|☪ Cᴀᴘ. 048 ☪| ¿ᴛᴇ ɢᴜsᴛᴀ ᴄᴏ́ᴍᴏ ᴛᴇ ғᴏʟʟᴀ, ᴘᴇʀʀᴀ? ✔
Capítulo +18
⇒Leen bajo su responsabilidad.
⇒Contiene zoofilía (Es el acto sexual entre un ser humano con alguna especie animal).
⇒Recuerden que es un fanfiction.
⇒Si no te gusta mi contenido no denuncies y evita los malos comentarios, simplemente puedes salir de la historia y leer otra.
⇒Si no les gustaría leer este tipo de contenido, pasa al siguiente capítulo, no te perderás de nada.
⇒Gracias a mi primo por ayudarme a escribir este capítulo, quedó mejor de lo que esperaba.
—No, no, no —Intentaba zafarme de su agarre, no quería bajar de aquel auto junto con él.
Era inútil, tenía una gran mirada sombría y llena de depravación, lo podía ver a través de sus ojos. Me bajó de aquel auto blindado sin ningún tipo de cuidado, tocando el piso del lugar donde me encontraba con la planta de mis pies, estaba en ropa interior y descalza, sólo podía imaginarme las cosas que este hombre quería hacerme y no sólo porque estuviera desnuda, era su presencia, aura y cara de perversidad.
Al observar bien en donde me encontraba, detallé que era una mansión moderna y podía pasar desapercibida por personas de su misma clase social, hasta podría ser la casa en donde Jeon vivía o incluso en donde yo viví en los primeros cinco años de mi vida. Al abrirse las puertas, predominaba el blanco junto al rojo; cuadros de paisajes en el salón, no había una pared del mismo que no tuviese uno, también variaban en tamaño; sofás de cuero negros y una mesita de cristal en el medio, parecía en cierta forma una casa normal.
Seguimos caminando por un pasillo, él hacía mucha presión en mi brazo, como si tuviese intenciones de escapar y detrás de nosotros estaban sus hombres con armas, así que cualquier movimiento en falso una bala atravesaría mi cráneo. Bajamos unas escaleras escuchando algunos chillidos y podía apostar lo poco o mucho que tengo que, eran de mujeres que estaban siendo abusadas y yo pronto sería una de ellas.
Ver muchas películas de secuestro y abuso sexual, te ayudan a mantener la calma.
Mi loba estaba inquieta, esforzándose para hacer algún tipo de llamado y que para nuestra suerte Jung Kook nos encontrara a través de eso, pero estábamos soñando, mínimo nos encontrábamos en otra ciudad de Estados Unidos, muy lejos de donde nos habíamos reunido para tener una linda velada.
Dimitri sacó unas llaves de su bolsillo para abrir el candado que mantenía la puerta cerrado y asi aseguraba que las mujeres que estaban dentro no pudiesen escapar, encendió la luz viendo cada paso que debamos y lo largo que era este pasillo que nos llevaba a una gran habitación, sólo tenía un mueble en el, la mitad de la misma tenía terracota y la otra estaba sólo con el sobre piso, resaltando su color grisáceo al igual que el de las paredes.
—Entra ahí, —Me soltó de golpe impactando contra el suelo— tendrás una gran función de lo que deberás hacer para asegurarte de que aún seguirás con vida —Lo miré confundida, espero y no sea lo que tengo en la cabeza.
Me rehusaba a tener una orgía con sus hombres, no sé qué enfermedades puedan tener, aunque también estaba consciente de que era el menor de mis problemas si quería seguir con vida.
—Traigan a Maite y a Bobby —Demandó el señor que empezaba a aborrecerme, sintiéndome cada vez más perdida en el tiempo y espacio, ¿Vería como un hombre se follaba a una chica que tenía prisionera?, Vete tu a saber desde cuando ella estaba aquí.
Uno de sus hombres asintió y se acercó a la salida para hacerle unas señas extrañas que no eran para mi compresión y segundos después, llegó una chica desnuda que dejaron tirada en el sobre piso, miraba a todos y podía ver sus caras perversas, dándome una increíble repulsión; tiempo después entró un perro que fácilmente pude identificar la raza, un gran danés, de pelaje grisáceo.
[CONTENIDO DELICADO]
|• NARRADOR •|
Maite observaba al perro de frente y recorría con su mirada el cuerpo del animal. Su pecho se contraía al ritmo de su respiración. Entre sus colmillos se desprendía un flujo de espesa y blanquecina saliva. El perro se sentaba sobre sus patas traseras y Maite distinguía entre ellas su rojizo miembro en erección, asomando el gigantesco prepucio surcado por varices y salpicado por la saliva que se desprendía de sus fauces.
Sentía una profunda repulsión, lo observaba en la distancia, consciente de la mirada inquisidora de Dimitri e instintivamente deslizó la mano hacía su sexo tratando inútilmente de obtener algún estímulo.
Solo unos segundos después se acercó temerosa. Apenas se tenía en pie. Por un instante sintió un mareo repentino que le hizo albergar la posibilidad de desmayarse y anheló que ello ocurriera antes de cometer aquel acto abyecto y depravado.
El perro parecía adiestrado, sabía exactamente lo que se esperaba de el y volteo su cuerpo apoyando el lomo sobre el sobre piso. Maite, muy lentamente se colocó sobre el y situó sus piernas abiertas sobre su miembro. De alguna forma se obligaba a abandonarse y a buscar la ignota satisfacción en aquel trozo de carne.
Dimitri asistía a la escena enfebrecido. Maite situó su rostro a escasos centímetros del hocico del perro y flexionó sus rodillas para abrir las piernas totalmente, el esfuerzo provocó que el falo del animal se abriera paso entre sus labios vaginales e hizo que su prepucio hoyase su sexo hasta acariciarle el clítoris, percibiendo el roce del enorme pene con su vulva y los humores del perro se mezclaron con los suyos.
Maite sentía una profunda repulsión y sin embargo algo en su interior le impedía dejar de perpetrar aquello. Sus pezones parecían despertar pugnando por henchirse sobre las rosadas aureolas y las pulsaciones de su corazón se desbocaron por momentos en forma de pequeñas descargas eléctricas en su vagina y sus senos. La cadencia acompasada y lenta anonadaba sus sentidos.
Los cadenciosos movimientos de la chica sobre el can, diluían cualquier sospecha de coacción. Sus pechos oscilaban acompañando el vaivén de su torso sobre el erecto pene y sintió en su vagina cada una de sus cavernosas venas.
Un ápice de cordura hacía que mantuviese su rostro alejado del hocico del perro mientras respiraba entre ahogados gemidos. Maite, con el pene en sus entrañas, echó su torso hacia atrás para apoyar las manos en el sobre piso e incrementó la cadencia pélvica sobre el pene de la bestia. Echada hacia atrás, con los brazos extendidos y las manos en el sobre piso, vio cómo los músculos del vientre del perro se tensaban en cada penetración y el miembro del animal se adentraba aún más en sus entrañas, sin embargo, era ella la que provocaba el movimiento.
La saliva del perro enaguaban los huecos que producían sus cuerpos al rozarse emitiendo un sonoro chapoteo. En la mente de Maite el ansia de placer la transportaba a asumir su condición de esclava y rendida a la lujuria, en sus actos ya no había espacio más que para albergar pensamientos lascivos.
Sudorosa y extasiada por el esfuerzo, incorporó sus doloridos brazos y colocó sus manos a ambos lados de la oscura cabeza del animal procurando que el pene permaneciese incrustado en su vagina y aceleró de nuevo la cadencia de sus gestos, sintió como una oleada de placer la devoraba.
A pesar de la violencia de los gestos, observaba detenidamente los ojos inexpresivos y marrones de aquel perro, cuya impasibilidad la fascinaba. La mirada del perro la excitaba. Su falo enorme, enhiesto y expandido, hurgaba en su interior sin buscar la mínima aquiescencia, manejado por ella misma con sus gestos.
La voz de Dimitri resonó entre las paredes de la sala confundiéndose con los gemidos de Maite.
—Vamos querida, sé suya, demuéstrame lo sucia y depravada que puedes llegar a ser, come su boca como la perra que eres…
—No, no, no, Dimitri, es una aberración.
Había soltado la única rubia en la habitación, viendo la escena aterrada, haciéndose presentes pequeñas arcadas con cada auto penetraciones que Maite se daba llegando a su propia satisfacción, placer y liberación.
—Cállate.
Dimitri se puso de pie, buscando castigar aquella chica que había interrumpido el momento que a él más le encantaba que llegase y que no se negaran ante ello. Se acercó a Jules sin cuidar sus pasos agigantados y se puso a la altura de aquella rubia que yacía en el suelo de terracota, lo miró con terror y él sólo giró el rostro de Jules con un fuerte manotazo en su mejilla izquierda, dejando la zona bastante rojiza y con mucho ardor.
—Vuelves a interrumpir y serás la próxima en follarte a mi perro.
No fue una advertencia, más bien salió como una amenaza de la boca de Dimitri, Jules asintió con los ojos cristalizados, volviendo a concentrarse en el espectáculo que Maite le daba a su dueño.
Maite poseída por la pasión, sin dejar que el falo del animal perdiese fuelle en su interior asió con ambas manos la cabeza del perro y hundió su boca abierta entre sus fauces buscando con su lengua la del animal, sus papilas gustativas le transmitieron un sabor amargo y desagradable.
El enorme cánido se incorporó, Maite, con el pene aún dentro de su ser y la boca hundida en la del perro, se vió obligada a enlazar sus piernas y sus brazos en el cuerpo del animal para no perder el equilibrio. El animal volteó sobre si y ella quedó tendida sobre su espalda férreamente agarrada a su pelaje.
Sin ser capaz de reconocerse a ella misma buscó con su lengua la garganta del perro y hundió tanto su boca en el que los dientes se marcaron en su tez como efímeros cardenales. La saliva del animal inundaba su boca y obstruía sus fosas nasales deslizándose por su barbilla.
El can respondía adiestrado y su lengua chorreante penetraba en su boca, obligándola a expulsar chorros espumeantes que perfilaban la comisura de los labios. Los músculos faciales de la chica se contrajeron mientras la macilenta y larga lengua del animal acariciaba su paladar llenándolo por completo hasta rozar su esófago.
El perro lamía con fruición cada confín de su boca provocando que su saliva comenzase a rezumar a borbotones por la nariz de Maite y la asfixia pareció producir en ella un estigma de nuevo placer que la condujo a un inexorable orgasmo. El can realizó una finta imposible con su cuerpo y hundió los omoplatos con firmeza, penetrando analmente a la chica e introduciendo su falo hasta los testículos en una serie de embestidas de denostada violencia.
De nuevo la voz de Dimitri resonó en la habitación, pero esta vez Maite no reparó siquiera en ellas, el hombre se masturbaba con delación apoltronado en un sofá frente a la escena.
—¿Te gusta cómo te folla, perra?, Parece que te hace disfrutar ¿Te gusta cómo revienta tu vagina y tu culo?, ¿Te gusta cómo te da placer?
Maite estalló de nuevo en sensaciones. Esta vez el orgasmo fue brutal, introdujo aún más su boca provocando que el perro hundiese aún más la lengua en su garganta, lamiendo con delirante lasciva su chorreante lengua en una danza infernal, asqueando a la única rubia de la habitación.
GRACIAS POR LEER❤️
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