29. Sangre por sangre.
N/A: Una actualización por semana. Normalmente actualizaré los lunes. Eso seguirá así hasta nuevo aviso. Besos.
Siento una fuerte presión en mi pecho, trato de respirar pero el aire con dificultad logra llegar a mis pulmones. Mis párpados pesan lo suficiente como para impedirme el poder abrir los ojos y averiguar qué, o quién, me impide respirar.
Despego mis labios el uno del otro y aspiro con fuerza, la presión en el pecho sigue siendo un impedimento pero logro que algo de aire llegue a mis pulmones. Descubro de esta manera que puedo emitir un sonido bastante agudo sin la necesidad de emplear aire. Lo hago una, dos y hasta tres veces.
Descubro que es alguien, y no algo, quién parece tratar de acabar conmigo cuando una mano se posa sobre mi boca, ejerciendo presión. No tardo en sentir un oxidado sabor en mi boca que indica que ha conseguido partirme el labio contra mis propios dientes. Trato de gemir del dolor pero soy incapaz.
Chupo, e intento morder la mano que me está privando de mi fuente de aire más fiable. Mi nariz apenas puede absorber el suficiente oxígeno en estos momentos, y estoy comenzado a sentirme bastante exhausta, y mareada.
Creo que tengo miedo, pienso en cuantas lecciones me dio Barney sobre defensa personal y no logro encontrar nada que pueda servir para arrojar lejos de mí a una persona de bastante más fuerza y peso que yo.
Con esfuerzo, logro abrir los ojos. La penumbra de la habitación no me ayuda a distinguir de quien se trata, pero si puedo ver que su cabello es castaño, y su tez pálida, y su piel está marcada por unos pocos tatuajes. No sé de quien se trata, pero no le daré el placer de acabar conmigo y menos de esta forma tan cobarde, atacando mientras duermo...
Siento su cuerpo completamente sobre el mío. Está tumbado de la misma forma que yo, presionando sus codos sobre mi pecho y con la mano que no tapa mi boca aprieta mi tráquea. Me revuelvo, necesito como sea cambiar esta postura, sino, no tendré ninguna posibilidad de librarme de él.
Muerdo con fuerza su mano, con la suficiente para que sea en esta ocasión mi agresor quien se revuelva incómodo. Su cuerpo se separa levemente del mío, mientras emite leves gemidos por el dolor que siente, y no puedo sentirme más orgullosa. Con mis manos, las cuales en todo momento habían sido presas del peso que su cuerpo ejercía sobre ellas, exigen actuar. Con mis dos manos en su pecho, intento apartarle, aunque sea un par de centímetros de mí.
A pesar de que utilizo toda mi fuerza, es escasa la lejanía que consigo entre ambos cuerpos. Coloco mi rodilla derecha entre sus piernas, y cuando se mueve para intentar volver a aplastar mi pierna, le clavo la rodilla en la entrepierna.
-¡Pedazo de puta! -chilla desesperado. Me levanto rápidamente de la cama, él no tarda en incorporarse.
No consigo abrir la puerta, sus brazos rodean mi cintura y con un simple tirón puedo sentir como mis glúteos impactan contra el frío suelo. Gimo del dolor, trato de palpar la zona magullada, pero él nuevamente se acerca a mí. Desde mi posición soy capaz de ver su rostro, y a pesar de que me es familiar, la oscuridad impide que pueda reconocerle.
Se aproxima a mí, no tengo oportunidad de levantarme, así que me arrastro lejos de él. Siento miento nuevamente cuando noto su mano apretar mi tobillo y tirar de mí, lo hace tan rápido que mis brazos pierden fuerza y caigo de bruces contra el suelo.
Me gira con brusquedad y logra arrinconarme entre una esquina y él. No hay nada que pueda hacer, no puedo huir y tampoco atacarle, es más fuerte y no va a haber ningún motivo de distracción que me de alguna oportunidad.
Entonces, oigo como llaman a la puerta. Ares, tiene que ser él. Mi agresor se aproxima a mí, y coloca su mano alrededor de mi cuello haciendo poca presión.
-Di que estás bien -ordena tajante.
Podría creer que si le obedezco, tendré algún tipo de oportunidad y me dejará ir con vida. Pero sé que no es así, ha venido aquí con una única misión y no parece dispuesto a que nadie le impida llevarla acabo.
-¿Heather? -alza el tono- ¿Heather, estás bien?
Puedo sentir el nerviosismo en su tono de voz. Y como si fuera por arte de magia, Ares abre de par en par la puerta encontrándose con la situación. No sé exactamente que está pasando por su mente en estos momentos, y es que podría ser cualquier cosa, pero reconozco la ira en sus ojos cuando la veo.
El agresor no tiene tiempo de girarse antes de que Ares sujete su cuello, que parece minúsculo, con sus fuertes y grandes manos. La cara de dolor y de miedo es inimaginable, pero no me apiado por ningún momento. Pienso en cuanto me gustaría verle con un tiro entre ceja y ceja, muerto, sufriendo. Pero también recuerdo que eso no me hace mejor que él, su muerte no recompensará lo que me ha hecho.
-Ares, suéltale -digo tajante. Toso varias veces para tratar de eliminar el escozor de garganta.
-Heather, vete.
Me aproximo a él, y como si por algún motivo yo fuera algo decisivo para él, al sentir mi toque en sus manos afloja el agarre ante mi agresor. Recuerdo hace ya unas semanas, cuando fuimos a buscar a Paul a casa de Tyler; tuve el mismo poder sobre él. Con solo sentir mi tacto sobre su piel, la ira pareció desvanecerse por completo de su cuerpo. No suelto su mano, la sujeto entre las mías con fuerza, no quiero que haga nada que traiga repercusiones graves. No conozco los límites de Ares, tampoco quiero llegar a verle en tal extremo, pero no quiero conocerle de esa manera, no quiero ver el lado animal que su mirada demuestra que oculta.
Sus ojos están achinados, y aprieta con fuerza su mandíbula mientras suspira una y otra vez. Su pecho se hunde y llena con rapidez.
-Y-Yo solo cumplo órdenes... -murmura el joven castaño que no parece tener intención alguna de levantarse del suelo. Su voz tiembla, y no es para menos.
-¿Quién te ha enviado? -inquiero, con una tranquilidad tortuosa, como sino hubiera intentado matarme unos minutos atrás.
No siento que Ares esté en condiciones de formular la pregunta, ante la confesión, su cuerpo se tensa, aún más si es que esto es posible.
-No puedo decirlo... -comienza a decir, Ares logra deshacerse de mi agarre y con rapidez y fuerza, logra tener al castaño arrinconado contra la pared con una de sus manos rodeando su cuello.
-Vas a decirlo -afirma el tatuado- ya te digo yo que si.
Mi agresor cierra los ojos, esperando un golpe que no llega. La mano libre de Ares se forma en un perfecto puño que amenaza con destruir la cara del joven y asustado castaño.
-Dilo -le insisto.
-Me matarán -murmura.
-Ha dicho que hables -añade Ares.
Me parece curiosa su forma de tratar de imponer mis palabras sobre las suyas propias. No intenta intimidar al agresor, solo obtener respuestas, al mismo tiempo que humillarle de un modo u otro. Y creo que sé exactamente como hacerlo.
-¿No vas a decir quien te envió?
Niega con la cabeza.
-Está bien, Ares, suéltale.
El tatuado abre los ojos como platos a la par que esta vez niega él con la cabeza. Arquea una ceja, buscando el que me lleva a pedir que le suelte. Inclino la cabeza lentamente, solo necesito que me haga caso, y que confíe. Con lentitud, y sin dejar de vigilar cada movimiento del castaño, le suelta.
-¿Ahora qué? -pregunta Ares enfadado e impaciente.
-Ahora toca conseguir que nos de la información.
Puedo notar cierto brillo en su mirada a la par que una pequeña, pero bonita sonrisa se implanta en su rostro.
(...)
Contengo la risa en la medida de lo posible. Me gustaría creer que a Ares esta situación también logra parecerle graciosa, pero intuyo que él hubiera preferido utilizar otros métodos más radicales para obtener la información que ambos buscamos. Pero, mi forma es algo más divertida y claramente creo que soy yo quien merece decidir.
-¡Dejarme entrar! -grita desesperado. Llevo mi mano a mi mentón y lo acaricio levemente, y así disimulo estar pensándolo. Tras unos minutos, niego con la cabeza.
-Sólo quien te envió va abrir la puerta.
Sus ojos se cierran con frustración cuando escucha mi respuesta. Desde un principio se ha negado a colaborar, pero estoy convencida, dudo que sea de su agrado permanecer por mucho más tiempo en la cornisa de la ventana, completamente desnudo, a la una del mediodía en una de las calles más transitadas de todo Los Ángeles. A estas alturas, unas treinta personas se han detenido a echarle una foto.
Cierro la persiana para dar más énfasis a mis palabras y oigo como chilla, pero ignoro que dice. Tiene dos opciones, hablar, o tirarse al suelo, sea cual sea su decisión, su destino puede ser bastante similar.
-Esto es una tontería -bufa Ares-, estamos perdiendo el tiempo.
-Pero me divierte -simplifico- y quien tiene que vengarse soy yo, no tú.
-Heather, sobre lo de anoche...
-Una tontería -le interrumpo- solo fue una tontería más.
-Ya, no hablo del beso... Sólo no le digas a Paul lo de las drogas.
Ruedo los ojos, no estoy dispuesta a mentir por él. Tiene veintiún años, no quince, se supone que obligatoriamente debería tener un poco más de madurez que los niños de guardería, pero está demostrando todo lo contrario. No sé por qué me extraña, realmente no conozco a Ares Brown, y no sé si algún día llegaré a hacerlo.
Estoy dispuesta a hacérselo saber cuando el sonido de mi teléfono me interrumpe. Frunzo el ceño, es muy temprano, dudo que sea Alex, y con Enrique he acordado verme a partir de las doce del mediodía para comenzar con la sesión de fotos.
Me acerco con rapidez y tomo el objeto entre mis delgadas y frías manos.
-¿Hola? -inquiero al contestar.
-Pásame al diablo.
El tono frívolo y amenazante con el que pronuncia esas palabras logra helar brevemente mi sangre. El término diablo es algo que, en cierta medida, todavía me atormenta e intento no pensar en él más de lo necesario.
No le doy mi móvil a Ares, no les voy a conceder ningún tipo se privacidad. No sé ni siquiera como ha conseguido mi número telefónico, aunque tampoco sé si debería extrañarme. Sin ir más lejos, esta propia mañana han intentado matarme, y el agresor sigue desnudo en el balcón. No sé por qué me resulta tan preocupante.
Le hago una señal a Ares para que hable, asiente.
-¿Qué quieres? -pregunta. Su tono de voz es tan cálido como frío, es tan fuerte como inconstante.
Podrías pensar que está enfadado, o que tu existencia le da absolutamente igual. En estos momentos, Ares Brown es un ser inexacto.
-¿Era necesario que todos vieran el pene del chico? -inquiere con cierto tono de sorna en su voz-, sabes que él no importa. Soy yo a quien quieres.
El diablo frunce el ceño, tratando posiblemente de averiguar quien es, y a que se puede referir. Sólo conozco a alguien que sea el adversario directo de él, y es Connor. Definitivamente, la voz no le pertenece. No sé de quien puede tratarse.
-Mike -bufa-, tendría que haberlo sabido...
-Te advertí, Ares -anuncia con cierta pesadez en su voz-, te dije que dejaras en paz a mi hijo. Ya no hay más oportunidades.
Ares no contesta, se limita a emitir una breve risa y cuelga tan rápido como ésta concluye. Detecto en su rostro la incomodidad que esa llamada ha logrado formar en su interior, y durante varios minutos no logro apartar mi mirada de él, como si fuera algo hipnotizante.
Libera al agresor y soy consciente de que le dice algo al oído, lo cual soy incapaz de escuchar pero por el rostro del receptor no ha debido de ser nada agradable.
-Ares -le llamo una vez que ha echado del apartamento al intruso.
-Ahora no tengo tiempo, Heather.
-Pues lo consigues -replico-, qué está pasando.
Se gira y me mira, enarca una ceja y se aproxima a mí. No me muevo ni un solo centímetro, no le voy a permitir que crea que logra intimidarme.
-¿Si te lo digo, me harás caso por una vez en tu vida? -pregunta completamente neutro.
Por primera vez, creo que Ares Brown está apunto de ser mínimamente sincero conmigo. No puedo evitar que mis manos suden levemente, las froto contra mi camiseta para limpiarlas antes de asentir. Simplemente asiento porque no me veo capacitada para hablar.
Pasa su brazo por mis hombros y me guía hasta el sofá, él se sienta inmediatamente pero a mí me lleva unos cuantos segundos más acceder e imitar su acción. Esta vez no hace falta que yo ponga punto y final al gesto tan íntimo, él aparta el brazo y crea distancia entre ambos cuerpos.
-Mike es el padre de Connor, siempre ha sido consciente de que su hijo y yo nunca hemos sido buenos amigos, pero hasta hace poco le había dado igual. Yo desde que era un crío he trabajado para él, me he criado en sus manos, y he crecido junto a Connor.
No entiendo el por qué esto está relacionado conmigo, ni por qué debería de importarme. Aún así, permanezco en silencio esperando a que continúe hablando.
-Había también más chicos, pero Mike siempre nos consideraba sus favoritos, supongo que por eso había tanta competividad. Ver que tu padre quiere tanto como a ti a un pobre diablo... Tiene que ser duro -ríe con sorna-,
>>Siempre peleabamos, cuando éramos pequeños por quien entrenaba mejor, o quién había conseguido robar más ese día. Cuando crecimos los conflictos también lo hicieron -suspira, sus ojos miran un punto inconcluso. Estoy convencida de que está completamente inmerso en sus recuerdos-.<<
>>Ya no eran tonterías. Empezamos a salir con chicas, y siempre existía la competitividad de ver quien ligaba más, y él comenzó a salir con dos chicas al mismo tiempo. Yo pensaba que solo era una tontería de las suyas, y cuando tuve la oportunidad, me acosté con ambas. <<
>>No sabía que una de ellas esperaba un hijo suyo, y que realmente querían mantener una relación de tres personas.<<
-No fue tu culpa. Ellas tenían pareja, tú no...
-Él mató a la mujer embarazada, Heather -me interrumpe-, su padre le ordenó que lo hiciera. La otra aún trabaja para Mike. Desde entonces, Connor me la tiene jurada, piensa que Mónica murió por mi culpa y que sólo la sangre con más sangre se borra...
Suspiro como si hubiera estado conteniendo por mucho tiempo la respiración. Pienso en que la vida de Ares no ha sido fácil; su madre falleció, se ha hecho cargo se su hermano a pesar de no serlo de sangre, ha tenido que crearse en una parafernalia de drogas y armas y aún así no le tiembla la voz a la hora de hablar del tema.
-Así que Connor quiere venganza, y cree que solo con tu muerte saldaré la deuda -concluye.
Abro los ojos como platos. Debe ser una jodida broma.
-Pero no pienso dejar que te haga daño.
No sé cómo reaccionar. Sólo soy consciente de que hay una mafia que busca acabar con mi vida, y que todo es culpa mía por involucrarme con el diablo.
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