Capítulo 12. La historia.
El trayecto es posiblemente más incómodo que la idea de que Ares Brown me haya traicionado.
-Cuéntamelo, soy tu amigo -insiste Paúl por décima vez.
Quiero contárselo, pero no sé cómo hacerlo sin insultar a su hermano. Hay muchas emociones abordándome sin control, y ninguna de ellas es positiva. Mientras pienso en cómo hacerlo, me vuelvo a poner el jersey rojo y me desmaquillo. Guardo la bolsa de pastillas en el bolsillo trasero de mi pantalón vaquero.
-Digamos que tu hermano y Haim eran muy amigos -espeto.
Me estoy mordiendo las uñas de los nervios. Quiero que sea mentira, que Ares me demuestre que la ermitaña no ha dicho más que mentiras, pero el hecho de que quepa la posibilidad de que haya vivido todo este infierno por su culpa no se me quita de la cabeza.
-¿Amigos? -inquiere Paúl-, pero si quería arrancarle la cabeza por lo que te había hecho.
-Es muy buen mentiroso al parecer. Supongo que la conciencia no le dejaba dormir y por eso me sacó de allí, o quizá solo porque Haim dejó de hacerle caso y tuvo que demostrarle que él era quien mandaba -suspiro, no lo sé, Paúl.
Parece estar sopesando las ideas.
-Es que no lo entiendo, joder -llevo las manos a mi rostro, frustrada-, no le entiendo, ni a él, ni lo qué hace ni lo que quiere. Ha complicado todo, su vida, la mía, la tuya. Joder, te dispararon por ayudarme y tienes un puto crío, ¿y si eso también lo planeó?
Trago saliva. Por mi mente ha cruzado una posibilidad que no me gusta lo más mínimo.
¿Y si fue él quién ordenó a Haim que me hiciera abortar? Me abandonó en manos de un psicópata con ansias de poder y dinero. Si quería cortar lazos conmigo, un hijo habría sido un impedimento.
No puede llegar a tanto, no quiero creer que habría sido capaz de ello.
Cuando llegamos a la casa de los Brown, mis manos sudan a raudales. Estoy nerviosa, aterrada y muy enfadada, y no puedo manejar todas las emociones de golpe. Lo intento, pero algo me dice que no lo haga, que me deje ir, que deje que todo fluya, y que si tengo que arrancarle cada tatuaje de la piel, que lo haga.
Trago saliva, entro en la casa tras Paúl, aunque he estado apunto de no entrar y quedarme en el coche indefinidamente, es cómodo.
No hay ni rastro de él en el salón. Sé que estará en el sótano, el menor de los Brown sostiene mi mano derecha entre las suyas, tratando de infundirme valor y fuerza.
-Solo es mi hermano.
Como si fuera poca cosa confrontar al diablo y temer más a la respuesta que a él. Asiento y me alejo de él. Decido no pensarlo más mientras bajo al sótano.
No llamo a la puerta. Está sentado de espaldas a mí, usando su portátil, aunque podría ver lo que hace no me interesa lo más mínimo. Me ha escuchado oír la puerta, así que cierra el ordenador y se gira en mi dirección.
-Te di el móvil para algo. Veintitrés llamadas, Heather Smith.
Saco el móvil del bolsillo y compruebo que no son veintitrés si no cuarenta y cinco.
-Eres un exagerado -le digo a la par que le entrego en su mano izquierda el móvil.
-No, exagerado no. Creía que estarías muerta a estas alturas.
-Pero te quedaste aquí.
-No necesito moverme de casa para saber dónde habéis estado. ¿Me puedes explicar qué cojones pintas tú en la zona oscura? Hay un tío que te quiere a toda costa, Heather.
Levanto las manos en señal de que se calle. Parece que obedece, pero es Ares Brown y sé que es como un perro. No aguantará más de diez segundos con la salchicha en frente de él sin comerla.
Visualizo una botella de vodka en el fondo, creo que servirá. Me echo en el vaso que hay junto a ella, y bebo el contenido de este hasta no dejar ni una ínfima gota en el mismo.
-¿Por eso me enviaste con Haim? ¿Para tenerme controlada? -inquiero sin mirarle. No tengo suficiente valor.
Pero el silencio dice más que él. Y ante la impaciencia, finalmente me giro y le encaro, aunque manteniendo las distancias.
-¿Cuál fue el jodido motivo, Ares? -espeto- ¿era muy pesada? ¿No confiabas en mí? ¿Era otra de tus putas venganzas contra mi familia?
Se acerca a mí y con mi mano derecha señalo que no se atreva a moverse. No quiero tenerlo cerca. Me sirvo y bebo medio vaso más.
-Necesitaba saber que estarías bien -masculla.
-¡No soy estúpida, joder! -grito y estampo el vaso contra el suelo-, solo he sido una puta molestia para ti. Estaba bien follar, pero tener que salvarme la vida era aburrido. Admítelo, Ares.
Se acerca a mí a pesar de mis indicaciones de no hacerlo. Está tan cerca que tengo que mirar ligeramente hacia arriba para poder ver sus ojos.
-Follar contigo es lo de menos, no te atrevas a insinuar eso otra vez -ordena. Pero sus ordenes han perdido toda la autoridad.
-¿Y entonces qué era lo de más? ¿Qué alguien más ciego que un topo viera algo bueno en ti? No hay ni una maldita pizca de bondad en ti.
Suspira. Creo ver sus ojos brillar.
-Estaba bien follar, reírme contigo e incluso discutir, pero Heather, saber que me querías era otro rollo -murmura muy cerca de mí-, déjame que te explique todo. Necesito hacerlo, si me vas a odiar, que sea sabiendo todo.
-¿Y quién me asegura que no vas a mentirme?
-Yo te lo aseguro -dice con firmeza.
Sigo enfadada, pero quiero saberlo absolutamente todo. Solo me pide que le siga antes de abandonar el sótano, no tengo ni idea de a dónde va, pero con él van todas las respuestas. Oigo como avisa a su hermano de que vamos a salir y veo la cara de sorprendido de este cuando ve que lo hago por propia voluntad.
Se sube en su mítico deportivo. Su fuerte no es pasar desapercibido.
Me subo junto a él en el vehículo. Me prometo a mi misma no preguntar a dónde vamos, parecer desinteresada... Y logro hacerlo. Al menos, hasta que veo un cartel que señala que nos acercamos a las afueras de la ciudad, y a medida que nos alejamos, mi fuerza de voluntad cae.
-¿A dónde me llevas? -inquiero, cruzada de brazos.
-En unos minutos lo verás.
Inquieta, acepto su respuesta, prometiéndome a mi misma que si en cinco minutos no hemos llegado a nuestro destino, empezaré a preguntar una vez por segundo que cuando queda.
Se libra por los pelos. Estaciona el vehículo frente a una vacía y pequeña playa, desde nuestra posición, se puede apreciar el agua cristalina y la suave arena, lo cual compruebo a medida que avanzamos, descalzos, por esta.
-Muy bonito, pero hace frío y no tengo todo el día -le espeto.
Rueda sus ojos antes de comenzar a hablar.
-Aquí veníamos con nuestra madre cuando éramos unos críos. Ella amaba la playa, y yo verla disfrutar -se encoge de hombros-, hubo pocos momentos así.
No sé que responder, pero tampoco veo decente insistirle en que hable de Haim cuando me está contando algo de su madre muerta.
-Te pareces a ella, fuertes, indomables. Unas leonas a las que los golpes nunca han logrado quitaros la voz. Jamás, por nada del mundo, habría permitido que te pusieran una mano encima.
Voy a abrir la boca para responder, pero me mira y la cierro inmediatamente. Creo que necesita hablar con sinceridad y eso solo puede hacerse cuando te escuchan en silencio.
-Haim era alguien más, como podría serlo cualquier otro que me fuera fiel. Confíe en él porque le veía inofensivo, él solo tenía que caerte bien, hacerse amigo tuyo y con suerte hacerte feliz si tú elegías darle esa oportunidad y él quería -explica-, nunca intenté comprarle para que fuera tu novio, pero si para que fuera tu amigo. Fue todo muy precipitado, había decidido que iba a morir solo unos días antes de desaparecer, no había tiempo, no pude entrenarle para hacerte feliz.
-Ares...
-Hablaba con él cada día, mínimo seis veces. Quizá el triple -espeta-, al principio decía que vuestra amistad iba viento en popa, que os llevabais de puta madre. Luego comenzó a decir que había cierto tonteo, y no tardó en decirme que os habíais acostado.
Suspiro y murmuro -: se inventó una vida alternativa...
-Ese día me reventé los puños pero tú estabas bien. Yo me encargaba de que Mike no se acercara a ti, y él de que tú no cobraras venganza por mi muerte. Todo estaba en orden. Hasta que me llegó el rumor de que discutíais mucho, pero él lo negó. Le acusé de mentirme y ocultar información, él mató a mis informantes y me dijo que no podía ser feliz contigo si me contaban todo lo que pasaba entre vosotros. Le hice caso, pero no por mucho. Envié a mi hermano a dejarte aquella nota en la bata porque a duras penas tenía quién me ayudara a saber que estaba pasando realmente contigo.
-Así que fuiste tú.
-Siempre he sido yo Heather, para lo bueno y lo malo. Cuando Paúl me dijo la cara de miedo con la que mirabas a Haim, decidí que tenía que actuar.
Lleva su mano derecha a mi rostro y acaricia mis mejillas con delicadeza-: no quería tenerte junto a mí. Antes era malo pero ahora doy asco. No podía dejar que vieras en lo que me había convertido, pero no he tenido otra puta opción. Y ahora no sé si pegarle un tiro a tu madre para que no tengas ninguna motivación para casarte con él, o encerrarte hasta que se olvide de tu nombre y pierda el interés.
Lo último ha sido innecesario pero es su esencia al fin y al cabo.
-Hemos dado mil vueltas para volver a este punto -espeto-, finges tu muerte, te conviertes en el asesino favorito de una familia de psicópatas, a mí me maltratan, y al final, estamos aquí otra vez. Es tan ridículo todo, Ares. Solo teníamos que matar a Mike, pero juntos. No necesitabas fingir tu muerte ni nada de lo que vino después.
-Improvisé -admite-, estaba acojonado. Ya habían llegado hasta ti una vez, lo habrían hecho una segunda
Muerdo mi labio y niego con la cabeza. Esa no es la actitud.
-Solo quiero ayudarte -murmura-, estoy en la mierda, y no sé que hay de bueno en mí que pueda ofrecerte. Pero necesito hacerlo.
Estamos cerca, demasiado.
-Deja de matar por mí porque esa sangre no solo mancha tus manos -susurro-, no necesito protección de nadie. Encontraremos otra forma de mantenerle tranquilo a Mike.
Apoya su frente en la mía y suspira, parece aliviado. Quizá yo también lo esté, o tal vez, solo me tranquilice el hecho de que él no causó el aborto. Con la historia que me ha contado, de ser verídica, por mi parte le arrebataría toda la culpabilidad sobre ello.
-¿Por esto no podías ni mirarme a los ojos? -le pregunto.
Cuando responde, siento su cálido aliento sobre mis labios -: y porque es difícil hacerlo sin poder hacer esto.
Sé lo que va a hacer, y podría apartarme, pero me merezco disfrutar, ignoro el orgullo que en estos momentos está enfadado conmigo, y cuando sus labios se posan sobre los míos, solo puedo dejarme llevar. Mis manos, en su cuello, le acercan aún más a mí, y las suyas en mi cintura impiden que me aleje lo más mínimo.
No sé en qué momento me siento sobre él, rodeando su cadera con mis piernas y sus manos recorriendo y recordando mi cuerpo.
Los besos de Ares Brown no solo no han cambiado, si no que cuando me besa, siento que todo está bien. Y por unos cuantos minutos, así es.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro