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42.1 "Dónde pertenece."

Bufo con exasperación cuando siento sus pasos moverse nuevamente a mi alrededor provocando aquel sonido irritante del cual me queje segundos atrás y sabiendo que su propósito es verme explotar me auto-exijo mantener el control. En menos de dos horas habían sucedido tantas cosas que mi mente necesitaba tiempo para pensar y no morir en el intento. Tenía todos mis sentidos en alerta porque mi cuerpo temía volver a recibir un impacto que físicamente no podía detener y ya no tenía estrategias para que invadan mi mente.


No quería ni siquiera pensar en todo lo que se venía después del resultado de aquellos análisis, ni gastar mi tiempo en corroborar si estaban falsificados o no, a este punto de mi vida ya todo me daba lo mismo y lo que ahí pusiera no cambiaba en absoluto el camino que estaba tomando.

Realmente estaban locos si creían que por saber que pertenecía a una familia iba a modificar algo en mí, así no se solucionaban dieciocho años en ese infierno en el que viví.

« ¡Es que ni siquiera tienes dieciocho años!»

Mi brazo se eleva sin darle orden y al sentirlo presionar algo en el aire abro los ojos de inmediato acribillando a la persona que tenía cerca. Las yemas de mis dedos se cierra en su muñeca fundiendolos con tanta presión que no la controlo, solo siento el repiqueteo de mi corazón desbocado mientras la boca de Richard se abre y se cierra diciéndome algo.

—¿Estás loca? —masculla tironeando su brazo con fuerza. El aire vuelve a mis pulmones y siento como de apoco todo aquello rojo que veía se aclara en cada pestañeo—. ¿Qué diablos ocurre contigo?

Oír su hipocresía al hablar cuando fui protagonistas de sus golpes me irritaba, no era un buen momento para que se hiciera la víctima fatal cuando su tiempo favorito era destrozarles el rostro a las personas. Aparte la mirada elevando el mentón hasta la pared de al frente y escondí mis manos en la espalda intentando tranquilizar mi temblor.

—Solo quería saber si pisábamos la misma tierra —insiste aún desde mi costado. Suelta un bufido al ver que no le estoy prestando atención—. Catriel quiere verte, ya acabaron de curarlo hace minutos, loca.

Obteniendo suficiente de él por más de veinte minutos redondeados, me aparto de la pared pasando por al lado suyo golpeando su brazo. Ingreso a la habitación que le dieron en el sótano y la cierro detrás de mí con cautela.

Cuando Chad descubrió la escena desastrosa que su copia origino, nos dividió por miedo a que Ryd intentara volver a atentar contra la vida del rubio. Esa no fueron sus palabras, pero era mejor pensarlo así que repetir las palabras de ese idiota cuando nos envió al sótano para curarle las heridas.

Su justificación fue que abajo estaba la habitación de emergencias que se usaba antes en la mansión y como no quería más conflictos lo mejor era que los dividiéramos. Claro, su hermano obtuvo el mejor lugar y la mejor atención cuando él fue quien comenzó todo este estúpido y patético circo macabro.

Catriel elevo su mirada del vendaje que tenía en su mano izquierda y con una media sonrisa me recibió. No se lo veía bien, aún estaba pálido después de la sangre que perdió y las orejas que llevaba debajo de sus ojos ahora eran más notables, al igual que su cansancio. Su camiseta estaba manchada y su brazo también, aún sigo sin comprender porque perdió tanta sangre cuando lo atendimos con urgencia.

Atraída como un imán comencé a dar pasos ciegos, a estas alturas también desconocía el porqué mi cuerpo actuaba sin que le diera ordenes. Me coloque a unos pasos delante de él conservando distancia y me cruce de brazos esperando que dijera algo al respecto. Sabía que lo había escuchado y aunque no lo haya entendido no dudaba en que sospechaba acerca de lo que sucedió con Ryd, no por otra razón el psicópata de la copia le quemo en palabras literales la mano.

—No voy a hablar de nada que tú no quieras —emitió con voz cansadora. Ladeo un poco su cabeza bajando la mirada unos breves segundos y gesticulo una mueca—. Aunque supongo que me lo merezco.

—No digas eso, tú no te lo merecías. —Catriel sonríe, pero su sonrisa no se ensancha como siempre que lo hace—. Sé que no me corresponde decírtelo, tal vez ni siquiera te interese, pero quiero aclarar que no tengo nada con Ryd.

—Lo sé —respondió. Relamió sus labios secos y suspiro—. Como también sé que te gusta.

Me quede en silencio porque él tenía razón y ya no podía mentirle. Claro que me gustaba, no por nada decidí acostarme con él, pero que me gustara no quería decir que sintiera algo por él. Ryd me atraía porque físicamente atraía a cualquier persona que tuviera ojos y yo soy un ser humano que quería pecar, luego de eso nada más nos relacionaba.

En cierta parte quería comprender a Catriel y porque cada vez que nos veía juntos su actuar era diferente, pero también me parecía estúpido que conociéndolo no supiera que Ryd pensaba lo mismo que yo. A él no le interesaba, no había un vinculo sentimental que nos uniera, solo fue un momento pasajero que tuvo que suceder porque así lo quisimos. Lo que sucedió hoy estaba fuera de mi alcance para entenderlo, no estaba en mis manos para desmenuzarlo y entender por partes que mierda era lo que quería lograr con todo esto. Sí, me lo advirtió, ¿pero cuáles eran sus intereses?

¿Pretendía que por haber estado con él no podía estar con nadie más? No, él no era así. Su interés era otro y bien escondido que lo tiene.

—Físicamente Ryd atrae a todo ser humano que le guste el género varonil, Catriel —dije aquello obvio que él también sabía—. Y que nos guste por como se ve no quiere decir que estemos enamorados o queramos algo con él, solo es bonito y ya.

Él asintió.

—¿Sucedió algo entre ustedes? ¿Algo más que besos?

—No —mi respuesta fue casi inmediata.

No supe porque le mentí, tal vez porque divulgar cosas de mi intimidad no era lo mío, aún cuando lo que él solo pedía era una afirmación o negación. No quise porque aún tenía esperanzas de que aquel brillo que presencie en sus ojos a penas lo vi por la mañana aparezca nuevamente, porque perderlo después de haber llegado hasta aquí era una real patada en los huevos. Me rehusaba, preferí asumir cualquier consecuencia por mi mentira, pero aquello no iba a salir de las cuatro paredes donde sucedió, de Ryd y de mí.

Estaba mirándolo a los ojos, mintiéndole y no me surgía nada por dentro, no me afectaba en lo más mínimo como pensé que lo haría, tal vez porque las ansias de tenerlo cerca me orillaban a querer cometer cualquier cosa que impidiera su lejanía.

Nos quedamos observando algunos segundos en silencio, como si la conversación que estábamos teniendo ahora fuera interna y nuestras bocas estuvieran a su merced. Hubo un silencio que nadie rompió, él me analizaba cruelmente mientras mis dotes de actuación le hacían creer aquella negación. Supe que tenía un talento cuando volvió a sonreír dando por terminada la pelea de miradas y me atrajo hasta su cuerpo besándome.

Luego, al separarnos, le propuse ir a su habitación para que pudiera descansar y él no sé negó si me quedaba a su lado. Subimos las escaleras con lentitud respetando los mareos que iba teniendo y ayudándolo con fuerza conseguimos llegar a la habitación que estaba en el pasillo contrario al mío. Empuje la puerta cerrándola con mi pie y nos guie hasta la cama que estaba en el centro.

Elevando las manos conseguí sacarle la camiseta manchada y sin ganas de volver a colocarse una se recostó en el colchón haciéndome lugar. Me recosté a su lado dejando que descansara la cabeza en mi abdomen y en silencio comencé a jugar con su cabello mientras él me abrazaba con su mano sana y reposaba la lastimada en el otro extremo.

—Te quiero, California —oí su murmuro después de varios minutos largos. Cerré los ojos cuando elevo la mirada para comprobar que estuviera dormida y lo sentí resoplar antes de volver a recostar su cabeza.

Trague saliva abriéndolos nuevamente y en la oscuridad de la habitación observe el techo sin saber en qué pensar, solo me quede en blanco, físicamente recostada y mentalmente derrotada.

(...)

Cerré los ojos cuando sentí unos toques en la puerta y regule mi respiración intentando tranquilizar mi corazón desbocado. El cuerpo de Catriel se remueve solo un poco, pero no despierta y el impaciente detrás de la puerta la abre sin volver a tocar. Sus pasos se acercan a la cama con lentitud, sin generar el más mínimo ruido y después de unos segundos siento como mueven de apoco el cuerpo dormido arriba mío.

—¡Hmh! —se queja el rubio al recibir otro movimiento—. Déjame dormir un minuto más.

—Catriel —susurro la voz de Richard—. Imbécil, Chad esta buscándote. Es importante.

Al oírlo esta vez el cuerpo del rubio se mueve con más fuerza y se aleja de mi cuerpo de inmediato. Se quedan unos segundos en silencio hasta que siento una mano acomodándome un mechón de mi cabello y después la cama deja de estar hundida a mi costado indicándome que se levanto. Los pasos se sienten nuevamente, esta vez alejándose hasta que la puerta se cierra con cuidado.

Espero solo unos minutos por las dudas y al no percibir movimiento dentro de la habitación abro los ojos sentándome. Aprovecho para estirar mi cuerpo haciéndolo sonar y busco en la oscuridad alguna presencia. Verificando que no haya nadie me pongo de pie tomando mi arma de la mesa de noche y colocándola en mí cintura recorro todo a mí alrededor con la mirada antes de salir.

La claridad de afuera me invade cuando bajo las escaleras y observo la puerta del jardín trasera abierta. No hay nadie en la mansión más que las del servicio decorando cada extremo, deduzco que porque es la hora de la siesta. Saliendo de mis pensamientos al oír el sonido de las aves afuera rompiendo la sintonía, me encamino a la cocina en busca de agua para calmar el dolor de mi garganta.

Me apoyo contra el mesón disfrutando del silencio y observando la hora en mi reloj dejo el vaso en el lavado antes de apartarme. Eran exactamente las tres de la tarde, muy temprano como para que alguien estuviera jodiendote la siesta, por desgracia ese no era uno de los gustos que me pude tomar hasta ahora, que ni siquiera dormí.

Detengo mis pasos en el principio del pasillo que conecta al despacho general y relamo mis labios secos dudando si seguir con mi destino. ¿Lo habrán llamado para hablar sobre lo sucedido en la cocina? ¿Podría ser castigado por algo que no hizo? Iracunda de solo pensarlo me encamine con pasos ligeros tratando de no perder más tiempo para ser sincera y confesar todo lo que este tiempo me guarde solo si las consecuencias la recibía el rubio.

Apoye mi mano en el pomo y di una breve vuelta antes de soltarla cuando escuche un grito detrás de la puerta que me asusto.

—Me lo veía venir desde un principio —vacilo la voz de Catriel riéndose—. ¿Realmente creen que no sospeche de esto en un principio? Sabía que como las perras que son me morderían la mano.

—Estas pasándote de la raya y esta vez no pienso tolerarlo, Chad sigue siendo tu jefe.

—Bien por ti si quieres seguir siendo su perra de turno, lo mío acabo aquí.

—¡Detente, Richard! —grito Chad colérico—. Nadie te mordió la mano, en todo caso tu solo te la has mordido por haberte creído más de la cuenta el papel. No pienso bajarme de donde estoy para pelear con un inmaduro que no supo hacer bien su trabajo, desde un principio fui bastante claro contigo, Catriel. El trabajo era ese, tú aceptaste, lo que sucedió después corre por tu propia cuenta.

—Perfecto, ¿Se acabo entonces? —responde él. Me apego a la puerta para oír mejor—. ¿Aquí se termina tantos años de trabajo? ¿Me apartan solo por un estúpido error?

—Te enamoraste Catriel, ¿Crees que no es el motivo suficiente? —rebatió Chad nuevamente. Fruncí mi entrecejo—. Solo tenias que encargarte de ser un equilibrio entre los dos, de sembrar dudas, de arrastrarla lentamente hasta él y de provocar el caos, tenías que ser el soporte del triangulo para avivarlos a los dos siendo consciente que tu participación era solo un juego y ahí fue donde fallaste.

—Voy a matarte.

—Madura un poco —rezongo Richard con fastidio.

—Y tú hazte follar mejor por este imbécil que se ve que ni para eso sirve.

Se creó un silencio entre los tres donde después de unos segundos fue Chad quien lo volvió a romper.

—No vale la pena pelear con él —reconoció—. Él mismo se hundió al pensar que por jugar con fuego no podría quemarse y ahora que está dentro de la hoguera solo quiere lanzarnos mierdas porque sabe que cuando Arizona sepa que su interés desde un principio solo fue parte de un plan se le terminara las semanas de luna de miel en la que vive. —Chad se ríe—. Ve, aprovecha ahora que puedes, socórrela como sabes hacerlo y sigue mintiéndole en la cara, al final todos sabemos a dónde pertenece.

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