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18.-Amenazas.

Es sábado, y como toda estudiante que incluso en verano se ve obligada a cumplir con su única obligación, estudiar, el que sea fin de semana me excluye de esa acción. A pesar de que mis planes eran despertarme solo para comer, dormir la siesta, despertarme, merendar... Y así sucesivamente, alternando horas de sueños y comidas, soy incapaz de permanecer en cama a partir de las nueve.

Si voy a estar despierta tantas horas, al menos aprovecharé el tiempo, me ducho, desayuno y lavo los dientes sin prisa, pero no obstante siento que el tiempo no pasa. Me visto y haciendo caso al hombre del tiempo, decidió meterme en la piscina, así que la ducha ha sido simplemente una estupidez, tendré que volver a bañarme después.

Aún así, una vez que mi cuerpo queda introducido en el agua, el frescor que esta me proporciona es sublime. No suelo nadar en la piscina por un motivo muy claro, y es que me aburro, me aburro de estar nadando de un lado a otro porque sí, sin una motivación clara. No utilizo la piscina como medio para ejercitarme, así que sinceramente podría no tenerla y no me daría ni cuenta.

Cierro los ojos y me dejo llevar por el movimiento del agua, provocado por la leve y cálida brisa.

La relajación me lleva a pensar en mí, y en todo lo que me rodea. Desde fuera sé como me ven, una ricachona con todo a sus pies, aunque no saben que a todo lo que tengo le daría una patada con tal de obtener libertad. Por más que desee irme de casa, independizarme y no volver a ver a mis padres, me cuestiono que pasará en mi futuro. He sacado un once en las oposiciones, así que multitud de carreras universitarias están a mi disposición, pero nada que me llene, que me haga sentir viva. Posiblemente mi educación solo haya ido guiada en torno a que esta complete mi gran carencia, la simpatía. Barbara espera que eso valga para que el marido que trate de seleccionar para mí baste. Una mujer rica, culta y atractiva, para que más.

No quiero pensar en ello por más tiempo, pero es inevitable el hacerlo, todos saben que harán. Alex irá a la universidad y trabajará cuando termine para mi madre. También sé que Paul tiene intenciones de ir a la universidad, a pesar de que desconozco a que carrera. Incluso recuerdo que Tyler dijo que iría, y yo sigo sin saber que hacer. Ellos han crecido con una vocación, y yo solo con la idea de alejarme de todo.

—¡Ya no eres la virgen María!

Me sobresalto y pierdo la estabilidad, me hundo levemente en el agua y torpemente logro que mis pies rocen el suelo de la piscina. No esperaba encontrarme a Alex allí parada, con sus brazos cruzados y una caja de preservativos sobre su cabeza.

—Buenos días a ti también, mejor amiga —comento con sorna.

—¡Conmigo no uses este tono jovencita! —grita— ¡Raúl me lo contó todo! ¿Por qué no querías hacerlo tú? ¿A caso ya no me amas?

—Eres más dramática que...

—¡Calla y responde!

Cierro la boca con fuerza y comienzo a nadar de un lado a otro con lentitud. Me encanta hacerla rabiar. Y aún más me encanta como ha podido creerse que realmente me he acostado con Raúl.
Pero, respecto a eso, me ha pillado desprevenida. La parte donde mi virginidad se desvanecía no estaba planeada.

—¡Deja de nadar y responde!

—Si me callo, no puedo responderte.

Veo como se queda en ropa interior y salta sin pensarselo a la piscina. En el proceso, tira la caja de preservativos y la cojo al vuelo, leo en el empaque “fresa” y dejo de hacerlo. No sé si quiero saber los gustos de mi amiga en cuanto a métodos anticonceptivos se refiere.

—Quiero detalles —exige.

¿Cómo voy a dar detalles de algo que no he hecho? Conozco la teoría, por supuesto, pero a partir de ahí no tengo experiencia de ningún tipo. Evito mirar hacia arriba a la izquierda, pues es una clara evidencia de que estás mintiendo; el mirar hacia esa zona de forma inconsciente, implica que estás activando la zona imaginativa de tu cerebro. La miro fijamente antes de sonreír y responder de la forma más sincera que puedo.

—No lo recuerdo —espeto— simplemente sé que pasó. No le desde importancia, Alex.

—¡No recuerdas tu primera vez!

—No le des importancia —reitero.

No planeo mentirle toda la vida, pero por lo menos hasta que el tema de Ares sea enterrado. No tengo ningún interés en que el chico de los tatuajes se crea el amor de mi vida, mucho menos teniendo en cuenta su ego, carácter y aire de superioridad. No podría soportar sus bromas y terminaría por agredirle.

Pasamos la mañana entre risas, y aunque insiste un poco más en hablar sobre mi supuesta vez, se olvida fácilmente del tema cuando recibe una llamada de Paul. Me hace una señal de que va a poner el altavoz y asiento.

¿Cariño? —inquiere Paul. Mi mejor amiga rueda los ojos, veremos cuanto le dura esa actitud de indiferencia.

—¿Ahora soy cariño?

Oh vamos, Alex... He estado liado con...

—¿Qué te has liado con quién? —pregunta. Golpeo mi frente con la palma de mi mano, inmediatamente me arrepiento. Estoy convencida de tener toda la frente roja.

Con un asunto, Alex. No me dejas terminar...

—¿Qué quieres terminar conmigo? ¡Heather, dile algo!

Golpeo su frente esta vez y ella emite un leve “auch”.

Heather, hazme un favor y explícale esto —suplica su novio.

—No pienso arrebatarme el placer de oír esto —espeto.

A ver, Alex, cariño, yo no quiero terminar contigo... Solo necesito tiempo para...

“Explicarte que no me dejas terminar de hablar” intuyo que pretendía decir. Pero mi mejor amiga insiste en no terminar de oír lo que él trata de explicar.

—¡Tiempo para tirarte a otra, si ya sabía yo!

—¿Me estás vacilando, no?

—Has tardado demasiado en darte cuenta, cielo.

Siguen hablando durante un largo rato, aunque soy incapaz de concentrarme en su conversación y solo distingo algunas frases que me hacen saber que ya han vuelto a la ciudad. Estoy apunto de morir asfixiada con mi propia risa en varias ocasiones, Alex será y es la mejor amiga que podría pedir.

Siento cierta envidia por su relación, su manera de discutir, quererse, de odiarse y amarse. Es ahora cuando comprendo que el amor no es un camino de rosas, y que conlleva un gran esfuerzo, pero que realmente vale la pena. Nunca había visto tan feliz a mi mejor amiga y me siento yo también así por ella.

Acuerda con Paul verse en mi casa. La ventaja de que prácticamente yo viva sola es que quien yo quiera puede estar bajo mi techo cuando yo quiera.

—¡Ya está aquí! —chilla descontroladamente.

Me llevo las manos a mis oídos, ella y sus gritos. La he dejado algo de ropa interior ya que la suya aún no se ha secado y yo sigo tomando el sol cuando corre a abrirle la puerta. Oigo sus dos voces y en exagerado sonido que hacen al besarse.

—Claro, pasa. Está ahí.

Me pongo en pie esperando encontrarme a Paul, supongo que querrá saludarme. Me equívoco de cabo a rabo, la imponente figura de Ares Brown se encuentra ante mí. Sé que ha sido un muy corto período de tiempo sin verle, pero su esencia me resulta más agresiva que nunca. Es la principal característica que le corresponde, a parte de su retorcido sentido del humor.

Me giro con la intención de volver a tumbarme en la tumbona, pero sus manos se entrelazan alrededor de mi brazo izquierdo y sin hacer fuerza, logra girarme.

—Pensé que ya habías superado la etapa de agarrarme el brazo.

Hago un movimiento brusco y me libero de su ligero agarre.

—Vamos, princesita. ¿No vas a saludarme?

—Tú pides a gritos que te escupa en la cara.

Vuelvo a girarme, pero él es más veloz y se sienta en la tumbona antes de que pueda hacerlo yo. No, con mi comodidad no se juega. Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, sintiendo la humedad de la parte superior de mi bikini. Recuerdo las palabras de Raúl ayer y descruzo los brazos, estaba ofreciendole una vista perfecta de mis pechos sin pretenderlo. Pero sé que él ya se ha dado cuenta.

—Mi —me señalo— sitio.

—Soy tu invitado, además, ¿tus papis no te enseñaron a compartir?

—Ya quisieras tú que te invitara a mi casa.

Entiendo el doble sentido de mis palabras, pero lo hago a propósito y no parece darse cuenta, o al menos logra disimular eficazmente su respuesta a mis palabras. No dejo de contemplarle, sin entender como he permitido que Ares me bese en varias ocasiones, sigo sin encontrarle una explicación. No es lógico, no lo es. No puedo abandonarme a mí misma así, dejarme en manos de mis propios impulsos. Sé cuan peligroso es mi inconsciente para mí misma, me conozco. O creía hacerlo.

Da varias palmadas a su lado, y se aparta para dejarme sitio. No lo pienso antes de sentarme y trato de empujarle. Por más que lo intento, no puedo evitar que la diferencia de tamaño y peso haga efecto, y en lugar de llegar a echarle de mi tumbona, solo consigo terminar sentada en su regazo.

Me revuelvo incómoda tratando de soltarme y echarle de mi casa, no puedo entender que confianza cree que existe entre nosotros para estas cosas. “Quizá sea el hecho de que le has besado tres veces, imbécil.”

—¡Suéltame! —chillo. Me hago daño a mí misma al elevar tanto la voz, eso es más propio de Alex que de mí.

—¿Por qué? Yo estoy muy agusto.

Visualizo la figura de mi mejor amiga espiando a través de la ventana de mi habitación, y segundos después aparece en escena la silueta de su novio. Sé que no harán nada sexual en mi habitación, aunque realmente no me importaría que lo hicieran en cualquier otro lugar, menos en ese. En mi cuarto, no.

Están espiandonos, veo como comentan entre sí. Contradiciendo a lo que yo suponía, Alex no hace gestos obscenos, sino que hace señas con las manos y entiendo perfectamente que pretende que haga, Paul la mira mal, pero con un beso el hermano de Ares se ha olvidado de absolutamente todo.

Me acomodo en el regazo de Ares, parece sorprendido y sus brazos rodean mi abdomen con la finalidad de que no escape, parece que aún no me conoce. Tal vez sea momento de que conozca de que es capaz Heather Smith.

Me giro levemente y sus manos no se oponen a ayudarme a quedar sentada sobre él, pero ahora mirándole fijamente y la distancia es mínima. Sabía que ocurriría y a pesar de lo que mi corazón dicta, me acerco a él aún más.

“Recuerda las clases de Taekwondo.” me digo una y otra vez a mi misma. Suspira sobre mis labios, y su cálido pero mentolado aliento impacta contra mi rostro. El frescor de este característico sabor provoca una placentera sensación en la delicada piel de mis labios.

“Heather, ¡ya!” no puedo seguir prolongando esta sensación por mucho tiempo más. Llevo mis manos a su nuca, y justo cuando él está acercando su rostro al mío, hago impactar mi cabeza contra la suya. Joder, vaya cabeza dura tiene. Se distrae una fracción de segundo, suficiente para que sus brazos aflojen su agarre y pueda apartarle de mí de una patada. Se lleva sus manos a su pecho, parece que intenta recuperar la respiración.

Le miro con una muy amplia sonrisa de satisfacción.

—Si te vas a morir hazlo en silencio.

—¡Esa es mi mejor amiga! —chilla Alex desde la ventana y elevo mis brazos en señal de victoria. Me giro hacia ella para verla y me encuentro a Paul con el móvil. Parece que su novia no será la única protagonista de un vídeo viral.

Sucede todo tan rápido que no logro comprender como he acabado en la piscina. Nado a la superficie y tras frotar mis ojos y echar mi cabello hacia atrás, observo lo que tal vez sea un pecado, pero que por el que cualquiera amaría ser pecador.

Ares Brown está en ropa interior frente a mí. Sin camiseta, sin pantalones, dejando a la vista su cuerpo absolutamente cubierto por tatuajes, impresiona más de lo que alguna vez habría tenido la fortuna de imaginar. Me obligo a mí misma a cerrar la mandíbula ante esa visión, es magnífico. Ares es una obra de arte, cada músculo parece esculpido, y cada tatuaje magníficos y delicados adornos que decoran ésta.

Salta al agua con lentitud, estoy plenamente convencida de que lo ha hecho a propósito, para cerciorarse de cuán atractivo puede parecerme. Y creo que debería darle, incluso, las gracias.

No tarda en acercarse a mí y durante un largo período de tiempo soporto sus ahogadillas, sus tonterías y el hecho de que ame salpicarme. Por supuesto él sufre una tortura similar, incluso probablemente mayor, ya que según veo que tengo la oportunidad, me subo sobre sus hombros y le tapo los ojos.

Camina hacia las escaleras de la piscina aún conmigo en sus hombros, y eventualmente, le jalo del cabello.

—Ha sido sin querer —miento.

—Vaya con la princesita —se burla y continúa subiendo las escaleras. Cuando estamos fuera del agua, la cosa es muy diferente y carezco del equilibrio necesario para no temblar sobre sus hombros. Estoy completamente convencida de que está haciendo algo para que me caiga, pero no averiguo el qué.

—¿Se puede saber que está pasando aquí?

Ambos nos detenemos al oír una voz femenina. Una voz que solo puede provenir de un ser frío y arrogante. Mi madre nos mira desde la puerta trasera que da al jardín, cruzada de brazos y con una ceja alzada. No está sola, y eso es lo que llama mi atención, tanto mi padre como la familia Lauren al completo están con ella.

Juraría que puedo ver una pequeña sonrisa en el rostro de Mateo, una sonrisa maliciosa, que posiblemente en más de una situación yo haya esbozado sin piedad. Por ese motivo sé que el hecho de que mis padres estén aquí no es casualidad, y que espera que pase mucho más de lo que cualquier persona con sentido común habría llegado a imaginar.

—Heather, te he hecho una pregunta —insiste.

—Vaya, lo siento Barbara —me bajo de los hombros de Ares de un salto y me acuerdo a su posición— ignoraba que tu vacía cabeza carente de neuronas no hubiera percibido mi sutil respuesta, que, por si sigues sin adivinarlo, es que paso de responderte.

—¡Heather! —exclama la señora Lauren horrorizada. La miro con una ceja alzada, no tiene ningún derecho a reclamarme por mi actitud.

Mi madre se aproxima aún más a mí, amenazante. Quizá una mujer como ella, con su carácter, lograra intimidar a otra persona, pero a Heather Smith no. Olvida con frecuencia que si algo he heredado de ella, es el no achantarme ante cualquiera que imponga su voluntad ante la mía.

—¿Quién es ese? —escupe con frialdad. Ese, odio la manera tan despectiva con la que habla de él. Porque no lleve un traje, ni se parezca a los típicos niños pijos a los que ella está acostumbrada a ver, no implica que sea inferior. Dios, siento tanta rabia que tengo ganas de arrancarla hasta las pestañas.

—Soy Ares, Ares Brown.

—No estoy hablando contigo, ¿entiendes? —su tono de voz es alterado, y por su forma de respirar, comienza a alterarse.

Ares sonríe con arrogancia y se une a nosotras. Se acerca a mí, a pesar de eso, respeta mi espacio personal y se mantiene a unos pocos centímetros de mí. Siento como coloca sus manos en mi cintura, no estoy para sus tonterías. Me muevo bruscamente y él entiende a la perfección, no necesito que intente apoyarme.

—Que sea la última vez que me humillas delante de nuestros invitados —susurra aproximando aún más su rostro a mí.

—Tus invitados, mami —me burlo.

Levanta su mano en un intento de golpearme, y lo logra. Soy incapaz de apartarme, o reaccionar justo a tiempo. Siento como mi mejilla arde, no puedo creerlo. No puedo creer que la misma mujer que ha sometido mi vida durante siete años a su antojo, que me ha convertido en un conjunto de libros y de clases de baile, tenga el valor de hacer esto.

—Como vuelvas a tocarla juro que te piso el cráneo —las palabras hostiles que Ares le dedica logran incluso intimidarme y preguntarme si sería capaz de hacerlo.

—¡¿Me estás amenazando?!

No hay ningún tipo de respuesta, al menos no verbal. Ares tira de mí hacia la puerta de entrada, sido sin poder reaccionar. Solo sé una cosa de seguro, la próxima vez que vea a Barbara Smith, posiblemente no sea yo quien recibe el golpe.

—¡No vuelvas por aquí o llamaré a la policía!

Y sé que me lo dice a mí.

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