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38. No quiero enamorarme.

Hace calor, pero no demasiado; es lo primero que percibo al despertarme. Sé que anoche me dormí abrazada a Ares, como ya es costumbre, aunque no sé concretamente dónde está en estos momentos.

Si estuviera junto a mí, tendría más que calor, estaría derritiéndome, con su gran cuerpo logra cubrir la mayor parte del mío con suma facilidad, y aunque abro los ojos para comprobarlo, sé que no está.

Tampoco oigo el sonido de la ducha, ni el olor del desayuno llegar a mí. No tengo ningún derecho a exigir continuamente saber su posición pero si, me gustaría saber dónde está. No había sentido nunca esto por nadie que no fuera Alexandra, pero ella es como mi hermana, con ella es normal.

Simplemente no puedo querer a Ares Brown. Están bien los besos, los abrazos, las conversaciones interminables e incluso los celos, que aunque en sí son un gesto patético, pero que han sido los encargados de que hoy estemos teniendo lo que sea que es esto.

Pero no quiero más. No porque tema que me haga daño, no. No porque le considere inferior, o porque no me vea preparada para una relación. Es más sencillo que todo eso; sólo no quiero ataduras. Vaya, mañana comienza legalmente mi libertad, no voy a comenzar a atarme ahora.

Pero, y aunque mi mente dicta todo eso, mi corazón se encoge al comprobar que no está en ningún lugar de la cabaña. Su coche, tampoco. Y ni rastro de Alex y Paúl. Definitivamente, tienen unos planes en los que yo no estoy incluida.

Bueno, me es indiferente. Lo único que obtendrán es indiferencia porque, mientras yo me divierto comiendo, viendo películas y disfrutando de mi soledad, ellos estarán sudando bajo el sol.

Me aproximo a la cocina, algo habrá para cocinar, con suerte, habrá algo de pollo por algún lado. Mi vista se enfoca en una pequeña nota que hay en la encimera, junto a dos huevos sin cocinar. Alzo una ceja mientras que agarro la hoja.

"No me ha dado tiempo a prepararte el desayuno. Pero supongo que podrás cocinar dos huevos fritos sin quemar la cabaña.

Tu príncipe tatuado."

N

o sé qué se me da mejor: estampar huevos en cabezas o cocinarlos. Puedo hacer ambas, desde luego. Me interesa más saber a dónde ha ido que desayunar, y eso comienza a ser algo bastante grave.

Llevo la mano a mi frente y no, no tengo fiebre. Quiero ser racional, pensar con lógica y aislar pensamientos y pensamientos de la realidad, pero comienza a ser ligeramente difícil. Definitivamente, voy a estamparle los huevos en la cabeza a el príncipe tatuado.

Mi mejor amiga ha decidido unirse al equipo de quienes me dejan abandonada en mitad de la nada, así que decido buscar por internet algo que nunca antes me habría replanteado buscar.

"¿Cómo sé si me estoy enamorando?"

Lo busco en modo incógnito, por supuesto; no pienso reconocer nunca en voz alta que lo he buscado. Me veo tentada a bloquear el móvil y dejar de mirar páginas, seguro que son solo tonterías mías. Y como son solo tonterías, no importa si lo busco porque definitivamente no va a influir en mí.

Accedo a la primera que veo, con la finalidad de acallar mi mente cuanto antes. Comienzo a leer en absoluto silencio.

"¡Hola corazones sonrojados míos!"

Cierro los ojos con fuerza, tratando de no reírme a carcajadas tras leer la primera frase de la página web.

"Hoy os tengo un post súper especial, ¿cómo saber si nos estamos enamorando? Bueno, esa es una pregunta que nos asalta a muchos de nosotros cuando llega una persona especial a nuestra vida. Quizá sea esa persona en concreto quien se atreva a preguntarte si estás enamorado/a de él/ella, o si por el contrario, eres tú quien piensa que puedes estarlo.

Para continuar leyendo, recomendamos la compañía de tu mejor amigo/a, para que te aconseje y te ayude a decidir si encajas con el perfil de una persona enamorada. Si estás solo/a, una cerveza, un poco de chocolate y este post serán suficiente para ti."

Pensaba ir a por una cerveza y algo de comer antes de que el estúpido post me lo ordenara, no tardo ni dos minutos en encontrar los dulces, pero las cervezas parecen haberse acabado así que una botella de vodka pasa a ser mejor opción.

Me siento nuevamente en el sofá, sirvo parte del contenido de la botella en un vaso de cristal, y dejo los dulces sobre la pequeña mesa que hay enfrente del sofá más grande. Desbloqueo la pantalla y continúo leyendo:

"El amor no es fácil, muchas veces tampoco correspondido y menos complaciente. El amor no se basa en acceder a todo lo que la otra persona quiera, no. Se trata de encontrar el perfecto equilibrio entre dos almas, dos corazones, dos mentes.

Llegado a este punto, piensa en que te gusta más de él o ella, ¿es su sonrisa? O por el contrario, ¿es su actitud la que te enloquece? Hay dos diferencias muy grandes entre amor y atracción: una dura, la otra se desvanece con el paso de los días.

Enamorarse de un físico cualquiera puede, enamorarse de una mente es solo para privilegiados. Lo malo de lo segundo es que nunca se olvida, no se supera, no se reemplaza. Se asume, y se oculta el dolor, pero este no llega a desaparecer nunca.

Y ahora sí, ¿cómo saber si estás enamorado/a?

¿Conoces el juego del "yo nunca"? Seguramente sí. Pues básicamente, cada vez que acierte sobre ti, beberás de tu cerveza. Allá vamos:

·Puedes pasar horas en su compañía sin llegar a aburrirte."

Miro el contenido del vaso, sé que es cierto. Pero es que, cualquier persona que conozca a Ares sabe que es imposible no aburrirse con él. Bebo el contenido del vaso, y sirvo nuevamente.

"·Cuando algo le duele, te duele a ti. Es inevitable, estáis conectados, sois uno."

Pienso en las ocasiones que involuntariamente, Ares halla influido sobre mí. Si es cierto que es capaz de contagiarme sus estados de ánimo, pero no sé hasta qué punto pueda tratarse de una conexión. Aún así, bebo.

"·Le echas de menos ahora mismo."

Bebo. Este juego está empezando a gustarme más, es tan sumamente sencillo comprender mis pensamientos con un cubata de vodka en la mano.

"·Podríamos pasar horas hablando de factores que sientes o qué has sentido. Pero la mayor prueba es que has leído todo el post, y sí, tu diagnóstico es positivo."

Miro el ahora vacío vaso de cristal y lo relleno. Va a ser una tarde de bastante alcohol, y algún que otro dulce. Dejo el móvil sobre la mesilla, y me acerco a la televisión para encontrar algún programa que acompañe ésta inesperada e íntima borrachera.

A veces, el alcohol parece ser un método para asumir. Es relativamente sencillo, en estos momentos, decir que quizás me esté empezando a enamorar de Ares Brown, pero sé que estando plenamente consciente, no será posible. Ni siquiera soy capaz de decirlo es voz alta estando borracha.

Oigo sonar mi móvil, alzo una ceja, es obvio de quien espero una llamada. Me veo tentada a contestar, pero me niego. Mi orgullo parece decidir por mí en estos momentos. Vuelve a sonar nuevamente, voy a comprobar si es él o no, pero no contestar. Eso es completamente innecesario, y está fuera de lugar.

"Mateo", ¿y éste para que me llama ahora? Definitivamente, el hijo de los Lauren nunca logrará ser oportuno. Contesto la llamada, al menos él conseguirá darme un motivo para seguir bebiendo, estoy convencida.

-Mateo-o -balbuceo ligeramente la última letra-, me queda un cuarto de una botella de vodka y no sé si segu-uir be-e-ebiendo o no,... ¿qué opinass?

-Buenas tardes, prometida mía...

-Por un momento he pensado que realmente nos íbamos a casar -le interrumpo-, e i-iba a buscar otra botella-a para morir d-de un coma etícilo... O etílico... ¿cómo es?

-Que directa -espeta-, escucha, ¿puedes venir al hospital central ahora?

-Desde luego que no voy a ir a verte. R-recuerda, los hospitales son para cos-s-sas serias, no para que te arreglen las-s uñas rotas...

-Barney ha tenido un accidente.

Aprieto la botella entre mis manos, siento que en este mismo instante las paredes de la cabaña cada vez se juntan más entre sí, trato de balbucear una repuesta, pero no lo logro. Sólo puedo oír mi respiración agitada, que poco después provoca que comience a hiperventilar sin control de ningún tipo.

-... Heather, respira y responde.

No estoy en condiciones de no hacerle caso. Siento que el alcohol, mezclado con mi histerismo, me está jugando una mala pasada. Sé que con respirar comenzará a ir todo mejor, y que podré levantarme a buscar agua, pero en el momento en el que las palabras de Mateo se reproducen en mi mente, vuelvo a perder el control.

Suelto la botella, oigo que cae al suelo, incluso puedo oír como los cristales se dispersan por toda la estancia. Apoyo mi cabeza en el sofá, inspiro con fuerza y expiro, siento como mis uñas se hunden ligeramente en la piel de mis piernas.

Mi respiración parece relajarse, quizá no lo suficiente para levantarme sin ningún mareo de por medio, pero si para poder volver a hablar.

-Mateo, ¿qué le ha pasado? ¿Está grave? -inquiero.

No me resulta sencillo hablar. Las palabras tardan en procesarse en mi mente, y es complicado pronunciarlas.

-Está en quirófano... -suspira ligeramente al terminar la frase.

-¿Puedes venir a buscarme?

-Sí, claro. ¿Dónde estás?

Buena y maravillosa pregunta, pero puedo hallar la repuesta. Activo el GPS, y accedo al Google Maps, donde inmediatamente me muestra mi actual ubicación, la cual le envío por WhatsApp.

-Te espero, date prisa -y cuelgo.

Parece que no está tan lejos de la ciudad como creía, a tan solo tres horas, cuando vinimos, mínimo fueron seis horas de trayecto; no es lógico que el tiempo se duplique así como así. Frunzo el ceño, esto huele a mentira de Ares Brown por todas partes.

Me levanto, siento como mi cuerpo tiembla y me veo obligada a agarrarme al primer mueble que veo. No puedo dejar que las emociones me venzan, no ahora que ya estoy en pie.

Camino esquivando, en gran medida, los cristales de la botella, puedo apreciar el reflejo del líquido en el suelo. Ya lo limpiaré cuando vuelva. Encuentro las llaves de la cabaña contigua en un pequeño cesto, intuyo que esa pequeña casa ya no es de Alex y mía, sino que se ha convertido en su nido de amor.

Entro, y busco entre mis cosas que ponerme. No es sencillo, en estos momentos, decidir, pero no soy una persona que en los malos momentos, se ponga una sudadera, unos vaqueros y se vaya al hospital, no. En los malos momentos, es cuando más me pide mi físico que lo mime; el, a cambio, me aporta una seguridad que no logro encontrar en mi interior en estos momentos.

Busco mis tacones, un mono negro largo, y tras seleccionarlo, entro a bañarme. Me gustaría poder pertenecer a una clase social donde, los tacones, ya se etiquetan como algo muy elegante, pero la realidad es que en el entorno al que pertenezco, algo así es solo el pan de cada día.

Quiero huir de eso, pero mi naturaleza sabe la realidad y es que soy igual que ellos, y que en el fondo, no me disgusta. En mi interior, me gusta sentirme parte de esa élite.

No he terminado de ponerme los tacones cuando oigo el sonido de un claxon en el exterior. Ni siquiera me replanteo que sean ellos, y no Mateo. Recojo mi bolso, no puedo cerrar con llave ambas cabañas principalmente porque Ares se llevó la de la nuestra, así que cierro la de Alex, y dejo nuevamente la llave en la mía. Si quieren entrar a robar lo hagan con o sin la llave.

Diviso el coche de Mateo a pocos centímetros, él al verme baja inmediatamente del vehículo; está tan guapo como siempre, normal que luzca su físico, es lo único bueno que tiene.

El efecto del alcohol amenaza con abandonar mi cuerpo, y no me siento preparada para que lo haga. Son muchas las emociones que planean desbordarme, así que vuelvo a entrar a la cabaña de Ares, y cojo una botella de ron.

-Ahora sí podemos irnos -le digo y comienzo a caminar hasta su coche.

-Yo también estoy encantado de volver a verte, Heather -contesta irónico.

Ruedo los ojos, y hago un gesto para que se de prisa. No estoy aquí sentada por él, si tuviera otro modo de llevar al hospital lo haría sin pensarlo dos veces, sólo lo hago porque necesito ver a Barney. Necesito verle, porque mínimo quiero darle las gracias por todo lo que hizo por mí, y por lo que día a día, continúa haciendo sin darse cuenta.

-¿Cómo fue el accidente? -inquiero sin rodeos.

Él también parece tener prisa por llegar, ya que conduce a gran velocidad por carreteras en las que está completamente prohibido hacerlo.

-Un coche le sacó de la vía, dio varias ruedas de campana, y finalmente explotó el coche.

Sólo de pensarlo se me estruja el estómago, y mis manos comienzan a sudar nuevamente; no ha sido un ligero accidente, no ha sido un leve golpe. Está debatiéndose entre la vida y la muerte en el quirófano, y no sé si voy a poder despedirme de él.

-Cuando consiguieron sacarle del coche, estaba prácticamente irreconocible -prosigue-, pero continúa luchando.

-Siempre ha sido un luchador, Mateo -concluyo.

Toco el tapón de la botella, nunca antes había sentido tanta impotencia, ni tan siquiera cuando casi fuimos violadas Alex y yo por Connor. Es un sentimiento horrible saber que la persona que, sin tener por qué hacerlo, se encargó de hacerme una persona fuerte e independiente.

Desenrosco el tapón de la botella, y aunque el olor del ron nunca será de mis favoritos, me detengo un par de segundos para analizarlo; sí, es un buen ron.

Lo acerco a mis labios y doy un ligero sorbo.

-Y, ¿viste el programa? Ya sabes, dónde dicen que nos vamos a casar...

-Sí -le interrumpo-, mínimo un mensaje que dijera "oye, Heather, ¡nos vamos a casar! -trato de imitar su voz-, no hubiera estado mal.

-Yo tampoco lo sabía -bufa-, tu padre me dijo que planeaba vender que podía haber un supuesto romance, nada de boda, ni muchísimo menos. En fin, Enrique ha conseguido lo que quería.

-¿Y qué es lo qué busca concretamente? -pregunto, nunca antes me había interesado tanto hablar con él. Es el hecho de saber que, no sólo ha logrado jugar conmigo Enrique, sino que somos varios jugadores.

-Es evidente -decreta-, simplemente le conviene presionamos socialmente para que decidamos colaborar con su mentira, y mis padres se vean obligados a firmar un acuerdo con su agencia, y la empresa de tu madre.

Pienso en Bárbara, supuestamente, ella no sabía que iba a trabajar con mi padre, pero, a estas alturas, doy por hecho que ya se habrá enterado, si es que no lo sabía ya. Parece que mi padre es un gran estratega.

No respondo a Mateo porque, siendo breve y sincera, aún no he decidido si creer en él. Es decir, ha sido un aliado de mi padre en numerosas ocasiones, y todas ellas compartían que yo era el enemigo. Así que no, definitivamente Mateo Lauren no va a tener las cosas nada fáciles para lograr convencerme.

Le doy otro trago a la botella, el alcohol es la única compañía que ansío tener junto a mí en estos momentos, busco mi móvil por mis bolsillos y cuando lo encuentro, lo apago.

Cierro los ojos, y apoyo mi cabeza en el cristal del vehículo, necesito detener mi mente, ansío dejar de pensar, pero no lo logro.

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