27. Fotogénicos.
Supongo que tras unas dos semanas durmiendo en casa de Ares, debería haberme acostumbrado a su constante presencia, y por qué no decirlo, también a sus inoportunas desapariciones completamente espontáneas.
También, debería haber asumido que infligir una ley de hielo sobre él era absurda; no estamos viviendo en una mansión, pese a que su apartamento es de un tamaño más que considerable, es inevitable que tarde o temprano nos veamos. Y no es que pretenda evitarle, no le guardo rencor, ya que no hay motivos para ello. Tampoco estoy convencida de que estuviera anoche celosa, tal vez fue la rabia de que pretendiera follar con una cualquiera a metros de mí. No, definitivamente no son celos.
Pero, lo que no podría ni llegar a suponer, es que sería Ares Brown quien exigirera un acercamiento casi que inmediato.
En mi mente, trazo y memorizo cada gesto que con su rostro esboza, y aunque él no se caracterice por su expresividad, si lo hace por no tolerar nada que le moleste íntimamente. Su mandíbula, como si de vida propia se tratase, se tensa y deja de hacerlo constantemente. Sus puños no sólo están completamente apretados, sino que podría jurar que la vena del cuello está inflamada.
-No va a volver a ocurrir lo de anoche -repite casi que con exactitud sus palabras nocturnas.
-Escúchame, con mi vida hago lo que me sale de los ovarios.
-No te estoy dando opción, Heather, me la suda si te follas a uno o a dieciséis, pero no vas a correr peligro por mí.
No me sorprende la dureza de sus palabras, tampoco me resulta extraño debido a su carácter, pero esto no implica que esté dispuesta a aceptar que él me trate de esta manera, no es absolutamente nadie, y menos para hablarme de esa forma.
-Si tan poco te importa lo que haga, entonces también te la tiene que sudar eso.
Trato de alejarme, mis pies se movilizan en dirección a mi habitación, y una vez que estoy dentro, un gran alivio se apodera de mí sin poder evitarlo. No entiendo por qué en una discusión incluye el detalle de mantener relaciones sexuales, a sabiendas de que soy completamente vírgen. No quiero buscar explicaciones al comportamiento de Ares, porque lo más probable es que no las encuentro.
Pero sé de que debo irme de aquí. No quiero vivir por más tiempo con él, depender de su economía, y menos aún soportar sus constantes cambios de humor. Necesito autonomía lo antes posible, y sin darme cuenta, ya estoy marcando el número de Enrique.
-Heather, justo iba a llamarte -dice al contestar la llamada.
-Pero lo he hecho yo -replico, y ruedo los ojos- quiero mi sueldo ya.
No pretendo sonar desesperada, pero intuyo que no hay una forma de que no sea así. Las situaciones que estoy viviendo desde que Ares Brown llegó a mi vida no son, ni de lejos, las que esperaba llegar a vivir un mes antes de mi cumpleaños.
-Está bien -suspira-, ven en una hora, haremos una sesión de fotos y te pagaremos.
En una hora... Caminando tardaré media hora, lo que me deja muy poco tiempo para arreglarme, agradezco que al levantarme decidiera ducharme y no dejarlo para después. Me despido de él con un ahí estaré, y cuelgo. Dejo el móvil en la mesilla, y entre la ropa que ya me habían dado, busco que ponerme, sé que en cuanto llegue me cambiarán de conjunto y posiblemente de maquillaje, pero no me planteo la posibilidad de llegar allí en pijama, no pienso darles el placer de verme en un estado tan íntimo, ni a ellos, ni a nadie.
Recojo mi cabello en una coleta alta, y trenzo el pelo que sale esa través de la goma. Maquillo sutilmente mi rostro; contorno, iluminador, eyeliner y máscara de pestañas. Miro el armario donde ya está colocada la ropa, es difícil elegir, un punto, y el único, que está a favor de Enrique es que su gama de conjuntos es casi inigualable, claro que los precios también lo son. Finalmente, me decantó por un vestido blanco, que termina su longitud a pocos centímetros arriba de mi rodilla, con flores de tonos sobríos en la zona de la cintura. El vestido, como es usual en los diseños de Enrique Smith, no busca la comodidad del usuario; es completamente ajustado. Me lleva casi un minuto abrochar la cremallera que de encuentra en la espalda, pero lo logro, sabía que lo conseguiría, la educación que me han inculcado durante toda mi vida incluye cosas como estas, que parecen tonterías, pero que pueden ayudarte a evitar situaciones incómodas, tales que hubiera tenido que pedir ayuda a Ares.
Tras colocarme los tacones, agarro el bolso y me dispongo a salir por la puerta. Tendré que correr para llegar a tiempo, así que no pienso desperdiciar el poco márgen temporal que poseo para despedirme de Ares, si quiere saber algo de mí, puede llamarme al móvil, aunque nada le garantiza que vaya a contestar.
El único ruido en el apartamento es el que provocan los tacones al caminar, soy incapaz de escuchar ningún sonido que indique que el chico de los tatuajes esté en su apartamento, claro que no me sorprende; como ya he mencionado, viene y va sin preocuparse por absolutamente nada.
-Te llevo.
Me sobresalto de inmediato, no esperaba que realmente él estuviera al acecho. Tardo unos segundos en localizarle, y cuando lo hago, comprendo el por qué no le había podido ver hasta ahora, se encuentra prácticamente camuflado al estar sentado en el sofá, con un jarrón impidiendo poder verle. Visualizo su figura, y como con velocidad se aproxima a mí.
-No, gracias -le respondo-, voy sola.
-Te llevo -reitera, rueda los ojos y se cruza de brazos.
-Vaya, parece que no me he explicado... -me río sin gracia, alertandole de que no es agradable lo que voy a decir-, No es no, ¿entiendes?
Rueda nuevamente los ojos, y bufa. No voy a perder más tiempo, abro la puerta de entrada y la cierro. Siento una indescriptible decepción ya que, aunque fuera en el fondo, esperaba que él no se rindiera así como así. Debo mentalizarme de que nadie va a insistir en hacerme un favor.
Llamo al ascensor, y tengo que esperar unos cuantos segundos antes de que se abran las puertas. En el mismo instante en el que pongo un pie en el artefacto, puedo visualizar la figura de Ares a mi lado. Le miro de reojo, sin aprobar en absoluto su conducta.
-No me rindo tan fácilmente -dice, con cierta sorna oculta entre sus palabras.
Es mi turno de rodar los ojos, no estoy dispuesta a ceder. En cuanto se abran las puertas del ascensor, tendré unos valiosos segundos para salir corriendo y dejarle atrás, de un modo u otro Ares Brown terminará comprendiendo que no necesito su ayuda en lo absoluto. A través de la fina tela del bolso, se filtra una ligera vibración que reconozco de inmediato, me han mandado un mensaje, saco el móvil y veo, con los ojos abiertos como platos, que me quedan cinco minutos para llegar. Creo que si necesito la ayuda de Ares.
No discuto más con él, y le dejo creer que soy yo quien le ha hecho un favor al dejarle que me lleve al trabajo, no sé si resulta creíble o no, pero tampoco hace comentarios respecto a mi cambio de decisión. Tampoco mantenemos una conversación; eventualmente, me pregunta que si he descansado, o cosas similares, aunque deduzco que solo lo hace por eliminar el incómodo silencio del que él es el único responsable, si en lugar de intentar imponerme su vigilancia, hubiera hablado el tema conmigo, tal vez esto sería diferente.
-Hemos llegado -comenta. Elevo mi mirada y compruebo que tiene razón.
-Hasta luego -me despido de él sin una emoción clara en mi voz. Es exactamente ese tipo de voz que o bien te hace pensar que van a matarte, o que te aman.
-¿A qué hora vengo a por ti?
-¡Joder, Ares! Déjame tranquila, no tengo cinco años.
-Tampoco dieciocho, así que como eres menor y estás viviendo en mi casa, tendrás que dejar que te cuide -argumenta sin ningún ápice de nerviosismo.
Le observo, incrédula. No puedo concebir como, en que momento y bajo que contexto, se le ocurrió ese argumento, la frialdad con la que lo utiliza, y el hecho de que francamente no me deja salida, me recuerda al mejor búfet de abogados de este país; el de mi madre.
-Está bien -bufo-, ven a las siete. Un minuto después y me abre ido, uno antes y te pateo la cara.
Sonríe satisfactoriamente, no es para menos: ha conseguido ganar a Heather Smith. Nadie, nunca, me había doblegado solo con la necesidad de utilizar palabras, pero posiblemente se deba a que no he conocido a mucha gente como Ares, por no decir que jamás lo había hecho. Es tan inteligente como estúpido, en lugar de estar en las grandes esferas, se encuentra rodeada de la peor mierda. Quizá, poco a poco, esas palabras se puedan ajustar a mí; modelo y objetivo claro de una panda de gilipollas. Pero no de unos gilipollas cualquiera, por supuesto, sino de ese tipo de idiotas unicelulares que utilizan su única, solitaria, y amargada neurona para disparar armas y joderme la vida.
Suspiro a la par que me bajo del coche, Ares Brown es un gran dolor de cabeza. Es inevitable pensar en que tiene tantas posibilidades de padecer alguna enfermedad psicológica como de que sea yo la enferma, soy incapaz de comprender sus cambios de humor, los motivos que le llevan a actuar, y menos aún su fijación por, según él, cuidarme. O es él quien cree que realmente le necesito y está equivocado, o soy yo quien no sabe ver que estoy en verdadero peligro. Sea cual sea la realidad, él necesita más ayuda que yo, y próximamente también necesitara visitar un hospital como siga molestandome, aún no sé como, pero le regalaré una estancia casi permanente en una silla de ruedas. No soporto por más tiempo que alguien crea que necesito de su ayuda, vigilancia, o lo que sea, tampoco me importa.
No soy consciente de que estoy ya en el estudio hasta que me reciben una decena de maquilladores. No tengo tiempo de saludar, e incluso cuando decido intentarlo únicamente por tener buenos modales, uno de ellos rechista y pinta mis labios. Es increíble como, mientras que unos me maquillan, otros ya están trazando tirabuzones en mi cabellera, y un grupo más reducido eligiendo mi conjunto.
-Y así es siempre, ¿qué aburrido, no?
Su femenina voz es inconfundible, ya que de un modo u otro está entrelazada con mi peor día en cuanto a salud, y fue en mi primera sesión fotográfica. Elena está frente a mí, lograría imponer a cualquiera su esbelta figura, enfundada en un vestido entallado de color azul eléctrico con una americana negra. Le sonrío sin un ápice de alegría, pero si de falsedad, no recuerdo haber esbozado nunca gesto más hipócrita.
-Pobre, comprendo que te aburra, pero -hago una ligera pausa-, tampoco te quedan muchos años trabajando, como mucho, dos o tres. Ya sabes, a partir de los cuarenta, es más fácil contratar jóvenes guapas que arreglar las arrugas de las que no han sabido cuidarse, y bueno, ya sabes.
Señalo el espejo que se encuentra a su izquierda, y mentalmente me aplaudo. No olvido con facilidad, y menos aún algo tan sumamente reciente, su intención de provocarme la primera y única vez que la vi bastó para que no pueda ni verla. La próxima vez, tendrá más cuidado a la hora de intentar joder a alguien.
-Mira, niñata...
-Escucha, estoy ocupada -señalo a mi alrededor-, luego si tengo tiempo te llamo, supongo que no vas a tener mucho trabajo a partir de ahora así que, ¿da igual la hora, no?
Se va, puedo oír la risa de algunos esteticistas y es que han sido capaces de comprender de que mi actitud de diva solo ha reflejado la suya. Y a pesar de que varias modelos me retan con la mirada, sé que no van a decir nada porque al igual que Elena, no son capaces de ganarme en una discusión.
Cuando el trabajo que realizan en mí ha llegado a su fin, trato de conseguir un par de segundos y mirarme al espejo, pero es en vano, tiran de mí hacia los vestuarios, donde sin ningún pudor, varias mujeres me desvisten completamente y me visten con un pequeño conjunto lencero y una bata casi transparente de seda negra. Intentan tirar de mí nuevamente pero ofrezco resistencia y les resulta imposible moverme de mi lugar. No soy ni un juguete ni un bebé, se caminar por mí misma.
Camino hacia el lugar exacto donde me harán las fotos, y como si ya fuera costumbre, alguien lo impide. Bufo, me cruzo de brazos y cargo todo el peso en una única pierna, cansada ya de este juego de idiotas, trato de calmarme al descubrir que es Enrique quien se ha interpuesto en mi camino, y es que aunque inusualmente su presencia no logra tranquilizarme, inmediatamente en mi mente de traza unas lijera línea que relaciona su nombre con dinero, el dinero se enlaza con el apartamento propio, y esto con la distancia entre Ares Brown y yo. Nunca antes había deseado algo con la misma fuerza con la que lo odio.
-Tu compañero te estaba esperando -comenta sin ningún ápice de emoción, aunque un leve temblor en su labio me lleva a pensar que solo está actuando. No entiendo que podría causarle gracia de un momento como este.
-¿Le conozco? -inquiero y me cruzo de brazos. No quiero más sorpresas.
-Descúbrelo por ti misma.
Enarco una ceja, no sé si mandarle a la mierda o no, pero creo que es evidente que no tengo otra opción que callarme. Suspiro, e impacientemente, espero a que se aparte y me deje ver al que será mi compañero de sesiones fotográficas.
Cabello rubio, ojos claros, tez pálida, cara aniñada y una sonrisa que te dan ganas de hacer muchas cosas, tales que darle un puñetazo, o una patada grandiosa. La pose de superioridad que adopta Mateo al verme me resulta de muchas y muy variadas maneras repugnante, su pequeña sonrisa es el único gesto de amabilidad que hoy parece dispuesto a conceder. Es imposible ignorar que también está en ropa interior y aunque por sus gestos intuyo que cree que voy a alucinar con su cuerpo, eso es porque él no vive con Ares Browm.
-Un placer volver a verte, Heather -me dice al estar lo suficientemente cerca, carecen de sinceridad sus palabras y él no se esfuerza por disimularlo.
-Cállate.
Abre los ojos como platos pero no dice más. Ambos esperamos en silencio a que en fotógrafo venga y nos diga exactamente que hacer, ya que yo no tengo ni idea de posar, y tampoco voy a dejar que alguien que no se gane la vida de esa forma me diga que hacer.
-Bueno, chicos -dice al llegar- esto es sencillo, un par de abrazos, miradas sensuales y habremos terminado.
Suspiro, no será tan malo como imaginé, desde el momento en el que vi a Mateo, he temido que el fotógrafo quisiera una foto besandonos, solo de pensarlo me entran náuseas. Trato en todo momento de mostrar una actitud positiva, aunque deduzco que solo logro engañar a quien no me conoce personalmente ya que mi padre me observa desde la distancia con un gesto de incredulidad.
-Vamos, Heather -suspira frustrado el fotógrafo-, la última vez al final salieron muy bien las fotos. Cálmate, piensa que Mateo es el chico que te gusta.
-Ya quisiera él -murmuro sin poder evitarlo. El rubio me mira de una manera fulminante y yo me encojo de hombros restándole importancia.
Trato de hacer caso al fotógrafo, pero es en vano. Aún una parte bastante radical e importante de mí se niega a aceptar quien me gusta, y la parte que lo sabe solo de imaginarlo se pone histerica, así que me limito a suspirar, a regular mi respiración y a relajar las facciones. Durante media hora más, solo escucho regaños, quejas y risas.
—Heather y Mateo, venir un momento —nos llama Enrique.
Se siente casi como una salvación, ambos nos movilizamos casi al unísono y nos desplazamos hacia mi padre.
—Esto es una ruina —admite frustrado—, pero ya no hay tiempo para buscar modelos, debo entregar las fotos mañana por la noche, me da igual como lo hagáis, pero os quiero a los dos mañana convertidos en unos modelos idóneos, ¿entendido?
—Enrique, no es tan sencillo —respondo—, esto es nuevo para mí.
—Tenemos un trato Heather, y si no cumples tu parte, será divertido ver como tu amiga pierde su beca.
Me cruzo de brazos, estoy intentando calmarme porque realmente siento que voy a explotar.
—Mateo irá contigo y practicaréis las fotos —ordena.
—Ni de coña —replico enfadada—, buscaré a otra persona, no pienso pasar ni un segundo más en compañía de ese idiota.
—¿Si? —el tono de voz de Enrique suena irónico—, ¿y quien te ayudará?
—Yo lo haré.
Reconozco de inmediato al propietario de esa embriagadora voz, y todos mis músculos le responden poniéndose en tensión al imaginarnos a ambos en ropa interior, siguiendo las poses específicas que necesito practicar. Después de todo, esta tarde promete ser interesante.
N/A: Sigo viva, no sé por qué wattpad ha estado dando tantos problemas pero bueno, aquí estamos otra vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro