49.-Persecución.
Penúltimo capítulo.
Cuando volvimos al piso, todos nos esperaban prácticamente histéricos, así que durante una, o dos horas, oí a Raúl y a Jason alardear de como me había defendido por mí misma.
Cuando me cansé de oír por décima vez como tenía Mateo la mano, me dispuse a ir con Ares al baño y curarle la herida que el puñetazo de Mateo provocó en su labio superior.
-¿Entonces todo era mentira? -inquiere, por lo que aparto el algodón de su labio.
-No, estoy completamente enamorada de él -ironizo-, obviamente si, Ares. No sé ni como has podido creértelo.
-Porque no te merezco -simplifica-, no deberías de estar con alguien como yo.
-Gracias a la declaración universal de los derechos humanos, puedo estar con quien quiera. Y si yo quiero, y tú quieres, no me importa el qué debería o el que no -respondo, vuelvo a limpiar la zona de la pequeña herida, pero él aparta con delicadeza mi mano.
Me rindo, si quiere, que se la cure él.
-Si te pasara algo no podría perdonarmelo, Heather -murmura muy cerca de mí.
-No puedes protegerme de todo, no soy una princesa, ni quiero ser una muñeca de cristal.
-Lo sé -afirma, convencido-, pero te he metido en una movida muy grande por no saber controlar mis instintos, y...
-Me estás dando dolor de cabeza -admito, él rueda los ojos-, así que, cállate.
Parece dispuesto a seguir hablando, así que le beso. No hace ningún gesto de dolor, porque realmente la herida no es lo suficientemente grande ni profunda como para que pueda dolerle, pero necesitaba una excusa para tener un rato a solas con él.
No detiene el beso, yo menos. Paso de estar sentada en su regazo, a situar cada una de mis piernas a ambos lados de su cuerpo, atrayendo aún más mi cuerpo hacia el suyo. Mis manos se pierden acariciando su corto cabello, mientras que las suyas, que nunca destacaron por ser tímidas, han comenzado un recorrido por mi cuerpo y a estas alturas juegan con el borde de la sudadera a la altera de la cadera.
Mis manos deciden no quedarse atrás, y no tardo en retirar la camiseta de su cuerpo. El abdomen desnudo de Ares siempre será mi punto débil, sus brazos, cuello... Es todo tan absolutamente perfecto que logra que todas mis barreras caigan en una fracción de segundo. Observo cada tatuaje, aquellos que ya he contemplado en decenas de ocasiones, pero que siempre causan lo mismo lo mismo en mí.
Una de mis manos permanece en su nuca, mientras que la otra acaricia su trabajado, e indiscutiblemente, perfecto abdomen.
Se aleja ligeramente de mí, mirándome a los ojos. No hace falta que diga nada, ni tampoco que yo responda. Antes de que el pueda hacerlo, me he desecho de su sudadera, y en sus ojos puedo observar el brillo más exquisito que nunca antes había visto; el de la excitación.
Acaricia mis pechos con devoción a la par que nuestra sesión de besos prosigue. Empujo con delicadeza su cuerpo hacia atrás, por lo que su espalda queda completamente pegada al colchón. Me alejo de su boca para poder besar, morder y absorber ciertas zonas de su cuello, pecho y abdomen. Los leves suspiros, que poco a poco aumenta su volumen, me indican que sí, que le gusta; que siga.
Mis manos llegan al borde de sus pantalones. Pienso durante un segundo si lo que quiero es esto, como sino conociera la respuesta; sí, quiero, y lo quiero con él. No hay dudas, ni peros que se opongan.
Desabrocho el botón, abro la cremallera, y tiro de ellos hasta que sus piernas quedan completamente desnudas, y su zona íntima únicamente cubiertos por un boxer que no deja nada a la imaginación; aunque cabe mencionar, que lo que esconde esa prenda de ropa, es mucho más de lo que nunca hubiera imaginado anteriormente.
Aprovecha mi distracción para posicionarse él sobre mí. Sabe como tocarme, porque el momento exacto en el que sus labios tocan mis pechos, siento fallecer. A la mente llegan ligeros recuerdos de lo que Connor intento hacer conmigo; violarme, pero alejo de mí con suma velocidad todos aquellos pensamientos.
Se deshace de mi sujetador con facilidad, y lo lanza en alguna parte de la habitación. Con mis pechos completamente expuestos ante él, la sesión de besos parece haber subido de nivel, porque ya es inevitable que los jadeos que brotan de mí sean bastante audibles. Por su sonrisa, sé que le encanta verme así ante él.
Giramos nuevamente, y una vez que estoy encima, aprovecho para jugar con el elástico de sus boxer.
-Me estás matando -murmura a milímetros de mí. Su voz ronca, y su rostro de estar sufriendo un gran dolor, me da pie a que me deshaga de su boxer con lentitud, sin dejar de mirarle a los ojos.
No se queda atrás, introduce su mano izquierda en el interior de mi pequeña ropa interior, tirando de ella hacia mis tobillos, gracias a los cuales puedo terminar de quitarmela con sólo un movimiento.
Parece que el tiempo se detiene en este momento. Tengo a Ares completamente desnudo ante mí, exactamente de la misma forma en la que estoy yo. No soy una experta, por el claro hecho de que hasta este momento, llevaba la virginidad acuestas. Pero sé lo suficiente como para poder disfrutar ambos de esta experiencia.
Poco a poco, introduzco su miembro en mi interior. Es lo suficientemente doloroso al principio como para dar un ligero salto, pero debido a mi propia humedad, ese dolor disminuye, y cuando comienza a mover sus caderas, es cuando descubro que no hace falta morir para ir al cielo; follando se llega antes.
****
Observar su pacífico rostro es más de lo que necesito. Duerme plácidamente, así que aprovecho para ducharme, vestirme, y bajar a desayunar en lo que él descansa.
Supongo que lo que no me esperaba al bajar era encontrarme a un comité de bienvenida en la cocina. Hay más de diez personas, entre las cuales distingo a Mayte, a Jason y a mis amigos.
-¿Alguien me explica qué es esto? -inquiero, no me esperaba esto. Yo sólo quiero desayunar.
-¿Y Ares? -pregunta Jason.
-Sigue durmiendo -respondo. Creo oír a la castaña decir "no me extraña", pero no me importa. Si nos ha oído, y le molesta, que se vaya.
Cabe mencionar que ni Ares, ni yo, pensamos en la distracción mientras lo hacíamos, así que posiblemente se hallan enterado todos mis amigos.
-Son algunos de la banda de Ares -me informa Jason-, han quedado con él.
Asiento, y señalo las escaleras indicando que voy a despertarle. Me parece bastante raro, porque Ares había decidido que confiaría sólo en los justos y necesarios; y si como mínimo considera necesarias quince personas, quizás más, es que posiblemente el problema sea mayor de lo que yo habría imaginado con anterioridad.
Cuando llego, ya está saliendo de la ducha, con una toalla envuelta en su cintura. Cuando me mira, la palabra alegría parece quedarse corta para describir su mirada. Aunque está parece desaparecer repentinamente.
-No usamos condón -sentencia.
-Mierda -espeto-, ¿y ahora qué hacemos?
-Tengamos un hijo, Heather.
-Madre mía has perdido la cabeza, voy a llamar a un psiquiatra.
Busco mi móvil entre mis cosas, y me detengo cuando oigo su risa. Me ha vacilado con lo del bebé, pero no me voy a reír tanto como no encontremos una solución para esto y rápido.
-Heather, soy estéril. Me hice una vasectomía hace dos años -decreta, con una sonrisa-, yo tampoco quiero niños.
Suspiro aliviada, ahora si que es mi alma gemela. Pero tendrá que pagar por el susto que me ha dado; pensar que quería un niño ha sido suficiente para que me de un paro cardíaco.
-Tienes a no sé qué de tu banda esperando abajo, así que tira y déjate de bromas -espeto.
-Lo había olvidado -admite, y se viste, dejando su abdomen al aire.
Venga, muy bien Ares. Así es como se consigue que no me pueda concentrar en absolutamente nada que no sea en besar esos cuadraditos. Niego con la cabeza rápidamente; no es el momento.
Ambos bajamos al mismo tiempo, sigo pensando en como vengarme. La mera posibilidad de ser madre logra erizarme la piel, pero en el mal sentido. Yo no he nacido para ser madre, criar y educar a un niño, o niña. Me alivia el hecho de que Ares piense de una forma similar, aunque desconozco el motivo de por qué piensa así.
Tampoco quiero pensar que lo mío con Ares va a ser para toda la vida, y pensar en hijos es tan prematuro como absurdo. Simplemente no va a ocurrir, y yo debería dejar de rallarme tanto por esto.
Ares se reúne con los suyos, y no es hasta que me hace una señal, que me acerco. La verdad es que no pinto nada ahí, sentada junto a ellos como una más, pero la curiosidad me puede, así que me acerco, y me siento en el regazo del tatuado.
-Bueno -comienza Ares a hablar-, lo primero, quiero dejar claro que quien quiera irse, es libre de hacerlo. No puedo obligar a nadie a que pelee por una causa tan personal como ésta -respira antes de continuar-, pero la realidad es que os necesito a todos, y a quienes podáis convencer. Sabemos que Mike no considera esto un juego, y va a ir a por todas. Va a intentar sorprendernos, y acorralarnos, ya sabéis lo rastrero que puede ser.
-¿Y qué plan ahí? -inquiere una chica, algo mayor que yo, también rubia-, ¿morir?
-Puedes irte cuando quieras, Claudia, creo que lo he dejado bastante claro -repite Ares, por su tono de voz, entiendo que esta chica no es ni de lejos, su amiga-, el plan es básico, sorprenderle. Si esperamos a que él ataque, solo podremos defendernos, y sabemos que su punto débil es su defensa.
-No pretenderás que matemos a Mike -vuelve a hablar Claudia-, estás loco, Mike es intocable.
-Diablo también lo es, y Connor consiguió llegar a él -le reprocha un chico que está junto a ella.
-La diferencia es que Mike no se deja engañar por niñas.
Vaya, directamente hacia mí. Pues si, soy una niña. La pequeña diferencia es que no voy a relajarme al nivel de una ridícula así. No me enfada realmente; se notan los celos a kilómetros. Sonrío, y le guiño un ojo a la zorra.
- Bueno, vale ya -dicta Ares-, si, voy a por Mike, y si, voy matarle. No necesito a nadie para eso, solo para distraer a sus hombres. Ahora bien, ¿quién se queda conmigo?
Algunos se levantan, e intuyo que ellos definitivamente no colaborarán, puedo entender su postura. Lo malo, es que la zorra esa no se levanta, sino que permanece sentada, clavada a la silla. Si tengo que tragar con ella, casi prefiero entregarme a Mike yo misma.
Ares organiza una nueva reunión, y Mayte se acerca a mí. No sé qué me pasa, que hasta me parece que ella me mira mal; no sé si soy yo, o es que estoy haciendo algo muy mal y no me doy cuenta. Aunque cabe mencionar que tampoco me importa mucho joder a cualquiera de esas dos.
-Tenemos que entrenar -informa, asiento-, ¿has disparado alguna vez en tu vida un arma?
-No, nunca, ¿por qué tengo que aprender a hacerlo? -inquiero. No sé hasta que punto me agrada la idea.
-Autodefensa -simplifica-, nada es más efectivo que un balazo en el cráneo.
Se acerca a Ares, y tras decirle unas palabras en el oído, él se acerca a mí rápidamente.
-Te va a llevar a un campo de tiro, ¿vale? -dice.
-Cuidado con la Claudia esa porque como vuelva y este cerca de ti la dejo calva -respondo, cambiando completamente de tema-, yo solo te aviso. Y aplícate el cuento a ti mismo.
-Que miedo -se burla y sonríe-, estarás en buenas manos. Cualquier cosa, llámame, ¿vale?
Le doy un beso y me alejo, no sin antes comprobar que Claudia lo ha visto, la sonrío al alejarme. La considero una amenaza, aunque no es por su físico despanpanante, sino por sus intenciones. Sino ha tenido algo con Ares, por lo menos la intención existe.
El viaje en coche es bastante breve, y el campo de tiro está alejado de todo, por lo que intuyo que es para que nadie nos reconozca y avise a Mike, pero también es contraproducente; miro mi móvil, y si, tal y cómo lo pensaba. Ni una ralla de cobertura.
No le doy importancia, la castaña parece saber defenderse por sí misma, y cuando entramos en el recinto, saluda con emoción a los pocos hombres que nos cruzamos, así que entiendo que estamos en territorio seguro.
Caminamos hacia una zona donde hay algo para cubrirse las orejas, lo primero que hace tras darme una de esas cosas, y ponerse ella otra, es buscar un par de láminas de folio, en las cuales se ve impresa una figura humana.
-Se supone que no deberíamos hacer esto -admite-, ya que no tienes permiso de armas. No creo que te digan nada, pero si te lo piden sólo sonríe y di que se te olvidó en casa de Diablo, no volverán a molestar.
-¿Es necesario llamarle así? -inquiero, odio ese apodo con todo mi ser.
-Así le conocen, si dices Ares, posiblemente no sepan quien es.
Asiento, cuando hablan de él, es como si se tratara de alguien completamente diferente. Tan temido, tan conocido, tan imponente... Desde luego que Ares es diferente a Diablo, a pesar de habitar los dos en el mismo cuerpo.
Me da una pistola, pesa más de lo que pensaba, así que la sujeto con las dos manos tal y cómo lo hace ella. No da muchas instrucciones, la verdad. Se coloca en su puesto, me mira, se coloca unas gafas de plástico y las ojeras, y dispara. No da en el centro del muñeco, pero se queda cerca.
Vuelve a intentarlo una y otra vez, y en alguna ocasión llega a quedarse la bala a milímetros del centro de la silueta, pero no acierta en el punto concreto.
-Te toca -me dice-, buena suerte.
No es una competición, así que no la necesito. De cualquier forma, no creo en la suerte, así que hago memoria de todos los gestos que ha hecho ella antes de disparar, me posiciono, y coloco las manos al igual que lo ha hecho ella. Y por primera vez, disparo.
Al salir la bala, la presión hace que retroceda un par de pasos, por lo que el pequeño misil pierde estabilidad, y no logra atravesar al muñeco, sólo parte del folio en blanco.
Vuelvo a intentarlo, teniendo en cuenta esta vez que me hará retroceder, hago especial hincapié en mantenerme completamente recta, y con los pies, hago fuerza para permanecer completamente anclada al suelo.
Cierro mi ojo izquierdo para intentar apuntar en un lugar adecuado; es lo que hacía con el arco, en las clases de tiro a la diana. Supongo que esto no puede ser tan complicado, enderezo mi espalda, y mi cuerpo queda perfectamente recto y sin ninguna curva.
Entonces, disparo. Una, otra... Hasta que comienza nuevamente a llover, y entonces es imposible continuar, los papeles se han mojado por completo, me gustaría decir que conseguí dar en el punto del centro, pero no ha sido así, aunque según Mayte, tendré más oportunidades para practicar.
Se despide de sus amigos efusivamente, y nos montamos en su coche. La tormenta empeora por momentos, y la cobertura permanece siendo nula. La castaña, se ve obligada a conducir despacio, porque la superficie de la carretera está bastante húmedo y resbaladizo, a parte de que la lluvia torrencial impide que pueda ver con claridad.
-Heather, llama a Diablo -indica Mayte.
-No sé de quien me hablas -respondo, estoy cansada de que le llame así.
-Joder, que llames a Ares.
Reviso el móvil una última vez antes de responder-: no tengo cobertura, ¿qué pasa?
Vacila unos segundos antes de responder. Me está poniendo histérica su actitud.
-Nos están siguiendo.
La situación parece no poder empeorar; una carretera deshierta, en una tarde de un día de tormenta y granizo, y un coche siguiendonos. Ella no habla, se limita a conducir, pero por sus gestos, sé que se está agobiando.
-¿Siguen detrás? -inquiere, sin apartar la mirada de la carretera.
-Sí -afirmo, observando por el espejo retrovisor al deportivo azul que nos persigue desde varios kilómetros atrás.
Mayte pisa el acelerador de golpe, y crea distancia entre ambos coches, pero el conductor acelera también. Si antes había alguna duda, ya no la hay, nos están siguiendo, y parece que no planean darnos un susto nada más.
No sé ni que pensar en estos momentos, mi móvil sigue sin tener cobertura, es imposible que no halla cobertura en ningún punto de la ciudad. Y pocos minutos después, estas dudas quedan resueltas, cuando vemos decenas de obreros rodeando una torre de conexión caída en la carretera, en mitad de nuestro camino.
El coche pierde su estabilidad, y Mayte da un volantazo para lograr evitar un edificio. Nos estamos acercando cada vez más a la torre, no sé cuál es el plan. Otra vez el coche pierde su estabilidad, y en esta ocasión, oigo un fuerte golpe que impacta directamente en el cristal trasero.
-Nos están disparando -dicta, resolviendo mis dudas. Mi corazón parece detenerse en ese momento.
-Tienes que dar media vuelta -aseguro, estamos a unos cuantos metros del poste. Si frena, nos pillarán; sino, nos mataremos contra un poste de electricidad.
-Este es el plan -comienza a hablar-, coge mi arma, y agachate. Iré a pedir ayuda a los obreros.
Asiento, sujeto el arma entre mis manos y rezo por no tener que llegar a usarla, pero cuando frena de golpe, y sale corriendo del coche, entiendo que ahora estoy sola, aunque sean sólo unos minutos. No deben verme, quizá tengamos la oportunidad de hacerles creer que yo no estaba en el vehículo, así que me agacho.
Pasan los minutos, y no veo regresar a Mayte. Elevo ligeramente mi cabeza, puedo ver como retrocede unos pasos, y busca el arma en su bolsillo, arma que tengo entre mis manos.
Apunto, e intento darle a alguno de ellos; no lo logro. Sólo consigo que se percaten de mi presencia, y cuando uno de ellos alza su arma en dirección a la castaña, y dispara, entiendo que estoy más sola que nunca. Sola, con un coche que a medias lograría conducir, y un arma con él que soy incapaz de matar.
Veo el cuerpo inerte de Mayte caer al suelo. Si al menos hiciera alguna señal de seguir con vida, iría a ayudar, aunque estaría sellando mi propia muerte, pero está muerta. Uno de ellos lo comprueba, y ríe.
No puedo perder más tiempo, con las manos temblorosas dejo el arma en el asiento del copiloto, y me sitúo en el lugar que anteriormente ocupaba Mayte, introduzco la llave, e intento arrancar. En ese momento exacto, el deportivo azul impacta contra el coche, y hace que mi cuerpo bote adolorido en el asiento. Vuelvo a girar las llaves, y esta vez el coche arranca, trato de recordar las clases de Barney, muevo la palanca de marchas, y arranco.
No tengo seguridad ninguna al volante, pero ellos no tienen por qué saberlo. No soy una experta conduciendo, posiblemente termine con el coche estampado contra un edificio, pero habré logrado huir de ellos.
Acelero, pero freno levemente, si voy muy rápida soy incapaz de controlar el vehículo. Puedo ver que ahora son tres coches los que me siguen, y comienzan a disparar, la primera vez que lo hacen me asusto, la segunda acelero para crear más distancia, y que les cuesta mayor trabajo acertar.
-Mierda -suelto cuando oigo un móvil sonar.
Busco en mis pantalones, pero no lo encuentro. Miro al agujero donde hace unos segundos estaba escondida, y ahí está. Sino fuera porque en la pantalla alcanzo a leer el nombre de Ares, no soltaría el volante para agacharme y cogerlo; pero es él, así que me mentalizo de que sólo tengo una fracción de segundo antes de perder el control del vehículo, y agarro el móvil entre mis manos.
-Joder -espeto al ver que la llamada se ha cortado.
Con una mano en el volante, la otra en el móvil, y la vista también, busco el contacto de Ares, y le llamo. Alzo la vista, me sorprendo al ver que me he salido de la carretera, me dispongo a girar cuando una nueva bala impacta contra el coche.
-Vamos, Ares. Cogelo -insisto en voz alta. Necesito que conteste, y que me diga que hacer.
Otra bala impacta, esta vez en el espejo retrovisor. He perdido toda la visibilidad trasera, tengo que conducir a ciegas.
-¿Heather? -oigo la voz de Ares, y pongo el altavoz-, ¿qué pasa? ¿Dónde estáis?
-Me están siguiendo, Ares. Necesito que me digas que hacer.
-¿Y Mayte?
-Está muerta, Ares. Ellos la han matado.
-Joder, Heather. ¿Dónde cojones estás?
-¡No lo sé! -expreso-, Ares, hay tres coches detrás de mí disparando. Dime que hago, ya.
-Activa el gps del móvil, rastrearé la ubicación e iré a por ti.
-Por favor, no tardes -le pido-, y no cuelgues.
Necesito sentirme acompañada en estos momentos, creo haber salido de la ciudad unos kilómetros atrás, sólo veo campo y tierra, pero podría estar equivocada, así que prefiero no dar indicaciones erróneas.
-Cariño -vuelve a hablarme-, todo va a salir bien, te quiero, ¿vale?
-Yo también te quiero, Ares.
Se hace el silencio, y eventualmente controlo si se corta o no la llamada, pero no, él sigue ahí, acompañandome. Un nuevo disparo logra desconcentrarme de la carretera.
-Heather, ¿están disparando?
-Sí -han roto el espejo retrovisor izquierdo, el de atrás, y no sé qué más.
-Tienes que disparar -asegura-, cuando estés en una recta, girate y dispara. Sólo unos segundos, y vuelve al volante.
Estoy en una recta, suspiro, inspiro, expiro, me calmo, y finalmente hago caso. Mantengo el volante sujeto con una mano, porque me veo incapaz de no perder el control si lo suelto completamente. Y con la otra empuño el arma, abro la ventanilla, y saco medio cuerpo por esta.
Inesperadamente, logro impactar en el cristal principal, y por las gotas de sangre que lo bañan, sé que he dado a alguien. El coche pierde el control, y se sale de la carretera... He matado al conductor.
-¿Qué tal, lo has hecho? -pregunta Ares.
-He matado al conductor -sentencio, creo que es evidente que por mi tono de voz, no me ha gustado tener que hacerlo en lo absoluto.
-Heather, lo siento, pero tienes que...
-Sé que tengo que matarlos -le interrumpo-, no pasa nada, ¿no?
Quiero hacerme la fuerte, pero los nervios pueden con mi barrera. No, no me gusta la idea de matar a nadie, pegar... Eso es otro tema. Pero matar son palabras mayores, y acabo de cruzar una barrera muy grande. Me digo a mí misma una, y otra vez, que tengo que hacerlo, que son ellos o yo.
Disparan nuevamente, no hace falta que diga nada Ares, vuelvo a hacer lo de antes, saco parte de mi cuerpo, pero esta vez no logro acertar en nadie; pero si le dejo al conductor sin espejo retrovisor. Ahora estamos en igualdad de condiciones.
-Ya te he localizado -afirma-, seguiré el rastro. Procura no alejarte demasiado para poder llegar cuanto antes a ti.
Es evidente que si me están siguiendo, no soy yo quien decido cuanto me alejo o no, así que entiendo a que se refiere; tengo que acabar con ellos, y tengo que hacerlo ya. No sé en qué punto Ares me ha creído capaz de matar a cinco o seis personas sin recibir ningún daño. Aunque si, soy capaz, de eso y mucho más. Soy Heather Smith, no un niñato de quince años débil e indefenso.
Esta vez tengo un arma, un vehículo y a mí misma. No, no estoy sola, me tengo a mí, con eso me basta, y me sobra.
Oigo el sonido de una bala impactar contra el vehículo, y no soy capaz de localizar la zona afectada hasta que el vehículo pierde toda estabilidad. Y soy incapaz de controlarlo, han pinchado una rueda. El coche se detiene de golpe, han pinchado la otra.
-¿Qué pasa? -inquiere el tatuado.
-Han pinchado las ruedas -le informo-, voy a correr, Ares.
-Estoy ahí en cinco minutos.
-Te quiero -le respondo.
No espero su respuesta, y dejo el móvil en el coche. Abro la puerta de golpe, y con el arma en la mano, corro todo lo que pueda. El coche sirve de obstáculo para que ellos no puedan atraparme, o al menos eso pienso hasta que les veo bajarse, y comenzar a correr.
En este momento, no veo pasar mi vida por delante. No quiero asumir que estoy perdida, que ya no tengo nada que hacer, aunque es la realidad. Hay seis hombres, más fuertes, más atléticos, con más armas, y más puntería que yo, persiguiendome. Si, soy más pequeña, más delgada y ágil; pero no tengo ni un tercio de su musculatura en las piernas, cada zancada que doy, son dos suyas.
No puedo seguir corriendo, disparan cada dos por tres, y al no verles, lo más probable es que acierten. Me giro para enfrentarles, con el arma empuñada, y lista para apretar el gatillo.
Ellos, al ver que me detengo, dejan de correr, y caminan.
-¡No tienes escapatoria, Smith! -grita uno de ellos a lo lejos-, ¡Ríndete!
-¡Ya te gustaría! -le respondo. Al estar centrado en la respuesta que le he dado, aprovecho y disparo. La bala impacta directamente en su hombro.
Oigo su grito, insultos, y quejidos, se detiene y arrodilla, pero sus compañeros siguen caminando hacia mí, y sino lo hago yo, pronto me pillarán.
Voy marcha atrás, no puedo perderlos de vista. Cuando creo que tengo oportunidad, disparo; pero no consigo dar a nadie. Ya saben de lo que soy capaz, y no se detienen, van a la izquierda, derecha... Constantemente en movimiento.
Aceleran el paso, lo hago yo también, pero, repentinamente se detienen. No les imito, sigo caminando marcha atrás, hasta que mi espalda impacta contra algo duro. Creo que es una pared, así que me giro.
No, no es ninguna pared. Es un hombre, con un arma entre sus manos.
-Hasta nunca, Heather.
Y es lo último que oigo antes de sentir el profundo, y agonizante, dolor de una bala perforando mi estómago con lentitud.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro