𝒟𝑒𝒸𝓁𝒶𝓇𝒶𝒸𝒾𝑜́𝓃 +18

Una mirada y tú eres mía, mantén tus ojos en mí ahora.

Eso me había susurrado apenas me metió en aquella habitación; todo fue tan rápido, pero pensó que sería una niña indefensa, que solo él tendría las riendas de la situación. Ja que iluso que fue, porque apenas puso él un pie dentro, yo me giré para cerrar la puerta con llave y mirarlo con una perversa sonrisa ladina.

No hay donde correr...

Advertí.

Él quería jugar a caperucita y el lobo, bien, pero tendrá que acostumbrarse porque también puedo ser la loba. Y puedo jugar mucho mejor que él.

Se preguntarán "¿cómo empezó todo esto? ¿Desde cuándo Adrien Agreste y Kagami Tsurugi dejaron de ser niños inocentes y se convirtieron en depravados el uno con el otro?". Son buenas preguntas en verdad, la respuesta viene de la mano de las hormonas.

Siempre hemos sentido atracción el uno por el otro pero lo disimulamos, hasta que todo estalló entre feromonas y besos atroces. Todo lo que veníamos guardando no se pudo más, por eso cuando me dijo aquella frase, sabía que era un camino sin retorno y en verdad con él me tiraría al mismísimo abismo.

Y allí estaba yo, siendo apretujada contra la pared, ni siquiera sabía el momento en que la parte de arriba de mi vestido desapareció, solo sé que estaba embriagándome al sentir los labios húmedos de Adrien en mi cuello; lamiendo, mordiendo, besando, marcándome... En verdad me ponía más ansiosa, lo había estado deseando desde... No tengo idea desde cuándo pero sé que era mucho tiempo.

Llevé mi manos a su camisa y de un tirón hice que todos los botones salieran volando para vaya a saber donde, luego lo aparté de mi cuello para atacar nuevamente sus labios mientras que bajaba mis manos con las de él para situarlas en mis muslos. Él comprendió mi mensaje rápido que en seguida me alzó, haciendo que mi espalda se pegue aún más a la puerta. Mis dedos se enredaron en su hermoso cabello rubio, estaba tan sedoso que se deslizaban allí y sonreí en medio de nuestro beso al sentir un gruñido de su parte cuando lo jalé un poco.

Mi voz salió en un ronroneo cuando pedí que me lleve a la cama y él lo hizo sin rechistar, dejándome allí cual princesa para no perder tiempo y recostarse sobre mí. La mirada que me regaló fue una mezcla de deseo, perversión y amor; mi mano acarició su mejilla, haciendo que cierre sus ojos unos segundos y que yo sonriera, despacio me acerqué y dejé un tierno beso en sus labios, dándole a entender que yo también sentía todo eso. Era amor, sin dudas lo era, y ahora todo estaba dicho y era correspondido.

Solo hay una cosa que quiero sentir ahora mismo...

Estaba sobre mí, sentía como si sus besos me pintaran siendo yo su lienzo en blanco. Bajó por mi cuello hasta mis pechos, me quitó el sostén y se entretuvo allí, luego bajo por mi abdomen mientras sus manos jugaban con el elástico de mis bragas una vez que había quitado del todo mi vestido. Siguió bajando, haciendo desparecer la última prenda que tenía y me tensé cuando llegó a mi centro.

Lo que siguió no se puede explicar; fue todo besos, sudor, roces entre nuestros cuerpos. Solo éramos nosotros dos, nos olvidamos del mundo, de todo lo que pasaba detrás de esa puerta, nadie existía ni importaba.

"Cuando las estrellas se alineen, podrás sacar la bestia"

Habían dicho una vez y no lo comprendí hasta que lo sentí; las vi, vi las estrellas y sentí una gran explosión entonces me dejé llevar, arrastrando conmigo a Adrien. Cerré los ojos mientras intentaba recuperar el aire perdido.

Luego lo vi a sus ojos, esbocé una gran sonrisa y vi que en su hermoso rostro también se formó una, no podía creer que eso pasó pero lo creí cuando esas dos palabras salieron de su boca. Te amo. Eran reales, él era real, y todo lo que sentíamos lo era. Lo amaba y jamás me separaría de él.