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⊰⊹ฺ ᶜᵃᵖⁱ́ᵗᵘˡᵒ 3 ⊰⊹ฺ

En su pequeño templo color blanco con tonos secundarios como el rosa y el morado, junto a una sombra azul oscuro. Las columnas se alzaban dejando ver la cúpula del mini-templo, las flores cantaban una melodía suave cada vez que pasaba Seokjin.

El príncipe, sentándose en el piano grande color blanco tocó una melodía al compás de las flores.

Una melodía que no poseía letra. Sólo un par de notas sin más.

Las aves se deleitaban al escuchar la sinfonía del príncipe Seokjin, las especies celestes guardaban absoluto silencio para escuchar cada opresión a las teclas, refrescaba sus días, una melodía pura y sincera que por más que había pensado, no fluía una letra adecuada, ninguna encajaba con ella.

Terminando con las últimas notas, las aves revolotearon y los seres volvieron a sus quehaceres luego de dar su preciada alegría en forma de nube.

Si bien Seokjin tocaba porque le gustaba, también era cierto que tocaba para que los seres dieran parte de su aura a las nubes otorgándole el brillo, éstas luego caían en la tierra bendiciendo su paso y siendo de guarda para los habitantes de ella.

—– Su alteza... —– Subió su mirada y se encontró con Siyeon, súbdita de su familia junto con su servidor confiable, Jinyoung —– sus hermanos —– junto sus manos.

—– ¿Qué pasa con ellos?

—– E–están —– dijo Siyeon sonrojándose al ver a los ojos a Seokjin y bajó su mirada.

—– Están saboteando la cosecha sagrada —– continuó Jinyoung, Seokjin resopló levantándose.

—– Yo iré, no hace falta que vayan conmigo —– dijo inmediatamente al ver al par seguirle.

—– Como desee, príncipe —– ambos se inclinaron en reverencia, mientras el hijo de la noche se dirigía al foco del problema.

Bajó con toda gracia las escaleras caminando por el prado de algodones saludando a uno que otro habitante.

El príncipe Seokjin siempre fue reservado, amable y respetuoso. Ayudaba a todos por igual y siempre manteniendo sus límites. Siempre tuvo un peso de ser el ejemplar al ser el mayor y el que gobernaría el reino cuando su padre no estuviera.

Pasando los pequeños túneles llegó a un edificio alto, pero de un solo piso. Era conocido como el invernadero sagrado; en el se mantenían las cosechas del dios del sol que eran hechas por el dios de la luna. Esta cosecha era de vital importancia en el reino del otro lado siendo la bendición de paz y el único momento en que ambos reinos podían unirse.

El reino del sol no podía producir esta cosecha, solo el reino de la luna podía hacerlo, manteniéndose un tiempo determinado en el proceso de crecimiento del trigal sagrado, una fuente que mantenía al sol y a sus habitantes.

El trigal era muy bien cuidado llevando mucho mantenimiento que sólo el dios de la luna podía hacer, más nadie, ni siquiera él cómo príncipe y que sus hermanos menores estuvieran jugando con esa cosecha, lo llevaba irritado.

Pasando las puertas de cristal, se dejó llevar por los gritos y el alboroto del lugar yendo al salón donde el trigal maduraba convirtiéndose en las preciadas plumas con la fuente del sol.

Encontró a sus hermanos saltando y peleando en medio de ellos, los soldados y las doncellas intentaban apartarlos pero no podían hacerlo, tenían el escudo habilitado.

Con molestia Seokjin golpeó el suelo con su pie haciendo que las espigas volaran abriendo el paso directo a donde estaban sus hermanos, tirados en el suelo por el golpe.

Todos voltearon a verlo, inclinándose ante él enseguida. Cruzado de brazos y con una inexpresión peligrosa, quedó frente a los dos menores.

Sus muy traviesos inquietos hermanos gemelos.

—– Jin, ¿Qué haces aquí? —– respondió el de cabello color ceniza, Jimin.

—– ¿Qué hago aquí? —– pronunció lentamente. Un escalofrío recorrió por la espina dorsal de ambos. Sabían lo que venía después —– Interesante pregunta.

—– Jin-hyung, esto no...

—– Es lo que parece —– asintió —– típicas palabras proveniente de ti, Taehyung. Siempre que pasa algo dices lo mismo —– el de cabello rubio bajó la mirada. Ninguno dijo nada, ambos querían divertirse, era aburrido estar ahí arriba dejando todo impecable, sin mover nada.

Jimin y Taehyung, gemelos y menores que Seokjin. Traviesos hasta decir no más, nada ni nadie podía detenerlos, ni siquiera sus padre, sólo su querido hermano mayor.

—– Entramos porque...

—– Me lo dirán después de que arreglen todo este desastre —– le dio la espalda —– más les vale que ni una espiga esté dañada o la harán ustedes y se disculpan con el personal ¿Entendido?

—– Sí, Jin-hyung —– ambos asintieron volteándose a arreglar lo desordenado, Seokjin se acercó a las doncellas y soldados haciendo una reverencia.

—– Mis disculpas por esto.

—– No se preocupe su alteza.

—– Si hay algún daño infórmenme, por favor.

—– Como desee, su alteza —– sin mediar más palabras retomó su camino al palacio, donde seguramente estaría su padre leyendo uno de los informes reales diciendo algo sobre sus hijos menores.

En su caminar, más de una doncella y ser celestial sin importar su género, miraba embobado al príncipe. Su aroma dulce, suave y terriblemente varonil te hacía querer acercarte a olerlo todo el día. Las mariposas púrpuras y blancas merodeaban su paso anhelando ser conocidas por el hijo de la luna.

Con una sonrisa y pequeños saludos, el príncipe llegó al magnífico palacio, si bien la extensión del reino de las nubes era grande, con nubes interponiéndose en su camino como niebla, con los rayos del lejano sol golpeando la tierra y reflejando un poco en el reino; con las calles limpias y blancas, brillantes como mármoleadas. Las escaleras de entrada magnificas, con dos estatuas en forma de copas de gran tamaño y en su centro tres esferas en representación de la tierra, la luna y el sol. Cada una bañada en plata. Enredaderas a los lados, con espigas del sol en la mitad de la copa y la otra mitad con brillo de luna.

—– Príncipe —– un soldado se acercó a Seokjin.

—– ¿Sí?

—– Su padre, quiere verlo. En el jardín central.

—– Voy a verlo. Muchas gracias.

—– No agradezca su alteza —– dijo el soldado retirándose. Seokjin se dirigió al jardín central, un jardín lleno de flores radiantes y algodones. Las aguas cristalinas brotando de fuentes naturales, la misma tierra del reino creaba sus sauces. La entrada del jardín quedaba en la sala principal de reuniones del rey, por lo que no todos entraban allí; siendo ésta alta, con bordes morados brillantes.

Al pasar la entrada se encontró con su padre. Sentado en el suelo del jardín, rodeado de varias estrellas, esferas pequeñas brillantes, indescifrables en forma y tamaño.

Ellas amaban cuando el rey entraba en su estado de meditación, donde su conexión con los seres celestiales era palpable, estaba lado a lado con los cuerpos celestes y las estrellas se reunían para esperar su orden.

Seokjin, admiraba cómo su padre se alineaba con el universo. Su poder era denso, pero para nada atosigante, sabía manejar y equilibrar su poder sin espantar a las personas a su alrededor; a menos de que aparecieran invasores cargados de maldad donde sí demostraba su poder con dignidad.

Los brazaletes de su padre brillaban, un collar de oro y plata se posaron en su cuello, con un redondo de sol y luna.

Sabía lo que significaba ese collar.

Aparecía dos o tres veces al año.

—– Magnífico —– susurró.

—– Sshhh —–Seokjin miró y allí estaba su madre, Soobin. Con su vestido largo tubular agua marina tallándose a su cuerpo, su capa del mismo color sujetada en sus hombros, de su cuello colgaba un collar largo que tenía una piedra esmeralda en el centro.

Su madre sencilla y elegante, con su cabello hasta los hombros, y unos pasadores en forma de palmeras doradas a los lados de su cabeza. A la par estaban sus hermanos.

Su madre le sonrió y le hizo señas a que mirara al frente, a lo que obedeció y volvió su mirada, su padre reunía a las estrellas en su mano para luego retirarlas y darles el mensaje al reino del sol.

—– Veo que hay noticia —– dijo Seungho soltando la última estrella.

—– Cariño... —– Seungho miró a su esposa sonriéndole.

—– Sí, lo sé —– Seokjin muy difícil entendía como sus padres se comunicaban con tan solo verse —– Taehyung, Jimin... ¿Qué pasó esta vez?

—– Dile tú, Jimin.

—– ¿Por qué yo? —– bufó —– Dle tú, eso es tuyo.

—– Tú estabas conmigo.

—– Ayudándote mal agradecido.

—– Basta —– dijo Soobin mirando a ambos severamente —– Jimin —– el nombrado resopló, ganándose un codazo por parte de su madre.

—– Estábamos en el río Succot recogiendo los peces para llevarlos a la tienda, pero antes de irnos escuchamos ladridos y decidimos ir a ver. Detrás de los arbustos, encontramos atascados a Yeontan.

—– ¿Yeontan?

—– Sí, es el nombre que Tae le colocó, y decidimos traerlo y enseñárselos a ustedes.

—– Entonces ¿Cómo terminaron en la cosecha sagrada, Taehyung? —– Seokjin y Seungho, veían la escena con gracia. Su madre poseía una sabiduría al hablar, no era de molestarse o alzar la voz pero con solo decir tu nombre y brindarte una mirada filosa sabías que estabas en problemas, era imposible no sentirse en la necesidad de obedecerle.

—– Llegamos a la tienda y dejamos los peces, luego quisimos jugar con Yeontan, lo traía en brazos pero cuando lo solté comenzó a correr por todas partes, lo perseguimos hasta que entró a la cosecha. Saltó sobre las espigas jugando con ellas, entramos para sacarlo y terminamos nosotros allí en el problema.

—– ¿Arreglaron todo?

—– Sí.

—– ¿Se dañó algo?

—– No.

—– ¿Quién los detuvo?

—– Seokjin — Dijeron señalando al pelinegro que estaba quieto en su lugar escuchando atentamente todo. Su padre lo miró, esperando ver alguna reacción pero no encontró ninguna, en su lugar estaba la mirada perdida.

Seungho suspiró, ese estado de Seokjin solo tenía una causa.

—– Voy hablar con Seokjin, espérenme en la sala.

—– Vámonos —– Soobin tomó de los hombros a sus dos hijos, dejando a Seungho con su hijo Seokjin.

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