el punto débil de las personas y sabía cómo usarlo a su favor, lo cual era frustrante.
Cuando Edward fue soltado salió por la puerta en la que yo estaba parada, chocando mi hombro con el suyo en el proceso. Imbécil, qué culpa tenía yo de lo que sea que le hubiera pasado.
—Siéntate, no tengo todo el jodido día— murmuró Shark, evidentemente malhumorado.
Dios, dame paciencia, porque si me das fuerzas lo mato.
—Supongo que ya te dijeron lo de la fiesta de mafiosos— asumió, por lo cual asentí con la cabeza— Bien, necesito que me escuches con atención. Tendrás que matar a la hija del líder de la mafia italiana.
—Espera, ¿qué?— cuestioné perpleja.
—¿Acaso eres sorda?— dijo, irritado.
—Me gustaría serlo para no escuchar tu voz de mierda— mascullé, haciéndolo reír— Si me vas a mandar a matar a alguien por lo menos explícame por qué.
—No hay mucho qué explicar. El chip que tú me habías robado contenía información importante sobre la mafia italiana, y cuando lo entregué, el líder fue preso. No habían pruebas suficientes para que su hija fuera relacionada con los actos ilícitos de su padre, por lo cual no fue encarcelada y ella es la que se está encargando de los negocios— explicó, prendiendo un cigarro y apoyando sus piernas sobre el escritorio.
Las hormonas, Sydney, las hormonas.
—Y ella va a estar en la fiesta por lo cual voy a tener que matarla y quitarla de tu camino.
—Exacto. Muy bien, aprendes rápido, gatita.
—Pero eso no tiene sentido. Si la mato igual va a aparecer otra persona a tomar su lugar.
—Te equivocas, eso pasa con otras mafias. La mafia italiana es más rigurosa en ese sentido, valoran mucho el linaje familiar y sólo los hijos de los lideres pueden tomar ese puesto, si otra persona que no pertenece a la familia lo hace se denomina traición y los integrantes de la mafia lo matan.
—¿Entonces la mafia italiana se quedaría sin líder? ¿Dejarían de ser una mafia?
—No, seguirían siéndolo, pero al no tener un jefe pierden autoridad frente a otras mafias, por no tener a alguien que los represente.
—Y eso te conviene a ti porque ganas el poder que ellos pierden.
—Correcto, un enemigo menos. Ahora ve a prepararte, yo tengo cosas que hacer— me ordenó, y poniendo mis ojos en blanco me dispuse a salir de su oficina, hasta que me detuvo:— Es curioso, ya mataste para mí y ahora lo volverás a hacer pero no sé algo tan básico como tu edad.
—Mi cumpleaños no es la fecha exacta en la que nací, porque no la sé, por lo cual creo que tengo diecinueve, pero no sé si biológicamente ya cumplí veinte— le expliqué sin darme la vuelta para mirarlo, y me sentí tonta por contarle más datos de los que me pidió, así que me alejé sin esperar una respuesta de su parte.
Los conocimientos generales que yo tenía, como por ejemplo los números, eran gracias al hombre que había estado presente durante gran parte de mi crianza en la calle. Él había ido a prisión en mi cumpleaños número quince, pero siempre me había dado collares como regalo. Nunca supe dónde los conseguía, pero asumía que los robaba.
Yo los había perdido todos, porque era muy complicado mantener mis pertenencias cuando me movía de un lugar para el otro, pero eran los únicos regalos que obtuve en toda mi vida, y los valoraba mucho, aunque no los tuviera conmigo.
Muy a menudo yo perdía la percepción del tiempo, y era él quién me recordaba mi supuesto cumpleaños. Antes iba de vez en cuando a visitarlo en la cárcel, hasta que me ordenó que no fuera más, por mi seguridad. En el momento no lo había comprendido, y me sentí abandonada, por lo cual hacía tiempo no sabía sobre él. Quizá ya estaba muerto.
Saliendo de mis pensamientos, opté por hacerle caso a Shark y empezar a prepararme. Un vestido negro corto y ajustado, una campera de cuero y las mismas botas largas que usé cuando maté a Marshall. Serían mis botas de la suerte para realizar misiones.
Las horas fueron pasando y cuando tocaron mi puerta supe que era el momento. Al salir de mi habitación me crucé con Edward, el cual me miraba como si quisiera destruirme, y no en un sentido sexual. Realmente podía sentir su odio hacia mí, y no me importaba en lo absoluto, porque yo no le había hecho nada. Pedazo de pelirrojo imbécil.
Cuando me subí a la camioneta que nos llevaría a la fiesta, Shark ni volteó a verme. Debía admitir que eso había herido, un poquito, mi ego. También estaban Steve y Liam, los cuales sí aprobaron mi vestimenta, y fue en ese momento que descubrí que eran una pareja.
—Que tierno, pero que extraño. Steve, tú eres un solcito como para estar con esta basura— le hablé al rubio lleno de tatuajes, mientas el muñequito me dedicaba su mejor mirada de "pudrete, perra" haciéndome reír.
Así estuvimos todo el camino bromeando, cuando la realidad es que por dentro estaba sumamente asustada. Una cosa era asesinar a un viejo incrédulo, otra cosa era asesinar a una mafiosa que probablemente tenga seguridad y personas dispuestas a dar la vida por ella. Maldita sea, ya me podía ver a mí misma muerta siendo enterrada sólo con Steve y mis amigos de la calle presenciando el funeral.
Cuando nos bajamos de la camioneta y entramos a la mansión, que no era tan grande como la de Shark, podía sentir la mirada de todos sobre nosotros. Por supuesto que el tiburoncito iba con la cabeza en alto, sin mirar a nadie, emanando poder. Steve y Liam habían terminado con las bromas y las escenas cursis, y ahora tenían caras impasibles, vigilando cualquier movimiento sospechoso.
También habían aparecido otros guardias que nos habían seguido desde otras camionetas, entre ellos Edward, el cual estaba detrás de mí, y podía sentir su mirada perforando mi trasero mientras caminábamos. Incómodo.
Todos se acercaron para saludarnos, o mejor dicho, saludarlos a ellos, porque yo estaba completamente ajena a la situación, analizando desde dónde llevaría a cabo el asesinato. Hasta que vi los tubos de ventilación y una sonrisa maliciosa se formó en mi cara. Bingo.
Era una lástima, este vestido era muy hermoso como para destrozarlo arrastrándome en un lugar diminuto y sucio, pero debía hacer el sacrificio.
—Shark, no sabía que ahora te rodeabas de mujeres tan lindas— la voz ronca de un hombre me distrajo, y al prestar atención lo vi acercándose cada vez más a mí, agarrando mi mano y besándola como saludo. En cualquier otra situación me hubiese sentido asqueada, pero el hombre no parecía tener más de treinta años, y era bastante lindo.
—Es un placer— le respondí fingiendo un tono inocente, aunque mi sonrojo no fue fingido. Obviamente no me puse roja de la vergüenza, sino que me puse roja por el calor que me había provocado ver a semejante hombre comerme con la mirada.
Pude notar la mirada de Shark clavada en mí, advirtiéndome con sus ojos que me comportara, por lo cual le sonreí hipócritamente, y disculpándome con el treintañero sensual, me acerqué al tiburoncito para informarle sobre mi siguiente movimiento.
—Ventilación— fue lo único que le susurré, sabiendo que captaría mi mensaje. Estando en la camioneta me habían indicado que usara sólo palabras importantes, por si habían micrófonos o alguien cerca escuchando.
—Bien. Azul— me respondió, dejándome confundida. ¿Azul? ¿Qué mierda significaba eso?
Pero cuando vi a una mujer completamente hermosa ingresando a la mansión, con sus piernas largas y sedosas, su preciosa figura dentro de un vestido azul despampanante, y su pelo, también azul, balanceándose sobre sus hombros, supe que ella sería mi víctima.
Esa diosa era la hija del líder de la mafia italiana, y como supuse, tenía más seguridad que la reina de Inglaterra. Maldita sea.
Bien, me sentía una belleza con mi nuevo estilo para vestir, pero esta mujer había conseguido destruir mi reciente autoestima en menos de cinco segundos.
Observé, pasmada, como se acercaba a Shark y le daba un beso en la comisura de los labios, mientras él toqueteaba su cintura.
¿No se supone que son enemigos?
—Amore mio, non ti vedo da molto tempo— le dijo ella, con una voz tan dulce que hasta a mí me cautivó. Sinceramente no le había entendido ni una mierda, pero su acento me hacía desear que me hablara en el oído todo el día a todas horas. En este momento dudaba seriamente que sólo me atrajeran los hombres.
Por lo visto Shark sí entendió sus palabras, porque se acercó a su oído para decirle algo y se alejaron de la multitud entre risas. Sin embargo, antes de retirarse del todo, Shark volteó a verme, sonriendo triunfante.
No supe cómo interpretar esa sonrisa, pero decidí que era mi momento de actuar.
⛓ ⛓
quería aprovechar este capítulo para agradecerles a las personitas que están apoyando esta novela, realmente es muy valioso para mí 🥺
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro