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11.-Querida España.

Cuando amanece mis ojos arden y es que aún no he conseguido pegar ojo. Quiero negarlo a toda costa, pero estoy nerviosa, sé lo que va a suceder y no quiero que lo haga. Si toman la decisión, si pretenden obligarme a contraer matrimonio con Mateo, habrán perdido a su hija para siempre.

El problema es que sé que lo saben. Y si lo hacen, es que no les importo lo más mínimo. Soy fuerte, independiente y no voy detrás de ellos intentado establecer una comunicación familiar que nunca ha existido, pero también soy una adolescente que en última instancia si pudiera elegir si tener unos padres más afectuosos o no, diría que si.

Me levanto a duras penas, no sé si es el país o yo misma, pero algo es diferente. Siento cada paso distinto, como si yo no fuera la misma, como si toda mi realidad se viera amenazada y próximamente destruida. Sé quien soy, he trabajado mi personalidad durante años, y no voy a tirar todo por la borda, pero por un día me gustaría poder llamar a mi madre y decirla que duerma conmigo, o a mi padre y preguntarle si quiere que vayamos de compras juntos.

Sé que su habitación está en el otro extremo del pasillo, junto a los ascensores. Es curioso que la habitación de Mateo se encuentre a mi derecha, y la de sus padres a mi izquierda, pero la de los míos en la otra punta del pasillo.

Me ducho y visto. No me han comentado los planes para hoy. Son las nueve, así que ya deberían estar despiertos, pero no seré yo quien vaya puerta por puerta a preguntar. Si hay una remota posibilidad de que se olviden de mí, ruego al cielo por que tenga lugar y no sufra el castigo de acompañarles.

Mi móvil suena, no espero ninguna llamada así que rápidamente me acerco y veo el nombre de mi mejor amiga en pantalla. Hago cálculos, allí deben ser las doce de la noche, lo que solo puede significar una cosa.

—¡Esta discoteca es la mejor! —grita y su tono de voz amenaza con dejarme sorda. Nunca aprenderá.

—Antes de ayer también saliste... ¿No deberías frenar un poco, Alex? —pregunto. Coloco el móvil en el espacio restante entre mi oído y hombro y aprieto este contra el cuello para que no se caiga.

Me tiro sobre el colchón, no dormir tiene efectos secundarios y estoy muy cansada, pero sin el más mínimo sueño.

—¡Es que Ares me ha invitado y no podía faltar!

—¿Desde cuándo sois tan amigos?

¿Celosa? Tranquila, Paul es el mío. Vaya con los hermanos Brown —silba— bueno, Heather. ¿Qué tal España? ¿Ya has comido paella?

—Los hermanos Brown para ti enteros. Es un bonito país pero, ¡Mateo y su familia están aquí! Han venido con nosotros. Quiero volver ya a casa.

¿C-cómo? ¿Mateo? —su tono de voz se ha relajado y he dejado de escuchar música y griteríos de fondo— No me gusta ese chico para ti.

—No le conoces, Alex. No sabes cuán horriblemente infantil es.

solo ten cuidado, ¿eh? Que te conozco. Nada de quedarte embarazada para joder a tus padres.

Río con fuerza sin poder evitarlo, las ocurrencias de Alexandra siempre lo consiguen. Me muerdo el labio con fuerza y me obligo a dejar de hacerlo.

—Tranquila, no hay planes de ser madre ni con quien serlo por aquí.

¡Tengo que colgar! —vuelve a chillar— ¡Mañana te llamo!

No sé si tener un hijo molestaría a mis padres, pienso seriamente en ello mientras me maquillo, tal vez le consideraran otro negocio, pero en cualquier caso, no les dejaría acceder a él. Sería mi propio hijo, un ser humano al que moldear y crear, ya podía imaginarme a un pequeño niño rubio hacer chillar a sus pequeñas amigas. Mi hijo, si algún día existía, sería un ser maravilloso.

Pero no quería tener hijos por esa misma razón, yo soy el resultado fallido de prototipo de niña de papá y he salido una adolescente algo problemática y cada vez voy a peor. Tal vez, intente educar a mi hijo o hija para ser como yo y sea exactamente lo que mis padres esperaban de mí.

Además, lo complicado realmente no sería el niño, sino el padre. No me veo soportando a un solo hombre el resto de mi vida ni una breve parte de esta tan siquiera. Considero por lo general que el noviazgo y el matrimonio podría meterse en una bolsa y tirarse al contenedor y el mundo sería un lugar absolutamente tranquilo.

Soy una persona complicada y nadie es lo suficientemente complicado como para entenderme, nunca he conocido a un chico que tenga unos ideales claros, que defienda sobretodo lo que quiere y/o aprecia. Y si lo he conocido, aún no me he dado cuenta. Aunque si nos fijamos en casos de algunas mujeres famosas y sus respectivas parejas, es posible que el hombre de mi vida aún no halla nacido.

Dan dos golpes leves en la puerta y me levanto a abrir, mucho estaban tardando. No me sorprende encontrarme a los cinco allí, mi madre mira constantemente el reloj que mi padre lleva en la muñeca y hace sonar sus tacones contra el sueño.

—¿Piensas ir así? —el tono tan cruel de mi madre no es sorprendente para ninguno de los presentes.

—Tú también vas muy guapa, Bárbara.

Esta mujer no me da tregua nunca. Ni siquiera puedo meterme con su atuendo, es exquisito y en cualquier otra situación y llevándolo otra persona, me habría detenido admirando su buen gusto. Pero que decir, mi madre no sabe ni combinar el negro, sé que mi padre ha elegido todo el conjunto. Es siempre lo mismo, todo lo que hace mi madre es un fracaso porque siempre va siguiendo el mismo pensamiento: tiene que ser lo mejor. Es una gran abogada, pero como persona carece de sentimientos y posiblemente de lógica.

Cojo mi bolso y móvil y cierro la puerta. No voy tan mal como ella ha sugerido, y lo sé porque solo me crítica si me ve como una amenaza. Para ninguna de las dos es un secreto que yo solo soy una versión mejorada que puede llegar a opacarla. No diré lo típico de “no es ego, es ser realista”. Es egocentrismo puro y duro causado por la repulsión que en mí causa mi progenitora.

Mateo se acerca a mí cuando nuestros padres comienzan a caminar y nos dejan atrás. Le miro de reojo, lleva un polo Ralph Lauren blanco y unos pantalones vaqueros azules ajustados. No me gusta ese royo de niño bueno, un traje es sexy, esas pintas definitivamente no. Y menos aún cuando con esa cara de “no he roto un plato en mi vida” ya me pone de por sí, nerviosa.

—Buenos días, Heather —me saluda— Que guapa estás hoy.

—Buenos días para quien los tenga.

Alzo la ceja, tiene que estar de broma. La noche en la que nos conocimos estaba mucho más arreglada que el día de hoy, llevo un vestido cómodo y de “sport” como lo llamaría mi padre. Es gris y queda completamente ajustado a mi cuerpo, y como es propio de este estilo, llevo unas deportivas negras.

No estoy especialmente guapa. Tampoco pretendía ir elegante, vamos a hacer turismo, no a una gala, pero para este tipo de gente ir a hacer la compra implica tacones y largos vestidos.

El día es ameno si ignoro las constantes insinuaciones de Mateo en cada oportunidad que tiene, y el hecho de que Alex no ha dejado de llamarme. No la he contestado porque no quería que el intruso que no se aparta de mí me escuchara hablar con ella, quien sabe que tenga que contarme. Tengo ganas de volver, verla e ir a cualquier sitio juntas, últimamente no hemos pasado mucho tiempo juntas y no puedo evitar echarla de menos.

Visitamos plazas importantes, dos museos y comemos con un político de Cataluña. Mi madre habla con él sobre el alojo de sus hijos en nuestra casa durante sus vacaciones dentro de más de un mes, lo cual me toma por sorpresa. Aún así, lo ignoro y lo dejo pasar. Si sus hijos pisan mi casa se arrepentirán de haberlo hecho. Nadie ha pedido mi opinión sobre este asunto y tampoco he accedido a ello, así que no quiero que nadie me haga responsable de mis actos después.

Me limitó a sonreír cuando el político me mira y halaga mi sonrisa, según él, y cito textualmente “vendería toda Cataluña por ver esa sonrisa cada día” sin duda, el señor tenía labia. Mateo le interrumpió alegando que esa sonrisa no se compraba, sino que se ganaba.

Y ahora, me encuentro en mi momento de soledad más íntimo que he tenido desde que he llegado a España. Nuestros padres decidieron ir a cenar a una marisquería, pero realmente lo último que quiero es ver como matan a una langosta frente a mí, así que les avisé que iría a una pizzería.

Y el parásito se habría acoplado de no ser porque no pude contener mis palabras:

—Me gusta la pizza de dos formas, caliente y sola, o con un chico que esté bueno y a tomar por culo la pizza. Sino encuentro a un español guapo, sin duda hoy tendré la primera opción.

Contuve mi risa a duras penas, y en cuanto salí del local, estás escaparon de mi control. Mateo es tan sumamente manejable que me hace gracia. Llevo todo el día riéndome de él y aún así no se rinde. Sé que lo hace por el negocio futuro que pueda existir y no porque yo le guste, y eso es lo más gracioso de todo el asunto.

Decido llamar a Alex porque sencillamente el día es demasiado aburrido sino tengo con quien compartir mis experiencias. Pido otra porción de pizza en lo que ella contesta.

—¿Qué tal la resaca? —pregunto cuando contesta.

Heather... —su voz es un leve susurro y se disparan todas mis alarmas. Algo no va bien.

—¿Qué ha pasado?

Dormí con Paul, y cuando me desperté él no estaba, voces en el salón, bajé y... —comienza a sollozar e hipar.

Solo necesita decir una frase y cogeré el primer vuelo a Los Ángeles.

Y estaba el tío raro de aquella noche, no me vio, estaba hablando con Ares y Paul... Les amenazó, Heather. Les dijo que atacarían por donde más daño pudiera hacerles.

—El punto débil de Paul eres tú, y el de Ares su hermano, que hijos de perra —escupí con crueldad sin importarme que la señora de al lado de mirara raro.

Le he dicho a mis padres que estoy nerviosa por lo de la beca de derecho, pero no se lo creen del todo. No he comido nada, Heather. No que hacer.

—Ve preparando la maleta, mañana dormimos juntas en mi casa.

—¡No! Disfruta de tus vacaciones. Yo estaré bien.

—No digas tonterías. Mañana nos vemos.

Cuelgo mientras busco por internet y  compro el primer billete de vuelta a casa. No tenía pensado que ocurriría esto, sabía que Connor actuaría, pero me había amenazado a mí y no a ella.

Sé de sobra que Connor no es un chico del cual una deba fiarse, pero en mis venganzas y/o amenazas nunca implicaría gente ajena a la situación. Aunque tampoco es que haya llevado a cabo muchas y menos de la magnitud de ésta.

No solo me preocupa Alex, tiene a Paul que la defenderá y en última instancia Ares no permitirá que le ocurra nada a la pelirroja que le ha robado el corazón a su hermano. Lo que realmente me preocupa es por qué no me amenaza a mí, porque no ha aprovechado y me ha hecho algo. Yo le escupí dos veces. Ella solo se quedó allí, hecha un ovillo y temblando. Ella no había hecho nada.

No puedo dejar de pensar en ello mientras preparo las maletas, en menos de veinticuatro horas las he deshecho y vuelto a hacer. Ni siquiera sé para que me molesté en ordenarlo todo en el armario. Escribo una pequeña nota, no puedo explicarles que pasa exactamente, aunque tampoco es que quiera hacerlo. Aún así, no quiero que se arme un escándalo porque he desaparecido.

Aunque claro, estoy segura de que solo montarían la parafernalia de mi desaparición para ganar inversores y socios. La maquiavélica mente de mis padres no tiene límite, y siento que cada día que pasa me parezco más a ellos.

Arrastro las maletas hasta llegar al ascensor y cuando salgo de este, me aseguro de que en el recibidor del hotel no haya ni rastro de mis padres o de la elegante familia Lauren. Dejo mi llave en recepción y me acerco al taxi que ya me espera en la puerta del hotel.

Solo espero que Alex se mantenga a salvo durante el tiempo que me tome llegar hasta ella.

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