9.- "Querido téquila".
Degusto el pollo con tranquilidad, por fin había conseguido tenerlo entre mis manos y creo que nunca antes supo tan bien.
Por supuesto, todo cubo de pollo tiene una larga historia detrás, y este no fue diferente. No eran ni las seis de la tarde cuando Paul perfectamente vestido, perfumado y aseado se presentó en mi casa con Alex colgando de su brazo. No sé si ahora que tiene novio tiene un brillo especial en su rostro, pero la veo mucho más guapa, y de por sí, ya lo era antes. Me sorprendió verla tan... Exuberante. Un top negro con escote y una pequeña falda tubo del mismo color eran su atuendo, sin olvidar los impresionantes tacones y el cuidado maquillaje.
Quise cerrarles la puerta en la cara, pero el pie de Paul se interpuso entre la pared y la puerta. Así que no tuve más remedio que hacer de buena anfitriona y dejarles entrar, con miedo de que vinieran a decirme esta vez.
-Nos vamos de fiesta.
Ese plural no me está gustando nada de momento. Es como cuando ambas decíamos que haríamos ejercicio juntas, solo que ella dormía y yo lo hacía porque estaba y estoy en mejor condición física que ella. Nunca sabré como mantiene ese cuerpo.
-Yo tengo planes -ambos me miran, curiosos y queriendo saber más- un maratón de Leonardo DiCaprio y bollería industrial -miento.
Creo que mi mentira ha colado perfectamente, hasta que Alex frunce el ceño y me mira, con una sonrisa malvada.
-En tu casa no hay bollería industrial, no sabes ni lo que es eso.
Mierda, a veces olvido que en mi casa la principal regla es cero azúcares y que muy a pesar de lo que opinan las cocineras, son órdenes y no planean perder sus puestos de trabajo.
-Bien, como no tienes planes, hemos venido a ayudarte y llevarte con nosotros.
-Buscarle de una puta vez una novia a Tyler, os lo digo en serio.
-Es que las chicas ni le huelen, Heather -me explica Paul- antes si. Se corrió el rumor de que se meó encima el día de la llamada, y bueno...
-Ó sea, que yo soy la que tiene que hacer de pareja de vuestro amigo meón. No, ¿sabéis que? Prefiero quedarme aquí.
Entonces ocurre algo absolutamente maravilloso, Alex saca con lentitud de su bolso su móvil y lo primero que veo es un cubo de pollo frito esperándome en el que reconozco como el coche de su novio.
Tras ducharme, dejé que mi mejor amiga eligiera mi ropa mientras yo me maquillaba. No sé si fue ver primero lo que llevaba ella, o que intuía que hoy no iríamos a un bar normal, que no logró sorprenderme el atuendo que me había elegido.
Este consiste en un elegante top negro, con un pronunciado escote en forma de pico incluso mayor que el de Alex, y no cubre más de lo que lo haría un sujetador. La parte de abajo ya no me escandaliza tanto, unos pantalones vaqueros de un azul bajo con pequeños rotos en muslos y rodillas que quedan como una segunda piel en mi cuerpo, son de tiro alto, así que no queda tanta porción de piel a la vista en la zona de mi abdomen.
Realmente si me gusta llevar escotes, siempre y cuando la parte de abajo sea más recatada o a la inversa. Alex conoce mis gustos, aunque cuando veo que ha seleccionado mis tacones más altos, inmediatamente los cambio por otros. Si voy de fiesta es para bailar y disfrutar, no para estar llorando por cuán me duelen los pies.
Casi olvido coger una chaqueta, pero no cometeré el mismo error dos veces. Cojo mi chaqueta de cuero y todos nos subimos en el coche.
Ahora, en el siento trasero del coche de Paul, el pollo resulta ser mucha mejor compañía que ellos dos mientras esperamos a Tyler en la puerta de su casa. Es un barrio humilde, y la zona algo peligrosa, y me encaja a la perfección con él.
El pollo se ha terminado y por fin sale de su casa, ya iba a entrar yo a buscarle. No es normal que tarde tanto, si hay una hora hay una hora y punto. Sube al coche y no saluda a nadie, tiene el ceño fruncido y se rasca constantemente el brazo derecho, a la altura del hombro que está tapado por la manga de la sudadera. Aún no hace frío para ir tan abrigado
Juraría que oigo como si un plástico estuviera siendo arañado cada vez que lo hace, pero quizá el pollo me ha sentado mal, tal y como predijo Paul tras verme comer el quinto muslo.
El trayecto no es silencioso, la pareja ya había comprado unos litros de cerveza y todos menos el conductor habíamos bebido ya una cantidad considerable. Alex cuenta, entre eructos mal disimulados, como hizo para avisar a Paul de que no querían venderla el alcohol por ser menor. Desde que empezamos a salir de fiesta nunca nos han pedido el DNI y doy gracias por ello, ya que por la ley, no deberían vendérnoslo siendo menores de edad.
Como no he cogido mi bolso, meto mi cartera y móvil dentro del de mi amiga, y los dos chicos imitan una acción, a lo que ella suelta un bufido y por unos instantes creo que nos va a lanzar el bolso a la cabeza a los tres.
Inmediatamente reconozco la zona donde nos encontramos, la cual no he tratado de evitar, pero que su cercanía no puede evitar crear cierto nerviosismo en mí. No entiendo por qué siempre acabo yendo a lugares cercanos a la calle donde ocurrió lo de Connor. Cuando pasamos por ese lugar, Tyler se revuelve en su sitio incómodo, acción que imito cuando veo su coche aparcado en la puerta de la discoteca a la que fui con Sheila.
Si él hubiera ido una semana antes, o yo una después, nos habríamos encontrado y no me gustaba bajo ningún contexto la idea.
Me quedo más tranquila cuando pasamos de largo y Paul conduce media hora más. Esta discoteca es más pequeña que a la última que fui, pero el hecho de que nuestras vidas no corran peligro es un detalle que la hace sumamente idónea.
Nos bajamos del coche con rapidez, tanta que mi mejor amiga haciendo uso de su mínima agilidad se tropieza y cae al suelo. La miro fijamente, no sé si reírme o llorar, ambas me parecen opciones completamente válidas. El cinturón de seguridad se había quedado enrollado en su pierna al parecer, y por la cerveza ingerida, ni se ha dado cuenta.
De verdad, Alex no aguanta en lo absoluto el alcohol, este inmediatamente hace efecto en ella por muy pequeña que sea la cantidad ingerida.
Entramos al local aún riendo de lo sucedido, creo que en estos momentos estoy más que roja. Lo primero que hago es acercarme a la barra junto a todos ellos.
-Buenas noches, ¿qué van a tomar? -pregunta el camarero. La imagen de una copa de vodka viene a mi cabeza, pero no tengo ni tiempo de responder antes de que Tyler lo haga.
-El juego del bendito tequila.
-¿Qué es eso del bendito tequila? -pregunto girándome a ambos lados a ver a mi grupo.
-Yo te lo explico -dice el camarero- consiste en una tabla con dieciséis chupitos de tequila. El último que beba cuatro de estos, tiene que besar a alguien del local que le indiquen los demás.
Trago saliva rápidamente. No me gusta el tequila.
-Yo paso -digo rápidamente y me cruzo de brazos. Desde luego que no estoy dispuesta a besar a cualquier ser de esta discoteca, tengo orgullo y dignidad. Si ellos quieren hacerlo, bien, yo seré quien les recuerde esto mañana.
-¡Vamos, Heather! -insiste Alex- sin ti no podemos hacerlo.
-Alexandra Walker...
-¡Además, seguro ganas! Y sino, tú elijes como tiene que ser el chico y nosotros buscamos al que más cuadre con la descripción, ¿vale?
Miro a Alex, no creo que sepa aguantar ni dos chupitos, Tyler podría, pero no me importaría quedar en segundo o tercer lugar, aún así asumo que Paul se controlará, ya que es quien conduce, y no los beberá todos. No tengo que ser la primera, con ganar a uno, basta.
-Está bien -refunfuño.
Nos sirve el tequila y llevamos la bandeja con los pequeños vasos hasta unos sofás de acuerdo. La pareja se mira de una forma cómplice, no sé como no les importa que si uno de ellos pierde, tendrá que engañar al otro. Definitivamente cada día les entiendo menos.
El camarero se acerca y se sienta a mi lado, demasiado cerca para mi gusto.
-Respeta mi espacio vital -le digo y sonrío, aunque no es ninguna broma.
-Bueno, yo os miro y declaro quien perdió y quienes se libran, así no habrá trampas -cambia rápidamente de tema. Ha sido mala idea decirle eso al juez del juego, así que yo también vigilaré, por si acaso.
Todos cogemos uno de los vasos, miro el frío líquido con recelo e incluso repulsión, si fuera whisky o vodka no sentiría náuseas incluso antes de tomarlo.
-Uno...
Acerco levemente el vaso, no seré capaz.
-Dos...
Tengo que ganar, puedo hacerlo. No permitiré que me ganen, por Dios, podría tocarme besar a cualquiera porque yo no tengo un prototipo definido en estos momentos.
-¡Y tres, a beber!
Está malísimo. Siento el líquido recorrer mi boca y a pesar de que este ya ha pasado, no desaparece la sensación de tenerlo aún en mi boca. Veo que la mayoría de nosotros ya va por el segundo, así que imito lo que hacen y lo bebo del tirón.
Pese a la música de la discoteca, oigo sonar un móvil en el bolso de Alex. Sé cuales son nuestras melodías, y Tyler no tiene porque la noche de la llamada se le rompió. Trago rápidamente y sujeto el tercer chupiro entre mis manos.
-Paul, tu móvil -le digo señalando el bolso de mi mejor amiga.
Podría ser importante así que mientras bebo el liquido, busco en el bolso el móvil, leo "Pesado controlador" en pantalla y se lo tiendo.
Cuando alzo la mirada, las suyas tres están sobre mí y el camarero a mi izquierda ríe. No puede ser cierto, no.
-¡Estaba buscando tu móvil, no es justo! -grito enfadada.
-Nunca dijimos que hubiera pausas.
Le tiro un vaso vacío al pecho del novio de mi amiga quien lo coge en el aire, maldita sea. Se aleja con su móvil y tengo ganas de darle con el aparato en la cabeza, pero me contengo porque no quiero tener que organizar su funeral.
Varios minutos después regresa, y no me pasa por alto el leve codazo cómplice que le da a su novia una vez se ha sentado. Ella le guiña un ojo y me esfuerzo por creer que no es nada en contra mío.
-A ver, busquemos candidato, ¿cómo te gustan los chicos? O chicas, no sé -dice el camarero.
-Atractivos -me encojo de hombros- no tengo ningún prototipo específico.
-Mario estaba fuerte, y tenía algún que otro tatuaje, es guapo, alto y mayor que tú -detalla Alex y el camarero se lleva las manos a la sien.
-Bueno, pero Mario no está aquí y...
-¡Él es perfecto!
Abro los ojos como platos y busco a la persona que con su mirada señala. El resto parece haberle encontrado ya, porque ríen frenéticamente. Y es en ese momento donde la avalancha de gente se dispersa levemente, permitiéndome ver al sujeto en cuestión.
Sus tatuajes llaman la atención como nunca antes lo habían hecho. Su imponente altura y musculatura también, al igual que su atractivo. Le habían descrito sin ni siquiera darme cuenta de ello.
-¿Cómo voy a besar a Ares? ¿Estamos locos?
-Te creía más valiente, Heather.
Miro a Paul y vuelvo a tirarle un vaso, que igual que antes, intercepta a la primera y no se hace ni el mínimo de daño. No quiero hacerlo, besar a Ares Brown no se encuentra en el top de cosas que quiero hacer antes de morir. Y sé que el tampoco quiere que lo haga, no le conozco, pero en ningún momento ha mostrado algún indicio de interés por mí. Esto es una absoluta locura.
Pero no puedo fallar a mi palabra, es parte de mis valores y sin ellos no soy nadie. Aún así me debato en sí es correcto cumplir con mis reglas personales a cambio de romper con otra: no besar a cualquiera. Ares no es cualquiera, pero tampoco...
No sé ni que pensar, agarro el último chupito de tequila y lo llevo a mis labios inmediatamente. Ahora, el amargo sabor no logra molestarme tanto como antes, tal vez porque hoy si que busco emborracharme, o por lo menos alcanzar un estado en el que encuentre normal lo que voy a hacer.
—Me vengaré —les aviso y señalo con mi dedo índice.
—Buena suerte, cuñis.
—No la provoques —le regaña Alex— que cumple sus amenazas, creeme.
Son tantas las ocasiones en las que mi mejor amiga corroboró que era capaz de hacer lo que decía que ni siquiera pienso en una en concreto a la que pueda referirse. Me pongo en pie y aliso nerviosamente mis pantalones vaqueros.
Suspiro y me armo de valor, siempre cabe la posibilidad de que me rechace, aunque no temo por ello. Es lo que menos me preocupa en realidad. Le veo y comprendo que no es fácil acercarse a él estando rodado de tres chicas con ropa bastante más pequeña que la mía y bustos más exuberantes, y eso ya es decir. Ríen como mi madre, de una manera hipócrita, sin ganas y con la finalidad de llenar vacíos incómodos o resultar interesante.
Suspiro y sigo caminando hasta llegar a él, ni siquiera yo creo lo que estoy haciendo. Al ver que no hay ninguna de ellas sentadas sobre él, nada me impide agacharme hasta que mi cabeza queda a la altura de la suya. Él, que hasta este momento había estado absorto mirando su móvil, eleva su mirada y se fija en la mía.
—Te veo aburrido —murmuro con lo que pretendo que sea una sonrisa pícara— ¿bailas?
Una sonrisa torcida se implanta en su rostro de una forma exquisita. Se levanta con lentitud y oigo las quejas de las tres chicas que se han quedado sin Ares, y no puedo evitar responder.
—Ahora es donde se nota lo natural y lo operado, guapas —me giro y les digo señalando mis pechos.
Ni siquiera estoy segura de que sus bustos no sean reales, pero necesito por algún motivo dejarles claro que pese a ser tres, soy yo quien se lo lleva. Me siento ridícula, pero la forma de mirarme que habían tenido ellas tres, no me había gustado ni un pelo y no puedo controlar mi carácter.
Siento sus manos en mi cintura y me giro, para mi desgracia es una canción de reggaeton, pero al mismo me viene bien si quiero provocarle. Es fácil para mí seguir el ritmo y mecer mis caderas al compás de alguna canción desconocida que por su volumen amenaza con causarme sordera.
Mi cuerpo está perfectamente pegado al suyo, puedo notar como su corazón se acelera cada vez más por la espalda. Estoy en condiciones similares, el juego del diablo me tiene de los nervios.
Me giro para tener cercanía con su rostro. El reto no es bailar, ni seducirle. Solo besarle y creo que ya he dado muchas vueltas en este momento para conseguir algo que con otro chico me habría resultado mucho más sencillo. Pero los otros chicos no eran él.
—Heather... —murmura. Su voz es tan ronca que se posiciona como una de mis melodías favoritas con facilidad.
—Callate.
No quiero que hable y que me pregunte que hago. No pierdo el tiempo, pego mi boca a la suya con violencia, agresividad. No es un toque delicado ni ligero. Y pese a que este le toma por sorpresa, segundos después su lengua recorre mis cavidades bucales y lucha con la mía por tener el control.
Sabe completamente a vodka, vodka negro. No puedo evitar suspirar al saborear la bebida que tanto me gusta y agrada, es exquisito, y no hablo de la bebida ahora. Mueve sus labios con lentitud, pero sin un ápice de delicadeza. Cada movimiento es agresivo, no mantiene el ritmo, este es variable y es imposible que me canse de besarle en ningún momento.
Joder, ¿por qué no le besé antes? ¿Quién le enseñó a besar así? Maldita sea.
Cuando se separa de mí he olvidado donde estoy y por qué. ¿Cómo es que acabé besando a Ares...? Ah, si. El juego del tequila. Maldigo el tequila por su sabor, pero bendito sea el que inventó el juego del tequila, un beso así no se obtiene todos los días.
Y no, no es porque ese beso sea con Ares. Es su forma de besar, tan atrayente y exquisita... Cuando trata de acercarse nuevamente, mi mano se interpone entre su rostro y el mío.
—Con esto ya vas servido de por vida —le guiño un ojo y me alejo de él tan rápido como mis tacones me lo permiten.
Alex no deja de reír, y los dos chicos de tanto hacerlo han terminado emitiendo sonidos de asfixia, ni siquiera yo creo lo que acaba de pasar, y lo mucho que me ha gustado.
N/A: ¡Buenas, Arecillas! Ares, florecillas... Si no le gusta, una pena —modo Heather—.
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