Capítulo 28: Conflicto interno.
La sala, bañada por la cálida luz de diciembre, se extiende con amplitud en la casa de campo de dos pisos. El techo elevado, sostenido por vigas de madera clara, se alza hacia una baranda de hierro forjado que permite una vista panorámica desde el piso superior.
En el centro, una mesa con varias carpetas está rodeada por cómodos sillones de cuero color avellana. Desde un rincón, una escalera de madera oscura conecta la sala con la planta alta.
A las siete de la mañana, tres hombres están sentados cómodamente en los sillones. Vargas, con su postura rígida, parece ajeno a la conversación en curso, mientras Alan y Erick, con tazas de café en mano, mantienen sus miradas fijas en la puerta.
La reunión informativa, que debía haberse llevado a cabo el día anterior, se ha retrasado debido a los recientes acontecimientos. No fue decisión de ellos; todo se detuvo tras el incidente de Octavio.
La realidad es que de los tres, quizás solo uno desee que el profesor no muera. Sin embargo, hay una leve incomodidad entre ellos. Dadas las circunstancias y para completar el desarrollo de H.R.Nova, todos enfrentan una sobrecarga de responsabilidades.
A pesar de la calma superficial, hay una inquietud que no pueden ignorar. La investigación que ha comenzado con grandes expectativas, ahora enfrenta un retraso considerable.
Aunque solo hay dos sujetos de prueba en este momento, la preocupación por el futuro es cada vez mas marcada.
La llegada de un nuevo lote de personas en unas semanas, confirmada por Vargas, solo intensifica la necesidad de avanzar rápidamente.
Las exigencias iniciales de Gio están obstaculizando el progreso. De un equipo que debería haber sido grande, se ha reducido a lo esencial, quedando solo cuatro personas trabajando en H.R.Nova.
Cada función está claramente definida y cualquier fallo o retraso afecta a todos.
Gio, como bioquímico interno, no solo mide y observa. A medida que los cuerpos de los sujetos reaccionan a la solución, debe ajustar la fórmula para mejorar los resultados y reducir el margen de error. Este proceso también involucra a Micaela Rodríguez, quien, desde la distancia, debe analizar los datos y hacer recomendaciones. Las decisiones de ella pueden significar la diferencia entre el éxito y el fracaso de la investigación.
Alan, en su rol de médico clínico, tiene una responsabilidad igualmente vital. Sin un asistente, la viabilidad de escalar la prueba a más sujetos no parece prometedora. Sin embargo, por razones que solo él conoce, eso no le preocupa ni le quita el sueño.
Su tarea incluye administrar la solución a los sujetos, vigilar sus signos vitales y estar listo para cualquier contingencia.
Finalmente, está Erick, cuya función como psicólogo es observar y analizar las respuestas de los sujetos, buscando patrones en lo que dicen y en lo que callan.
A medida que el día avanza, los roles se entrelazan en una colaboración forzada por la necesidad.
El ambiente en la sala se torna denso cuando Gio, con diez minutos de retraso, finalmente hace su entrada.
Alan, con una sonrisa burlona, lo recibe con un tono incidioso.
—Qué sorpresa, no pensé que nos iluminarias con tu presencia hoy. Anoche debiste haberla pasado bien; imaginé que no aparecerías.
Frente a la provocación, Gio lucha por mantenerse en control. Las palabras de esa persona no solo le resultan desagradables; son insoportables. Sin embargo, debe contenerse, reprimirse de formas incalculables.
Responderle solo lo llevaría a un único escenario, uno que ha imaginado durante mucho tiempo. Si pudiera liberarse de lo que regurgita en sus entrañas, ya lo habría matado. Desea liberar toda la rabia que siente, desfigurarlo, arrancárle diente por diente, cortar y jalar cada centímetro de su piel.
Imagina cortarle la lengua para que nunca más insinúe la existencia de Octavio.
Los ojos oscuros de Gio se vuelven un pozo profundo, nauseabundo y lleno de odio. Le encantaría convencerse de que no le afecta, que, así como considera a Vargas un simple parásito que se retuerce en las inmundicias, Alan es aún más insignificante.
Lamentablemente, no es así.
Entre estos dos sujetos, no sabe a quién desprecia más en este momento.
Pero si algo ha enorgullecido a Gio a lo largo de su vida, es su inteligencia. Se considera superior en muchos aspectos. Sabe que ha tentado los límites, si no es que ya los ha superado. Ese error humano lo ha acorralado, obligándolo a reestructurar su plan original. Por lo tanto, ahora, al menos frente a Vargas, debe contener las ganas de matar a ese bastardo.
Si hay algo que Gio puede considerar como una forma de ataque-defensa, es responder con sarcasmo.
—No sabía que te preocupabas tanto por mí. Espero que lo que viste te haya proporcionado algo de consuelo en tu solitaria noche.
La sonrisa de Alan desaparece mientras aprieta la taza con tal intensidad que parece a punto de romperse. Antes de que pueda estallar en una reacción impulsiva, siente la mirada de Vargas transmitiendo un mensaje inequívoco: no te atrevas.
El médico se contiene, coloca la taza de café sobre la mesa con un golpe seco y procede a ignorar a Gio.
La atmósfera en la sala se vuelve más pesada, impregnada del resentimiento que ambos hombres emanan.
Vargas suspira para sí mismo y, con un gesto, señala que la reunión comience. Afortunadamente, a medida que avanza, la tensión en el ambiente comienza a relajarse.
Cada uno presenta su análisis, desglosando aspectos técnicos y posibles desenlaces. Él escucha en silencio, evaluando cada intervención, mientras Alan y Gio se concentran en sus respectivas exposiciones. Después de más de una hora, Erick es el último en hablar.
—Hasta ahora hemos analizado la eficacia de H.R.Nova desde las perspectivas bioquímica y médica, pero no podemos ignorar los efectos psicológicos. Dado que no tengo acceso al estado previo de los sujetos, me baso únicamente en las evidencias recogidas después del tratamiento. Aunque he revisado el resumen de Alan, sus observaciones no siempre coinciden con lo que considero necesario. La información más cercana sobre el estado previo proviene de las grabaciones del sujeto número uno, pero solo reflejan su comportamiento tras la primera dosis.
Erick se detiene y dirige una mirada calculadora a Gio antes de inclinarse hacia adelante.
—El sujeto número uno no solo responde físicamente al tratamiento, sino que también muestra signos de inestabilidad emocional. Las grabaciones diarias revelan fluctuaciones extremas en su estado de ánimo, desde episodios de paranoia hasta una creciente tendencia hacia la violencia.
Hace una pausa, esperando una reacción que no llega. Tras unos segundos, decide dirigir su atención a Vargas.
—Comparando los sujetos uno y dos, aunque ambos han pasado por circunstancias similares antes de recibir H.R.Nova, sus reacciones son completamente diferentes. Esta variabilidad puede atribuirse a sus personalidades y estados psicológicos individuales. Evaluar a un hombre de cuarenta años no es lo mismo que a uno de veinte. El sujeto número uno, ya inestable, sigue mostrando rasgos de su personalidad conflictiva, lo que indica el impacto del estado emocional en el que se encuentra. Debemos tener en cuenta que, al mejorar la función cerebral con estos estimuladores, los pacientes podrían experimentar cambios emocionales inesperados.
Alan interviene de inmediato, detallando los efectos secundarios.
—Desde el punto de vista físico, los estimuladores pueden provocar problemas en el sistema nervioso, manifestándose en episodios de ansiedad o agitación. En casos graves, podrían surgir complicaciones neurológicas que afecten la cognición y otras funciones cerebrales.
Gio fija su mirada en Vargas, con una voz cargada de amenaza.
—Estas secuelas estaban previstas desde el principio. Si su intención es desacreditar la solución, podemos concluir esto ahora mismo, darnos la mano y seguir nuestros caminos.
Alan frunce el ceño, su voz tensa mientras responde con irritación.
—Estamos señalando las irregularidades que deben corregirse. Si este resultado se repite en todos los sujetos, está claro que la solución no es efectiva.
Gio esboza una sonrisa amplia, pero su mirada hacia Alan está cargada de hostilidad.
—El psicólogo ya lo mencionó: los sujetos son diferentes, y ese es el problema. Por eso prescindí del profesor. H.R.Nova se ajusta a los parámetros que me proporcionaron: sujetos de entre quince y veinticinco años, con determinadas características físicas y psicológicas. Ellos verán la solución como un milagro que prolongará sus vidas, no como una imposición. Incluso, el sujeto número dos cree erróneamente que será liberado después de cumplir los quince días ¿Cómo creen que reaccionará cuando descubra la verdad?
Erick responde de inmediato y por instinto.
—Es difícil anticipar el desenlace exacto, pero es evidente que quienes se aferran a la vida buscarán cualquier forma de esperanza, por mínima o falsa que sea, para soportar la situación. El segundo sujeto se aferra a la idea de que completar los quince días le otorgará la libertad. En cuanto al otro, su ilusión no se basa en la obediencia a la investigación, sino en una esperanza diferente.
—Aun así, se plantea administrar hasta tres dosis. Obligar al sujeto a recibir una segunda dosis podría provocar una reacción igual o incluso peor que la del primero. Si ambos sobreviven, será un milagro que soporten una tercera. Desde el principio, dejé claro que la adaptabilidad es incierta. En el mejor de los casos, una tercera dosis será una pérdida de tiempo y recursos.
Vargas, que ha permanecido en silencio durante toda la confrontación, finalmente interviene.
—Por ahora, detendremos la aplicación de la tercera dosis. Pero,debemos continuar con la segunda. Con las recomendaciones de la mujer, esta situación podría evolucionar hacia un escenario más favorable. Por lo tanto...
Gio interrumpe con arrogancia, acentuando su punto con un gesto despectivo.
—No se engañen. Para que esto funcione adecuadamente, es crucial contar con condiciones mínimas y un seguimiento apropiado, algo que al menos sea razonablemente humano. Los sujetos actuales y futuros no tendrán esas condiciones, así que, en su estado actual, solo la primera aplicación puede considerarse válida. Por supuesto, si estos sujetos creen que serán liberados simplemente por cooperar, podrían mostrarse más comprometidos.
Vargas guarda silencio un momento y luego dice:
—Como aspecto positivo, los receptores originales de la solución tendrán un contexto diferente, lo que hará que tanto la primera como la segunda dosis sean beneficiosas.
Gio suelta una risilla irónica.
—Por supuesto.
Al escucharlo, apoya la mano en su barbilla y lo observa. Aunque le desagrada, debe tolerarlo debido a la necesidad de obtener resultados.
H.R.Nova mantiene a Vargas en pie. Está bajo vigilancia y tiene unos meses para que esta solución sea efectiva y alcance sus objetivos. A mediados del próximo año, se planea una jugada que, si resulta como esperan los inversores, podría transformar el equilibrio geopolítico mundial. Un pequeño conflicto podría escalar hasta convertirse en una guerra significativa, capaz de definir el destino global.
Aunque E.V.A aún no está terminado y hay dudas sobre su existencia, todo depende de que la solución funcione y de que Gio siga desarrollando el suero con los documentos parciales que posee.
Está simplemente dilatando el tiempo. Al final, si el suero que Octavio debía crear no se materializa, la existencia de Vargas también se desvanecerá.
Así como en el mar hay una inmensa variedad de peces, Vargas es un tiburón formidable que devora a muchos de los que lo rodean, sin importar quiénes sean. Sin embargo, las orcas, aún más grandes y poderosas, acechan en las profundidades, siempre listas para aprovechar cualquier error y convertirlo en su presa.
Reconoce su omnipresencia, su poder y su propia insignificancia. Es la ambigüedad inherente al mundo en el que ha decidido desenvolverse.
Su cansancio se refleja en un profundo suspiro al salir de sus pensamientos.
—Hemos discutido lo suficiente por hoy. Lo más sensato es concluir la reunión por ahora.
Se levanta; Alan y Erick también lo hacen mientras recogen sus papeles y dispositivos.
—Iniciaremos la prueba con el segundo sujeto en treinta minutos. Todo está dispuesto para comenzar —informa Alan.
—De acuerdo —responde Vargas, lanzando una última mirada al joven antes de volver su atención a Gio, que permanece en su asiento—. Quédate un momento.
El hombre frunce el ceño pero asiente, permaneciendo mientras los demás se retiran.
Una vez que se quedan solos, Vargas inicia la conversación.
—Necesito hablar con vos sobre el progreso de la investigación. No podemos permitir que las diferencias interfieran en el avance del proyecto.
—¿A qué se refiere exactamente? Estoy completamente enfocado en mejorar H.R.Nova. Cumplo con mi parte y usted debería hacer lo mismo. Ahora, después de que aclare que no necesitaba a Octavio para la evaluación, se han empeñado en incluirlo en la prueba.
—Dijiste que lo dejara a mi criterio —replica, manteniendo un tono firme pero cauteloso.
La expresión de Gio se torna sombría, con una leve mueca de desdén.
—Entonces, no debo confiar en su criterio. Ahora soy consciente de ello.
Vargas mantiene su postura, aunque su tono revela un leve descontento.
—Un error, supongo.
—Como le mencioné antes, lo único que me mantiene acá colaborando con usted es él —dice al levantarse del sillón—. Si muere, ¿cómo podrían retenerme en este lugar?
Vargas asiente con un expresión desagradable. Lo que había estado rondando su mente parece ser cierto.
—Si no hay nada más, me voy.
—Eso es todo y lo que dices es válido. Lo tendré en cuenta.
Al quedar solo en la sala tras la partida de Gio. Reflexiona seriamente.
Él ha lidiado con hombres impulsados por el odio, individuos salvajes, impredecibles y destructivos, cuyas emociones son crudas y sin refinar. Con estos sujetos, el enfoque es directo: control, manejo y si es necesario, eliminación.
Los que odian actúan de manera predecible; son fáciles de medir e influenciar para obtener resultados. La ira y la violencia de estos hombres son herramientas que utiliza a su favor.
El verdadero desafío, que ahora le preocupa, se encuentra en aquellos impulsados por sentimientos más complejos.
Su análisis se dirige a Gio y una sombra de incertidumbre se cierne sobre sus pensamientos.
Este hombre no parece estar motivado únicamente por el odio hacia Octavio; hay algo más que no puede descifrar con claridad.
Esto lo inquieta profundamente.
Recuerda las palabras de Alan y la posibilidad de que Gio esté impulsado por otros intereses es una amenaza sutil pero peligrosa.
¿Y si actúa de formas que no puede anticipar?
Vargas enfrenta un dilema desconcertante.
¿Cómo manejar a alguien cuya motivación es ambigua?
Sabe que subestimar a Gio sería un error fatal. La combinación de una mente aguda y sentimientos ocultos podría convertirlo en un adversario formidable.
Sus planes, que antes parecían sólidos y bien fundamentados, ahora están manchados de dudas.
Esto lo lleva a una conclusión clara: debe redoblar su vigilancia y afinar sus estrategias.
En su propio reino, donde se ve a sí mismo como un tiburón dominante, seguro de su control absoluto, ignora que ha permitido la entrada de varios peces piedra en su territorio.
Estos peces, aunque diminutos, esconden un veneno devastador capaz de socavar su fortaleza desde dentro.
Mientras el tiburón se pierde en sus propios pensamientos, simultáneamente Gio ingresa al laboratorio principal.
Al notar la ausencia de Alan, su expresión se torna oscura. Cuando sus ojos se posan en la rendija de la puerta del pequeño cuarto de suministros médicos, una sonrisa siniestra se dibuja en sus labios.
Mientras avanza hacia la puerta, una idea cruza su mente: una persona puede ser tolerante por conveniencia, para no perjudicarse a sí misma en busca de un beneficio mayor. Sin embargo, cuando te han provocado de tantas maneras, llega un momento en que cualquier instante, por breve que sea, se convierte en una oportunidad para liberar algo de frustración.
Y Gio no dejará escapar esa oportunidad.
La puerta se abre y se cierra con un suave clic. Dentro, Alan está de cuclillas, concentrado en buscar algo en los cajones. Sin girarse, creyendo que quien ha entrado es Erick, murmura:
—¿Ya está listo? Yo aún…
Las palabras se ahogan en su garganta cuando una mano firme se enreda en su cabello, forzándolo a levantar la cabeza. Gio lo recibe con una expresión que irradia una satisfacción perversa.
—¿Qué demonios te pasa? ¡¿Estás loco?!
—Acá no hay cámaras, ¿cierto? Creo que es un buen momento para continuar con nuestra agradable charla.
Antes de que Alan tenga tiempo de reaccionar, su cráneo impacta con brutalidad contra el mueble y un zumbido ensordecedor inunda su mente.
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