5. Respiro de paz.
El viaje a Seúl resultó ser más interesante de lo que había anticipado. Jungkook, sentado en el asiento de copiloto, había tomado el control del ambiente al cantar todas las canciones de su repertorio. La mayoría eran melodías de los años 80, canciones nostálgicas que llenaban el auto con una energía particular.
Lo observé de reojo mientras tarareaba una canción especialmente pegajosa, su voz ligeramente desafinada, pero entusiasta.
—¿Te gusta mucho la música de los 80? —pregunté, curiosa por su elección.
Al oír mi pregunta, Jungkook me lanzó una leve mirada antes de sonreír con esa expresión que comenzaba a reconocer como típica en él. Encogió los hombros con un aire despreocupado.
—Lo que se hereda, no se hurta. A mamá le encanta, y a mí también. ¿A ti no te gusta?
Moví la cabeza, evitando una respuesta clara. No quería mentir, pero tampoco deseaba abrir la puerta a recuerdos que prefería dejar en el pasado. Aquella música tenía el poder de llevarme de vuelta a tiempos que había dejado atrás, y era algo de lo que prefería huir.
—Prefiero el jazz.
—Oh, Lee Heesul es mas clásica. Me gusta.
—Sí, bueno... no es que pase escuchando música, pero me relaja bastante. Mas si tengo un día estresante. — expliqué repiqueteando los dedos en el volante.
—Uh, me gusta obtener datos de ti sin investigar. Te relaja el jazz, anotado.
—Idiota.
—Solo un poco.
Rodé los ojos para sonreír levemente. Llevábamos tres horas dentro del vehículo y sentía que necesitaba una leve parada para ir a hacer mis necesidades que lamentablemente las pospuse cuando salimos. Y sí, él me recomendó ir al baño, pero como toda una terca, me negué.
—Pasaremos a echar gasolina.
—Yo veo que el tanque está a la mitad. — observó el medidor del tablero levantando una ceja. Lo miré de mala forma. — ¿Qué? ¿Quieres ir al baño? ¿Es eso?
—Estoy en mis días. — mentí.
—Oh, por eso vi tu pantalón manchado cuando saliste...
Abrí mis ojos sorprendida y agarré el volante con fuerza.
—Eso no es cierto...
—Mmh, tienes razón, no es cierto... — sonrió con suficiencia, al momento en que extendía una mano a mi mejilla y la acariciaba lentamente. — al igual que tu excusa.
—Si vuelves a tocarme, meteré mi puño en tu boca para que dejes de decir idioteces, ¿oíste?
Jungkook volvió a sonreír, negando con la cabeza de manera juguetona, mientras levantaba las manos en señal de rendición.
—Está bien, fiera. Controla esos instintos asesinos —dijo con un tono divertido—. Detente en una gasolinera y pasa al baño. No te vas a morir por admitir que yo tenía razón y puedo asegurar que la mayoría de las veces la tengo.
Lo miré de reojo, evaluando su comentario con una mezcla de escepticismo y curiosidad.
—Eso es hablar con mucha seguridad —respondí, manteniendo mi tono neutral.
—¿Eso no es bueno? —replicó con una ceja arqueada, desafiándome de manera amigable.
—Puede ser —concedí, sin querer darle el gusto completo de una respuesta afirmativa.
Jungkook se inclinó ligeramente hacia mí, su expresión se tornó más seria, aunque todavía brillaba con un toque de travesura.
—Oh, querida Heesul, estoy ansioso por demostrar de lo que soy capaz de hacer.
Su confianza era evidente, casi palpable, y aunque su actitud a veces rozaba lo arrogante, había algo en su convicción que me hizo sonreír ligeramente.
—Ya veremos, querido Jungkook.
Jungkook era gracioso, una fuente constante de comentarios ingeniosos y sonrisas fáciles. Sin embargo, seguía siendo un enigma. No lo conocía más a fondo, ni deseaba hacerlo. Para mí, solo era un compañero de trabajo, alguien que estaba aprendiendo, formándose para ser un mejor detective. Cuando terminara su aprendizaje, se iría a otra comisaría o, quizás, a otra ciudad. ¿Quién sabe?
Mientras mis pensamientos divagaban, una nueva canción comenzó a sonar en el repertorio de Jungkook. La melodía llamó mi atención de inmediato, despertando una sensación extrañamente familiar. Como si la hubiera escuchado en otra vida, en un momento que ya no recordaba. Apreté el volante con fuerza, mis nudillos blancos por la tensión. Mis ojos comenzaron a moverse de un lado a otro, perdiendo el control sobre mi entorno.
La voz retumbó en mis oídos, fría y urgente. Volteé y vi la silueta de dos hombres corriendo hacia mí, sus rostros ocultos en la penumbra. Un pánico visceral se apoderó de mí, un miedo que me dijo que esto era real, que lo que estaba experimentando era peligroso.
Sin pensarlo, comencé a correr, mis piernas moviéndose con una velocidad que no sabía que poseía. El terror me impulsaba, cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos como un tambor de guerra. Pero no importaba cuánto corriera, sentía que la distancia entre ellos y yo se acortaba.
El pánico creció cuando sentí un tirón en mi pierna, haciéndome tropezar y caer al suelo. La adrenalina me empujó a levantarme de nuevo, ignorando el dolor que se extendía por mi cuerpo. Sabía que no podía detenerme. Debía seguir corriendo, escapar de lo que fuera que me perseguía. Pero algo, una sensación primitiva, me decía que no importaba lo rápido que corriera, no podía huir de esto.
Sentí un golpe seco y contundente en mi cabeza, un estallido de dolor tan intenso que me hizo caer al suelo sin control. El impacto me dejó aturdida, la tierra debajo de mí levantándose en una nube de polvo que se adhería a mi piel. Los rasguños ardían con una ferocidad que me dejaba sin aliento, pero todo eso palidecía en comparación con el dolor que retumbaba en mi cráneo, pulsando con cada latido de mi corazón.
Mientras la oscuridad se cerraba sobre mí, escuché un susurro cerca, una voz cargada de triunfo y maldad que se abrió paso entre el zumbido en mis oídos.
—Te tengo.
Volví a mis sentidos con un fuerte sobresalto, cuando un grito estridente perforó la niebla en mi mente, devolviéndome a la realidad con una brutalidad que me sacudió hasta el núcleo. Sentí unas manos que no eran las mías aferrarse al volante, realizando una maniobra desesperada para evitar un camión que se abalanzaba sobre nosotros. El auto patinó y se deslizó hacia la acera, con las llantas chirriando bajo la presión del freno que apreté con todas mis fuerzas. El coche se detuvo de lado, inclinado peligrosamente, pero no habíamos chocado con nada.
Mi corazón latía con una intensidad que amenazaba con romper mi pecho. Saqué el cinturón de seguridad con manos temblorosas y tomé mi cabeza entre ellas, tratando de calmar la tormenta que se desataba en mi interior.
—Eso estuvo muy cerca, Heesul... —La voz de Jungkook llegó a mí, cargada de una mezcla de alivio y preocupación
—Lo siento... yo, lo siento mucho, Jungkook. No sé qué sucedió, yo... —La música aún resonaba en el auto, la misma melodía que había desencadenado todo, y sin pensarlo, golpeé la radio con fuerza, silenciando la canción.
—¿Qué sucede? —Jungkook me miraba con genuina preocupación.
Ni yo sabía muy bien qué sucedía. Todo en mi cabeza era un caos. ¿Qué había sido esa visión? ¿Por qué me había transportado a un lugar tan oscuro y desconocido? Mis manos aún temblaban, incapaces de soltar el volante, como si aferrarme a él pudiera anclarme a la realidad.
—No... yo no lo sé. Es como si... como si hubiera estado en un sueño... — traté de explicar, pero callé cuando sentí que era un total estupidez. — Olvídalo. Ni siquiera te molestes en pedir una explicación, pensarías que estoy loca —murmuré, sintiendo el peso de mis propias palabras.
Apenas podía mirarlo a los ojos, temerosa de lo que podría ver en ellos: incredulidad, desdén, tal vez incluso miedo. Pero en lugar de apartar la mirada, Jungkook me observó fijamente, su expresión imperturbable, casi como si estuviera analizando cada detalle de mi rostro.
—Jamás pensaría eso de ti —dijo con una firmeza que me sorprendió. Su voz era baja, pero cargada de convicción, como si realmente creyera en lo que estaba diciendo.
Las palabras de Jungkook lograron que la tensión en mis hombros se desvaneciera poco a poco. Sentí cómo los músculos se relajaban, permitiéndome respirar con mayor profundidad. Asentí en respuesta, sin decir nada más y puse el auto en marcha, aferrándome al volante con más firmeza, pero con menos prisa. Esta vez, me aseguré de conducir con calma, enfocada en cada curva y cada señal, sin dejar que mi mente divagara.
La radio, extrañamente, seguía encendida, pero no había forma de que soportara escuchar una nota más. Alargué la mano y la apagué, dejando el habitáculo sumido en un silencio que, extrañamente, se sintió como un alivio. Ya había tenido suficiente de ruidos, distracciones y recuerdos confusos por un día.
No necesitaba más.
Cuando llegamos al hotel, me sorprendió lo acogedor y bonito que era. Había reservado el lugar con antelación, buscando algo cómodo para descansar antes de continuar con el caso. Una recepcionista de sonrisa amable nos recibió con una inclinación de cabeza.
—Bienvenidos al hotel Seorae Palace. ¿A nombre de quien está la reservación?
—Lee Heesul.
Ella sonrió para teclear y asintió en respuesta.
—Su habitación matrimonial está lista.
Me quedé aturdida, parpadeando mientras procesaba sus palabras. ¿Matrimonial? Escuché el resoplido de Jungkook a mi lado aguantando la risa.
—¿Matrimonial, detective Lee? Nos saltamos la etapa importante del noviazgo.
Lo miré realmente mal e intenté corregir a la señorita con rostro amable de inmediato.
—Disculpe, pero creo que ha habido un error. Reservé dos habitaciones separadas.
Ella revisó el sistema con paciencia, pero luego negó con la cabeza, señalando la pantalla para que pudiera ver por mí misma. Ahí estaba: una única reservación para una habitación con cama matrimonial.
¿Cómo era posible que hubiera sucedido esto?
En ese momento, sentí un leve golpe en mi costado. Jungkook, con una sonrisa tranquila, se inclinó hacia mí y susurró:
—No te preocupes, puedo dormir en el piso si es necesario. No quiero que te sientas incómoda.
Lo miré, aún en shock por la situación. Su tono era tan ligero y despreocupado que no pude evitar sentir un poco de alivio. Aun así, la idea de compartir la misma habitación me parecía completamente inapropiada, incluso si él estaba dispuesto a dormir en el suelo. Pero, viendo que no había otra opción y que la recepcionista ya nos estaba entregando las llaves, respiré hondo y asentí, aceptando la situación.
—Está bien —murmuré—. Pero ni se te ocurra roncar.
—No te prometo nada.
Subimos en el ascensor hasta el séptimo piso, donde se encontraba nuestra habitación, la número 513. El trayecto se hizo en silencio, con un leve eco de la música ambiental que tocaba una suave melodía. Cuando llegamos, traté de abrir la puerta mientras equilibraba las cosas que llevaba conmigo, lo cual no fue nada fácil. Finalmente, tras unos segundos de lucha, logré empujar la puerta y entrar.
Al instante, me quedé impresionada. La habitación era increíblemente amplia y hermosa. Una cama enorme, nada que envidiar de un hotel de lujo, ocupaba el centro, con una alfombra gruesa y acolchada debajo que parecía perfecta para caminar descalza. Hacia un lado, había una pequeña sala de estar con un sofá cómodo y un televisor de pantalla plana. Todo estaba decorado en tonos cálidos y acogedores, lo que solo me recordaba lo agotada que estaba después de un día tan largo.
Solté un suspiro profundo, dejando caer mis cosas en el suelo con un ruido sordo antes de tirarme de espaldas sobre la cama. El colchón era tan suave que casi me absorbió, como si quisiera envolverme en una nube. Cerré los ojos por un momento, sintiendo el cansancio acumularse en mis músculos y el leve dolor de cabeza que había estado ignorando finalmente intensificarse. No había duda: necesitaba descansar.
—Puedo dormir en aquel sofá o creo que la alfombra se ve bastante cómoda.
Solté una pequeña risa al escuchar las palabras de mi compañero. Abrí mis ojos lentamente y lo vi sentado en aquel sofá. Me giré para apoyar la cabeza en mi mano.
—Era real lo de no roncar.
—No ronco. Es como si no existiera, tú tranquila.
—No puedo estar muy tranquila. Jamás me había pasado algo así. Te juro que fui muy clara respecto a las habitaciones, es extraño que pasen todas estas cosas. — expliqué arrugando mi frente. Hace días me sentía extraña y los sueños que estaba teniendo no los estaba encontrando normales.
—Sigo insistiendo que es estrés. Trabajas mucho, muchísimo y veo que no descansas muy bien.
—No, no he estado durmiendo bien.
—Entonces ya no sigas de habladora y descansa.
Aunque normalmente me resistiría a que alguien me diga qué hacer, en este caso preferí hacerle caso. Tomé mi bolso con mis artículos personales y mi pijama, y me dirigí al baño. Una vez adentro, me miré en el espejo, notando la tensión reflejada en mis propios ojos. Respiré profundamente, intentando dejar ir la inquietud que había estado arrastrando desde hace rato.
El problema no era compartir habitación; ya lo había hecho en otrss oportunidades, ya sea por alguna investigación o en mi vida personal. Pero esta vez era diferente. Jungkook tenía algo que lograba ponerme nerviosa. No me gustaba cómo lograba desestabilizarme emocionalmente, aunque no lo demostrara.
—Solo son seis noches. Seis noches y ya está —me repetí en voz baja, manteniendo la mirada fija en el espejo como si tratara de convencerme. Inhalé profundamente, buscando algo de valor en medio de la maraña de pensamientos que revoloteaban en mi mente, y finalmente salí del baño lista para dormir.
Cuando volví a la habitación, Jungkook estaba recostado en el sofá, usando una polera musculosa y un short deportivo. Estaba concentrado en su celular, completamente relajado. Lo primero que noté fueron sus piernas, claramente tonificadas, y sus brazos fuertes que me hicieron mirarlo mas de lo debido.
Aclaré mi garganta para llamar su atención. Él levantó la vista y me miró de arriba abajo, como si evaluara mi aspecto. Un destello de diversión cruzó sus ojos antes de hablar.
—Lindo pijama, Lee.
Rodé los ojos, aunque no pude evitar sonreír levemente.
—Mis ositos te agradecen, Jeon.
Él soltó una pequeña carcajada y volvió a su celular, pero pude sentir su sonrisa aún presente. Me dirigí a la cama, apagando mentalmente cualquier pensamiento que quisiera colarse sobre lo que significaba compartir espacio con él. Al fin y al cabo, solo eran pocos días.
Y lo intenté, juro que lo hice.
Traté de desconectarme y concentrarme en dormir, pero no podía dejar de pensar en la incomodidad de Jungkook. El sofá en el que descansaba era demasiado pequeño para alguien de su tamaño, y la culpa comenzó a colarse entre mis pensamientos. No podía evitar admitir que había sido un caballero al ofrecerse a dormir allí, y aunque le agradecía el gesto, la idea de yo estar cómoda en la cama mientras él estaba ahí no me agradaba del todo.
Me incorporé luego de pensar mucho, mirándolo desde la distancia. Tenía el celular sobre el pecho, pero su respiración era profunda y lenta; ya estaba dormido. Quedé sorprendida por todo el tiempo que estuve moviéndome. Me levanté con sigilo y me acerqué, notando que su piel estaba fría al tocar su hombro. Ni siquiera se había tapado con una manta.
Él abrió los ojos lentamente, parpadeando con curiosidad.
—¿Qué pasa? ¿Has tenido alguna pesadilla? —murmuró en un tono adormilado.
—No... solo... —dudé un segundo, pero finalmente solté—. ¿Quieres dormir en la cama? No puedo dormir tranquila sabiendo que estás en este sofá.
Su expresión se suavizó, y una sonrisa pequeña y sincera asomó en sus labios.
—Te dije que no quería hacerte sentir incómoda...
—Tranquilo. La cama es grande y no creo que invadas mi espacio.
Él rió por lo bajo y se encogió de hombros.
—Tengo buen dormir.
—Entonces ven a la cama.
Sin dudarlo más, se levantó y se acomodó en el otro extremo de la cama, mirando el techo mientras asentía con satisfacción.
—Es muy cómoda —dijo con calma, como si intentara disipar cualquier posible incomodidad, aunque para mí ya no existía.
—Sí, lo es —le respondí, dejándome caer de nuevo en mi lado de la cama.
Él giró su cuerpo, quedando de costado, con sus ojos fijos en los míos.
—Gracias, ahora dormiré muy bien —dijo, pero luego su tono cambió a uno un poco más juguetón—. No te voy a mentir, me gustó escuchar eso.
—¿Qué cosa? —pregunté, sin entender a qué se refería.
—"Ven a la cama". Sonó muy... bien.
No pude evitar negar con la cabeza mientras soltaba una risa suave.
—Buenas noches, Jeon.
—Sueña bonito, Heesul —contestó, cerrando los ojos con una sonrisa tranquila.
Sentí cómo el peso de la tensión que había arrastrado durante semanas se desvanecía lentamente, dejándome en un estado de tranquilidad que apenas recordaba. Mi respiración se volvió regular, y el cansancio acumulado fue cediendo a medida que me sumergía en un sueño profundo. No había pesadillas, ni pensamientos abrumadores, solo el silencio de la noche y la seguridad de que, al menos por esta vez, podría dormir bien.
Finalmente, mi mente y mi cuerpo se alinearon en una calma que hacía tiempo no experimentaba.
Volví después de muchoooo tiempo 🫂.
Después de mucho bloqueo y muchas crisis, volví con un nuevo capítulo 🕊️❤️.
Nos vemos en 2 meses más, ehh KALSKSLAK no, pero no se olviden de pasar por los demás perfiles en donde la historia de cada chiquilla va mas avanzada y muy interesante.
🫶🏻.
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