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35.2. "La conexión."

Brooklyn, Nueva York, EEUU.
Miércoles, 25 de diciembre.

Los tres nos mantenemos quietos, en silencio, controlando nuestras respiraciones por miedo a provocar lo que sabemos que ocurrirá. Siento el aire de la muerte asomándose por mi nuca, es frío y escalofriante.

Abro ambas palmas sudadas apoyándola contra la tela de mi pantalón y aprieto mis dedos en mi piel cubierta. Sus cuerpos aún están en la misma posición, uno dándome la espalda y el otro con la mirada en esa persona esperando indicaciones para proseguir con sus movimientos. No dice nada, pero cuando veo su cuerpo desinflarse soltando un suspiro es el aviso suficiente para que comience a correr.

Me choco contra la pared de la esquina rebotando contra las escaleras y al elevar la mirada hasta el lugar donde venía me encuentro con el cañón del arma ya apuntándome. La fuerza de mi cuerpo acumulada me tironea hasta abajo al oír el sonido del disparo y deslizándome con las rodillas por la madera me vuelvo a poner de pie.

Logró hacer el zic zac de las escaleras sintiendo los pasos duros detrás de mí y los gritos de la otra persona tratando de calmar las acciones que estaba cometiendo. Salto el barandal para tener más ventaja, pero cuando apenas toco primera planta y quiero tomar el camino a la salida, siento un jaloneo de cabello.

Toma con fuerza mis mechones y empujándome hacía atrás me hace apoyar contra el barandal nuevamente. A Richard no le tembló la mano cuando apoyo el cañón del arma en mi cabeza.

—Baja el arma —pidió, soltando un jadeo al llegar junto a nosotros—. Hazlo ahora que puedo defenderte.

Richard al oírlo presiono sus labios acentuando más su ceño fruncido y apoyo con más violencia el arma en mi frente. Instantáneamente alce ambas manos. Observe con atención como su mano cubrió el brazo tenso de Richard intentando mantener el control, pero él no dio ni un solo paso hacía atrás.

Quería decirles que nada de lo que había visto me interesaba, que aunque los odiaba sabía perfectamente como jugar mis cartas y tomar ese momento como estrategia era caer muy bajo, pero no lo hice porque sentí temor. Él realmente se veía irreconocible y sabiendo sus antecedentes violentos tampoco me daban las energías para cruzar el límite.

Pude ver en su mirada la desesperación y me sentí mal porque también había sido mi culpa por no tocar la puerta, pero eso se podía solucionar hablando, no de esta manera. Quise decirle también, que no iba a juzgarlo, que era su vida y con ella podía hacer lo que quisiese, pero cuando solté un suspiro él pensó que iba atacarlo y presiono el arma dejándome la cabeza apoyada en el barandal.

—Por favor —insistió.

—Solucionemos esto de otra manera, nos conviene a los dos —propongo en voz baja.

—Tú cállate la puta boca —siseo, sacándole el seguro al arma.

El corazón comenzó a latirme con fuerza y en un acto de nerviosismo relamí mis labios.

—Richard —murmuro, escuchando al igual que nosotros pasos acercándose.

Aparte la mirada cuando los pasos se detuvieron y localizando los cuerpos de los hermanos Kovhs entrando a la sala supe que por lo menos tenía una mínima posibilidad de salir con vida de ahí. La mirada que él le dio a Richard fue suficiente para avisarle que lo que sucediera a partir de ahí, no iba a poder hacer nada y cuando entendió el mensaje sus ojos se nublaron de puro enojo.

« ¡¿Dónde mierda te has metido ahora, Arizona?!»

¡Yo que iba a saber que iba a encontrarlos besándose!

—¿Qué sucede aquí? —pregunto la voz de Sophie, acercándose con una copa de vino en mano. Se detuvo al lado de su cuerpo y observándonos con tranquilidad exigió una respuesta que en lo personal no estaba dispuesta a responder y al parecer, los demás tampoco.

—Ya fue suficiente —vuelvo a hablar, creyendo en mis pocas esperanzas. Richard apretó sus labios.

—¡Qué te calles!

Aunque el grito pudo haberme aturdido, los que estábamos en el circulo pudimos oír el sonido del seguro de un arma. Cobain sonrío, apoyando el cañón en la cabeza de Richard.

—La has oído, es suficiente —murmuro divertido, observándolo como cual rival. Meneo su cabeza en dirección a él y apunto con sus ojos el cuerpo de Richard—. Dile que baje el puto arma, porque no voy a permitir que por tus putos errores todo se vaya a la mierda, Chad.

El susodicho trago saliva porque tenía razón, y porque no podía hacer nada al respecto también. Sentía que estaba tomando una decisión difícil por culpa de los impulsos de Richard cuando lo hubiésemos podido hablar antes de provocar todo esto. Reiteraba que no iba a usar como estrategia el hecho de que los vi besándose y que tampoco me sentía en el papel de juzgar a nadie. Por primera vez sentí empatía por los dos y me sentí mal porque ellos jamás lo sintieron por mí.

Alce la mirada nuevamente cuando lo vi debatirse internamente y entre las personas encontré a Adelphos sonriendo con una pizca de orgullo. Fruncí mi entrecejo sin comprender y él solo me guiño uno de sus ojos, intentando hacerme sentir mejor.

Claro, porque el momento lo ameritaba. ¡Imbécil!

El hombre regordete no estaba, tampoco me importo. Su hermano, el más alto que los demás, sí estaba y con compañía de Dade, quien estaba de igual sorprendida. Busque en los rincones de la sala la presencia que esperaba encontrar, pero ahí no estaba y extrañamente sentí un mar de sensaciones agrias.

Mi cuerpo reacciono cuando Chad decidió actuar y en un intento de querer levantar el arma, el chistido de alguien en el piso de arriba nos robo la atención. La sonrisa en mi rostro no se hizo esperar y aunque me guiño un ojo al igual que Adelphos, con su acto sí conseguí sentirme tranquila.

—Baja el arma —volvió a pedir Chad, sin verlo a la cara. Cuando sintió que no hizo ningún movimiento elevo su arma hasta la cabeza y con una expresión que no decía nada siseo—: ahora.

Juraría que si los corazones rotos realmente se escucharan rompiéndose, el estruendo del de Richard palmaria a todos en la sala, pero por su sonrisa irónica y la mirada desilusionada, fue suficiente para que Chad comprendiera lo que sentía. Dio un paso hacía atrás guardándose el arma en la cintura y dedicándole una última mirada salió de la mansión dando un portazo.

Solté un suspiro bajando las manos y tomando una gran bocanada de aire trate de calmar a mi corazón. Había sudado y ni siquiera me había dado cuenta de aquello.

—Los agradecimientos me los pasas por email —bromeo Cobain, guardándose el arma.

—Púdrete —respondí, fingiendo una sonrisa. Para sorpresa de todos él no dijo nada, solo negó riéndose y se fue hasta donde estaba Aneley.

Ryd volvió a chistar en la parte de arriba y elevando la cabeza para verlo, meneo la suya indicándome que subiera. No le di una mirada a los demás, gire para tomar el camino a las escaleras y subí cruzándome de brazos. Me guie por su silueta del lado contrario a donde estaban las habitaciones y entramos a uno de los balcones.

Me apoye contra el barandal tomando distancia de su cuerpo y observe en silencio el cuerpo de Chad persiguiendo a Richard por el laberinto de la vegetación hasta el portón de la mansión general. Queriendo no formar parte de su pelea aparte la mirada hasta Ryd con intenciones de romper el silencio, pero al descubrirlo sonriendo no emití nada.

—Cuando éramos adolecentes le dije que su orientación sexual no cambiaria el hecho de que somos hermanos —confesó, inclinando un poco su cuerpo—. De todas formas siguió negándomelo. ¿Tú qué opinas sobre las orientaciones sexuales?

Me encogí de hombro. A mi me daba igual, no era mi vida y no tendría porque opinar al respecto de algo que no me pertenecía. En general, no creía en el amor porque me costaba creer en cosas que nunca tuve o vi y amor no es algo de lo que goce tener en el internado, apartando el fraternal que sentía por las chicas.

« ¡Mientes!»

Sonreí.

—Creo en la conexión de las personas más allá de su sexo. —Vuelvo a ver a los chicos, pero esta vez ya no están en nuestro campo visual—. ¿Y tú?

—También, creo que la conexión es algo mejor que el amor, independiente del sexo. —Aparta una mano del barandal y me enseña su mano con una pequeña parte de gasa cubierta en la palma—. Nosotros tenemos una.

Aparte la mirada de su mano y subí hasta sus ojos expectante de mis reacciones.

Asentí.

—Nosotros tenemos una.

La media sonrisa de Ryd no tardo en aparecer y meneando su cabeza se aparto del barandal.

—Ven aquí.

Atraída, como si mis pensamientos ya no tuvieran votos entre nosotros, el cuerpo obedeció sus órdenes y me puso delante de él. Cuando los brazos de Ryd rodearon mi cuerpo por la altura de mi pecho, sentí una calidez y protección que me hizo querer acurrucarme contra él rompiendo barreras. Subí mis manos hasta sus brazos rodeándome y las sostuve aspirando el aroma a su perfume embriagador.

Con la mirada en el jardín de la mansión nos quedamos en silencio varios segundos, tal vez asumiendo todo lo que había pasado o solo disfrutando el momento como yo lo estaba haciendo. Estaba contradiciendo mis propios ideales, pero Ryd era magnético.

—Promets-moi que tu ne me feras pas de mal —susurro, llamando mi atención de los arboles.

—Deberías dejar de hablar en un idioma que no entiendo. —Me aparto de su cuerpo y giro apoyándome en el barandal para verlo. Ryd eleva una mano hasta mi mechón de cabello y lo esconde detrás de mi oreja.

—He dicho que sigo esperando que me pidas que te bese —dice esta vez más alto, provocando que mis vellos se ericen. Me cruzo de brazos y revoloteo los ojos.

—Deja de fingir que lo nuestro te importa.

La copia relame su labio inferior, observándome profundamente.

—En lo único que te he mentido, fue cuando te hice creer que no me interesas, cuando eres en lo único que podría llegar a pensar. —Sorprendida, sin habérmelo venir, me quedo tildada consiguiendo soltar un jadeo entre mis labios entreabiertos. Él eleva uno de sus hombros restándole importancia—. Tampoco te creas tan importante, en el puesto peleas con el cubo Rubik.

—Estas obsesionado.

—Con ambas cosas —coincide, asintiendo.

Sin saber que decir, dejo que la yema de su dedo me acaricie la mejilla hasta apartarse a mis labios aún entreabiertos. El cuerpo me da un cosquilleo cuando lo desliza por mi labio inferior y sintiéndome tonta por ver que él tiene el control decido reaccionar tomándolo por sorpresa. Meto su dedo dentro de mi boca y buscando su mirada lo chupo bajo su atención con lentitud. Él muerde su labio inferior y me toma del mentón con firmeza con intenciones de acercarse a mis labios, pero la presencia de alguien más abriendo la puerta de cristal nos interrumpe.

—La madre de Cobain esta por llegar —avisa Barbie, observándonos con atención a los dos.

«Perfecto, otra reunión familiar.»

(...)

Todos habían quedado conmocionados con la noticia de que la madre de Cobain estaba de camino, sin excepción, todos estaban en un estado de sensaciones diferentes, pero expectante a la puerta principal. No sabía quien era esa mujer, ni tampoco tenía el conocimiento de si existía, así que no podía comprender el grado de la situación.

El aire se sentía muy denso como para proponer o decir algo, así que también decidí ocupar el lugar de todos justo en la soledad de nuestro silencio. Cobain, el más afectado, estaba de pie caminando en círculos mientras bebía un vaso de licor con la mirada expectante de Aneley encima. Estaba esperando la mínima reacción para saltar, para estar ahí y por primera vez eso no me molesto.

Cruce mirada, en el recorrido por los cuerpos presentes, con la de Ryd y a la lejanía de la habitación me guiño uno de sus ojos cruzado de brazos. Barbie a su lado revoloteo los suyos. Baje la mirada nuevamente hasta el cuerpo que estaba custodiando y un aburrido Adelphos bostezo acurrucándose más en el sofá.

Richard no había vuelto desde que lo vimos cruzar el portón de la mansión, a comparación Chad sí seguía aquí, con la mirada perdida en su vaso de whisky sin ser capaz de elevar su mirada a otro sector. El estomago se me revolvió al verlo en aquella faceta porque aunque nadie se diera cuenta yo sabía que estaba sintiendo vergüenza por ser quien era, por mi estúpido error de haber entrado sin tocar la puerta.

Sentía lastima por Chad y unas descontrolables ganas de seguir a Ryd dónde sea, el mundo estaba conspirando en mi contra y me sentía en la deriva mentalmente.

Me pongo de pie llamando la atención de todos en la habitación y bajo la mirada tensa de los demás camino hasta la salida de la sala. No soportaba un minuto más ahí. Me acerco hasta la cocina y abro la nevera sacando la jarra de agua junto a un vaso antes de apoyarme contra el mesón para disfrutar de la soledad. Soledad que se ve interrumpida por la presencia de Ryd ingresando con ambas manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

—¿Es normal lo que esta sucediendo ahí afuera? —inquiero bajando un poco la voz. Ryd abre la nevera a mi lado y saca una manzana.

—Sí, la señora Hudson es un poco...intimidante —responde con tranquilidad, lavando su manzana. Da pasos en reversa y de un salto se sienta arriba de la barra—. Para ser más específico hace seis años que no la vemos.

Sorprendida, abro mis ojos sin disimular mi expresión.

—¿Seis años? ¿Y vuelve así como así? —Él asiente mordiendo la fruta—. ¿Y por qué lo hace?

—Creo que la razón es por la llegada de Zigor...de Adelphos —aclara cuando ve mi ceño fruncido. No estaba acostumbrada a ese nombre, para mí él siempre sería Adel—. Teníamos sospechas de que esto ocurriría, pero vivirlo es otra cosa. Bueno no por mí, hablo de Cobain.

—Oí que Zigor esconde algo importante para él, ¿Es por eso?

—Sí, lo que esconde es tan importante para su madre también. Estuvo seis años buscándolo a las afuera. Lo sorprendente es que coincidiera su estadía aquí, aunque con lo que Adelphos le dijo al contestar deduzco que se lo ha dicho antes.

—¿Dices que él se entrego?

Ryd se encoge de hombros.

—¿Por qué lo haría?

Me quedo en silencio sin saber que decir. Desconocía que era lo que Adelphos ocultaba, cuando estuvimos juntos esas semanas jamás vi algo extraño de él, aunque sea algo menor como llamadas raras o cosas por el estilo, tal vez él era muy bueno ocultándolo y jamás me di cuenta.

¿Seguía poniendo las manos en el fuego por él? Adelphos no me había hecho nada, me acogió cuando no me conocía, cuando no tenía el derecho. Me ayudó, me orientó, me preparó, yo le debo muchas cosas a ese hombre así que mi respuesta es clara.

Cobain no me interesaba, ni su madre, ni nada que le estuviera ocultando. Se lo merecía por idiota, no iba a sentir pena por él.

Dejo el vaso detrás de mí y alzo mi mirada hasta él meneando mi cabeza al verlo observándome mientras come de su manzana.

—¿Qué pasa?

La respuesta de la copia es al instante.

—¿Puedo besarte?

Y mi sonrisa no se hace esperar.

« ¡Idiota!» me grito mi subconsciente « ¡Tres palabras y caíste, que valiente me saliste!»

Ambos apartamos la mirada cuando sentimos el motor de un coche estacionándose e inmediatamente nos acercamos hasta la puerta de la cocina. Nos quedamos en el marco de la puerta al ver que todos se reúnen en la entrada y al ver que voy a dar un paso en dirección a Adelphos, Ryd me atrae hasta su cuerpo cruzando una mano por mi hombro.

—Esto no es necesario —susurro, elevando un poco la mirada. Ryd sonríe con sus labios mojados por el jugo de la manzana. Inconscientemente trago saliva.

La puerta se abre robándome la atención y esta vez de ella entra una mujer de avanzada edad, aunque no se note con plenitud. Viene vestida con un vestido pegado al cuerpo rojo y un tapado del mismo color. Su cabello es gris tirando un poco más al blanco, deduzco que son más canas que tinte. Aunque se noten sus arrugas, ella las luce demasiado bien, a su máximo esplendor, sin importarle el resultado de su edad.

Se saca sus lentes negros dejándome ver los ojos azules idénticos de Cobain y varios rasgos compartidos también. Pasea con su mirada todos los rostros hasta que se detiene en Adelphos y relajando su expresión se acerca casi desesperada. A pasos de acercarse, Cobain lo toma del brazo y lo apoya contra la pared.

—No es necesario que lo trates así, él nos dirá todo —habla la mujer, dirigiéndose completamente a su hijo. Cobain frunce su entrecejo.

—¡¿Realmente crees que él nos dirá lo que queremos?! ¿Te olvidaste que fue él quien nos la quito? —grita desquiciado, fuera de sí. Aneley da un paso hacía adelante atenta.

—No fui yo en realidad —murmura Adelphos, Cobain al oírlo presiona su agarre en la garganta—. Fue tu padre, asúmelo de una vez.

—Vas a lastimarlo y no conseguiremos nada. —Apoya una de sus manos en la de su hijo. Él parece no querer reaccionar cuando el rostro de Adel se pone morado. Mi cuerpo se anticipa dando un paso hacía adelante, pero Ryd me vuelve a detener—. ¡Cobain!

Aneley, que solo había conseguido dar un paso hacía adelante, se acerca decidida y se pone en el medio de los dos. Toma la mano de Cobain sin ejercer fuerza y al sentir el tacto él abre sus ojos que presionaba con fuerza. Ella le regala una sonrisa, bajándole la mano de apoco, sin tentarlo a ejercer fuerza al sentirse atacado.

Su madre observa todo en silencio, pero no es más importante que Adelphos porque cuando lo ve caer al suelo se acerca a atenderlo. Comprendía que su atención se debía a que si le sucedía algo tal vez la única pista también moriría y no se que tan bueno podría llegar a ser eso para ellos.

Consiguiendo tener lejos a Cobain la mujer lo ayuda a ponerse de pie y lo atiende verificando su garganta. Adelphos no se niega, se ve que él esta dispuesto a colaborar, pero al parecer a nadie le importa porque en ningún momento impidieron que lo atacaran de la manera en la que su hijo lo hizo.

« ¿Por qué Adelphos se entregaría?»

La mirada de Adel me encuentra en el marco de la puerta.

—Dime donde esta, por favor —le pide suplicante la mujer. Sin dirigirle la mirada él me sonríe y Ryd aferra su agarre en mí—. Lo que sea que sepas, dímelo.

Sin poder comprender su mensaje él vuelve a verla a ella y acariciándose la garganta menea su cabeza en mi dirección.

—Ahí esta.

La mujer, Cobain y los mil pares de ojos en la habitación inmediatamente me observan a mí.

« ¿Qué hice ahora?»

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