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𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒐𝒄𝒉𝒐

Shark

Esto parecía una jodida broma.

Todos evacuamos rápidamente la mansión, incluso Sydney, la cual seguía lastimada, y Marc, al cual teníamos bien agarrado para que no se fuese a escapar.

No podían quedar más cables sueltos.

Por suerte, teníamos varios expertos en bombas, los cuales lograron desactivarla sin que hubieran consecuencias.

Y yo estaba al borde de matar a cualquiera que se cruzara por mi camino. Estaban atentando directamente contra mi vida y la de mis hombres, y eso no podía quedarse así.

Movería el jodido cielo y la jodida tierra para conseguir respuestas, y cuando encontrara al culpable me encargaría de que no pudiera reconocerse al mirarse al espejo.

No por nada me hacía llamar Shark.

⛓ ⛓

Sydney

Luego de que pasó el suceso de la bomba, todos estábamos muy tensos. La mansión, la cual ya de por sí era silenciosa aunque vivieran muchas personas en ella, estaba enloquecida.

Todos estaban asustados y querían protección, una que en ese momento no existía.

A mí la situación no me importaba en lo absoluto. ¿Nos querían hacer explotar? Bien, que lo hicieran. Pero primero me encargaría de demostrarle a Marc cómo era el infierno en la tierra.

Nadie me mataría antes de que yo pudiera cobrar mi venganza, y nada me distraería de mi objetivo.

O eso creí, hasta que encontré una carta al lado de la puerta de mi habitación. ¿Quién mierda me dejaría una carta si todos saben que yo no puedo leer?

Frustrada y llevada por la curiosidad, decidí recurrir a Michael. El viejo era la persona más fácil de manipular.

—Hola, galán— le dije coquetamente cuando lo encontré en la cocina. Estaba comiendo algo, pero al verme moviendo mis caderas sensualmente mientras me acercaba a él, se atoró— No te mueras, hombre. Necesito tu ayuda.

—Lo que sea por ti, primor— respondió con la voz ahogada y los ojos llorosos.

—Pero este pequeño favor que me harás no puede llegar a oídos de nadie, ¿entiendes? Es nuestro secreto— murmuré, posando mi mano sobre su pecho y acariciándolo.

Estaba tan ilusionado, pobre. Sólo le faltaba mover la cola como un perrito feliz.

—¿Y yo que obtengo a cambio?— me preguntó.

—Lo que quieras, galán, lo que quieras...

—¿Qué necesitas que haga, primor?

—Esta carta, preciso que la leas en voz alta.

—¿Sólo eso? Pues bien. "Qué grata sorpresa por fin comunicarme con usted, persona con nombre de una ciudad. Sé que no sabe leer, pero confío en sus habilidades para poder ingeniárselas y entender lo que le digo. He escuchado muchas cosas buenas sobre su persona, pero lamentablemente, para mí no es nada más ni nada menos que una cobarde que se esconde detrás de una máscara de superioridad para no dejarse vencer. Ya conozco su juego, señorita, y estoy más que dispuesta a ganarle"— recitó lo que estaba escrito, y sin poder contenerme gruñí al escucharlo.

¿Cobarde? ¿Esa persona desconocida me estaba diciendo cobarde a mí? Yo por lo menos tenía la valentía de decir las cosas de frente, y no mediante un jodido pedazo de papel.

Además, ¿a qué juego se refería?

—¿Quién te mandó esto, primor?— me cuestionó Michael, preocupado— Debemos decirle a Shark, creo que te están amenazand...

—Ese no era el trato que acordamos, galán— lo interrumpí con una sonrisa tensa— No es el asunto de ustedes, es mío, y yo me haré cargo.

Y luego le arrebaté la carta de las manos, saliendo de la cocina sumamente furiosa. No sabía cómo, pero le demostraría a la persona que me llamó cobarde que a mí nadie me subestima, ni me derrota.

Al acercarme a la puerta de mi habitación, visualicé otra carta en el piso. Recién me había ido, ¿cómo era posible?

¿Quién de la mansión sería tan imbécil como para desafiarme?

Con furia, agarré el nuevo papel y volví a donde estaba Michael, el cual volvió a leer lo que me habían escrito.

"Señorita, supongo que mis palabras no han generado la mejor de las reacciones en usted. ¿Qué le parece si nos vemos en persona para discutirlo? ¿O acaso es muy cobarde como para hacerlo? Vamos, señorita. Ha vivido en la calle, ha matado gente, ¿cómo no tendría la valentía para reunirse conmigo? No me decepcione. La espero a la medianoche en el callejón en el cual usted solía vivir. Vaya sola, no me gustaría tener que burlarme en su propia cara por el hecho de que no puede vencerme por sí misma".

Eso era lo que la maldita persona había escrito. Mi cabeza era un desorden de preguntas, ¿cómo sabría que yo había asesinado? ¿Por qué alguien de la mansión haría todo esto? Y lo más importante, ¿qué le hacía creer a este ser humano sin neuronas que yo no me animaría a ir sola?

—Primor, no creo que sea buena idea que vayas, piénsalo bien, sólo está buscando provocarte— me dijo el viejo, otra vez preocupado.

—Si buscaba provocarme entonces lo logró, y si me quiere ver entones me verá. La persona que escribió esto debería haberlo pensado mejor, pero no lo hizo y ahora sabrá con quién se metió— mascullé, repleta de ira— Ni una sola palabra a Shark, galán, o sino nuestro trato quedará anulado y no te podré hacer ningún favor.

Cuando lo vi asentir le exigí que me prestara su arma, y luego emprendí mi rumbo fuera de la mansión, hacia el lugar de encuentro con la persona desconocida. Faltaba media hora para que fuese la medianoche, y tendría que ir caminando para que ningún conductor insistiera en esperarme.

Todos estaban distraídos por la bomba y el accidente de tránsito, por lo cual con una simple mentira los guardias me dejaron irme. Era mi noche de suerte.

Michael no diría nada, estaba muy entusiasmado con la idea de que yo cumpliera mi parte del trato. Y por supuesto que yo no lo haría, ya intuía lo que ese viejo pervertido me pediría.

Debería estar asustada, pero mi orgullo poseía más fuerza, y nublaba la parte racional de mi cerebro. No era estúpida, sabía que esto sería una trampa, pero estaba preparada. Además, la curiosidad también me motivaba; ni siquiera sabía si la persona anónima era hombre o mujer.

Cuando llegué al callejón, al cual yo conocía muy bien, me puse completamente alerta, observando hacia todas partes y agudizando mi audición.

No escuchaba absolutamente nada fuera de lo normal, pero mi instinto me decía que estaba por pasar algo, y justo me volteé cuando un hombre se aproximaba a mí con un trapo en su mano, probablemente para dejarme inconsciente.

Le disparé varias veces, repleta de adrenalina, y al ver a dos hombres más aparecer con armas en sus manos también les regalé una preciosa bala entre ceja y ceja.

Estaba respirando agitadamente y ahora tenía más bronca que antes, ¿me habían traído hacia aquí para secuestrarme?

De entre las sombras vi salir a una figura alta, vestida toda de negro y camuflándose en la oscuridad. Parecía un hombre, y sus aplausos y su risa cínica retumbaban en todo el callejón, haciéndome saber enseguida que él era el creador de las cartas.

—Me sorprende, señorita— murmuró, con un tono formal, deteniéndose a un par de metros de mí. Por la poca iluminación del lugar no logré distinguir mucho sobre su cara, lo poco que veía no se me hacía conocido, y su voz menos— Me encuentro contento de que hayas acudido a mi llamado.

¿Pero este quién se creía? ¿Batman?

—Pues sí, quería comprobar si te darían las bolas para llamarme cobarde cara a cara, y no a través de un papel— le contesté, tratando de controlar mi ira.

Cabeza fría, Sydney, cabeza fría.

—¿Cómo se encuentra después del accidente de tránsito, señorita? ¿Y después de la bomba? ¿Están todos intactos?— cuestionó irónicamente. Maldita sea, este jodido demente había sido el causante de todos los sucesos extraños del día.

Joder, joder y joder.

—No es que me interese en lo absoluto que mierda esté mal en tu cabeza así que no voy a preguntar por qué lo hiciste, pero no te conozco, así que mínimamente me gustaría saber el nombre de la persona que casi causa mi muerte dos veces— divague, pensando en una forma de escapar.

—Soy Arthur Junior, si recuerda a mi padre, ¿verdad señorita?— preguntó con odio, acercándose más hacia la luz del callejón y permitiéndome ver cómo me dedicaba una sonrisa retorcida— Hace poco descubrí que usted lo mató, ¿y adivine qué? También supe que ahora trabaja para la mafia rusa.

—Veo que hiciste tus deberes de investigación— respondí burlona, la realidad es que estaba  alterada, yo ni siquiera sabía que el jodido viejo de mierda tenía un hijo.

Y la manera formal de hablar de Arthur Junior me estaba sacando de mis casillas. Pretendía matarme y no se dignaba a tutearme. Imbécil.

—Sí, por supuesto que sí. Gracias a Dios, yo también poseo mis contactos mafiosos, y no dudaron en ayudarme para matarla a usted, a cambio de que también matara a su jefe— continuó su explicación, y observé cómo lentamente me apuntaba con un arma que sacó de su campera— Mientras usted muere en mis manos, Shark recibirá una carta de tu parte diciendo que escapaste porque has ayudado a sus enemigos en el plan de explotar la mansión, y también a provocar el accidente, y él no te podrá encontrar. Luego, al pasar el tiempo, mi gente lo matará. ¿No es asombroso?

—Querido Arthur pequeño... Shark podrá ser muy irritante, malhumorado, hijo de puta y todos los insultos existentes, pero el bastardo no tiene un sólo pelo de estúpido. Por otra parte, creo que tú si eres bastante idiota; todos saben que yo no sé escribir, ¿cómo podría haberle redactado mi supuesta huida?

Y antes de que respondiera, rápidamente desenfunde mi arma y le disparé. Idiota, se pensaba que saldría de aquí ileso.

Me acerqué lentamente, comprobando que no estuviese muerto, y agarré su celular, lista para llamar a Shark. Su número era una de las primeras cosas que me había hecho memorizar.

—Tiburoncito, esta gatita ha cazado tu cena— le dije de forma burlona cuando me atendió.

—¿Qué mierda dices?— me preguntó, confundido, haciéndome poner los ojos en blanco.

Imbécil, no me dejaba sentirme como si estuviera en una película de acción.

—Joder, que encontré a tu enemigo. Ven rápido, que tanta adrenalina me dio ganas de fumar.

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