36. Ni sentir, ni pensar.
Sujeto la jeringuilla entre mis manos, no hay una etiqueta que especifique el nombre de la droga, aunque pensar que podía haberla sería ridículo. Por más que he buscado, no he podido encontrar ni rastro de más de esa maldita sustancia en su habitación, significa que o no le queda más, o que lo tiene demasiado bien escondido.
Recuerdo cuando aquel día, en su balcón, me prometió que no era un vicio, solo por diversión. Lo que no recuerdo es porque, una mínima parte de mí, quería creerle, aún sabiendo que mentía.
Hace demasiado calor aquí dentro para estar ya anocheciendo, me acerco a la ventana dispuesta a abrirla, y entonces, una absurda idea ronda mi mente; desde aquí, puedo ver la posición exacta dónde se encontraba el coche de los Goldberg, y por ende, podría haber visto la escena en la que casi logra besarme.
Pero es absurda, nadie en su sano juicio se drogaría por ver a una amiga, por la que siente algo mínimo, estar apunto de besar, ni más ni menos, a su ex novio. Porque desde esta posición, dudo que se pueda apreciar con claridad que yo rechazaba por completo este acercamiento.
No voy a quedarme con las dudas, nunca he sido de temer quedar en ridículo, así que avanzo rápidamente hasta el baño y abro la puerta de par en par.
Para mí suerte, Ares aún no está desnudo. No sé que ha estado haciendo, porque llevará unos diez minutos solo y se suponía que iba a ducharse, pero no es lo que más me preocupa.
-Ares, ¿Cómo de celoso eres?
Me mira fijamente y enarca la ceja derecha, como si supiera por donde voy. Me aproximo a él, lo suficiente como para tener que ponerme levemente de puntillas para poder mirarle a los ojos.
-No le he besado -murmuro-, no me gusta, Ares. No quiero nada con él...
-No me importa -me interrumpe abruptamente-, como si te lo quieres follar. Me da absolutamente igual.
-Tranquilo, lo haré -respondo, enfadada por su actitud-, él tenía razón.
Solo estoy buscando que admita que está celoso, sólo eso. Sé que no es fácil, y que lo más probable es que aunque no lo admita ahora, en un tiempo si lo haga.
-¿Qué tiene razón en qué el gilipollas ese? -inquiere.
Menos mal que no estaba celoso, solo ha bastado un segundo para que su actitud pasiva cambie por completo.
-En que es mejor que tú -le respondo serena, y me alejo de él-, en que él si sabría tocarme, besarme...
Sus ojos parecen arder de la ira, e internamente sonrío. Espero que ahora no sepa cómo ocultar sus celos nuevamente, aunque no debo olvidar que está bajo los efectos de esa droga que según él "no me deja sentir, me permite no pensar".
Se acerca a mí con rapidez. Mi espalda debería haber impactado contra la pared, pero uno de sus brazos se cuela en el espacio entre mi cuerpo y ésta, y no llega a haber ningún golpe.
Su mano libre se encuentra en mi mejilla. Por supuesto, su mirada no abandona en ningún momento la mía.
-No vuelvas a hacer esto, Heather -ordena, pero sé que solo es una súplica-, no vuelvas a intentar ponerme celoso porque podría matarle.
Sé que es capaz de matar a alguien.
-Pues no vuelvas a drogarte -contraataco.
Apoya su frente en la mía con delicadeza, su mirada aún arde, pero puedo ver sus esfuerzos por acallar los demonios internos.
-Algún día sabrás todo de mí... Y entenderás todo esto -dice, con lentitud, pronunciando con delicadeza cada sílaba.
Aproxima su cuerpo aún más al mío. Que difícil es ignorar que solo está en ropa interior, y que fácil sería perder el control.
-Tienes que ducharte -le advierto-, cuando se te pasen los efectos, hablamos.
Niega con la cabeza. No parece dispuesto a dejarme escapar.
-Estoy perfectamente -discute juguetón-, báñate conmigo.
Creo que mis mejillas están ardiendo. Solo de imaginarme la situación, ciertas partes de mi anatomía reaccionan. Trago saliva con fuerza mientras siento su mano recorrer mi abdomen.
-Mejor me voy -aseguro, mi voz suena absolutamente ronca.
-No voy a violarte, rubia -murmura muy cerca de mi oído, me estremezco.
-No puedo prometer lo mismo.
Una carcajada brota de él al oír mi respuesta. Que piense que es broma, si quiere, pero si ahora mismo soy incapaz de controlarme, dudo que estando desnudos, en la bañera, sea capaz de hacerlo.
Sus manos se enrollan alrededor de mi camiseta, y con delicadeza, tira de ella hacia arriba, dejando a la vista mi bikini. Ni siquiera llevo pantalones.
-Y pensar que ese subnormal ha tenido todo esto tan cerca... -bufa sin dejar de mirar mi cuerpo.
Nunca entenderé que tiene mi anatomía que logra que Ares pierda la cabeza. No es la primera vez que lo ve, pero la reacción es la misma.
Trata de desabrochar el sujetador del bikini, pero niego con la cabeza y él entiende que hasta ahí. No es que no quiera acostarme con él, porque cualquier persona en su sano juicio querría, pero no estoy segura de querer perder la virginidad con él.
Le prohibo desprenderse de su ropa interior, es el primero en meterse en la bañera, así que cuando es mi turno simplemente me adapto al espacio que deja su cuerpo -que no es mucho-, y me siento de espaldas a él, apoyando mi espalda en su pecho y estirando por completo mis piernas, al igual que él. Me estiro levemente para abrir el grifo.
-No sé que es esto -murmura en mi oído- y no sé si quiero ponerle un nombre, porque cuando etiquetas algo, pierde su esencia. Y no soy celoso porque te considere mía, sino por la posibilidad de perderte. Es ridículo tener miedo a perder algo que no te pertenece. Así que, si en algún momento te sientes atraída por ese imbécil, o por cualquier otro... Sólo dímelo, a él voy a matarle, pero tendré que respetar tu decisión.
-Parece que llevas mucho tiempo pensando en ello -le respondo.
-No el suficiente -admite.
Busco su mano y la entrelazo con la mía. Es una sensación tan relajante que no quiero escapar de sus brazos jamás.
-¿Cuándo voy a ver tu lado romántico? -inquiere curioso.
-Este es el romántico.
Ríe, pero no miento. No soy en lo absoluto romántica, solo me dejó llevar por la situación, un día le colmaré de caricias, y otro no podré ni besarle. Simplemente soy así.
Permanecemos en la bañera alrededor de una hora, cuando el agua ya se ha enfriado decidimos que es hora de salir, y bajar a preparar la cena.
Mientras él se cambia de ropa en su cuarto, yo voy a mi cabaña a hacer lo mismo. Creo tener bastante suerte de divisar la silueta de Alex en el cuarto de Paúl, así seguro que no me los encuentro haciendo guarradas en nuestra cabaña.
Me cambio de ropa, me cepillo el pelo húmedo y me maquillo ligeramente. No sé por qué siento la necesidad de estar presentable, aunque en realidad si sé el por qué.
Vuelvo a la cabaña de los hermanos Brown, y me encuentro a los dos chicos preparando la cena. En primera instancia disfruto de observales cocinar, aunque luego recapacito, seguramente quemen la comida. Me siento junto a Alex en el sofá.
-Nunca había visto a Paúl tan enfadado -murmura en mi oído-, estaba muy celoso y preocupado.
-Hombre, Alex, es que Óscar es el chico por el que más has sentido, es normal que le moleste -le aseguro, también susurrando.
-Ya, la verdad es que mi chico es un cielo... -suspira feliz-, por cierto, ¿Qué le pasaba a Ares? Has estado arriba mucho tiempo.
-No se sentía bien.
Decido que tendré que hablar con Ares, no quiero que se le escape ningún comentario acerca de lo que tenemos. Por el momento, solo somos amigos, y desconozco si eso cambiará; así que por el bien de todos, es mejor ocultarlo.
Evito sus miradas la mayor parte de la cena, a estas alturas creo que es bastante obvia la complicidad entre ambos, así que cuanto menos visible sea, mejor. Cuando todos hemos terminado de cenar, Paúl propone ver una película todos juntos en el salón.
Obviamente ninguno nos negamos a pasar tiempo juntos, así que nos sentamos todos en el amplio sofá; la pareja por un lado, bastante abrazadita, y Ares y yo algo distanciados.
-¿Por qué no te acercas? -inquiere susurrando mientras la pareja habla entre sí.
Les señalo. Él rueda los ojos entendiendo a la perfección a que me refiero, pero no parece aprobar mi decisión. Sea como sea, no es momento de discutir al respecto.
Paúl se apodera del mando por haber sido suya la idea, y busca entre los cientos de canales una película que sea decente. Al estar todas las luces apagadas, me animo a buscar la mano de Ares, y entrelazarla con la mía.
Él me mira, pero no es una mirada cálida, como si ese gesto le pareciera insuficiente. Me veo tentada a reclamarle, que no llevamos ni un día siendo escasamente algo más que amigos, y ya he soportado dos escenas de celos por parte suya, así que no está en condiciones de decidir nada, no por el momento.
-Deja esto -dice Alex.
Centro mi atención en la televisión, es una película cualquiera, sin nada de especial al principio de ésta.
Luego descubriría que la película era Cincuenta sombras de Grey
(...)
No han ni terminado los créditos de la película y la pareja ya está en pie. Paúl me mira suplicante, parece apunto de comenzar a dar saltos.
-Parecéis perros en celo, no me jodas -bufo-, que sea la última vez.
-¡Gracias! -exclaman ambos felices, y corren hacia la cabaña.
Entiendo que quieran disfrutar de su sexualidad, pero a este paso terminaran con toda la reserva de condones a nivel mundial.
Me levanto a cerrar la puerta con llave, dudo mucho que decidan entrar durante la noche, pero así me aseguro de que no me pillan con Ares en ningún momento.
-No voy a estar escondiéndolo, Heather -pronuncia el tatuado, su pose seria, cruzado de brazos, indica que no le gusta la situación.
-¿Y si esto dura dos días? -inquiero-, no quiero que afecte a su relación.
-Olvídate de ellos, -dicta- ellos están viviendo su relación, vive tú tu vida. No todo puede girar entorno de Alex, aunque quieras creer que sí. No tengo ningún interés en ir pregonando que estamos liados, pero lo que no voy a hacer es esconderme en mi casa -argumenta.
Me hace gracia como considera esta cabaña su casa. Pienso más detenidamente en sus palabras y sé que tiene razón, pero no sé hasta qué punto estoy dispuesta a hacerle caso.
-No lo forcemos -sugiero-, cuando nos salga solo... Pues eso, pero no forcemos unas demostraciones de cariño innecesarias.
Asiente, parece que hemos conseguido solventar una discusión sin terminar enfadados y odiandonos. Es todo un logro para ambos, que duda cabe. Me acerco a él y hago lo que llevo todo el día queriendo hacer, le beso sin dulzura, sin cariño, un beso que delata toda la tensión acumulada durante el momento del baño.
Rodea mi cadera con sus fuertes brazos, atrayendo mi cuerpo contra el suyo. Nuestros labios no se separan en ningún momento, eleva ligeramente mis piernas del suelo, y soy yo quien se encarga de enredar mis piernas alrededor de su cadera.
En esa posición, nos desplazamos hasta llegar a su habitación. Me repito una y otra vez a mí misma que, no debo olvidar el límite personal, que siempre me permitirá no entregarme del todo a cualquiera.
Me acuesta con dulzura sobre la cama, desde su posición me mira juguetón, dispuesto a continuar si yo se lo permito. Rodeo con fuerza su cadera y le atraigo hacia mí, quedando totalmente encima de mí. Sus besos se deslizan con lentitud por mi cuello, una lentitud que me tortura.
Sus labios van más allá, el primero en el contorno de mis pechos logra que un leve jadeo se escape de mis labios. Él suspira, como si ese gemido hubiera sido una invitación para continuar.
No necesita decirlo; yo misma me encargo de deshacerme de mí camiseta. Él sonríe, parece un niño pequeño con su juguete favorito, disfrutando del momento. Entonces es que caigo en que, en eso consiste el sexo; en la búsqueda del placer. La virginidad no es más que una ideología machista para atarnos al hombre que nos desvirga.
Yo sé que Ares no va a ser el último hombre en mi vida, pero en este momento es el único con el que realmente me apetece esto, y si esa es la finalidad del sexo, voy a aprovecharme de ella.
Haciendo algo de fuerza, consigo quedar yo por encima, sentada sobre su pelvis. Me inclino levemente para que mis labios puedan llegar a rozar su cuello, tras unos minutos, me siento orgullosa de la marca que ahora adorna su cuello.
Me deshago de su camiseta, y la tiro a no sé qué parte de la habitación en concreto. Admiro, como cada vez que tengo la oportunidad, su maravilloso torso, pero esta vez es diferente, esta vez no es algo simplemente bonito que observar, ahora es algo que siento bajo mis propias manos.
Acaricio sus pectorales, y voy dejando un rastro de besos intercalados con algún que otro chupetón. Le doy pequeños mordiscos en la zona del cuello, estoy experimentando, y sé que no le desagrada por el leve gemido que esta vez se le escapa a él.
Sonrío, y busco sus labios. A la par que nos besamos, sus manos aprovechan para acariciar mi culo de mil formas diferentes.
Después de un rato, la ropa comienza a estorbar. Bajo la cremallera de sus pantalones, y él se encarga de deshacerse de ellos con rapidez, los míos duran una fracción de segundo más.
La sensación es indescriptible, nuestros sexos únicamente separados por unas finas telas que podrían desaparecer con suma facilidad. Su juguetona mano se adentra en el interior de mi delicado tanga, y acaricia mi sexo con una lentitud que amenaza con matarme.
Mi respiración se agita, es una sensación grandiosa...
Empieza a sonar mi móvil, no voy a contestar ninguna llamada, seguramente sea Alex para ver sino nos hemos matado. Ares me mira con una ceja enarcada, a lo que respondo besándole. No me interesa hacer otra cosa en estos momentos que no sea esto.
La llamada cesa, y mis dedos juegan con el elástico de su boxer, el brillo de su mirada habla por sí solo; ambos estamos deseando esto de la misma forma, con la misma intensidad y pasión.
Suena un mensaje, lo cual ignoro, pero lo que me desconcentra completamente es que, por lo menos, me han llegado veinte mensajes en el mismo minuto, Ares también mira extrañado mi móvil.
Cuando deja de sonar, trato de volver a concentrarme, pero ni él ni yo podemos mitigar la curiosidad.
-Debería... -comienzo a decir.
-Sí, claro. No te preocupes.
Besa mi frente con suavidad, y me levanto de la cama en busca de mi móvil. Cincuenta y tres mensajes, dos llamadas perdidas.
Cuando veo los mensajes, el móvil se balancea entre mis manos, no puedo creer lo que estoy viendo. Ares se acerca a mí al ver mi estado de shock, y me arrebata el móvil de las manos.
Su reacción, no es, ni de lejos, similar a la mía. La ira se apodera de él al ver que es Mario, quien ha estado observando en todo momento nuestro encuentro íntimo, y fotografiándolo. Envía otro mensaje "Vaya, ¿Os he interrumpido? Cuanto lo lamento". Adivino las intenciones de Ares cuando abandona la habitación en ropa interior, a duras penas soy capaz de encontrar una camiseta que ponerme por encima antes de salir a buscar a ese hijo de la grandísima puta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro