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3. Extraños sentimientos.



Miré hacia todos lados intentando ubicarme, me encontraba en un callejón oscuro y estrecho, las paredes de ladrillo húmedas y frías a mi alrededor. El aire estaba impregnado de una sensación de peligro inminente, una opresión que me pesaba en el pecho.

—¿Dónde te has metido, Heesul?

De repente, la escena se aclaró. A lo lejos, bajo la tenue luz de una farola parpadeante y una casa que se encontraba alejada del resto, pudo ver a dos figuras encapuchadas rodeando a un joven. El muchacho estaba acorralado contra la pared, sus ojos llenos de miedo y desesperación. Percibí en esa mirada una mezcla de terror y resignación que había visto en tantas víctimas a lo largo de mi carrera.

Los dos agresores se movían con una precisión cruel y finalmente uno le dio un golpe fuerte al joven, dejándolo completamente aturdido. Luego el otro le quitó el objeto y golpeó repetidamente en la cabeza. Cada golpe resonaba en el aire, un sonido sordo y nauseabundo que hacía eco en el callejón. La sangre comenzaba a manchar el suelo y sentí un nudo en el estómago.

Quería gritar, quería pedir ayuda, pero mi voz no respondía. Abrí la boca, pero ningún sonido salió. Intenté moverme, correr hacia ellos para detener la brutalidad, pero mis pies parecían estar pegados al suelo. La angustia me envolvía, una sensación de impotencia que me hacía temblar. Sentí cada golpe como si lo estuviera recibiendo yo misma, una conexión visceral con el sufrimiento del joven.

Los agresores no se detenían. Seguían golpeando, cada vez con más fuerza, el cuerpo del chico tendido en el piso, quizás ya muerto. Trataba de luchar contra la parálisis que me retenía, mi mente gritaba mientras mi cuerpo permanecía inmóvil. Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos, la desesperación ahogándome.

En un momento, cuando ya creía que estaba muerto, él levantó la cabeza casi temblando, con un esfuerzo sobre humano. No podía ver bien el rostro por lo lejos que se encontraba, pero pude percibir en sus ojos una súplica muda, una petición de ayuda que atravesó mi alma. La impotencia me asfixiaba y el dolor de no poder hacer nada era insoportable. Intenté una vez más gritar, empujando con todas mis fuerzas contra la barrera invisible que me impedía actuar.

Finalmente, con un esfuerzo sobrehumano, un grito salió de mi garganta. Fue un sonido gutural, lleno de dolor y desesperación. Pero en el mismo instante en que logré emitir ese grito, la escena comenzó a desvanecerse. Las figuras se disolvieron en la oscuridad, el callejón desapareció, y ahora me encontraba sola en un vacío infinito.

Me desperté de golpe, jadeando y con el corazón latiendo desbocado. Estaba en mi casa, a salvo, ya no estaba aquel lugar, pero el sueño había dejado una marca profunda en mi mente. El sudor frío  perlaba en mi frente y mis manos temblaban. Me llevé una mano al pecho, tratando de calmar mi respiración.

Me levanté con las piernas aún temblorosas para dirigirme al baño y mojarme la cara. Necesitaba despejar la mente y prepararme para el día que tenía por delante. Mientras el agua fría me despertaba por completo, me miré en el espejo y reafirmé mi determinación. No permitiría que el miedo me paralizara nunca, ni en sueños ni en la realidad.

Si alguien necesitaba mi ayuda, haría hasta lo imposible por salvarle la vida.

No podía comprender muy bien porque había tenido aquel sueño tan extraño. Jamás había soñado con muerte, ni con violencia y creo que debía significar algo, ¿no?

Bajé las escaleras con cuidado de no tropezar y respiré profundamente al ver a papá tendido en la entrada de la casa. Rodé los ojos con frustración y le quité de manera brusca aquella botella que abrazaba con él como si su vida dependiera de ello. Caminé hasta el tacho para lanzarla con violencia, provocando un sonido sordo que lo hizo levantar la cabeza.

—Lo siento... Hee...

Arrugué mi frente al escucharlo.

—No entiendo porque te disculpas, ya es un hábito tuyo, no cambiarás jamás.

Aunque no quisiera admitirlo a viva voz, siempre llevaba una espina incrustada en el corazón, una punzada de decepción que nunca desaparecía del todo. Era un dolor silencioso, una sombra que me acompañaba en mis momentos más oscuros. Papá, con su personalidad y sus promesas vacías, nunca había querido cambiar. Ni siquiera por mí.

Recuerdo las veces que, siendo niña, esperaba ansiosa su llegada. Me asomaba por la ventana, buscando su figura en la distancia, convencida de que esta vez sería diferente. Esta vez, él cumpliría sus promesas. Pero las horas pasaban y la realidad se imponía. Papá no venía, y cuando lo hacía, era un hombre derrotado por sus propios demonios, incapaz de romper el ciclo que lo atrapaba.

Intenté de todo para ayudarlo. Conversaciones llenas de esperanza, intervenciones desesperadas, incluso negándome a aceptar la verdad. Pero nada funcionaba. Él siempre volvía a sus viejas costumbres, a sus hábitos destructivos, sin importar cuánto intentara yo cambiar el desenlace. Su amor por mí no era suficiente para vencer sus propios fantasmas.

Ese dolor se convirtió en parte de mí, una cicatriz invisible que se hacía sentir en momentos inesperados. Como detective, veía a menudo a personas quebradas por la vida, y siempre, en el fondo, me preguntaba si habían tenido a alguien que, como yo, había intentado salvarlos sin éxito. Esa espina de decepción me hacía más compasiva, pero también me llenaba de una furia silenciosa.

A veces, en medio de la noche, me encontraba pensando en cómo las cosas podrían haber sido diferentes. Si papá hubiera querido cambiar, si hubiera luchado un poco más fuerte para vencer su adicción, quizás no me habría sentido tan sola en mi lucha. Quizás no habría tenido que cargar con el peso de sus decisiones fallidas sobre mis hombros.

—Lo siento tanto... tanto, pero tanto...

Limpié rápidamente una lagrima traicionera para llenar un vaso con agua y beberlo de sopetón. Lo miré una última vez para volver a subir las escaleras y dejarlo ahí.

Porque ya no era una niña. Él ya no cambió y jamás lo haría.


—Buenos días, estuve pensando y...

Había llegado un poco antes a la comisaría, llevándome la sorpresa de que Jungkook también estaba ahí. A lo lejos movió su mano cok efusividad y cuando llegué a su lado, sentí  la mirada de Jungkook fija en mí. ¿Por qué se detuvo?  levanté la vista y encontré sus ojos estudiando mi rostro con una expresión que no supe descifrar.

—¿Qué? —pregunté tosca. Como odiaba que hicieran eso.

Él no respondió de inmediato, simplemente continuó mirándome, su expresión ligeramente curiosa y pensativa. La inseguridad empezó a aflorar en mi interior. ¿Tenía algo en el rostro ? ¿Se me había corrido el maquillaje? ¿Había algo mal que él no me estaba diciendo?

Por instinto, me llevé la mano a la cara, rozando mis mejillas y la línea de mis labios, tratando de quitar cualquier rastro de lo que fuera que él estaba observando tan atentamente. El rubor subió a mis mejillas, y me sentí tonta por preocuparme tanto.

—¿Tengo algo en la cara? —pregunté finalmente, mi tono un poco más agudo de lo que pretendía.

Jungkook parpadeó, como si saliera de un trance, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—No, no es eso, —dijo suavemente— ¿estás bien? Luces cansada, tus ojeras te delatan y tienes los ojos un poco mas rojos. Eso quiere decir que no dormiste bien, ¿no es así?

La sorpresa me golpeó. No era mi maquillaje, ni algo fuera de lugar en mi rostro. Simplemente, él me estaba observando porque pudo notar que tuve una noche fatal por un maldito sueño y luego llorar hasta que no pudiera soportarlo más.

—Oh... — murmuré apenada, bajando mi mano. — estoy bien. Solo tuve un sueño algo extraño que no me dejó seguir durmiendo, la verdad.

—Uh, ¿qué soñaste? — preguntó mientras caminábamos dentro.

—Como mataban a alguien y yo no pude hacer nada al respecto. ¿Sabes que puede significar soñar con muerte?

Se colocó en modo pensativo.

—Estrés, puede ser.

Eso tenía sentido. Mucho sentido. Mas que estar buscando respuestas en algo que cualquier persona puede soñar. Iba a responder, cuando la que se encontraba de turno en recepción me frenó.

—Heesul, ha llegado una caja hace algunas horas atrás y pidieron que se entregara al jefe del equipo de investigación.

—Pero yo no soy el jefe, Yuna. Sabes que es...

—Lo sé. Pero él no vendrá hoy y me pidió que te lo entregara a ti para que le eches un vistazo. — se encogió de hombros y me tendió aquella caja que se veía bastante vieja. Se podía percibir el polvo en ella y arrugas en el cartón.

—¿Sabes quién la dejó?

—Una chica de mediana estatura. No quiso dejar nombre, solo dijo que era algo importante. Fue algo de manera anónima porque estaba muy tapada.

Suspiré con fuerza. Como si no tuviera suficiente con los demás casos, me llega esto que hasta puede contener el resto de alguna persona.

—Oye, ¿siempre llegan esas cosas? — Jungkook interfirió cuando la tomé entre mis manos y le agradecí de manera silenciosa a Yuna.

—No es habitual, pero si pasa. ¿Quieres ver que es?

—¿Qué tal si hay un cráneo?

—Definitivamente un cráneo no cabe en una caja así. — reí cuando llegué a la oficina. Deposité la caja con cuidado sobre la mesa y me senté frente. Asentí con la cabeza, indicándole que él la abriera. Jungkook comprendió de inmediato y se acercó a la caja con cuidado. Lentamente, levantó la tapa y, con movimientos precisos, sacó lo primero que se veía en su interior.

—¿Qué tenemos aquí? —dije, intentando mantener la calma mientras mis ojos se fijaban en el contenido.

Él sostuvo en sus manos un par de zapatillas blancas, aunque era difícil llamarlas blancas debido a la cantidad de suciedad acumulada. Estaban desgastadas, con manchas oscuras que indicaban una larga exposición al tiempo y al uso. La tela estaba deshilachada en varios puntos, y las suelas apenas se mantenían adheridas.

—Son... muy antiguas. —comentó Jungkook, inspeccionándolas de cerca.

Me acerqué para observarlas mejor. Tenían una apariencia que sugería que habían pertenecido a alguien hacía mucho tiempo, y el estado en el que se encontraban indicaba que habían pasado por mucho. El desgaste y la suciedad eran testigos mudos de su historia.

—¿Alguna idea de quién podría haberlas enviado? —preguntó, levantando la vista para encontrarse con la mía.

Negué con la cabeza, tratando de procesar lo que veíamos.

Una sensación inquietante se instaló en mi pecho. Las manchas oscuras y el estado deplorable sugerían algo más siniestro. No era solo una simple broma o un envío accidental; esto tenía un propósito.

—¿Qué mierda es esto? — froté mi cabeza que comenzaba a doler.

Aparte de las zapatillas blancas, Jungkook encontró otro objeto en la caja que llamó nuestra atención: un afiche de búsqueda, amarillo y desgastado por el tiempo. Lo desplegó con cuidado y lo extendió sobre mi escritorio. Nos inclinamos hacia adelante, estudiando cada detalle.

El afiche describía la desaparición de una persona, pero algo estaba muy mal. La información proporcionada era mínima y fragmentada. Describía cómo iba vestido el día de su desaparición: "Camiseta blanca, jeans desgastados y zapatillas blancas." Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al relacionar las zapatillas en la caja con la descripción en el afiche. La coincidencia era demasiado precisa para ser ignorada.

La siguiente línea decía: "Última vez visto caminando hacia el lado oeste de Gangnam." No había más información sobre el contexto, la fecha o la hora exacta de la desaparición. Era un enigma en sí mismo, planteando más preguntas de las que respondía.

Lo más inquietante de todo era la foto. Solo una parte de la imagen era visible: el torso y parte del cuello de la persona desaparecida. El rostro estaba cortado, como si alguien deliberadamente hubiera mutilado el afiche para ocultar la identidad del desaparecido. Observé la imagen más de cerca, buscando algún indicio adicional, pero todo lo que quedaba era una sensación de frustración.

—¿No dijiste que la persona que tu madre conocía desapareció en un barrio adinerado de la ciudad? — pregunté, intentando captar todo.

—Sí. Pero eso sucedió hace mucho, ¿cómo alguien tendría todo esto después de años? Parece una broma de mal gusto.

—Puede ser que la persona que envió esto no tenga todos los detalles y solo quiera que descubramos lo que pasó. —sugerí, levantando la mirada para encontrarme con la confusión de los suyos.

Salí de ma oficina y caminé a toda velocidad hasta la entrada, suspirando aliviada al ver que Yuna aún estaba ahí.

—Necesito las grabaciones de la entrada de la comisaría y los alrededores. Necesito saber quien mandó esto. — le pedí de forma rápida. Ella me miró sin comprender, pero comenzó a hacer su trabajo.

—¿Sucedió algo? Ella venía con el rostro tapado, Heesul.

—Puede que la que persona que mandó esto esté involucrada en una desaparición de una persona años atrás. Necesito ver si al salir se logra apreciar su rostro.

Abrió sus ojos con sorpresa y comenzó a mover sus dedos mas rápido en la computadora. Apoyé mis codos en el mesón, cerrando ojos un momento al sentir que el dolor taladraba en mi sien.

Por abajo vi una pastilla entre unos dedos. Me alejé para ver a Jungkook que sostenía una pastilla y un pequeño vaso de agua en otra.

—Eres muy observador, eh.

Sonrió cuando le quité de forma rápida la pastilla y la tomé bebiendo todo el contenido del vaso.

—Te tocaste en todo momento la cabeza. A parte, es mi trabajo ser observador, ¿no crees?

—Buen punto, novato.

Rió levemente y pude notar al hacer eso, su nariz se arrugaba de una manera que lo hacía lucir más joven y un poco más tierno de lo que habría imaginado. Sus dientes se asomaban y, por un momento, me sorprendí encontrando algo casi entrañable en su expresión.

Me di cuenta de que estaba mirándolo fijamente, perdida en mis pensamientos. Aclaré mi garganta de manera deliberada, tratando de sacudirme la sensación extraña que había comenzado a formarse dentro de mí.

—Aquí están las cámaras, pero no se puede ver bien el rostro. Yo... lo siento mucho. Si hubiera sabido, le hubiera avisado a alguien más y la hubieran detenido...

—Tranquila. — observé las imágenes. Traía un gorro y una bufanda que tapaba por completo su rostro, siendo imposible identificar sus rasgos. — ¿Hacia donde se dirigió el vehículo al cual se subió?

—Hacia la autopista.

—¿Se logra apreciar la patente?

—Mmh, no... esto es extraño. Se ve como si alguien hubiera editado el video y le hubiera puesto alguna especie de mosaico. ¿Qué es esto? — preguntó Yuna, extrañada.

Miré a Jungkook y él a mí.

—No lo sé. Solo... no le digas a nadie sobre esto, ¿bien?

—¿Que le diré al director Kim? Él debe saber esto, Heesul.

—Él tiene casos en prioridad. No lo molestes con esto, lo resolveré, ¿Cuándo no lo he hecho?

Sí, soné toda una egocéntrica, pero necesitaba que ella dejara el tema zanjado aquí. Vi la duda en sus ojos, luego miró a mi compañero un poco mas de la cuenta, para finalmente asentir decidida.

—Bien. Tienes razón. Si llega a saber que no hice algo para frenarla, quizás me despida.

Sonreí y palmeé su hombro dándole las gracias.

Salí hasta el estacionamiento con Jungkook pisándome los talones. Era el segundo día y aún era extraño tener a alguien que te siguiera a todos lados. Pero creo que me podría acostumbrar.

—¿Qué harás, Heesul?

Preguntó una vez estuvimos en el vehículo policial. Repiqueteé los dedos en el volante y me encogí de hombros.

—¿Estará mal que quiera investigar y encontrar respuestas respecto a ese chico? Esto es demasiada coincidencia, ¿no crees? No quiero pavonear, pero creo que puedo cerrar ese caso si yo lo tomo. — expliqué lentamente. Me sentía algo extraña.

Escuché su risa, lo cual me hizo mirarlo detenidamente.

—¿No tendrás problemas?

—Sí. Por eso lo haré de manera independiente. Mientras trabajo en el caso reciente, también lo haré con este.

Ladeó su cabeza con confusión.

—¿Por qué hablas en singular?

Abrí mi boca, ligeramente sorprendida.

—Porque eres nuevo. No creo que quieras meterte en problemas tan luego.

Noté que la determinación de Jungkook nunca vacilaba. Finalmente, me hizo un gesto de despreocupación con una leve sonrisa en sus labios.

—No te preocupes por eso. Te ayudaré en todo lo que necesites Lee. — dijo con seguridad. — además, esto le pone mas adrenalina. Estaré encantado de poder ser participe de un nuevo hito en tu carrera.

Sus palabras y su actitud relajada me provocaron un extraño sentimiento que no sabía explicar del todo. Había una mezcla de alivio y algo más profundo, una sensación de compañerismo que no había sentido en mucho tiempo.

—Gracias.

Me di cuenta de que su voluntad de involucrarse, de ofrecer su apoyo sin reservas, significaba mucho más de lo que él probablemente entendía. Había trabajado sola durante tanto tiempo, confiando únicamente en mis habilidades, que la idea de tener a alguien dispuesto a compartir la carga era sorprendentemente reconfortante.

—No hay de qué, ángel.

Esta vez, no me molestó en absoluto el apodo, lo cual él notó. Por lo mismo me dedicó una sonrisa amable.

Decidir trabajar en este nuevo caso sin informar a mi superior podría tener serias repercusiones. Kim era estricto con los protocolos y no toleraba la desviación de los procedimientos establecidos.

Estaba consciente de los riesgos, pero también sabía que a veces, para descubrir la verdad, uno debía romper algunas reglas.

Si nadie había hecho algo por ese chico desaparecido en todos estos años, alguien debía hacerlo ahora.

Y ese alguien sería yo.

Ah bueno, debíamos colocarle un poquito de nitro a esto, ¿no?


No olviden pasarse por los demás perfiles de las chicas, para que vayan buscando pistas y me digan que creen 🫣.

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