41. "Similitudes"
París, Francia.
Lunes, 30 de diciembre.
Apoyo mi cabeza en la ventanilla cerrando brevemente los ojos y suelto un suspiro cobarde esperando que los últimos minutos de viaje finalicen de una vez. No era fanática de los viajes en avión, eso lo comencé a saber a medida que me tocó subir a uno sin objeción. Lo único bueno que tenía sin dudas eran las vistas, aunque claramente le temía, de todas formas no era nada nuevo comparado a que sin ningún tipo de argumento decidí lanzarme a los brazos de Ryd.
Aquella noche que estuvimos en la azotea del edificio y vi sus ojos seguros de cada propósito, no dude ni un solo segundo de sus acciones, por eso me negué. Creí que iba a morir, que ahí terminaba cada segundo malgastado de mi vida y que al final no iba a poder conseguir lo que tanto anhelaba. Recuerdo haber estado tocando la superficie con mis pies, como cubiertos por mis botas rozaban aquel duro cemento y cuando los brazos de Ryd fueron dispuestos a lanzarlos juntos al infierno dejaron de ser pesados, fueron libres.
El cuerpo se me había llenado de una sensación de hormigueo que me hizo aferrar al cuerpo de él, dispuesta y hecha para cualquier cosa, queriendo y deseando que más que nunca fuéramos uno y que lo que a partir de ahí deparaba el destino fuéramos así. Sus brazos se aferraron con fuerza en mi cintura, ni siquiera le temblaba la barbilla, solo recuerdo haberlo sentido sonreír contra mi piel mientras caíamos. En ningún momento abrí los ojos, tal vez temí encontrarnos en la superficie porque cualquier infierno con él se sentía jodidamente genial.
—Señorita Arizona...—Abro los ojos al oírla y aún en mi posición le exijo con la mirada que prosiga. Sin tener la necesidad de hacerlo eleva lo que le pedí dedicándome una leve sonrisa—. En unos minutos estaremos aterrizando, le aconsejo que vaya preparándose.
Tomó el vaso de agua que me extiende y sin prestarle atención me acomodo en mi lugar empuñando la mano con la pastilla. Nuevamente suelto un suspiro, esta vez de cansancio, llevo la mano empuñada hasta mis labios y sin pensarlo meto la pastilla tragándola junto al agua.
Como dijo a los minutos, siento como la puerta de atrás se abre y los pasos de Ryd somnoliento se acercan hasta el otro extremo del pasillo tomando asiento. Me abstengo a girar para preguntarle si necesita algo y me acomodo en el asiento al ver que ya no falta casi nada para que la tortura acabe.
Lo único que Ryd me había dicho después de salir de su casa era que todos ya nos estaban esperando en París y que me preparara porque viajaríamos siete y tortuosas horas. Claro que para él no, porque lo único que hizo desde que subimos fue encerrarse en la pequeña habitación de atrás y dormir lo que restaba de viaje. Yo, al contrario, había tenido que aguantar la presencia de la odiosa azafata que a cada dos segundos quería corroborar que el "jefe" estuviera bien cuando lo único que hacía él era dormir como un bebé sin ningún tipo de problema.
Solamente dos veces fui capaz de hacerle saber que no iba a despertarse, se le veía cansado y aparte de eso llegar a París significaba mucho para él, pero a la tercera deje que asuma las consecuencias de su insistencia, si no quería entender por las buenas que se jodiera por estúpida.
Cuando finalmente aterrizó el avión me tomó algunos segundos para que todo a mi alrededor deje de dar vueltas, eso siempre me sucedía cuando despegamos y aterrizamos, suponía que nunca me iba a acostumbrar. Visualizo el lugar vacío escuchando voces desde afuera y me saco el cinturón dejando el vaso descartable en el posavasos. Elevo mis brazos hacia un costado y llevo mi cuerpo al otro extremo buscando estirarme.
—El señor Ryd...—
—Que se joda el señor Ryd —interrumpo, soltando un bostezo y tomando mi chaqueta del otro asiento. Paso por al lado de la azafata y tanteando el bolsillo sacó los lentes de sol que tomé "prestado" de la habitación de Ryd.
Bajo la mirada para ver mejor los escalones y no morir en el intento, aferrando la chaqueta en mi mano sudada. La temperatura no era de mi agrado, odiaba el calor y últimamente en Brooklyn llovía mucho como para escapar de ahí. Iba a preferir siempre el frío que el calor y no porque me disgustara en su totalidad, sino porque aguantar un uniforme como el mío con sol era una tortura extrema.
Intentando adaptarme a la claridad entrecierro mis ojos recorriendo con la vista la zona de aterrizaje. Para ser un día considerablemente bueno está todo vacío.
—¡Bienvenida, mon amour! —el grito alegre proveniente desde mi derecha me impulsa a girar la cabeza con rapidez. Detrás de él Ryd nos observa a ambos y termina palmeándole el hombro al hombre que espera antes de subir e irse en el coche. Trago saliva cuando su sonrisa no se desdibuja con nada, ni siquiera aparta la mirada de mis expresiones.
—Catriel —suelto casi sin pensar. El rubio ensancha aún más su sonrisa y sin dejarme reaccionar se apresura a caminar hasta donde me encuentro—. Qué bueno es verte aq...—
Su mano me acorrala desde la parte de atrás de mi cabeza deteniéndome aunque ni siquiera conseguí hacer ningún movimiento. Sus labios frescos y mojados atrapan los míos adueñándose de cada centímetro, consumiéndolos con un eje de desesperación y posesión.
Mi cuerpo reacciona al suyo casi al instante después de salir de mi shock y le corresponde con la misma rítmica. Con mi mano desocupada rodeo su cintura y lo atraigo más hasta mi cuerpo rompiendo cualquier tipo de distancia entre los dos, él al contrario de mí, desliza su mano que me mantenía presionada y con ambas sostiene mis mejillas acelerando el movimiento de sus labios cuando estamos a punto de quedarnos sin una pizca de aliento.
Sonríe sobre mis labios cuando se aleja solo unos centímetros y busca mi mirada con un cierto brillo en sus ojos.
—Te he echado tanto de menos, California —susurra. Intento no suspirar para no parecer tonta, pero el revoltijo de mi estómago no se detiene con nada. Acaricia con las yemas de sus dedos mi piel y termina dando un paso hacia atrás—. Me la pasaría todo el rato aquí, pero el sol va a terminar de cocinar mis huevos y a ti te esperan en la mansión.
Me rió al oírlo y sin dejarme responder rodea con su mano la mía tironeando hasta el coche vacío que queda detrás. Tomó asiento en la parte de copiloto observándolo rodear y al encenderlo tomamos el mismo camino por donde el otro se fue minutos atrás. Aún así, cuando salimos de la pista de aterrizaje y nos metemos a unas calles de tierras, a una distancia considerable conseguimos visualizar el coche de Ryd.
Adaptándome a su presencia después de días sin verlo, detalló su perfil con lentitud mientras sigue diciendo cosas que no consigo prestarle atención. Tiene una capa de barba que a juzgar de cerca se nota que tiene días, aún así está muy bien cuidada. No hay ningún rastro o indicio en él que me dé sospechas de un cambio o que la haya pasado mal, el rubio sigue igual que siempre solo que ahora tiene un cierto brillo en sus ojos que no sabría describir.
Saliendo de mis pensamientos respondo una de sus tantas preguntas recostándome en el respaldo de la silla y elevo la vista hasta el camino que vamos cruzando manteniendo la distancia del coche delante de nosotros.
—...entonces cuando acabo mis vacaciones, Chad pidió que viajará hasta aquí. Llegué antes de ayer, tampoco tenía idea sobre esto, muy rara vez se reúnen para celebrar algo —cuenta con serenidad, manteniendo una de sus manos en el volante y otra en el marco de la ventana—. ¿Tus días sin mí qué tal?
—¿Tienes un hijo? —mi boca no resiste la incertidumbre. Él al contrario de mi nerviosismo suelta una risa divertida por lo bajo al oír mi pregunta repentina.
—¿Quién te lo contó? —indaga sin preocupación, sabiendo la respuesta sin decírsela—. ¿Ryd?
—Eso no importa.
Catriel asiente con su cabeza.
—Sí, tengo un hijo de siete años, cuando quieras puedo presentártelo. —Visualizo como su cuerpo se relaja más de lo que está al mencionarlo—. Se llama Amadeo.
Inconscientemente sonrió. No me lo imaginaba como padre, pero la imagen que me demostraba, su seguridad y el amor al hablar sobre él se le notaba muchísimo y eso me encantaba. Temí que se enfadara conmigo o con Ryd por indagar así en su privacidad, lo comprendía, un niño de siete años no podría ser involucrado en su trabajo y realmente entendía que lo único que él quería era no traerlo hasta esta mierda, pero ver esta parte de Catriel al solo mencionarlo me agradó, era distinto, se lo sentía con más vida.
—No te veo como padre...—admití.
—Ni yo —coincide dedicándome una breve mirada fugaz—. Aún después de siete años se me hace difícil creer que él permanece en mi vida, que es mío.
Apartó la mirada de él y la posó en el coche de adelante nuevamente.
—¿Y su madre?
—Ese es un tema del que prefiero no hablar, pero por si te lo preguntas, no estamos juntos. —Oír aquello me hace suspirar sin ningún motivo—. Soy solo tuyo, California, guarda las garras.
No respondo, solo me dedico a rodar mis ojos sin dejar de sentir el alivio dentro de mí.
En el poco trayecto a la misión que nos queda Catriel se dedica a contarme un poco más sobre la razón del porqué estamos aquí. Como había dicho con anterioridad, era muy raro que se reunieran para festejar algo, así sea el último día de sus vidas, la familia Kovhs no era de las más unidas para establecer dichos eventos. Aún así, no me dio más detalles porque ni él tenía esa información.
¿El plan de Ryd tenía que ver con esta celebración? ¿Desenmascara a alguien importante o simplemente estábamos aquí por gusto? Eso último lo dudaba mucho. De todas formas, no me pagaban por pensar. Lo único que sí, solo me aconsejo que no me apartara de Chad o de él porque la familia Kovhs tiene un cierto temperamento que estalla con cualquier mínima cosa.
Cuando el camino de tierra se terminó, Catriel tomó el pequeño camino donde el otro coche ingresó con anterioridad. A juzgar por simple vista la entrada del camino se veía un poco abandonada, cubierta a propósito o no por algunos arbustos altos que lo disimulaban muy bien, de todas formas cuando ingresabas todo estaba más cuidado. Los arbustos grandes seguían en los costados, ni siquiera entraba una pequeña iluminación y al final de la angosta calle lo único que se podía ver eran unas rejas pulcras con las iníciales K&S grabadas en dorado.
Como si hubiésemos estado todo el trayecto en un pasaje subterráneo al cruzar las rejas volvimos a ser iluminados por la claridad del día y una espeluznante vista de la increíble mansión en su máximo esplendor. Era terrorífica de lo tan grande y vieja que se veía, aún con todos sus cuidados y con todas las zonas verdes rodeándola su sola presencia te traía escalofríos.
Rodeamos la pequeña rotonda con la fuente de agua que estaba en el centro y Catriel estaciono el coche detrás del otro. Baje siendo hipnotizada por las miles de flores que nos rodeaban, eran tantas y tan coloridas que sin dudas se llevaban el papel principal. Atraída aspire el olor de su mezcla erizándome la piel de lo tan rico que se olía. Zonas verdes muy brillantes, el sonido de las aves rompiendo el gran silencio junto a la fuente y una tranquilidad que solo tenían los lugares alejados de la ciudad.
Parpadeé varias veces cuando sentí una mano posándose en la zona alta de mi espalda y girando a verlo seguí su mirada hasta los escalones de la entrada principal donde se encontraban todos, incluso Richard también.
—¡Bienvenidos! —aludió un desconocido, observándonos con cierta picardía. Inconscientemente giró la mirada hasta el cuerpo tenso de Ryd.
Chad estaba a su lado cruzado de brazos observando solamente a su hermano, no tenía mirada o atención para nadie más, solo estaba preparado para cualquier movimiento que él quisiera dar. A su lado Dade acomodaba su cabello detrás de sus hombros con nerviosismo mientras mordía su labio inferior, los demás hermanos Kovhs también estaban presenciando todo en silencio y con una sonrisa en sus labios que no sabía describir.
Barbie, Richard en un costado, Adelphos intentando sostenerse con sus muletas y claramente, mi querida ex mejor amiga con al parecer un tic nervioso en su cuello o estaba deseando que alguien no apareciera, ese alguien ya sabemos quién es.
Salió por la puerta principal con su cabello revuelto, como si acabara de despertar de una extensa siesta y su humor no fuera del todo bueno. Estaba transformado, sus cejas hundidas y una expresión que hasta yo temía, por suerte su descarga no fue contra mí. Observe como le saco el seguro a su arma y sin titubear apuntó el cuerpo de Ryd a unos pasos de nosotros.
—¡No! —gritó Aneley, dándole un breve empujón. El sonido del disparo alertó a todos a su alrededor y el atacado solo giro la mirada para ver el impacto de la bala en el coche.
Ryd sonrió en un intento de provocación.
—¡Te dije que te iba a asesinar! —masculló desesperado, la mano le temblaba y sus ojos estaban inyectados de sangre. Parecía como si su mismo infierno lo estuviera desterrando—. ¡Tú lo sabías!
Chad se adelanta a sostenerlo cuando Aneley no puede controlarlo. Cobain al sentir la presión de las manos de él en su cuerpo sube el arma y lo apunta en la cabeza. Sin perder ni un solo segundo, preparado para el ataque, Richard se coloca detrás de él apuntándole la suya.
—Baja el arma —le pidió Aneley entrando en desesperación al ver que lo estaban apuntando, claramente él no le hizo caso.
—Hazle caso a tu mujer, baja el arma o tendremos un problema grave —siguió Chad, con ambas manos elevadas. Aún así él no apartó su mirada de Ryd.
—¿Qué se supone que está sucediendo aquí? —hablo el desconocido, pero todos lo ignoramos.
La mano de Catriel bajó hasta la zona de mi cintura y se aferró a ella con delicadeza, pidiéndome en silencio que no interviniera. De todas formas, tampoco lo iba a hacer.
Cortando con el silencio breve que se extendió, Ryd chasqueó su lengua bajando sus hombros como si estuviera cansado de la situación. Estaban amenazándolo y él seguía actuando como un imbécil, típico de la copia.
—¿Qué te molesta, Cobain? —preguntó cruzándose de brazos. Sabía que estaba provocando, incentivando a que le dispare con una de sus sonrisas de autosuficiencia—. ¿Qué este enamorada de mí o que te haya enseñado a que jugar y decidir por la vida de los demás te puede costar caro? Hazte responsable de tus actos y deja este circo que tú mismo te condujiste hasta aquí.
Al oírlo, Cobain soltó el arma y se abalanzó contra Chad consiguiendo pasar de él. Llegó hasta Ryd, quien había decidido no moverse de su lugar y le propinó un golpe en la mandíbula que lo hizo retroceder varios pasos hacia atrás. Su pecho subía y bajaba con violencia, estaba tan descontrolado que nadie más quiso acercarse, Chad solo se puso detrás, expectante a cualquier cosa.
La vil y pequeña risa de la copia se escuchó como un susurro que aturdió a todos, lo estaba disfrutando y mucho. Se enderezo aún con la mano en su labio partido y lo observó elevando ambas cejas.
—Buen golpe —reconoció, antes de tomarlo desprevenido y golpearlo.
En un intento de desesperación al ver con la violencia que se estaban golpeando, Aneley le arrebató la muleta a Adelphos y casi quise reírme al ver cómo cayó sentado en el suelo, pero la escena de ella pegándole a Ryd con la muleta fue aún más graciosa. Dade la apartó antes de que alguno de los dos pudiera golpearla y Catriel fue en ayuda junto a Richard para separarlos finalmente.
—¡Cálmense de una vez! —grito enojado Chad, su paciencia se veía agotada.
—¡Es mi hermana! —respondió casi con urgencia, como si fuera una justificación. Mi sonrisa al oírlo se desarmo—. ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudiste...? ¿Cómo...? ¡Tú sabías lo que ella significaba para mí, maldición!
—¡Yo no lo sabía! —se defendió. Quiso decirle algo más, pero su mirada se cruzó con la mía casi entrando en pánico—. Creo que debes calmarte, necesitas hablar con ella.
Como si fuera lo suficiente, la cabeza de Cobain se giró hacia mi dirección, derrumbando cada mínima posibilidad de que esa chica de la que estaban hablando no sea yo, que no exista ni una mínima probabilidad de que se trate de mí, pero su mirada apenada solo me lo confirmo.
Era la hermana de Cobain.
(...)
No podía ser, me negaba a la realidad, estaba convencida con pruebas imaginarias que lo que había oído minutos atrás no era cierto y que el papel en mis manos presentaba fallos en los resultados. Es que no encajaban las fechas, los horarios, las edades, no había ni siquiera una sola similitud entre los dos, entre esa mujer y yo. Me rehusaba, lo único que ellos querían era volverme loca y lo estaban consiguiendo con empeño.
Dobló el papel en mi mano empuñándola y de camino a la isla de la cocina la tiró a la basura junto a las demás cosas. Me coloco al lado de Catriel, quien no había dejado de hablar sobre cosas sin sentido solo con el propósito de evadir el tema y tomó la cuchilla junto a los vegetales.
¡Ni siquiera nos parecíamos! Hubiese preferido mil veces que los resultados dieran que sea hermana de Richard y no de él. ¿Por qué justo Cobain? ¿Tanto me odiaba la vida?
—¡Vas a sacarte un dedo! —exclama gritándome desde mi costado. Me arrebata la cuchilla chistando en modo de desaprobación y con su ceño fruncido se coloca del otro lado de la isla—. Mi plan no era hablar sobre lo sucedido, pero no tienes la cabeza en otro lado. ¿Quieres...?
Niego apretando mis labios.
—¡Ni siquiera nuestro humor es el mismo! —chilló indignada. Catriel sin poder evitarlo apretó sus labios ocultando su sonrisa—. ¡No te rías!
—Es que, ahora que lo dices, ninguno de los dos tiene humor. Tienen el mismo color de cabello, el tuyo es más brillante y el de él opaco, ¿Pero qué me dices del color de sus ojos?
Tenía razón, pocas veces detalle por completo el rostro de Cobain y después que estalló la bomba gracias a Adelphos, descubrí que nuestros colores de ojos son iguales. En mi defensa, estaba demasiado ocupada peleando con él como para darme cuenta de tan insignificante detalle, aparte, no somos los únicos que los tienen.
Me costaba creer que teníamos cosas en común, acciones o gestos en los que nos parecíamos. Seguía negándome a la idea, pero Cobain estaba ahí y era casi mi misma imagen es masculino, solo que no lo quisimos ver. Las aguas estaban demasiadas movidas con respecto a lo de Aneley como para estar pensando en una posible probabilidad de que seamos algo más que enemigos.
¿Y la mujer esa? ¿Se supone que es mi madre? ¡Ay, no! Ya no quiero jugar a esto.
—Bien, dejaré de hablar, mejor intenta tranquilizarte. —Quise decirle que yo estaba fresca como una lechuga, que no me importaba en lo más mínimo lo que decía un simple papel saboteado, pero mentiría y el temblor en mis manos no ayudaría como soporte para eso—. Estás entrando en un ataque de crisis, ve a descansar.
Cerré mis ojos queriendo dejar de oírlo, él no era el problema pero todo estaba colapsándome, necesitaba a mi persona de confianza que todo este tiempo creí que estaría para mí, pero la verdad sobre que Aneley decidió tomar su camino me seguía enfermando y doliendo de maneras inigualables, su traición aún me quemaba.
El temblor de mis manos se expandió por todo mi cuerpo generándome un escalofrío que no pude disimular al recordar el momento en el que Adelphos decidió mandar todo a la mierda, ¿Con qué derecho ventilo una verdad que sabía me iba a doler? ¿Ese era el verdadero Adelphos o la persona que creí conocer seguía existiendo?
Traición, traición, traición, traición.
Me estaba desbordando por dentro, quería gritar y callar al mismo tiempo, todo estaba arrasándome en un grado insuperable y ya no tenía fuerzas para esconderlo. Sentía de apoco como crecía dentro de mi unas ganas irremediables de destruir, de tomar lo primero que se me cruzara y verlo arder, las ansias de sentir el poder sobre todos me estaba alcanzando y ya no quería detenerlo.
Sentí como mis rodillas dejaron de funcionar, flaquearon en un momento inoportuno donde Catriel consiguió sostenerme antes de caer.
—Lo siento —balbuceé sosteniéndome desde sus brazos. Parpadee varias veces y suspire antes de reincorporarme.
Con su ceño fruncido subió una mano hasta mi frente y gesticuló una mueca de disgusto.
—Estas con la temperatura alta, lo mejor será que descanses un poco. —Sonríe con gentileza, tomando una de mis manos entre las suyas. Lo veo acercarse a mi piel antes de dejar un casto beso.
Quiso sumar a su acto una caricia a mi mejilla tomándome desprevenida por su gesto, pero su mano se quedó suspendida en el aire al oír la puerta de la cocina abriéndose. A comparación de todas las veces que nos descubrió juntos esta vez él no huyó, sostuvo mi mano con presión y lo siguió con la mirada fingiendo que no estábamos respirando su mismo aire.
Sentí la tensión entre los dos, era tan palpable que con cualquier gesto podía cortarse, así que no hicimos nada. Yo simplemente porque mi cabeza aún seguía dando vueltas, Catriel no sabía por qué.
Giró sobre sus talones apoyándose sobre el mesón y apoyó sus manos en la cerámica observándonos sin ningún tipo de expresión.
—Se te ve mal, déjame que ayude a Catriel con la comida. —Se escuchó sincero y yo le creí. Quise creerle, tal vez mi inocencia aún seguía existiendo.
Sorprendido por sus palabras Catriel no tardó en soltar mi mano y caminar hasta Ryd, quien seguía apoyado sobre el mesón observándome. Entreabrió sus labios conteniendo su mandíbula y elevo una de sus cejas antes de darse media vuelta.
Me quise mover de ahí e irme a descansar un poco, pero su actitud me dejó perpleja y me quedé observando sus movimientos. Encendió la hornalla sin dificultad y relajado se estiró hasta la otra punta del mesón que estaba usando Catriel en busca de una sartén, pero antes de poder tomarla sostuvo con fuerza la mano del rubio y sin dejarlo reaccionar la apoyo completamente en la hornalla junto a la suya.
Reaccione casi al instante, mi cuerpo se impulsó como si hubiese recobrado todas sus fuerzas y desde su hombro los tiré hacia atrás apartándolos. Ambos se sostenían la misma mano, él sin ninguna expresión y Catriel quejándose del dolor.
—¿Qué diablos te ocurre? —gimió del dolor cerrando sus ojos. Mi corazón punza con violencia y desesperación al ver su mano. Ryd soltó un suspiro pesado y agitó su mano antes de verme.
—No digas que no te lo advertí.
Y recién cuando su presencia abandonó la cocina comprendí de lo que hablaba.
¿Qué tan psicópata tenía que ser para cumplir con esa promesa?
Nota del autor: Hola, sé que he estado desaparecida bastante tiempo. No publique más nada y no me conecte a las redes sociales por una razón, al principio no pensé en decirles nada porque se debe a algo demasiado personal, pero merecen saber el porqué de mi desaparición sin entrar mucho en detalle.
No he estado bien, esa es la razón. Tuve semanas complicadas y con la mente en todos lados, eso se debe a problemas personales que tengo que ir solucionando y sanando con el tiempo.
Decidí irme porque procuré principalmente mi salud mental, no es un juego tratar con ella y no quise exponerme tanto, no estaba pasándola bien. La verdad es que no sabía con exactitud cuánto tiempo me iba a costar volver, no tenía la mente enfocada y pensé en dejarlo, pero también comprendí que escribir me sana de alguna manera y es algo que me gusta hacer.
Cerrando con este comunicado, solo quería decirles que me encuentro bien y que no deben de preocuparse, la salud mental es importante y sin están pasando por lo mismo ténganlo como prioridad, busquen ayuda e intenten sanar porque al final de cuentas todo termina arrasandonos.
Voy a estar subiendo capítulos, no tengo días pero mi idea es que sean seguidos.
Disculpen por la tardanza, espero que sepan comprender.
Abrazos y besos, atentamente: Venus.
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