22.-Un día, demasiadas emociones.
Todo llega a su fin, y las risas, la alegría, las sonrisas y los juegos lo habían hecho en el momento en el que Paul salió por la puerta, dispuesto a ir a ver a Tyler. Ares le había advertido de que tuviera cuidado, pero este le había ignorado sin molestarse en disimular.
Ahora, puedo visualizar el cuerpo del chico de los tatuajes absolutamente tenso; cada músculo se deja entrever, suspira constantemente y sus manos no cesan de despeinar una y otra vez su corto cabello.
No sé donde está Alex, dijo que iba a ducharse, pero tampoco es como que me importe realmente. Siento en mis propias carnes los nervios de Ares por el simple hecho de que su hermano hace más de dos horas que se fue, y aproximadamente hora y media que ha dejado de dar señales de vida. No llamó a Alex como había prometido cuando llegara a casa de Tyler, no porque quisiera controlarle, sino porque había preferido ir en taxi a dejar que su hermano mayor le llevara hasta ésta.
No sé que hacer, no sé consolar a la gente, menos apoyarla, ni siquiera soy capaz de consolarme a mi misma y de ayudarme en momentos difíciles. Sé dividir la realidad de las emociones; lo único que se sabe es que Paul no ha llamado, no nos han dicho que haya muerto ni lleva medio día desaparecido, solo unas cuantas horas. Los sentimientos tales que la preocupación, los nervios y el pesimismo no van a colaborar a que esto se resuelva.
Me acerco a Ares sin meditarlo antes, no sé que le voy a decir, pero en el momento en el que me sitúo junto a él, entiendo lo innecesario que sería intentar entablar una conversación, está completamente absorto en sus pensamientos. Como si por algún motivo esto pudiera consolarle, entrelazo mi mano con la suya.
-Seguro que está bien -le aseguro, mirando al frente.
Tarda en reaccionar, puedo sentir el ardor de su mirada fijada en la unión tan íntima que he creado entre ambos, pero no me suelta, al contrario; apreta aún más su mano contra la mía y entiendo este gesto como una forma de agradecerme que intente ayudarle.
-Eso espero -dice sinceramente- no me fío de Tyler— si en media hora no ha llamado, pienso en ir a buscarle.
-Ares, no tiene tres años, es un adulto. Dale libertad.
-Ya, si puede hacer lo que quiera siempre y cuando me pida permiso.
Una carcajada brota de mi garganta, se llevan solo cinco años de diferencia y Ares parece haberse declarado su padre por todos los medios posibles. Sus dedos trazan con lentitud suaves y delgadas líneas imaginarias en la palma de mi mano, sin apartar en ningún momento la mirada de esta. Tengo ganas de apartarla, de decirle que no me toque, pero también tengo ganas de muchas otras cosas que no estoy dispuesta a hacer. Besarle, entre otras.
Estamos un rato en silencio hasta que finalmente se pone en pie, entiendo que va a ir a buscarle. Suelta mi mano con rapidez y cuando está dispuesto a irse, le sujeto del brazo, ni siquiera estoy pensando lo que hago pero él se detiene, se gira y me mira. Sus ojos claros parecen más oscuros que nunca, penetrantes. Podría albergar un infierno en su interior y es muy probable de que sea así.
-Voy contigo -digo firmemente.
Tengo que hacerlo por Alex, y por mi misma. La imperante necesidad de estar siempre en primera fila, sintiendo la adrenalina está más presente que nunca. Por unos segundos pienso que podría negarse, pero un no jamás me ha detenido.
Le pido que espere unos minutos y subo a hablar con Alex, cuando la encuentro está absolutamente dormida en su cama, abrazada a una sudadera que inmediatamente deduzco que es de su novio. Puedo apreciar sus mejillas húmedas y sonrojadas, no puedo dejarla sola en este estado.
Pienso en quien podría venir en lo que yo estoy fuera, llamo a Sheila, pero no contesta. Barney, menos. Por última opción llamo a Raúl, y me dice que en cinco minutos estará aquí, parece mentira que a pesar de conocernos tan poco esté tan dispuesto a ayudarme. Bajo al salón y allí está Ares, cruzado de brazos y cargando su peso sobre la pared.
-Va a venir un amigo para estar con Alex en lo que volvamos.
Se encoge de hombros y veo que busca algo en los bolsillos de sus vaqueros. Creo que lo único que en estos momentos impide que caiga al suelo es la fuerza de gravedad, la imagen del chico de los tatuajes fumando es de las menos agradables que había visto nunca. Me acerco a él a gran velocidad, esperando que diga algo que explique esto. Él solo me mira con una ceja alzada.
-Se te cae la baba -se que se está riendo de mí, pero utiliza un tono completamente sobrio y serio, no puedo creer que realmente piense que yo puedo estar interesada en él.
-Lo que se me va a caer va a ser una hostia en tu...
Suena el timbre, salvado por la campana, pienso. Le amenazo señalandole con mi dedo índice antes de ir y abrir la puerta, recuerdo como horas antes Ares y Alex consiguieron que por segunda vez en el día me ensuciara por completo. Por supuesto, ya me he duchado y cambiado de ropa, cosa que Ares también hizo. Abro la puerta y un muy sonriente Raúl se encuentra tras la puerta, así si da gusto abrir la puerta.
-Está dormida -le digo- no creo que se despierte. Si lo hace, el chocolate ayudará.
-Vale, lo pillo -mira a Ares- ¿y este quién es?
Miro de reojo al susodicho, quien a pesar de encontrarse a un par de metros, parece haberlo oído y sonríe con ironía, maldad, frialdad y quien sabe cuantos adjetivos más. Ruedo los ojos ante su egocentrismo y vuelvo a mirar a Raúl.
-Solo un idiota, Raúl.
-Pues vaya idiota -silba- ¿es él por quien tu amiga no te dejaba tranquila? Pues ahora yo tampoco te creo, imposible que no te guste ese...
-¿Nos vamos? -inquiere Ares y me sobresalto. No sé en que momento se ha acercado y desconozco el motivo por el cuál Raúl no me avisó de que lo estaba haciendo.
-Bombón -concluye la frase Raúl.
Tierra, tragame. Le doy un codazo para que se aparte y, entre risas, veo como se acerca al sofá y se sienta en él. Ares imita mi acción y enarca una ceja para después volver a mirarme a mí.
-Era él único disponible -me encojo de hombros y comienzo a caminar sintiendo su presencia tras de mí.
La tensión durante el trayecto es palpable y podría cortarse con un afilado cuchillo. Conduce más rápido en comparación al resto de veces que he estado con él, y al hacer la cuenta, han sido ya bastantes ocasiones en las cuales he estado a solas con Ares en su coche.
Le miro de reojo, su camiseta roja de manga corta me permite una increíble visión de sus tonificados músculos, me pregunto el por qué de tantos tatuajes, no puedo creer que alguien tan auténtico como él lo haya hecho solo por moda, creo saber que todos y cada uno de ellos albergan una historia diferente. Soy incapaz de controlar mi mano derecha cuando esta se aventura en dirección al brazo que con sumo cuidado analizaba hace unos segundos, y con mi dedo índice, sigo cada línea que forma un tatuaje con el rostro de una mujer.
No sé como preguntarle por ella sin parecer que estoy celosa, ya que no lo estoy, pero Ares Brown encontrará la manera de molestarme por parecerlo.
-Bonito tatuaje -le digo, y es verdad. Admiro con suma delicadeza la forma tan exquisita con la que el tatuador trazó cada línea y sombra.
-¿Celosa? -inquiere.
¡Lo sabía! No sé para que digo nada. Me mira unos segundos y soy capaz de divisar un especial brillo en sus ojos azules.
-La verdad es que si -le digo.
Entonces, vuelve a mirarme. Esta vez su mirada no alberga ningún brillo, solo oscuridad. Parece que el azul de sus ojos ha oscurecido varios tonos y su mandíbula está completamente tensa.
-Heather...
-A mí también me gustaría tener un tatuaje tan bonito -me encojo de hombros- ya me darás el número del tatuador.
Esboza una sonrisa que no sé exactamente como describir, pero que en un principio me parece de alivio. Si, sin duda alguna, se siente aliviado, y creo saber el por qué. Mi broma solo tenía un objetivo, y era hacerle creer por un par de segundos que realmente me gustaba, le quería o lo que sea que él haya pensado, y después desmentirlo. Bien, la broma ha tenido éxito; pero no esperaba esa reacción por su parte. Tampoco esperaba que me sintiera así porque él se sienta aliviado porque no me gusta.
—Era mi madre —dice, tras unos minutos en silencio.
Era. Trago saliva incómoda y no sé que responderle, ahora entiendo porque hace un par de días mencionó que los padres no son eternos, en su caso, había perdido a su madre. Pero de su padre, no ha mencionado nada, así que intuyo que este seguirá con vida.
—Debéis haberlo pasado mal —digo, sin saber como arreglar el haber sacado el tema—, lo siento mucho por vosotros y por tu padre.
—Heather, yo no tengo padre.
¡Venga ya! Me merezco un premio titulado: para la persona más inútil del universo. Parece que cada cosa que digo empeora la situación, así que sin querer ni siquiera disculparme, retiro la mirada y me centro en el paisaje urbano que me ofrece la ventanilla del lamborghini.
—Nunca lo tuve —continúa inesperadamente—, mi madre recurrió a una clínica de fertilidad, era lesbiana.
Le miro de reojo porque soy incapaz de detectar ningún sentimiento en su voz, ni tristeza, ni felicidad. Debería estar acostumbrada a la frialdad, que como siempre, caracteriza su personalidad sobre cualquier otra característica. Pero aún así, y sin que sirva de precedente, me gusta ver a Ares en esta faceta; capaz de cualquier cosa, sin sentimientos, agresivo. Me parece justamente un ejemplo claro de la realidad de la cual había vivido alejada durante toda mi vida.
Diviso la casa de Tyler, hay varios coches aparcados en el jardín y a varias casas de distancias, soy capaz de oír la estridente música que surge del interior de esta. Veo como mi acompañante frunce el ceño y acelera la velocidad hasta que se aparca justo en frente de la casa del meón.
—Quédate aquí —ordena.
Si cree que voy a obedecerle, lo lleva claro. Abro la puerta incluso antes de que él haya abierto la suya y oigo como voltea el volante antes de bajar tan rápido como sus reflejos se lo permiten. No me siento en lo absoluto intimidada mientras se acerca a mí, a pesar de que unos molestos nervios permanecen inquietos en mi estómago.
—Te he dicho algo —espeta, mirandome fijamente a los ojos.
—¿Cuándo aceptarás que nadie me da órdenes, y que tú no vas a ser la excepción? —inquiero.
—Joder la niñata, que putos dolores de cabeza me va a traer.
Le doy un codazo antes de comenzar a caminar, él acelera el ritmo y se aventura a caminar delante de mí. Ruedo los ojos, si ir primero le hace sentir mejor, me alegro por él, porque me da absolutamente igual.
—No te separes de mí —advierte, mirándome por encima del hombro— y deja esa actitud de...
—¿Entramos o qué?
Bufa, le estoy llevando al límite. La puerta de entrada está abierto y lo primero que percibo es el olor corporal de los integrantes de está gran fiesta, los cuales aún no han descubierto lo que es el desodorante, a parte del típico olor del alcohol, del tabaco y de otro tipo de sustancias nocivas. Ares parece encontrarse en su habitat, se abre paso entre la multitud sin necesidad de hacer absolutamente nada, la gente al reconocerle se aparta e incluso algunos retroceden un par de pasos. Son pocos los que de atreven a saludarle, y solo a uno de ellos le responde.
—¿Has visto a mi hermano? —inquiere.
A pesar de la música, la cercanía me permite oír como pronuncia sus palabras. El chico moreno traga saliva, nervioso, y a pesar de su evidente altura, parece haber menguado hasta no medir más que un niño de tres años.
—E-Estaba en la cocina, con Tyler.
No parece satisfecho con su respuesta, por lo que con su mano derecha se apodera del cuello de la camiseta del chico, quien abre los ojos como platos y por su frente desfilan gotas de sudor.
—¿Está Connor aquí? —pregunta, mirando fijamente al chico.
Me parece suficiente, el chico es evidente que no sabe nada y que solo va a conseguir que se haga sus necesidades encima. Poso mi mano sobre el puño que agarra la tela de la prenda del chico.
—No vas a conseguir nada, Ares. Ha dicho que le ha visto en la cocina, vamos a por él y ya está —anuncio.
El chico asustadizo mira con asombro mi gesto, intuyo el por qué; una persona de su tamaño asustada por el chico de los tatuajes, y yo, que y con suerte consigo partir la cáscara de una nuez, me interpongo entre él y su camino. Ciertamente Ares puede llegar a dar mucho miedo, pero recuerdo su rostro cubierto de harina esta tarde y disminuye cualquier temor que en mí logre generar su persona.
—No te metas, Heather.
—Bien, sigue jugando con tu amigo. Yo iré a por Paul.
—Ni se te ocurra ir sola...
Dejo de escuchar sus palabras, ya me he alejado de él. Si a estas alturas no ha descubierto que cumplo lo que digo, es que no se ha molestado en conocerme lo más mínimo, a diferencia de él, a mí me cuesta algo más que la gente me deje pasar. Aún así, y después de dar y recibir más de una decena de codazos, logro localizar la cocina. Miro hacia atrás, por si a Ares se le ocurre seguirme, pero no.
Desde la puerta puedo apreciar que no hay nadie en el interior, pero aún así, entro en el interior de esta, por si estuviera escondido tras una columna o algo por estilo. No, definitivamente Paul no está aquí, comienzo a pensar que el chico asustadizo no era tan inocente como quise creer que era. Estoy apunto de salir, cuando oigo un portazo.
Me giro hacia la puerta, la figura de Tyler en la puerta hace que me estremezca. Ya no es el chico de dieciocho años que hace no muchas semanas conocí; se ha rapado el pelo al cero, en su cara hay algunos piercings y parece haberse ejercitado. Pero, nada de eso tiene relevancia, me fijo en el tatuaje de trébol que luce en su hombro izquierdo, que queda a la vista por su camiseta de tirantes blanca.
—Eres un traidor de mierda —escupo sin pensarlo dos veces.
No puedo creer que haya traicionado a su amigo, y a Ares. Las dos únicas putas personas que le salvaron cuando el grupo de Connor juró matarlo, y ahora, pertenece a ellos. Siento unas grandes náuseas instalarse en mi garganta, no concibo el porqué, y el cómo, ha podido hacerle esto a Paul y a Ares.
—Encantado de verte, rubia. ¿Quieres beber algo?
—El sentimiento no es mutuo.
—No recuerdo haberte preguntado —me recuerda a la par que se sirve una copa—, lo que si recuerdo, fijate, es eso que decías de que yo era muy niño para ti... Dime, Heather, ¿soy un niño?
—¿Estás seguro de querer saber lo que eres?
—Me pone que me insulten.
—Entonces esto te va a encantar.
Sujeto entre mis manos la fría botella con la que él, minutos antes, ha llenado su vaso. Con velocidad, la levanto con la única intención de romperla en su cráneo, pero el sostiene mi muñeca con una fuerza que duele, y la botella cae al suelo. Trato de ignorar el dolor, de alejarme de la realidad, de pensar en cualquier otra cosa que sea ajena a la realidad en la que estoy inmersa.
Se abre la puerta de par en par, y el chico de los tatuajes es el responsable de esto. Sin dudarlo ni un segundo, se aproxima a Tyler, quien tras sentir el primer puñetazo me suelta. La delicada piel de la muñeca, ahora enrojecida, arde y se puede apreciar sin dificultad las marcas que con sus dedos ha logrado crear.
Vuelvo a ver a los dos chicos, y no, no están en medio de una pelea, no porque una pelea es de dos y él único que golpea es Ares, miro de reojo el rostro de Tyler, tendrá suerte si mañana logra reconocerse al mirarse en el espejo.
—¡Ares! —chillo. Me ignora por completo.
Rodeo su torso con mis brazos y trato de tirar de él. Sé que no poseo suficiente fuerza como para lograr moverle, es por ello que me siento tan aliviada cuando cede y libera en cuerpo de Tyler, quien se tira al suelo entre sollozos. Ares durante un par de segundos parece dispuesto a volver a golpearle, por lo que vuelvo a rodearle con mis brazos, pero esta vez, de frente. Le abrazo como si por algún motivo esto fuera un calmante para él y aunque no noto que se relaje ni lo más mínimo, si soy capaz de sentir como su respiración se ralentiza.
—¿Qué coño ha pasado aquí?
Una voz masculina logra que nos separemos en una décima de segundo, ambos miramos al responsable de esta. A pesar de que solo ha hablado uno de ellos, es un grupo bastante numeroso y todos caracterizados por lo mismo; el puto trébol verde en sus hombros.
—Diablo, este territorio ya no te pertenece. Pero, podríamos llegar a un trato... ¿Quién es ella?
—No es nadie.
Ares pasa su brazo por mis hombros y sin esperar más tiempo comienza a caminar, todo el grupo se dispersa pero ninguno de sus integrantes nos quita la vista de encima. Quiero decirle que hay que volver a buscar a Paul, pero me alivio considerablemente al verle apoyado en el capó del coche de Ares.
Ha sido un día con demasiada tensión, y solo quiero que termine cuando antes.
N/A: juro que yo pongo guiones, pero una vez que publico el capítulo, se quitan casi todos y en fin. Un capítulo cargado de tensión, espero que os haya gustado y nos leemos en el siguiente capítulo.
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