Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7. El rescate.

Inmóvil, veo como el conductor trata de huir a toda costa del deportivo, y no me extraña lo más mínimo.

Puedo ver el miedo en su cara, sus facciones se contraen cada vez que ve cómo se acerca a nosotros, pero no se da por vencido.

Me acomodo en el asiento, apoyando mis piernas en el salpicadero, no puedo hacer nada. Nunca puedo hacerlo, estoy harta de que me lleven de un lado a otro, como si no tuviera opinión. Estoy hasta el mismísimo coño de que me utilicen todos.

-Llama a Haim -ordena y me tira su móvil al pecho.
-Tú no me das órdenes -le recuerdo.

Abro la ventanilla, dispuesta a tirar el móvil por esta, cuando oigo como el metal de la pistola toca mi cabeza, ejerciendo presión en la misma.

-Mete el puto brazo dentro del coche.
-¿Tengo que repetirlo? -inquiero-, si tienes cojones, dispara. No creo que tu amo te deje vivir después.

Oigo como quita el seguro de la pistola, pero no tengo miedo. Está distraído, prestando poca atención a la carretera, puedo ver por el retrovisor cómo el deportivo está a escasos metros de nosotros.

-Dispara -le animo.

Baja el arma, no sin golpear el volante después por la rabia. Tiro el móvil, no va a comunicarse con Haim, no va a joderle el plan a quién sea que está conduciendo ese coche. No va a estropear mi posible mi rescate.

-Eres una jodida zorra.
-Y orgullosa -le respondo. Cierro la ventanilla y le sonrío a la par que le saco el dedo del medio.

Vamos, sácame de aquí. Ruego mentalmente a quién sea que está detrás de nosotros. No quiero darme esperanzas, ni asumir algo que es completamente imposible pero que cada vez parece más real, me obligo a tranquilizar a mi corazón.

Está sudando a chorros, baja la ventanilla para tratar de evitar que el cristal se empañe debido a su hipersudoración.

-Gracias, comenzaba a apestar aquí dentro.

Tengo que mantenerle nervioso, irritado, sin poder concentrarse en su trabajo; mantenerme con vida, cuanto más ganas tenga de matarme, más fácil será que pierda el control del vehículo.

Pero pasados diez minutos, no hay cambios. Nosotros y el deportivo detrás, sin adelantarnos. Ha tenido oportunidades de sobra, pero no lo ha hecho, prácticamente el conductor le está dejando vía libre por los nervios y permanece ahí atrás.

Estamos a punto de llegar a la meta, veo las luces del coche de Haim a no mucha distancia, no entiendo en lo absoluto a qué estamos jugando.

Cruzamos la meta, obviamente, mi secuestrador está celebrando su inesperada victoria y la gente aplaude, como si no se lo esperaran. El conductor de mi vehículo pretende bajar rápidamente a avisar al protagonista de la noche de quién cree que nos está persiguiendo.

No puedo permitirlo. Sostengo con todas mis fuerzas su cinturón, impidiendo que lo desabroche.

-¿Qué coño haces, monada? -pregunta.

Golpea mi mentón con fuerza, provocando que mi cabeza impacte contra la ventanilla. Trato de seguir aguantando el cinturón, así que él, usando toda su fuerza, opta por usar una pequeña navaja para obligarme a dejarle ir.

-Tienes tres segundos -aclara-, o te la clavo.

La punta de la navaja está sobre mi mano. Le miro, no voy a soltar.

-Buena elección.

Hunde el arma en mi mano izquierda. Muerdo mi labio para soportar el dolor, se niega a retirar la navaja de mi mano. La sangre comienza a brotar por doquier.

Golpeo con mi puño derecho su rostro, y aunque quizá hace dos años habría logrado hacerle daño, solo conseguí enfadarle aún más y que hundiera aún más la navaja en mi mano.

Cuando por fin la saca, no puedo mover mi extremidad, la hemorragia es abundante, y estoy bastante mareada como consecuencia de ello. Haim se ha percatado de que algo ocurre, por lo que comienza a acercarse al vehículo.

-Uy, te van a castigar -logro balbucear.

El hombre baja del coche antes de que Haim llegue con nosotros, posiblemente tratando de huir.

Pero no hay vía de escape, el tercer participante aparece tras de él. ¿Y el deportivo negro? ¿Dónde se ha metido? Estaba detrás de nosotros.

Unas luces en el frente hacen que deje de prestar atención al último en llegar, y nuevamente, el aventador negro aparece en escena.

Haim sigue aproximándose hacia mí, sabe bien que soy su seguro de vida. Está apunto de abrir la puerta del conductor, cuando la del copiloto lo hace, tiran de mí con rapidez, la primera vez impide el cinturón que me saquen del coche, a la segunda ya he solucionado esto.

Salgo del vehículo, siendo sujetada por el brazo derecho, me posiciona tras él.

Aprieto mi mandíbula con fuerza cuando veo un perfecto cuello, pero sin ningún tatuaje en el.

-¡Vaya, vaya! -ríe Haim-, un nuevo traidor a la lista.

Es el tercer participante el que me ha sacado del vehículo y ahora apunta con su arma al actual rey de la zona oscura.

-Déjala que venga conmigo -continúa hablando, lo suficientemente alto para que todos le oigan-, ella es mía.

Parece que no se ha percatado de que alguien ha bajado del lamborghini. Espero impaciente poder verle, saber quién es.

Y entonces, habla:

-Se ha quedado buena noche, usurpador.

Haim se gira de golpe, atónito ante lo que ve. Todo el público reacciona igual, yo ni siquiera puedo pestañear a medida que sus piernas se mueven en dirección a mi secuestrador.

-¿A qué mierda has venido? -espeta Haim, hace bien el papel de valiente, pero puedo ver desde aquí como le tiemblan las manos.

El aludido se toma unos maravillosos y eternos segundos para responder, manteniéndonos a todos en vilo, expectantes a lo que diga.

-A recuperar todo lo que es mío.

Su mirada se dirige hacia mí, posiblemente esté boquiabierta en estos momentos. Lo compruebo, y si.

El hombre que está delante de mí habla muy, pero que muy bajito, casi no se le puede oír. Entonces me percato de que lleva un micro en el piercing de su labio, porque segundos después, tres coches más aparecen, y un gran número de personas del público, sacan sus armas en dirección a Haim.

Pero este, apunta directamente al pecho del diablo. Sé que es capaz de disparar, que lo hará con tal de demostrar que nadie puede traicionarle. De que nadie, ni el hombre más temido de la zona oscura y su resurrección, pueden jugársela.

-Ya sabéis, bajar las armas o disparo.

No las bajan, aunque sea la vida de Ares la que está en juego, permanecen fuertes en su posición.

Vuelve a hablar, un punto rojo en el rostro de Haim delata la presencia de francotiradores en la zona.

Los que elevaron sus armas a favor de él, las guardan cuando ven en sus compañeros también puntos rojos perfectamente señalados en su frente.

-Ya sabes, baja el arma, o disparan -se burla el diablo, y sin miedo a que le dispare, se aproxima a él hasta que logra quitarle el arma.

Una vez desarmado, Haim no tiene muchas opciones de continuar con su actitud. Tiene aliados, gente que le apoya, y que le ayudará a vengarse, de eso no me cabe duda.

Me mira, a pesar de que el hombre que prácticamente me cubre con su cuerpo es bastante corpulento, logra encontrarme con la mirada, y no pierde la oportunidad de hacerme sentir, una vez más, asustada.

-Volveré a por ti -me dice, sin miedo al hombre que le mira sin piedad a escasos centímetros de él-, teníamos un trato, y lo has roto.

Trago saliva, sé que habla en serio. No me molesto en responder, no me salen las palabras. No puedo hacer más que permanecer inmóvil, mirando como se aleja y sube a su coche.

Eres libre. Esas dos palabras se instalan en mi cabeza, y de pronto, me siento más liviana, más ligera, como si tuviera alas, como si pudiera volar. Ni el frío es ahora capaz de calmarme, siento como mi corazón se acelera ante la idea de no vivir con miedo del pelirrojo ni un solo minuto. Está Ares aquí, no puede suceder nada malo.

La gente comienza a dispersarse, pero yo continúo quieta, esperando exactamente no sé qué.

-Es hora de irnos -me informa el hombre del micro en el piercing.

Asiento, comienza a caminar hacia su vehículo gris y le sigo, pero antes de abrir la puerta, su voz me detiene.

-Ella viene conmigo, Lenn-aclara el diablo.

No hay ni rastro de calidez en su voz, es fría, lejana, como si hablara de una desconocida. Me giro para poder verle con claridad, y su rostro no demuestra mucho más que sus palabras.

-¿Seguro? -pregunta Lenn-, puedo llevarla yo al sitio acordado.
-Seguro -afirma.

Ares me mira, pero sin detenerse ni por un segundo en mis ojos. Daría toda la fortuna de mis padres por saber exactamente qué está pensando.

Comienza a caminar, y como estoy acostumbrada, me limito a caminar detrás de un hombre sin saber a dónde voy ni cuál será mi destino.

Una vez que estamos en el coche, pienso en mil palabras, oraciones, chistes, anécdotas, lo que sea para romper el hielo. El frío que hay entre nosotros es peor que el que he pasado toda la noche.

-Estás sangrando -dice tras echarme un último vistazo.

Ya me había dado cuenta de eso. Si esa ha sido su forma de romper el hielo, no ha hecho más que un ligero arañazo en el iceberg.

Está esperando una respuesta, y yo no tengo ni la más remota idea de qué decir.

-Tuve que entretener al conductor en lo que tú llegabas -me animo finalmente a decir.

Y no responde. Un gracias sería lo normal, pero tampoco se las he dado yo por salvarme. Cuando sepa que va a ser de mí, agradeceré o no lo que ha hecho por mí.

Veo que no le ha ido tan mal como se espera de alguien que supuestamente estaba muerto. Estaciona en una gran casa, con su jardín privado, con su aparcamiento personal, y por supuesto, con seguridad en la puerta.

-Veo que te lo has montado bien -digo sin pensar.
-Cuando estás muerto, tienes tiempo de sobra para elegir casa.

¿Eso ha sido una broma? Si es así, el bromear sobre haber fingido su muerte me parece del peor gusto posible.

Baja del coche, y como sé que no va a invitarme a entrar, no pierdo el tiempo y le sigo. No es el Ares que me abandonó aquel día, no veo calidez al mirarme.

Pero ni siquiera es capaz de mirarme a los ojos, y eso es el mayor indicativo de que todo ha cambiado.

Cuando abre la puerta, un más que feliz Paúl corre hasta tenerme entre sus brazos. Creo que va a asfixiarme en cualquier momento, pero no quiero que me suelte, no ahora.

-Estás bien -digo, aliviada. Puedo ver que tras abrazarme, lleva la mano a su abdomen.
-No debería hacer esfuerzos, pero no podía no bajar a verte -responde, no puede dejar de sonreír.

Al igual que no puede evitar sonreír, yo no puedo evitar preguntar por la que fue mi mejor amiga.

-¿Está Alexandra aquí? -le pregunto.
-Mala pregunta y larga historia -chasquea la lengua.

Frunzo el ceño, y él averigua lo que estoy pensando.

-Está bien, tranquila, ven luego a mi habitación y te contaré todo.

Asiento, puedo ver a Ares esperar de brazos cruzados en mitad del salón a que dejemos de hablar, así que cierro la puerta y Paúl también entiende la situación.

-Eh, estás sangrando -dice Paúl, bastante alarmado aparentemente-, ¿qué le ha pasado?

Su hermano se encoge de hombros, y tras pensar la respuesta unos segundos, habla-: ya tendréis tiempo para contaros las batallitas. Ahora, tengo que comprobar que no sea demasiado grave.

¿Demasiado grave? Es decir, ¿es grave? Obviamente no esperaba que fuera solo un arañazo, pero que el señor frialdad pronuncie ese adjetivo magnifica las cosas.

Me acerco a él, comienza a caminar hacia el sótano, y tras bajar las escaleras, entramos a este. La casa por fuera parece grande, por dentro lo es aún más. Puedo ver en el sótano, que hay otras escaleras que dan a una planta inferior.

-¿Cuántos plantas subterráneas hay? -le pregunto.
-Paúl te enseñará la casa -responde tajante.

Ruedo los ojos. Está configurando unas máquinas, ha montado un mini hospital en su sótano. Estoy bastante sorprendida.

-Dame la mano -pide. Aunque en realidad ha sido una orden, prefiero asimilarlo como una petición.

Le doy mi mano, y tras limpiarla con cuidado con un paño húmedo y sacarla, la introduce en una máquina, siento como esta proporciona calor en mi mano.

Tras unos minutos, mira una pantalla.

-No hay nada roto -informa-, pero hay que dar puntos.

Eso ya lo suponía. Se aleja, y va en busca del material necesario. Veo que va a aplicar anestesia local en mi muñeca, y antes de que lo haga, aparto el brazo.

-Puedo soportarlo -aseguro. Él no reacciona de ninguna manera, así que su respuesta es el vacío.

Comienza a coser, me esfuerzo en todo momento por no gesticular, aunque el dolor es casi nulo. No puedo dejar de mirar su rostro ni un solo segundo. Aún no puedo creerme que esté aquí, que esté tocando mi mano, que aún respire. No sé cómo me voy a sentir cuando asimile todo lo que eso conlleva, pero ahora sé que se siente como un auténtico milagro, grandes palabras viniendo de una persona agnóstica.

Una vez ha terminado, limpia nuevamente la zona y la venda. Su tacto, a diferencia de su mirada, sus palabras y sus actos, es cálido, y cuando por fin suelta mi mano, solo quiero que vuelva a hacerlo.

-Ya está -avisa, se levanta y recoge todo lo que ha utilizado-, tu habitación es la tercera de la segunda planta, al lado de la de mi hermano.

Comienza a caminar en dirección a la puerta, pero no puedo evitar detenerle.

-¿Ya está? -inquiero-, creo que me debes una explicación, Ares.

No gira su cuerpo, solo levemente su rostro y me mira de reojo antes de responder.

Y cuando lo hace, no duda en ser implacable-: Yo no te debo nada, Heather. Te he salvado de Haim, conformate con eso.

-¿Estás de coña? Me has salvado de Haim porque tuve que estar con él para proteger a mi hermano.
-No te debo nada -repite-, ahora déjame tranquilo.

Se va, tan tranquilo, sin rastro del culpabilidad. Ares ha dejado salir a su lado más destructivo, y cuando lo hace, sus sentimientos desaparecen. No es el diablo que quise.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro