ʀᴏɪᴇʀ.
En las dos semanas que comenzó a trabajar en prisión fue un poco duro, su bienvenida no fue tan agradable, sabía que mayoría de prisioneros serían groseros, pero ser recibido con cumplidos subidos de tono, chistes de doble sentido y silbidos fue extraño, realmente estaba conviviendo con personas alejadas de la sociedad, pero no iba a dejar que tales comportamientos le hicieran pasar un mal rato, es un profesional y debe actuar como tal, las citas con los reclusos fueron tranquilas, se aseguraba de mostrar confianza a sus pacientes para que nada fuera incómodo, siempre siendo amable con una sonrisa y hasta sacando sonrisas a sus pacientes, pero hubo uno en particular que no quería abrirse con él, más bien ese paciente quería sacarle plática sobre su vida personal. La primera cita con ese recluso se la paso hablando sobre algunos gustos que tenía, claro, sin sacar temas más personales, tener esa mirada azulada que no la apartaba para nada de su persona hizo que se sintiera como si fuera algún tipo de presa.
Cellbit era su nombre, un hombre de nacionalidad brasileña, líder de una organización criminal que estaba entrelazado con muchas cosas cuestionables, poco a poco fue dándose cuenta de que aquel tipo tenía la prisión a su favor, ningún guardia le recriminaba si se pasaba de la hora en el patio, todos hacían la vista gorda a la televisión que había en su celda y ni hablar de las comidas exclusivas que solo cocinaban para él, toda esa corrupción era desagradable para Roier por lo que decidió no involucrarse con él, pero mientras más se alejaba más se acercaba Cellbit. Mientras caminaba por la prisión, era perseguido por Cellbit, los mismos guardias también lo traían hacia donde estaba y si tenía cita con otro paciente, pero el tipo quería verlo, tenía que cancelar la cita o sería regañado por un guardia. Roier no es una persona que se enoje fácilmente, por lo que de toda esa situación decidió ver el lado bueno, hiciera o no un buen trabajo de psicólogo de igual forma iba a recibir su paga, no había necesidad de darle importancia a cosas que solo iban a agotarlo, eso sí, aún no quería contar sus cosas personales ni hacerse cercano a Cellbit, solo hablaba cuando el mayor iba hacia su consultorio y le sacaba platica, evitaba verlo a los ojos porque joder, no podía negar que tenía bellos ojos azules, una de sus debilidades eran los hombres atractivos y si no quería involucrarse con él, siempre mantenía su mirada en otras cosas, usando su papeleo como excusa.
—Guapito.
Nuevamente, Cellbit entró a su consultorio, esta vez estaba parado cerca de la camilla con las hojas dispersadas en ella, pues el estar sentando en su escritorio lo aburrió, esta vez no podía ver al mayor, estaba concentrado en ordenar las citas de la siguiente semana, comenzando por las más complicadas. Tenía algo de confianza en estar de espaldas con Cellbit en la habitación, en todas las visitas que recibía por su parte pudo notar esa suavidad con la que era tratado por el mayor, lo consideraba como un pequeño gato, que buscaba atención y era manso, que solo quería compañía.
—Gatihno.
Ya se acostumbró a llamarlo de esa forma, además de que parecía una palabra que lo hacía permanecer en silencio y eso era lo que quería, necesitaba algo de silencio mientras ordenaba su agenda. Pero su cuerpo tembló un poco al sentir como dos brazos acorralo su cuerpo contra la camilla, desde su vista solo podía observar las manos sujetadas al delgado colchón, en la parte de su nuca sentía una tranquila respiración que erizaba su piel, sentía que si solo se movía unos pequeños centímetros, iba a sentir en su trasero una parte que deseaba no haber pensado, ese pensamiento impulsivo hizo que sus mejillas se ruborizaran y sin darse cuenta su corazón comenzaba a palpitar más rápido, lo único que hizo fue en intentar ignorarlo y agarrar de forma torpe las hojas sobre la camilla, pero la mano de Cellbit sujeto la suya haciendo que soltara las hojas.
—Nuestras manos tienen casi el mismo tamaño.— Susurró cerca de su oído.
Una voz relajada, algo ronca al susurrar, provocó que tragara algo de saliva, su mano estaba siendo acariciado por los dedos del mayor, sentía la yema de sus dedos deslizarse por sus nudillos hasta que entrelazara su mano con la suya.
—Se complementan.
Podía sentir los cayos en la palma de Cellbit, una mano con varias cicatrices al igual que su brazo, no sabía cómo reaccionar, estaba reuniendo algo de valor para poder alejarlo y salir de la habitación hasta que se dio cuenta de que su otra mano ya no sujetaba el delgado colchón, su mano izquierda no estaba, ahora si estaba algo nervioso, Cellbit comenzó a sujetar su cintura con su mano libre, siendo cauteloso al meter su mano debajo de su camisa, al sentir su tacto en su piel se encorvó, su mano estaba fría lo que causaba que su cuerpo se retorciera, al moverse Cellbit presiono su cuerpo contra su espalda y ahora si sentía un roce en su trasero, eso era suficiente para intentar alejarse, era una situación muy peligrosa.
—¡Cellbit! Suficiente, suéltame.
—¿Você realmente quer ficar longe de mim?
—¡No te entiendo! ¡Ugh!
La mano izquierda de Cellbit por la desesperación bajó hacia su ropa interior, el miembro de Roier comenzaba a reaccionar y el toque del mayor en su falo no ayudaba a calmarlo, sin importarle nada le dio un codazo al estómago del contrario y así poder separarse, su camisa estaba arrugada y su pantalón desabotonado, se veía como si hubiera sido atacado y no se alejaba a la realidad.
—¡Soy tu psicólogo, idiota! Esto es algo que no puedes hacer. ¡Debes de respetarme!
Roier estaba irritado, su corazón estaba alborotado y sin esperar alguna respuesta salió de su consultorio, lo único que quería era estar alejado de los reclusos, fue hacia uno de los baños que usaban el personal y se encerró, quería calmarse a sí mismo, su paciencia fue explotada y no sabía qué hacer, sabía que era mala idea trabajar en una prisión, estaba arrepintiéndose de su trabajo.
Pero lo más irritante era la erección en su pantalón, después de todo Roier es homosexual.
—¿De verdad quieres alejarte de mi?
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