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19.-Vuelven las venganzas.

Si alguien, en algún momento de mi existencia, me hubiera dicho que a punto de cumplir mis dieciocho años estaría huyendo de mi casa, sin un lugar a donde ir, posiblemente me habría reído. No porque no me viera capaz, al contrario, era algo que en algún momento tendría que ocurrir. Pero lo sorprendente del asunto, y lo gracioso, es lo fácil que ha resultado.

No sé a donde ir, ni de que viviré. Doy por hecho que a estas alturas mis tarjetas de crédito ya no tendrán ni un dólar. Claro, que tampoco las llevo encima. Por dios, voy en bikini, en un lamborghini, con un chico como Ares a mi lado y recibiendo miles de llamadas de mi mejor amiga, que ignoro. Estoy convencida de que esto es bastante similar a un videoclip de trap.

Pero, aún así, hay algo más asombroso que lo anterior, y es la vergüenza que interiormente siento y no es por lo anteriormente mencionado. Nunca pensé que llegaría un punto donde fuera incapaz de vencer a Barbara Smith, sin embargo, ese momento ya había sucedido. No podía ignorar la cara desencajada de mi padre, que en todo momento permaneció ajeno al altercado.

Suena el móvil de Ares y deja de mirar la carretera para centrar su atención en el móvil. No es difícil adivinar quien, o quienes, son los responsables de esa llamada.

—No lo cojas —le pido, aunque suena como si fuera una orden. Y tal vez, solo por la puta necesidad imperante que tiene de llevarme la contraria siempre, contesta la llamada- capullo.

—¿Qué pasa, canijo?

Durante varios segundos permanece en silencio y aunque trato de agudizar el oído y oír lo que su hermano le está diciendo, debo ser realista y aceptar que solo oigo, y con dificultad, la distorsionada voz de Paul de vez en cuando.

—Sí, vamos a casa -dice por fin.

A casa, a su casa. No sé que puedo esperar de ese lugar, es decir, por un lado obviamente me espero el piso pequeño de estudiantes universitarios lleno de basura y un completo caos, pero entonces recuerdo que Ares no puede cumplir con ese estereotipo. Tal vez, Paul, pueda ser algo más desordenado. Pero Ares, por su carácter calculador, por su impecable higiene y por su forma de sobre proteger lo que le gusta o valora, intuyo que no viviría en un vertedero.

No acierto del todo, pero tampoco fallo. Cuando llegamos, inmediatamente diviso un edificio moderno, con grandes ventanales que prácticamente te permiten divisar el interior de cada vivienda. Aunque por obvios motivos, los de las primeras plantas tienen las cortinas cerradas y los demás no. Es un edificio elegante, de color negro, un negro puro azabache.

Pierdo de vista el edificio cuando entramos en el garaje subterráneo que éste posee. En el garaje solo hay coches caros, pero no muchos lograrían igualar el lamborghini de Ares en el que estoy montada. Empiezo a entender porque nunca le sorprendió que viviera rodeada de lujos, ni de sintiera incómodo al respecto. Él tiene las mismas condiciones, quien sabe si superará la mía. La que tenía antes.

Aparca el coche en la que supongo que será su plaza y bajo tan rápido como puedo. Como en otras ocasiones ha hecho, intuyo que su principal intención era acercarse y abrirme la puerta para que pudiera bajar, pero sencillamente no estoy para esos gestos de caballerosidad. Que, debido al mal humor que se cierne sobre mí, logro ver incluso machista. ¿Tan débiles somos las mujeres que no sabemos ni abrir una puerta?

Doy un portazo bastante fuerte y me cruzo de brazos mientras espero a que él comience a caminar. Me mira con los ojos entrecerrados y me guía a traves del edificio. El silencio es absoluto e incómodo, no tengo ganas de hablar, pero tal vez si de discutir. En estos momentos ni siquiera quiero ver a Ares, ya que está demasiado relacionado con lo acontecido. Nos subimos al ascensor y pulsa la novena planta.

Su apartamento es muy amplio, moderno, limpio y en lo absoluto típico de un chico de su edad, y menos aún conviviendo con su hermano pequeño, que a pesar de tener los dieciocho años, su carácter es propio de un adolescente. Los colores que predominan son el granate, blanco y negro, creando así una esfera de elegancia que inevitablemente me lleva nuevamente a pensar como es posible que Ares pueda permitirse todo esto.

No dudo de sus capacidades para conseguir un buen trabajo, pero nunca ha hablado de uno en concreto. Empiezo a pensar que no es coincidencia que todos en la zona oscura le teman, y el hecho de que consuma, o consumiera en su momento, estupefacientes.

Me indica que me siente en el sofá y permanezco sola hasta que regresa nuevamente, con una camiseta suya en sus manos.

—Esto es lo que tengo —dice, sin más. Asiento y me lo pongo sobre el bikini, al menos, no tendré que estar preocupada por si se ve algo de más.

Se sienta manteniendo las distancias entre ambos. Quiero gritarle que soy yo quien no quiere tenerle cerca, pero no tendría sentido. Definitivamente el asunto de Barbara hace que pierda la cordura y tal Ares debería temer por su vida.

—Los padres no son eternos, Heather —suelta de pronto.

—¿Lo has descubierto tú solo o te han ayudado?

Bufa y pasa varias veces su mano por su pelo, deslizando las hebras de éste entre sus dedos. No me importa en lo absoluto que tan molesta pueda resultarle en esta situación, no es él quien ha perdido su lugar para vivir. Podría volver, por supuesto. Pero algo en mí dicta que ahora que yo me he ido, mis padres pasarán mucho más tiempo en casa.

—No me equivocaba —esboza una mueca que soy incapaz de descifrar- eres una niñata malcriada.

—Y tú un...

Suena el timbre del dúplex impidiendo que pueda oír mi insulto, gilipollas le había llamado. Aún así, no me rindo.

—Un grandísimo hijo de...

Y vuelven a llamar al timbre. No puedo creerlo.

—¿Qué has dicho? No te he oído.

¡Joder! ¿Por qué a él no le interrumpe el timbre?

—Que eres un...

Creo que es innecesario que explique que ocurre a continuación, Ares eleva una ceja y asiento, casi suplicándole que vaya y abra la puerta. Posiblemente sino hubiera sido por Alex, hubiera lanzado un cojín a la cara de su novio, aunque tampoco habría sigo una gran agresión. Se merece eso, y más, por interrumpirme.

Mi mejor amiga prácticamente se lanza a mis brazos y agradezco estar sentada en el sofá de cuero negro, porque de lo contrario hubiéramos terminado ambas en el suelo. Besa continuamente mi rostro y trato de alejarla de mí, pero es en vano. Alexandra Walker será siempre dramática.

—¡Lo siento taaaaanto! —grita efusivamente. Mis manos están presionadas contra mi estómago por su cuerpo, así que no hay manera de poder cubrirme los oídos.

—Ay, quita —me quejo y con un codazo logro que caiga en la zona libre del sofá. Respiro y solo ese acto me parece maravilloso, de verdad, Alex no es ninguna pluma para subirse así sobre la gente.

—No debí dejar pasar al simio tatuado —mira a Ares, quien observa incrédulo a mi mejor amiga— sí, hablo de ti. Ya puedes ir arreglando todo esto.

—Alex... —comienza a decir Paul.

—¿Yo? —inquiere irónico— Es curioso que culpes a la única persona que ha tenido cojones de defender a tu "hermana de otra sangre" —hace comillas— la misma que se pasa la puta vida salvando tu culo. Pero claro, tú que has tenido media vida para hacerlo, no lo has hecho...

—Ares... —trata de hablar nuevamente mi cuñado. Le miro y niego con la cabeza, mejor que ni lo intente.

Alex le mira fijamente y él le mira de la misma manera. Parece que entre ambos está apunto de estallar la tercera guerra mundial, y por la furia que emanan sus cuerpos, deduzco que sería la tercera, y última.

—Chicos, u os calmáis o voy a...

—¡Cállate! -gritan al unísono.

—Juro que yo no le eduqué —dice Ares mirando a su hermano— no sabe lo que es la educación.

—Sí, definitivamente no sabe respetar que la gente tenga una conversación tranquila y normal, siempre tiene que estar metido de por medio, joder, Paul.

Ambos contemplamos como su novia, y su hermano, se tratan como mejores amigos mientras hablan mal de él. No sé que acaba de pasar aquí y creo que él se encuentra tan desconcertado como yo.

El resto de la tarde transcurre sin nada que destaque, Alex continúa discutiendo con Paul y eventualmente es el chico de los tatuajes quien se encarga de provocar estos conflictos. Como era de esperarse, Ares es alguien quien se divierte al ver los problemas de los demás. A mí no me parece tan gracioso, porque sé que seré yo quien después tenga que soportar a Alex hablando durante horas sobre su discusión con Paul, aunque éstas no son graves y la mayor parte de esta se basa en "tonta", "no, tonto tú", estoy convencida de que mi mejor amiga conseguirá sacarlo de contexto y ver fantasmas donde no los hay.

Ha caído la noche, me encuentro en el balcón del apartamento de Ares. Hace un rato llamaron a un restaurante chino para que nos trajera la cena, y por raro que suene, fui yo quien rechazó llamar a un restaurante especializado en pollo frito. Tal vez se deba a que relaciono el pollo al juego del tequila. Dios, es pensar en el nombre de la bebida e inmediatamente ese repugnante sabor aparece en mi boca. Por algún motivo, el vodka negro aparece en mi mente, y no tardo en averiguar el por qué; la primera vez que besé a Ares... Joder, ni siquiera puedo decir que me besó, o que surgió y nos besamos. Le besé, yo lo hice. Acepté ese maldito juego a sabiendas de que me tocaría besar a alguien, y ni siquiera discutí el hecho de que Alex prácticamente le describiera al decir mi prototipo de chico ideal.

A estas alturas, ni siquiera sé si no era consciente de que cabía la posibilidad de que el elegido fuera él. Tengo un gran debate interno, y la parte irracional de mi cerebro parece ser más fuerte que su adversario. Hay un claro sentimiento que predomina y es el odio, el odio que siento por lo que hace, por lo que consume, por como me trata a veces... Otro sentimiento que soy incapaz de clasificar se siente atraída quizá por los mismos motivos.

—Joder —bufo— esto es una puta mierda.

Definitivamente Ares Brown no me gusta. Eso es algo que afortunadamente tengo bastante claro; pero el problema no concluye ahí. El problema, de hecho, viaja mucho más allá; los nervios que se instalan en mí cuando me toca, cuando se ríe, cuando me lleva la contraria, cuando lo hago yo. Es una atracción insólita, completamente explicable si eres otra chica, pero no siendo yo. Nunca me había dominado tanto un físico como el suyo consigue causar en mí. Yo no era así, y odio el ser débil en el que me estoy convirtiendo.

—¿Heather? —pregunta Ares a mis espaldas.

Como si fuera incapaz de invocarle, aparece. No me sobresalto, ni le demuestro que estaba absorta en mis pensamientos, basados única y absolutamente en su persona. Me giro para observarle pocos segundos de que él hable, con la mayor naturalidad posible en cada momento.

—¿Pasa algo? —inquiero. Sueno fría, pero es lo que pretendo.

Soy así, calculadora, fría. Y él no es nadie para cambiar eso, y menos aún sus labios...

¿¡Qué!? Toco mi frente, no tengo fiebre. No puedo haber pensado en eso.

—Estás actuando raro —cambia de tema.

Claro, si estás en medio de una conversación y tu compañía se toca la frente con cierta angustia notable en su rostro, posiblemente creas que ha consumido algo raro.

—¿Pasa algo? —repito.

—Alex quiere jugar a algo.

—No, no, más juegos no... No, y menos aún si está Alex involucrada en ello.

Entrecierra los ojos y sé que está pensando por la forma graciosa de arrugar su frente.

—Tranquilo, va a salir humo —me burlo por el evidente esfuerzo que estaba haciendo.

Esboza una diabólica sonrisa y comprendo que he firmado mi propia muerte. Sin darme tiempo a apartarme, logra coger mi cuerpo entre sus manos sin ninguna dificultad. Maldito Ares y sus benditos bíceps. Pataleo para que me suelte, pero no hay manera, comienza a caminar y tal vez sino opongo resistencia, me deje en paz y no me obligue a jugar a lo que sea que pretende obligarnos Alex. Aún así, me equívoco, y solo me suelta cuando llegamos al salón.

Cuatro vasos pequeños, una botella de whisky. No hace falta que mencione a que pretenden jugar.

—Gracias, Ares, has hecho un buen trabajo -agradece mi mejor amiga completamente seria- vamos a jugar al yo nunca, y no Heather, no hay elección porque, ¿sabes qué? Mi vídeo sobre una mesa ha llegado a los cinco millones de visitas y eso de que no sabías quien lo había publicado... El canal se llama "venganza Smith", así que no, no hay elección.

Que conste que puse ese nombre en el canal de YouTube con la esperanza de que inmediatamente se diera cuenta, pero ha tardado un par de días en hacerlo y no descarto que tal vez haya recibido algo de ayuda. Mi mejor amiga no es precisamente la mujer más avispada que yo conozca.

Lamentablemente no considero mala idea jugar a este juego. No he hecho nada vergonzoso, así que no va a lograr que con este juego confiese algo raro o inusual en mí. Sonrío, voy a reírme de ellos tranquilamente.

—Bien, empiezo yo —se frota las manos Paul— yo nunca he besado a dos personas la misma noche.

Alex y Ares beben.

—¡¿A dos?! —chilla Paul llevándose la mano al pecho.

Mi mejor amiga rueda los ojos y posa sus ojos en Ares, por algún motivo, creo ver complicidad en estos.

—Yo nunca he hecho un trío.

Paul y su hermano beben. Ahora si se va a liar gorda.

—¡No besas a dos tías en una misma noche pero si te acuestas con ella!

Durante dos o tras minutos la pareja discute. Finalmente, Paul en un movimiento ágil y perspicaz, consigue solventar la situación diciéndole algo al oído. Ignoro el que, pero por las mejillas sonrojadas de mi mejor amiga, intuyo que prefiero no descubrirlo.

—Propongo un cambio —dice, Alex— si en una ronda bebemos todos, menos uno de nosotros, ese uno tiene que llevar a cabo un reto. Pero, si esa persona dice algo que el resto no haya hecho, y él o ella si, serán los demás quienes cumplan el reto.

Nadie pone objeciones, ya que a todos nos resulta divertido. O debería decir a casi todos, obviamente yo no he hecho cosas que ellos no. Este juego es caracterizado plenamente por preguntas de índice sexual, pero tal vez, pueda darle el giro necesario para ganarles.

—Yo nunca me he acostado con nadie.

Todos bebemos, continúo con mi mentira que creó Raúl. En este momento me viene de maravilla.

—Intento fallido, Ares —protesta mi mejor amiga— la virgen Heather ya no es virgen. Raúl, Raúuuul —canturrea.

Le tiro el contenido del vaso que nuevamente Paul ha llenado, sonrío con ironía e ignoro las miradas de ambos chicos puestas en mí, no puede extrañarles tanto. Aunque realmente, como es una mentira, en el caso de dudar de la veracidad, estarían acertando.

—Entonces —se ríe Alex— yo nunca me he acostado con más de dos personas.

Todos, excepto yo, beben. Lo que no saben es que es su propia aliada, mi mejor amiga, el diablo pelirrojo, quien ha hecho que gane este juego.

—Yo nunca he ligado con un gay.

Solo bebo yo.

Y así fue como Alex Walker, Paul y Ares Brown corrieron en ropa interior por las calles de los Ángeles. Únicamente cubría sus torsos una fina capa de pintura, que usé para escribir en estos "Venganza a lo Heather Smith."

N/A: Esta historia ha sido la ganadora del concurso de San Valentín organizado por la cuenta @grupoplanetadorado , tienen premios excelentes y el trato por parte de los integrantes de esta editorial es increíble. Os recomiendo participar en sus concursos.

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