Capítulo 3
Año 2019
Yo ya tenía 23 años y las cosas entre Ji-yeong y yo no podían ir mejor en ese momento. Ya llevabamos tres años juntos, y seguíamos queriendonos igual. Asistíamos a ciertas galas y fiestas de empresarios, hacía más de un año que la había presentado como mi pareja a la sociedad. Todos se habían alegrado por nosotros, y habían opinado que eramos la pareja más hablada del año.
Tras ese viaje que hicimos, decidimos que debíamos centrarnos en nosotros para así poder salir adelante.
Sin embargo, como se suele decir, las cosas buenas no duran para siempre. Y las cosas se complicaron, en todos los sentidos.
14 de mayo del 2019. Estado: Los Ángeles
—Señor, siento molestarle pero las oficinas de Corea del sur no paran de llamar.
—¿Para eso pago a una secretaria, para que me diga cosas que ya sé? Digales que estoy ocupado, y no quiero que vuelva a entrar para hablarme de eso.
—Si, Señor, como ordene.
—¡Mary! ¿Donde está mi café? ¿Es que nadie sabe hacer su trabajo bien?
—Lo siento, aquí está señor Hwang.
—Gracias, ahora fuera de mi vista.
—¡Señor!, tiene tres reuniones programas está mañana.
—Entonces pospongalas, no tengo animos para esto.
—Pero Señor, son muy importantes.
—No lo suficiente como para hacerme perder el tiempo, ni usted es tan tonta como para no acatar una orden, ¿verdad?
—No, Señor, enseguida me encargo. — Dice mientras agacha la cabeza.
—Bien.
Me desago la corbata, la cual ya estaba empezando a ahogarme, y decido salir a la azotea a tomar el aire.
Llevo ya dos meses en Los Ángeles. El trabajo ha empezado a consumirme, y la vida ya no me da para otra cosa. Tuve que dejar a Ji-yeong en Corea por motivos razonables, pero aún así sigo pensando que fue lo mejor.
Antes de mi partida tuvimos una discusión, ella quería una vida, una familia. Pero yo no podía darsela, por alguna razón desde la muerte y desaparición de todas la personas que me importaban, la vida había dejado de tener un sentido. Dejaba que el destino me llevara a donde me tenía que llevar. No quería una familia, no quería estar atado a nada ni a nadie, al final la familia es algo que pierdes, sin embargo la libertad si que puedes mantenerla por más tiempo, tú puedes controlar cuando tenerla y cuando no, sin sorpresas.
En el caso de Ji-yeong, ella no lo veía de la misma forma, para ella tener una familia lo era todo, ella no pudo tener una saludable, por eso quería formar otra. Me sentía un miserable al pensar en que yo estaba parando su sueño para conseguir el mío. Eramos personas con sueños y destinos separados, eso era algo que yo sabía, pero ella se negaba a creer.
Sabía que lo que sentía por ella era algo muchisimo más profundo, el amor era algo inesplicable, e incluso yo estaba dispuesto a cualquier cosa por ella. Pero al igual que la quería, sabía que ella no sería feliz hasta que se alejase de mi lado. Era guapa y divertida, podría econtrar a cualquiera y formar una familia, era odioso cuando la oía decir que quería que esa persona fuera yo, cuando yo sabía que eso jamás pasaría, no podía.
Una llamada interrumpió mis pensamientos.
—¿Abuela? — pregunté cuando descolgué el telefono.
—Jade, cariño, ¿cómo estás, que tal va tu estancia en Los Ángeles? —Preguntó mi abuela.
—Bien. — me guré a ver el caos que había en las oficinas. —Todo va bien.
—Me alegro, ¿has hablado con Ji-yeong?
Rodeé los ojos. Sabía que la conversación tomaría este rumbo.
—No, abuela. Hace un tiempo que no hablamos.
—Pues deberías hablar con ella, ayer sepaso por aquí para ayudarnos. Es una chica muy aplicada, y se nota que te quiere mucho, ¿por qué ya no la llamas?
—Es complicado.
—Hombres. Solo sabeis decir la misma frase, os creeis que eso lo soluciona todo.
—Abuela, tengo trabajo, ¿necesitas algo importante?
—Entiendo que estés ocupado pero...
—Así es, lo estoy, y por eso te pido que no te metas en esto.
—Esta bien. Llamaba para saber como estabas y si todo estaba bien.
—Todo está bien, no te preocupes.
—Bien, entonces te dejo. Cuidate mucho, Jade. Te quiero.
—Y yo a ti.
Cuelgo la llamada y me quedo mirando el fondo de pantalla de mi móvil. Somos Ji-yeong y yo abrazados en nuestro viaje a Brásil.
Se me forma un nudo en la garganta y decido apagar el móvil completamente. Desde que dejamos de hablar, ver las fotos y simplemente recordarla me traía un mal sabor de boca y un dolor diferente. Era como si hubiera sabido desde el principio que nunca podríamos estar juntos, pero como un niño no había querido reconocerlo. Ji-yeong había sido un capricho. Pues al final, el día en el que me pregunte a mi mismo si habría llegado a hacer lo mismo por Ji-yeong que por Sun-hee, me di cuenta de que no habría sido lo mismo. Sus casos habrían sido completamente diferentes, y Ji-yeong se merecía a alguien que la tuviera a ella por encima de cualquiera.
A pesar de eso, me prometí a mi mismo que siempre cuidaría de Ji-yeong, me aseguraría de que tuviéra una vida plena y que no le faltara de nada.
Tras estar un rato relajandome, decido volver a la oficina.
Cuando entro veo que el caos ya está controlado y cada uno está haciendo su trabajo de forma ordenada.
El abogado y ayudante que tenía mi padre siempre se encarga de ayudarme, es como si yo fuera la cara bonita de la empresa, pero quien está detrás organizando y haciendo que la empresa salga a flote, es él.
Al ver que ya no tengo que hacer mucho más, y antes de que les de por organizarme una sesión de fotos o algo por el estilo, opto por irme ya al hotel y tratar de descansar.
—Hoy podeis salir una hora antes, buen día a todos. — Me despido.
Eso parece alegrarlos y se despiden cariñosamente, pues a pesar de que saben que yo casi no hago nada por la empresa, me conocen desde que era un crío. Mi padre solía traerme a la empresa para que me acomodara en un ambiente de trabajo y labores conjuntas. Es por eso que la mayoría de los trabajadores tratan de ayudarme y no se enfadan ni me echan en cara nada. Al fin de al cabo, no ha pasado tanto tiempo desde que solo era un crío, solo tengo 23 años, y mi vida ya parece estar trazada.
Si Sun-hee estuviera aquí me diría que no hiciera nada de esto si no me hace feliz. A pesar de que seguramente si ella estuviera aquí, el trabajo no me desagradaría, pero saber que está en un lugar desconocido, donde unos mafiosos la buscan, no me hace gracia.
Salgo de la oficina y me monto en el coche. En vez de conducir hacía el hotel, decido ir a un bar prestigioso y conocido en Los Ángeles.
Cuando llego y me bajo, distingo un ambiente muy cargado de fiesta. Paso por al lado del guardia de la entrada VIP, quien al reconocerme no pone quejas.
Me siento en la barra de los VIPS siendo consciente de la mirada de muchas chicas sobre mi. He aprendido a que no me incomoden, además de que saben que no pueden acercarse a esta zona.
Después de varias bebidas, sigo notando sus miradas y suelto un resoplido de frustación.
—Es frustrante cuando no dejan de mirarte a pesar de que saben que nunca querrás nada con ninguna. — Comenta un señor a mi lado.
—Si, lo es. — Respondo.
—En parte por eso echo de menos mi país, allí las chicas no son tan descaradas. — Comenta.
Me giro hacía él curioso y me sorprendo al notar sus rasgos coreanos.
—¿Es usted de Corea del sur?— Cuestiono.
—Así es.
—Yo también lo soy. — Agrego.
Él se gira hacía mi confuso.
—No lo aparenta, parece más americano o ingles. — Me observa.
—Mi madre era coreana y mi padre americano.
—Oh, ¿ellos están...? — Pregunta cuidadoso.
—Muertos, si. — Aparto la mirada.
—Lo lamento, por cierto, ¿quién es usted? Su cara me suena de algo. — Pregunta.
—Soy Hwang Jade.
—Oh, de empresas Hwang, es un placer.
—¿Y usted es...? — Le observo detenidamente.
—Cho Sangwoo, un placer.
Y nos estrechamos las manos.
Espero que os haya gustado, ya tengo planeado todo el libro así que empezaré a actualizar más rápido.
¡Gracias!
-Venus
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