⊰⊹ฺ ᶜᵃᵖⁱ́ᵗᵘˡᵒ 20 ⊰⊹ฺ
Habían pasado exactamente dos meses y medio desde el eclipse y ambos jóvenes llevaban sus vidas relativamente normal.
Era más llevadero el tiempo a pasar gracias a los informes que llevaba –muy gustoso– Hoseok, aunque, Seokjin se había negado al principio en enviar cartas o algún otro detalle porque era un príncipe muy terco y a pesar de que estaban destinados a estar juntos, Seokjin no quería ilusionar a Namjoon y tampoco ilusionarse.
Todo sería a su tiempo.
Eso a Hoseok lo irritaba ¿Quién en su sano juicio hacía eso?
Kim Seokjin.
Quería ahorcarlo pero, no sería muy ético ni celestial de su parte.
Por ello cada vez que se veía con Seokjin llevaba su piedra de Zafiro consigo, una de las cosas que había aprendido es a tener un As bajo la manga y esa era una de ellas.
Con la piedra guardaba parte de la conversación que tenía con Seokjin, le era difícil que mencionara algo en concreto sin delatarse, pero, siempre lograba que dijera algo lindo de Namjoon y lograr guardarlo en su Zafiro.
Incluso cuando le llevaba algún mensaje “indirecto” de su parte lo guardaba, en esa joya.
Por otra parte, Namjoon se sentía como un niño pequeño.
Su abuela había sido comprensible en el tema, ella creía en todos esos mitos y resultó ser una de las personas que llevaban sus ofrendas de paz hacia ellos.
Aun así, cuestionaba cada vez que podía a Namjoon sobre este príncipe que había conocido, preguntándole qué quería hacer al respecto cuando regresara y lo viera.
Ella fue parte del reconocimiento de sus sentimientos, ya que su mente no le encontraba lógica.
Con algunas historias románticas de su abuela, de esas que siempre le intrigaban y le dejaban hechizado, fue que aceptó que el amor no tiene lógica alguna, no lo reconoces cuando llega, solo sabes cuando está, no sabes describirlo pero lo sientes.
Namjoon se identificaba con eso, no entendía nada, pero sabía que había algo.
Encajaba tan bien ese desastre, que se sentía cómodo.
Tan cómodo como ese día sábado por la tarde casi noche.
Se encontraba en su tienda remodelando, reorganizando las cestas de plantas en la parte trasera junto con los frascos esterilizados.
Debía hacer un poco de trabajo y se sentía renovado para hacerlo.
Los cultivos eran nuevos y Jackson había traído las plantas frescas en la mañana, sería un excelente momento para hacer las preparaciones y fermentarlas, según sus minuciosos cálculos, para el lunes estarían listos los ungüentos y medicinas.
A pesar de que parecía ser un trabajo agotador y fastidioso, para Namjoon, era todo lo contrario. Amaba sentirse en sintonía con el olor a frescos de las plantas, le encantaba sentir los aromas de las flores y disfrutar de su néctar a la hora de mezclarlo en la gran olla.
Sus caderas se movían al ritmo que surgía al chocar la paleta de madera contra las paredes de la olla, la brisa fresca suavizaba el calor que el fogón provocaba.
Las cortinas nuevas que había traído Mark estaban sujetas por cintas blancas, el sol se ocultaba lentamente pintando de naranja el tan conocido azul cielo, los pajarillos cantaban las últimas tonalidades antes de resguardarse de la noche.
—– Agrego tomillo —– espolvoreó entre sus dedos —– Un poco de romero —– lanzó una pizca —– y el toque final, tan tan, aceite de coco —– tomó el delgado frasco en sus manos y quitó el tapón para vaciar su líquido en la mezcla principal, sus ojos se cerraron al sentir el aroma inundar sus fosas nasales —– ¡Delicioso! —– Apagó la preparación y la tapó, allí la dejaría hasta el día siguiente, revisó las otras preparaciones —– Todo listo.
Cada olla la colocó en un tapete encima de la mesa, cuando Mark llegara el día siguiente solo tendría que envasarlos en los frascos ya esterilizados.
Se quitó el delantal, secó el sudor en su frente y por milésima vez observó que todo estuviera en su lugar.
—– ¿Nam? —– El castaño volteó encontrándose a alguien muy inusual.
—– ¿Yoongi? —– Se acercó al príncipe a abrazarlo —– Vaya, que milagro.
—– Sí, ya mucho contacto —– el castaño sonrió, Yoongi no había cambiado mucho desde la última vez que lo vio —– ¿Qué hay terrícola?
Namjoon rodó los ojos y sonrió.
—– ¿Terrícola? ¿En serio?
—– Bueno, ¿Qué tal humano?
—– No seas tonto, Yoongi.
El pelinegro se encogió de hombros.
—– ¿Todo bien?
—– En pocas palabras, todo bien. ¿Qué tal tus plumas?
—– En su lugar o eso espero —– murmuró, nervioso se rascó la nuca y soltó —– Oye, ven conmigo.
—– ¿Qué a qué?
—– Vamos a dar un paseo, tengo que hablarte sobre algo muy importante —– Namjoon asintió confundido, bajó las cortinas y dejó todo cerrado en la parte trasera, en la delantera las cortinas estaban igual de cerradas, a un lado de la mesa estaba Yoongi agarrando unas mandarinas de la cesta.
—– Eso no es para comer, Yoon —– Tarde, el pelinegro ya estaba metiéndose un trozo en la boca.
—– Entonces ¿Para qué es? ¿Para dejarlas ahí y que se sequen? —– dijo con la boca llena.
—– Nada, olvídalo. ¿A dónde vamos?
—– Por ahí —– dijo con simpleza y salió de la tienda, a Namjoon no le tocó más que seguirlo, detestaba la intriga, quería siempre estar al tanto de todo, ese sentimiento tan fastidioso de curiosidad lo irritaba y carcomía.
Tomó con fuerza el bolso que colgaba en su hombro mientras miraba al suelo buscando su moneda perdida, se detuvo al ver que Yoongi hizo lo mismo y fue cuando subió su mirada, en un abrir y cerrar de ojos su corazón se ralentizó y luego se aceleró, era el sendero de la colina norte, lleno de altos árboles y palmeras, por lo general daba un aire de misterio, eran los cazadores los que se atrevían a ir allí, nada más.
Después del salir las noches de eclipse, la colina del norte era otra cosa prohibida.
Y estar frente a la entrada, con el letrero grande en rojo y con letras en mayúscula diciendo NO PASE, SOLO CAZADORES, no era muy buena señal.
Además, la noche cayendo no ayudaba en absolutamente nada.
—– ¿Y ahora?
—– Es un lindo lugar ¿cierto?
Escéptico, Namjoon intercaló su mirada entre el sendero y Yoongi.
—– Sí, para que te coman, es muy lindo —– se cruzó de brazos —– Si querías que me muriera hay otras muchas formas de decirlo ¿Sabes?
—– Yo no te llamé aquí —– refunfuñó Yoongi.
—– ¿No? ¿Y quién me fue a buscar a la tienda? ¿Cleopatra o Blancanieves y los siete enanitos?
Suspiró —– ¿Sabes qué? No soy bueno para esto, pero, debes ir allí.
—– ¿Qué? ¿¡Estás loco!?
—– La persona que me dijo que lo hiciera, sí —– asintió —– Muy loco. Demasiado loco —– se encogió de hombros —– No te pasará nada, te están esperando allá.
Namjoon cerró su boca de golpe pensando en todas las alternativas, la esperanza de que fuera Seokjin burbujeaba como lenta agua hirviendo y por más que no quería ilusionarse, era tarde, ya lo estaba haciendo. Sus pies pisaban fuerte la tierra, esperando a que no lo tragaran o peor, que saliera un animal rastrero y lo devorara.
Suspiró, su miedo y adrenalina no eran buenas juntas, estaba como un desquiciado andando firme por ese oscuro y frío sendero, con la noche vistiendo el inmenso cielo, con el sonido de los grillos, sapos, o cualquier animal nocturno pisándole los talones; sus manos temblando y su tez pálida.
Cualquiera que lo viera diría, es un transeúnte.
Se atrevió a mirar al frente a ver si lograba observar algo, no sabía a donde ir, solo seguía el sendero.
Muy estúpido de su parte.
Una sombra a su izquierda lo hizo quedarse con el aire en sus pulmones, sus pies no avanzaron más, al contrario, quedaron pegados al suelo.
Las palabras se las había llevado algo más que un ratón, parpadeó un par de veces enfocando y su vista se nubló.
Restregó con el dorso de su mano sus ojos y se atrevió a caminar, y no era por miedo a lo que podía haber en ese bosque tan solitario, si no, en lo que podía decir esa sombra que poco a poco tomó forma.
Llegó a un círculo iluminado por la radiante Luna, las rocas grandes formadas como si de arte se tratasen.
Se percató de quién estaba allí por lo que volteó encontrando sus ojos después de mucho tiempo.
Le sonrió, como la dulzura encarnada que era y su corazón se encogió cuando escuchó esas cuatro letras.
—– Hola…
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro