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49. "Rencor."

París, Francia.

Jueves 2 de enero.

Penúltimo capítulo.

Frunzo mi entrecejo cuando intento tragar saliva y siento mi garganta rasposa. No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado sin beber algo, pero mi garganta lo pedía a gritos. Relamí mis labios secos buscando suavizar aquella sensación, pero cuando no me relajo comencé a inquietarme. Aún con el cuerpo adormecido, comencé a mover de a poco mis extremidades lo máximo que se me permitía.

Abrí uno de mis ojos curiosa al no sentir la intensidad de la luz y agradecí por dentro el hecho de que todo estuviera a oscuras y que solo la luna iluminara la habitación. Aquella pequeña luz era tan tenue que lo único que mis ojos captaron al adaptarse a ella, fue a tres figuras en la parte derecha de la habitación.

Una de ella estaba sentada en un sofá individual mientras tecleaba algo en un computador concentrada. La iluminación del aparato hacía resaltar su entrecejo fruncido y algunas arrugas. Tenía sus labios gruesos apretados y debes en cuando se los mordisqueaba nerviosa. Desde que supe quién era ella, intenté buscar similitudes entre las dos pero mientras más me esmeraba en buscarlas simplemente no las encontraba.

Supuestamente era mi madre...eso decía y verificaba el ADN que Cobain nos hizo, ¿Pero por qué no nos parecíamos? Había soñado siempre en cómo sería ella, si tendríamos tal vez el mismo tono de cabello o los ojos. Si compartíamos una mínima característica, inclusive si ambas nos mordíamos el labio inferior cuando estábamos nerviosas, pero yo no lo hacía. No teníamos nada, absolutamente nada.

A comparación, con Cobain compartíamos muchas cosas y él sí se parecía a ella. Nosotros conservamos el mismo color de ojos, el cabello, el mismo carácter, hasta pequeños detalles que aunque no me di cuenta al principio, después fui descubriendo. Tal vez, si no fuera por él, realmente creería que esa mujer que tecleaba sobre el computador no era mi madre.

Apartó la mirada hasta el sofá más grande y visualizo el cuerpo de Aneley sentada en una esquina mientras observa por la ventana y acaricia el cabello de Cobain. Él permanece acostado ocupando todo el sofá, sus ojos están cerrados y su expresión, mientras su chica lo acaricia, se ve mucho más relajada.

Relamo mis labios secos cuando recuerdo el propósito de mi despertar e intentó inútilmente acomodarme en la camilla para poder alcanzar la jarra que está a un costado. Jadeo por lo alto sin poder controlarlo cuando siento un pinchazo en la parte baja de mi espalda y cierro mis ojos escuchando como la madre de Cobain deja el computador en la mesa pequeña del centro antes de acercarse.

—Ten —murmura alcanzándome un vaso con agua. Le doy una mirada agradeciéndole en silencio y se lo acepto bebiéndomelo casi desesperada—. El doctor nos dijo que despertarías con sed, pero no sabía cuando lo harías así que me encargue de renovar el agua para que estuviera fría. ¿Está bien así?

«Aquí vamos...cursilerías de madre e hija. Magnífico.»

—Lo siento, no quise...—Cierro mis ojos cuando me doy cuenta que nuevamente mis pensamientos no pudieron quedar retenidos en mi cabeza. Suelto un suspiro y niego con la cabeza dándole el vaso.

—Discúlpame tú a mí —respondo con dificultad. La garganta aún me dolía y la voz me salió mucho más rasposa de lo que pensé—. Haces todo esto con buenas intenciones y es mi culpa estar a la defensiva, solo es que no estoy acostumbrada.

—Entiendo. —Carraspeó su garganta y sirvió nuevamente el vaso antes de dármelo. Esta vez lo tomó con más calma. Aneley, quien había permanecido viéndonos desde el sofá sonríe cuando nuestras miradas coinciden pero yo no sé la devuelvo y observo el techo de la habitación queriendo huir como siempre de la situación—. ¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo?

¿Me encontraba bien? Físicamente no. Me dolía todo, incluso hasta el último mechón de mi cabello. Los dolores más fuertes los tenía sobre la espina dorsal, más debajo de la cintura, también por lo alto de la espalda. No era un dolor insoportable pero si realmente incomodo que en cada movimiento me recordaba que tirarme de alturas y sin protección no era una buena idea.

Las piernas no las sentía, estaban completamente adormecidas y ni siquiera quería saber si aún me respondían, preguntar y oír lo que no quería me causaba pánico. Los brazos los sentía pesados, sensibles, también la cabeza, realmente en este momento hubiese preferido ser cualquier otra persona menos yo.

¿Y mentalmente? Mentalmente mi cabeza estaba dividida. Todo lo que había ocurrido se reproducía con violencia en mi cabeza, recordándome la cruda realidad de todo. Una parte de mí sentía empatía, sobre todo al recordar el rostro desesperado y confundido de Dade cuando la encontré. Pensar en que para ella se habían muerto todos sus familiares me generaba una sensación horrible en el pecho, porque Dade no tenía la culpa de nada.

Me ponía en su lugar, como si de pronto alguien quisiera venir a arrebatarme lo único que había conseguido y me negaba a disfrutar. Como si alguien realmente me estuviera arrancando de los brazos a Cobain. Aunque mi cuerpo estuviera a la defensiva por dentro sentía muchas cosas cuando lo veía, era lo único que tenía y lo único que iba a tener. Era la única persona en la que realmente podría confiarle gran parte de mí y sin conocerlo sabría que la cuidaría porque lo vi en su mirada la vez que supo quién era realmente.

Odiándome, siendo su persona menos favorita, sin conocerme y con muchas más diferencias el día que supo que era su hermana me vio de una forma que nunca jamás nadie me vio y detrás de su mirada me confió tanta lealtad que al instante sentí. Y si nuevamente lo perdía, si alguien me arrebataba nuevamente la oportunidad de sentirme en casa, me volvería completamente loca.

Entonces la entendía, entendía su dolor. Entendía esa desesperación, entendía que en silencio a ella le dolía que su familia, aquel hogar, había sido destruido y ahora sentía que no tenía a donde ir. Pero mi otra parte también entendía, sin saber, los motivos que Ryd tenía para acabar con todos. Aún sin conocer su historia lo comprendía y lo hacía por como Chad moriría por él. No era una persona como Ryd, él a comparación de su hermano era una persona mucho más seria y si no tuviera motivos, incluso la copia sea su hermano, no lo seguiría viendo de la manera en la que lo hace; de la misma manera en la que Cobain me ve a mí.

Lo entendía porque Ryd no desprendía maldad, no sin motivos, no sin razones. Él no era una persona que actuara así porque sí, él no era una persona tan desquiciada, me rehusaba a creer que lo había hecho por simple gusto. Y creí en él. Creí en sus acciones, le creí cuando acabó con Auguste de aquella forma tan rencorosa, como si lo estuviera guardando desde hace mucho y ese era el momento, como si lo hubiesen herido de la misma manera pero mucho más peligrosa.

Le creí porque todo empezó a tener más sentido, sus actitudes, las veces que lo había visto llorar, su mirada perdida, el odio que guardaba dentro, la desesperación que tenía Chad por querer cuidarlo, porque todo se había basado desde un principio en él.

Porque Ryd siempre había sido la víctima y no el victimario.

—¿Qué tal? —pregunta una nueva voz ingresando a la habitación. Elevo la mirada del vaso y observo como Adelphos se acerca hasta mi otro costado—. ¿Cómo te has despertado?

—Bien, con un poco de dolor pero nada que no pueda soportar. —Finjo una sonrisa y me bebo lo último que me queda en el vaso antes de pasárselo a la madre de Cobain.

—¿Nada extraño? ¿Dolores de cabezas intensos, sangre, heridas que no hemos visto?

—¿Eres doctor ahora? —me burlo elevando una de mis cejas. Adelphos pone sus ojos en blanco pero me devuelve la sonrisa.

—Me preocupo por ti.

Abro la boca dispuesta a burlarme de él, pero un ronquido nos hace apartar la mirada a todos. Aneley, quien estaba acariciándole el cabello a Cobain, lo zarandea desde sus hombros y este se despabila asustado sentándose al instante. Frunce su entrecejo cuando la ve a ella y antes de decir algo se vuelve a recostar en su regazo durmiéndose al segundo.

—Los síntomas que no está teniendo Aneley, los está teniendo él —dice su madre negando divertida. Aneley suelta un suspiro y apoya su cabeza en la palma de su mano mientras Cobain no da indicios de querer volver a despertar—. Llamaré al doctor.

(...)

Luego de que doctor diera el parte médico e indicará que todo estaba bien conmigo, Cobain me había sometido a un interrogatorio sobre cómo me sentía porque según él, el hombre que me atendió no era de confianza. Por suerte, Aneley se había apiadado de mí y con la excusa de que tenía antojos lo sacó de la habitación dejándome a solas con Adelphos.

Su madre había decidido marcharse minutos después de que el doctor se fuera ya que tenía negocios que atender, pero había dejado claro que por la noche vendría a hacerme compañía aunque insistí en que no era necesario. Adelphos, al estar solo, se burló un poco de la situación en la que estaba involucrada con Cobain y ella.

De pasar a no importarle a nadie, de no tener tanta atención, ahora tenía a dos personas que estaban encima de mí el tiempo que fuera necesario hasta ahogarme y muy lejos de molestarme aquello y por momentos, me hacía sentir muy bien. Me trasladaba a un sitio en el que jamás había estado, a un lugar que desprendía calor y protección.

—¿Cómo se encuentra Dade? —pregunto rompiendo el silencio entre los dos. No había querido preguntar o mencionar el tema delante de los demás porque estaban tan preocupados en cómo me sentía yo que sabría que pasarían del tema y ya. A comparación, por dentro sabía que él pensaba lo mismo que yo acerca de ella.

Adelphos aparta la mirada de su móvil y suspira echándose hacia atrás en la silla.

—Tuvieron que dormirla dos veces porque había entrado en una crisis nerviosa, el doctor recomendó ayuda psicológica más que médica pero no puede asistir a cualquier psicólogo así que Chad se estaba encargando de eso. La verdad es que esperaba algo como tal, prácticamente ha visto a toda su familia morir.

—¿Sus padres eran buenos? —interrogó con curiosidad. No sabía si quería saberlo para sentirme peor o porque en el fondo esperaba que me dijera que no para tener paz dentro de mí. Él chasquea su lengua.

—Su padre era Auguste...y aunque su madre sí era una buena persona mentiría si dijera que no se lo merecía. Ella era consciente de todos los chicos que él abusaba y aún así nunca dijo o hizo nada, tal vez por miedo, no lo sé.

—Tal vez la tenía amenazada, no puedes culparla de ello.

Adelphos niega con su cabeza y bufa tirando su cuerpo hacia adelante. Apoya los codos en sus rodillas y sin apartar la mirada de mí entrelaza sus manos.

—No debería ser yo quien te cuente esto, en realidad no es algo que esconda alguien, pero sé que nadie te lo contará. —Confundida y curiosa asiento con mi cabeza, entrelazando mis manos sudadas—. Cuando ocurrió todo yo seguía viviendo en la mansión, solo que era pequeño. No tengo recuerdos frescos de lo que sucedió, pero personas de mi confianza también me lo contaron.

—Estás poniéndome nerviosa —confesé cuando sentí como un nudo iba armándose en mi estomago.

—Lo que oíste...en la pelea, sobre lo de Ryd y su padre...

—¿Tenían un amorío?

—No...—frunció su entrecejo—. Fue mucho más raro. Una noche entraron a la habitación donde dormían los gemelos y el cuerpo de su padre estaba muerto; mutilado, como si lo hubiesen asesinado con rabia y a sangre fría. Y Ryd estaba ahí.

—¿Él lo asesinó?

Adelphos asintió.

—Ryd...él...¡pff! —Niega con su cabeza—. Él estaba desnudo. Cubierto de sangre y con una cuchilla en la mano. Tenía la mirada perdida, como si le hubiesen arrancado...como si le hubiesen arrancado el alma.

—¿Abuso de él? —me atreví a preguntar con nudo en la garganta. Adelphos se encogió de hombros.

—Nadie lo sabe. Él jamás quiso contar lo que sucedió esa noche y su madre se negó a hacerle un examen, algo que pudiera confirmarlo. Creyó en su silencio, muy distinto a la familia quienes se habían encaprichado a la idea de que Ryd lo asesino porque no quiso mantener relaciones sexuales con él. —Soltó una risa fingida, con rabia, tensándose—. Tenía solo siete años, ¿Quién tiene la mente tan jodida como para pensar en que Ryd lo asesinaría por eso?

Estire mi mano hasta toparme con la suya y la entrelace con la mía cuando lo vi empuñarlas con fuerza.

—Desde ahí todo comenzó a ser una tortura para él. Fue como una caza de brujas. Todos, absolutamente toda su familia, comenzó a ir detrás de él creyéndose lo que Auguste había inventado. Incluso, la persona buena que todos consideramos como su esposa, ha ido detrás de Ryd sin ni siquiera detenerse a pensar si lo que decía su esposo era real.

—Tal vez Auguste...

—No, Arizona. Lo vi esa noche mientras lo golpeaba, ella disfrutaba viendo cómo torturaban a Ryd. —Se echó nuevamente hacia atrás apartando sus manos de las mías. Cruzó un brazo sobre su abdomen y con su otra mano tomó el borde de la sábana mientras jugaba con el dobladillo—. Ryd sabía a quién asesinar, esa noche tenía una lista mental de las personas que lo hirieron y yo fui testigo de cada una de las muertes. Creo en que las personas que asesinaron se lo merecían porque si no encontraría otra respuesta a porque los asesinaba con demasiado rencor.

—Supongo que sí —coincido, aún cohibida por todo lo que me había dicho.

Desde que había oído a Auguste aquella noche no sabía realmente cómo sentirme, solo sentía una sensación horrible en el estomago, como si tuviera un nudo enorme que no me dejaba mover. No tenía apetito, sentía como el estómago cada vez se me cerraba y me apretujaba entera hasta sacarme el aire. No dolía, era incómodo, como una sensación de estar desnudo y con ganas de volver a casa.

Saber que Ryd había sido abusado o no, no cambiaba absolutamente nada lo que yo sentía por él, solo necesitaba tomarme un breve tiempo para ponerme en su lugar y saber cómo actuar. Para sentir ese dolor, para saber cómo sostenerlo si él me permitía estar. O tal vez ni siquiera quería que estuviéramos o que le diéramos vueltas al asunto, tal vez solo quería olvidar y no que lo tratáramos como alguien diferente como Chad había hecho todo este tiempo; intentar cuidarlo como si él no pudiera.

Apartó la mirada del rostro de Adelphos cuando decide quedarse en silencio y oímos la puerta abriéndose después de haber sido tocada dos veces. Trago saliva involuntariamente al ver quién es y mi acompañante se levanta de la silla sin decir nada. Intercambian una mirada entre los dos y cuando Adelphos sale cerrando la puerta detrás, Ryd comienza a caminar hasta la camilla sin apartar su mirada oscura de mí.

Muevo mis piernas doblándolas cuando llega a mi costado y se sube al colchón sentándose a una considerable lejanía de mí. Adelphos había dicho que ya habían pasado dos días desde que sucedió todo y aunque ambos habíamos sufrido algunos golpes debido a la caída en los colchones, Ryd despertó antes que yo.

Tenía el rostro mucho más pálido de lo que es y debajo de su oscura mirada conserva dos ojeras notorias. Algunos cortes en la ceja que ya están curadas, también una en la comisura de su labio inferior y un raspón en la parte baja de su mejilla izquierda. Aún así se ve increíblemente guapo. Va vestido con una chaqueta de cuero negra, una camisa y pantalón del mismo color junto a unas botas de combate.

«Relaja tus hormonas, Arizona.»

Ryd sonríe bajando la mirada y yo aprieto mis labios sintiendo como mis mejillas y orejas se calientan al darme cuenta que una vez más hablé en voz alta.

—¿Cómo te sientes? —No eleva la cabeza, solo aparta la mirada de sus manos hasta mis ojos. Un mechón rebelde de su cabello cae sobre su frente dándole un porte mucho más misterioso y lo único que provoca es que mi cuerpo se debilite.

Abro mi boca y la cierro. ¿Cómo se hablaba? Dios.

—Muy bien, como nueva —respondo fingiendo una sonrisa. Ryd tira su cabeza hacia atrás y asiente mordiéndose el labio inferior.

—Me alegra oír eso.

—¿Qué haces aquí?

—Quería verte. —Se encoge de hombros apartando la mirada. Sonríe y chasquea su lengua—. Me pusieron tres puntos por tu increíble disparo, gracias.

—¿Qué puedo decir? Gozo de una buena puntería —me mofo de él recostándome en el respaldo de la camilla.

—Ya veo, también veo que se te está pegando mucho el tirarte de grandes alturas.

—Lo aprendí de ti.

—Lo copiaste de mí —corrige, acusándome con su mirada. Niego con mi cabeza quedándome en silencio y lejos de apartar mí mirada de la suya le sigo el jugo quedándome en silencio. Permanecemos así algunos minutos hasta que él decide volver a romper el silencio—. ¿Por qué eres tan testaruda?

—¿Debería ofenderme?

—Te pedí que huyeras. —Embozo una media sonrisa y me encojo de hombros—. ¿Por qué no lo hiciste?

—Porque me iba a perder toda la diversión.

—Hablo en serio, Arizona.

No Kansas, Arizona.

Trago saliva, sintiéndome regañada.

—¿Por qué querías que huyera de ti? —contraataco. Ryd sonríe a medias.

—Porque si te quedabas no iba a tener las fuerzas necesarias para dejarte ir una vez más. —Sintiendo el corazón desbocarse, entreabro mis labios dejando escapar un corto suspiro—. Porque cuando se trata de ti a veces sí soy egoísta.

—No quería irme —confesé—. Y si eso me condena a ser tuya...

Ryd chasquea su lengua.

—No te confundas, tú no eres mía. No me perteneces, nunca lo hiciste. A veces soy demasiado egoísta cuando se trata de ti, pero jamás te haría creer y pedir que pierdas lo único que te pertenece: tú misma. —Estira una de sus manos y busca mi mejilla con su tacto—. Solo quiero que siendo tú, me elijas a mí.

Sintiéndome un cachorrito buscando cariño, apoyo mi mejilla en su mano que no deja de acariciar mi piel. Abro los ojos segundos después de que siento su fría piel cubrir la mía caliente y cuando mis ojos desprendiendo chispas se conectan con la suya sumergida en una oscuridad, solo basta un suspiro para que nuestros cuerpos se vuelvan a buscar.

Tiro de su camisa atrayéndolo hacia mí y me acomodo debajo de su cuerpo cuando me acorrala contra el colchón. Pateo a un lado la sábana y con mi pierna desnuda busco rodear su cintura para sentirlo aún mucho más cerca de lo que está. Ryd apoya una mano en el costado de mi cabeza para amortiguar su peso y a escasos centímetros de mis labios me atrevo a jugar con su paciencia.

Acarició su nariz con la mía con lentitud, provocándolo y cuando elevo mis ojos hacia los suyos fingiendo inocencia solo basta morderme brevemente los labios para que Ryd pierda cada uno de sus estribos. Come mi boca sin piedad, sin dejar lugar para escapar, ocupa su gran boca para cubrir la mía y besarlos como tanto deseo que le correspondo al segundo.

Subo mis manos por sus brazos cubiertos por la chaqueta y llegó hasta las solapas para tirar de ella fuera de su cuerpo. Ryd se separa solo unos segundos para cumplir aquel capricho y al volver se reúne con mis labios, solo que esta vez no les dedica mucho tiempo y baja por mi cuello.

Meto mis manos por su abdomen sintiéndolo tensar debajo de mis dedos y lo rasguño sin hacerle daño. Consigo llegar hasta su espalda y con ayuda de mi pierna en su cintura lo atraigo hasta mi cuerpo sintiendo todo de él.

—Kansas...—masculla.

—¿Mmm?

Siento como sus labios suben hasta mi oreja y muerde el lóbulo.

—Prométeme que no te irás.

Sonrió sintiéndome anestesiada por sus besos en mi cuello y muerdo mi labio inferior.

—Sin ti no pienso irme a ningún sitio.

Lo siento sonreír sobre mi piel.

—Tu m'as tellement putain d'amoureux  (me tienes tan jodidamente enamorado)—lo siento murmurar sobre mi mejilla con rabia, antes de acariciar mi pierna desnuda y hacerme perder totalmente.

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