𝒟𝒾́𝒶 𝒪𝒸𝒽𝑜
ℋ𝑒𝓇𝒾𝒹𝒶
No podía dejar de llorar, le dolía y demasiado.
Creía que lo lograría, que podría hacer lo que se proponga, era Kagami Tsurugi después de todo, pero no. En verdad no podía y eso le dolía más que su lastimadura incluso, por eso no podía dejar de llorar; se limpió las lágrimas con el dorso de su mano, esperando que su amigo dejara de verla así.
— Te dije que te lastimarías Kag.— Le regañó Adrien mientras negaba.
Ella simplemente apartó su mirada y sus sollozos seguían allí, acompañados de una trompita en su rostro. Adrien la miró con tristeza y fue corriendo dentro de su casa, con ayuda busco en el botiquín una curita y volvió con su amiga. La vio sosteniendo su rodilla, se sentó en el suelo junto a ella y corrió su mano para colocar la bandita y luego dejó un besito en su herida.
— Gracias Adri...— Le dijo ella un tanto avergonzada pero con una sonrisita.
— ¿Ahora sí te pondrás las rodilleras y me harás caso cuando te diga que te protejas porque te puedes lastimar?— Inquirió el tierno ojiverde y recibió un asentimiento de su parte.— Vamos a seguir entonces, que aún falta mucho para aprender a andar en bicicleta sin rueditas.
— ¡Vamos!— Gritó Kagami eufórica colocándose de pie.
Porque sí, tener 8 años significaban muchas heridas mientras uno va aprendiendo.
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