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𝒟𝒾́𝒶 𝒟𝑜𝓈

𝐸𝓍𝓅𝓊𝓁𝓈𝒾𝑜́𝓃

Era un día normal en el colegio Françoise Dupont, o bueno no tan normal.

El director Damocles se encontraba en el salón; había dictaminado su castigo hacia la joven Tsurugi, y había decidido expulsarla por una semana. ¿Por qué? Había lastimado a una alumna, o eso decía esa persona.

¿Y quién era esa persona? Nada más y nada menos que la famosa Lila Rossi; famosa para un pequeño grupo y conocida por sus mentiras. Y ahí estaba, saliéndose con las suyas como siempre, acusando a Kagami de haberla hecho caer o golpeado, ya no sabían, solo algunos alumnos le creían y el director.

— ¡Pero es injusto!— Gritó nuevamente la japonesa.— ¡Yo no hice nada, ni siquiera estaba cerca de esta loca mentirosa!

— ¡Está mintiendo!— Chilló Lila.— ¡Y encima me dice loca cuando ella lo es!— La señaló mirándola fijamente.— ¡Vuelve a tu país, china!

— ¡Hija de...!

— Más respeto señoritas.— Musitó el director cansado de sus peleas.— Kagami recoge tus cosas, llamaré a tu madre para informarle lo sucedido y las medidas a tomar.

Ella quiso refutar más vio que no cambiaría nada. Su madre estaría totalmente decepcionada y más sabiendo que la otra chiquilla mentía.

Tomo sus cuadernos y los guardó, recogió su bolso y tras colocárselo en el hombro comenzó a caminar con dirección a la salida; en el pasillo pasó por al lado de Lila, la cual la esperaba con una amplia sonrisa, pero antes que pudiera seguir, esta la detuvo.

— Tenlo en claro, chinita, siempre pero siempre me salgo con la mía.

Kagami ni siquiera pudo contestarle, se sentía realmente avergonzada de sí misma por dejarse engatusar en las redes de aquella vil y cruel mentirosa, así que continuó con su caminata de la vergüenza hacia la puerta.

Adrien, que presenciaba todo del espectáculo, sabía que Kagami no había hecho nada porque estaba con él y que por eso Lila mintió, por solo verla junto suyo. No podía quedarse callado ante tal injusticia, así que sin más se levantó.

— ¿Qué haces viejo?— Le preguntó a su amigo pero lo ignoró.

— Si la expulsará sin prueba alguna, entonces también a mí.— Dijo con firmeza, sorprendiendo a todos.

— Joven Agreste siéntese.— Ordenó el director.

— No.— Su voz salió sin titubear, pudo ver como a lo lejos su amiga negaba diciéndole que esa no era su batalla.— Lo que hace es una completa injusticia, Kagami estaba conmigo y créame que no hizo nada de lo que Lila asegura.

— Que se siente.— Insistió el señor Damocles pero al no tener respuesta, asintió.— De acuerdo, tome sus cosas, una semana de expulsión.

— Bien.— Adrien tomó sus cosas pero antes de caminar vio como Marinette se giraba y le guiñaba un ojo, recogiendo sus pertenencias también.

— Con permiso, si desean creerle a una mentirosa pues ya tienen tres alumnos menos.— Dijo la ojizarca con una amplia sonrisa.

— Cuatro.— Añadió Nino levantándose de su lugar encogiéndose de hombros.— ¿Te nos unes nena?— Preguntó a su novia.

— Odio las mentiras, así que son cinco.— Alya se levantó siendo seguida por Chloe.

— Nunca me cayó bien esta niña, así que son siete conmigo y Sabrina.— La última se sorprendió más no dijo nada y se levantó.

Y así uno a uno de los estudiantes comenzaron a colocarse de pie, dejando boquiabierto al director y orgullosa a su maestra por ver el compañerismo entre todos, ya que también sabía que su alumna Rossi sin dudas mentía.

— Supongo que no puede expulsarnos a todos.— Dijo Adrien con una gran sonrisa mientras se acercaba a la de mirada avellana.

— Bien, pero que no se repita.— Suspiró derrotado.— Pueden continuar con la clase.

— ¿Qué acaso no harán nada?— Exclamó realmente indignada Lila.

— A su lugar ahora señorita Rossi.— Ordenó Celine y al ver que iba a refutar, se le adelantó.— Ahora.

Lila bufó y molesta se dirigió al fondo del salón y se sentó. El director no dijo nada más y se marchó junto a la maestra para hablar de lo sucedido; Adrien y Kagami aún se encontraban parados, siendo ella la que habló primero.

— No tenías que hacer eso, pudo salir todo mal...

— Eres mi amiga Kag, siempre te apoyaré.— Le aseguró con una tierna sonrisa.

— Gracias...— Susurró y lo abrazó.— Te quiero.

— Y yo a ti dragoncita.

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