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|☪ Cᴀᴘ. 01 ☪| ᴇsᴄᴀᴘᴇ ✔


M. Jules Hee;

     Pensar que tu vida no podía empeorar de la peor forma, era un suicidio. Un vuelo, un cambio de país, nueva casa, habitación y sobre todo, de amigos ¿Qué persona en su sano juicio quisiera pasar por drásticos cambios como esos?, Ninguna, pero era una buena opción para un escape necesario.

     Me encanta como te contradices.

     Lo sé, soy así de fábrica.

     —Hija. —Llamó mi atención la mujer que me había dado la vida, mientras frenaba el auto en un semáforo en rojo— Por favor, quita esa cara, pareciera como si te estuviera torturando —Rodé los ojos.

     —¿Pareciera?, Lo estás haciendo, mamá. —Reí irónica— Soy mayor de edad y jamás me preguntaste si yo quería atravesar aquel gran cambio, el que empezaré a vivir de ahora en adelante o por lo menos preguntarme si quería vivir con él. —Mi mamá me miraba algo avergonzada, ¡Yo tenía razón!

     —Hija, por favor, tienes cinco años que no ves a tu padre, ni a tu hermano mayor. Terminar tu carrera allá no me parece una idea tan descabellada. —Bufé, ¡Ella se había vuelto loca!— Hablas perfecto el coreano, porque tienes esa gran descendencia, ¿Qué te cuesta hacer el gran cambio?, Nadie se ha muerto por empezar de cero —Ahí iba de nuevo con sus frases.

     Nada de lo que me digas me hará pensar que era una buena idea, quiero decir, lo era, pero no era el país correcto.

     —Esa es la cuestión, jamás me preguntaste si quería hacer el gran cambio, porque... —Contuve mis lágrimas, no quería que salieran, porque de esa forma podría mostrar mi debilidad— porque tengo miedo; miedo de no encajar, de estar sola, de no poder soportar todo sin tí a mi lado, mamá, miedo de que mi pasado me persiga —Me miraba con los ojos brillosos.

     —No estarás sola, estarás con tu padre y tu hermano, te apuesto que ambos te apoyaran tanto como yo lo haría. Jamás lo olvides, ellos también forman parte de tu familia —Me dedicó una sonrisa, mostrando sus dientes y el semáforo por fin cambió de color.

     El viaje hacia el aeropuerto fue bastante silencioso, para no decir aburrido y nostálgico. Tenía cinco años que no veía a mi hermano mayor; como olvidar cuando éramos una familia unida, cuando él me defendía de todos los agresores que quisieron hacerme daño, cuando me ayudaba con mis tareas de matemáticas porque eran muy difíciles, pero él las hacía ver fáciles y sencillas, ¿Por qué lo tenían que alejar de mi lado?, ¿Qué había hecho yo para merecer tal castigo?

     —Te amo, hija —Sonrió con lágrimas en los ojos.

     La abracé como nunca, no quería soltarla, era lo más cercano a mí no ya que, los otros miembros de mi familia sólo se habían olvidado de mi existencia y les podía jurar que muy adentro de mí, de este cuerpo, había un corazón, quizás no era el más cálido y humano como otros, pero era bondadoso, noble y cariñoso... Supongo que jamás se les pasó por la cabeza que yo también podría extrañarlos.

     —Te amo más, mamá —Susurré en su oído, mientras me separaba de ella poco a poco.

     Ya mi mamá me había registrado y tenía el boleto a Seúl, Corea del sur, en mis manos. Seguí mi camino, aferrándome a mi bolso de mano, caminé hacia el área en donde chequeaban tu boleto de vuelo, luego a la casilla en donde revisaban tu pasaporte y al final, sólo me tocaba ubicarme en la puerta de salida a mi destino. Al estar cómoda en esos asientos de espera acolchados, fijé mi vista en una chocolatería.

     Mi hermano tenía veintiuno y yo tenía catorce años cuando se marchó; recuerdo que un domingo él condujo hacia una cabaña que mis padres en conjunto habían comprado, con el propósito de salir de la rutina los fines de semana. Él me abrazaba y consentía en sus brazos, mientras me contaba una historia de amor entre licántropos y humanos, reía y reía, porque me parecía absurdo. Los licántropos no existen y tampoco eran seres con habilidades, además de la fuerza y audición que era lo único creíble, pero escuchaba la historia a gusto.

     Cuando pensaba que mi felicidad estaba al máximo, la realidad me dió de bruses. Él me confesó que nuestros padres se estaban separando, se iban a divorciar y él se iría con mi padre a Corea, dejándome a mí con mi madre; negué y negué, una lágrima rebelde salió de uno de mis ojos y luego otra, tras otra y empecé a llorar a borbotones. Estaba dolida y enfadada, no precisamente con mi hermano, si no con mi padre, porque se llevaría muy lejos de mí a unas de las personas que yo más amaba.

     —Por favor, estar atentos cuando se esté abordando el vuelo a Seúl, Corea —Una señora habló por los parlantes, sacándome de mi gran transe.

     Negué con la cabeza y saqué mi teléfono, quería hablar con mi mamá o mi mejor amiga, Jennifer; ya las extrañaba y eso que aún no abandonaba mi país. Marqué el número de Jenn y éste empezó a repicar.

     —Un momento, es importante ésta llamada. —Dijo a otra persona, mientras contestaba la llamada— ¿Cómo te sientes, J? —Amaba cuando me decía J, era un apodo que ella misma me había dado desde hace ocho años, según era porque se le complicaba pronunciar mi nombre.

     —No sé, me siento extraña, Jenn, no sé porque, pero tengo miedo de que mi hermano me trate muy diferente a como lo hacía antes —Dije algo desanimada, él seguía siendo muy importante para mí.

     —J, no piensas en eso, ¿Si?, Todo saldrá fenomenal, como siempre habías soñado desde pequeña —Sonreí con vagancia.

     Era cierto, cuando estaba pequeña soñaba con que viviría a su lado, su habitación estaría en frente de la mía y que de seguro tendría que taparme los oídos cada noche para no escuchar los gemidos de su acompañante, pero ese sueño no se había cumplido y tampoco creo que pase realmente a la perfección; porque si no luchas por tu sueños, en sueños se quedará.

     —¿Y si me odia por haber perdido el contacto?

     —¡J! —Chilló— Eso no pasará, él te ama, lo sé —Y tú también... Dije en mi mente.

     Jennifer sufrió al igual que yo, porque ella estuvo enamorada de él por muchos años y cuando se enteró que se iría muy lejos, su corazón se rompió en miles de pedacitos como el mío también lo hizo.

     —Deben abordar el avión con destino a Seúl —La señora en el parlante habló dando una orden.

     —Jenn, debo dejarte, abordaré el avión, te llamo por la aplicación a penas llegue, te quiero —Me puse de pie y me formé en la fila, detrás de un Señor bastante alto.

     —Te quiero más —Sonreí y tranqué la llamada con una lágrima rodando por mi mejilla.

     Mi vida de ahora en adelante cambiaría.

[☪]

     El avión aterrizó hace más de unos veinte minutos y me encontraba esperando mis maletas, para pasar por el otro proceso de identificación y revisión de equipaje, recordé porque odiaba volar o ir de viaje.

     Al tener mi equipaje y haber pasado por el tedioso proceso, esperé en la salida, mirando a todos lados, esperando que mi padre se haya acordado de que debía recogerme. Saqué el teléfono, diez con cincuenta de la mañana, no creo que se haya olvidado de mí. Alcé los hombros por aquel pensamiento y me dí la vuelta para entrar de nuevo al aeropuerto, por lo menos adentro había aire acondicionado.

     —¡Jules! —Escuché una voz masculina gritar mi nombre con emoción.

     Me paralicé. Ni por teléfono sonaba de la misma manera, aquel tono frío y grueso inundó mis oídos, para luego formar lágrimas, esas que nublaban mi vista. Me giré en busca del responsable de aquel grito y lo encontré justo en frente de mí con los ojos también nublados por sus lágrimas.

     —¿YoonGi?, ¿Realmente estás aquí? —Me acerqué lento y seguro, para tocar su rostro con las yemas de mis dedos.

     —Realmente estoy aquí y lamento no haberlo estado antes —Sonrió. Quería morir, su sonrisa era más hermosa de lo que recordaba.

     —Te extrañé tanto —Sin pensarlo, solté las maletas y brinqué hacía él.

     Me atrapó con sus brazos que rodeaban mi cintura y yo rodeaba su cuello, era el mejor abrazo del mundo.

     —Y yo a ti, pequeña —Susurró casi audible.

     Aunque él no fuera un hermano de lo más cariñoso, era el mejor ser humano que había conocido; con poca paciencia al explicar y con muchas ganas de asesinarte si hacías una pregunta de lo que ya te había explicado con anterioridad, con sus pequeños gestos que dejaban mucho de que hablar sobre su bondad, corazón y humildad.

     —Papá estará tan feliz de verte —Por poco olvidaba que papá existía.

     Me bajó poco a poco hasta tocar el suelo, tomé de nuevo mis maletas y negó quitándomelas para llevarlas él por mí.

     Todo un caballero.

     —Por poco lo olvidaba —Dije más animada que antes.

     —Te gustará, ya verás —Me apegué a su cuerpo, mientras caminábamos en dirección al auto que había dejado mal estacionado afuera del aeropuerto.

    —Lo dudo —Dije abriendo la puerta del auto, después de que mi hermano quitara los seguros y abriera la maleta para guardar mi equipaje.

     —¡Lo amarás! —Gritó muy seguro de ello y me gustaba esa seguridad, pero estaba tan segura que él perderá la misma con el pasar de los días— Sólo dale tiempo —Aquí entra "Dale tiempo al tiempo", eso ni madres funciona.

     —Pierdes tu tiempo, YoonGi —Susurré. Miraba por la ventana, mientras él subía al auto. 

     Personas felices salían del aeropuerto con sus manos tomadas, niños riendo a carcajadas y ancianos sonriendo con sus dientes postizos, como si todo fuera perfecto.

     —No creas que no te escuché, porque lo oí todo clarito —Me hizo reír poco segundos.

     Lo miré y giré los ojos.

     —Yo no dije nada —Me puse el cinturón de seguridad y mi hermano encendió el auto para ponerlo en marcha.

     Seúl, voy por tí.

Espero les guste este primer capítulo, estoy algo nerviosa por su aceptación, es la primera vez que escribo una historia de esta, tenía tantas ganas de publicarla, que se me hizo imposible no hacerlo.

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GRACIAS POR LEER💕

CORREGIDO: 24/08/2020.
EDITADO: 17/01/2021.

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