29. "Manipulación "
Georgia, Estados Unidos.
Miércoles, 18 de diciembre.
—¡Hey! Aquí estas —exclama Catriel cuando me ve. Da pasos ligeros y cuando esta delante de mí me abraza—. Lo siento tanto, nena.
No respondo, tampoco sé muy bien que tendría que decir al respecto. Sus lamentos y los de nadie harán que el estado de Carrie mejore, así que no les encontraba mucha razón.
«Solo esta lamentándose, ¿Podrías ser un poco considerada?»
Jodete, subconsciente.
—¿Dónde estuviste? —pregunto cuándo nos separamos y me llevo el vaso a los labios. Él se da cuenta de que no quiero hablar al respecto y saca su mejor arma para hacerme sonreír.
—¿Celándome desde temprano, amor mío? —Pongo mis ojos en blanco.
—No seas idiota. —Él se toca el pecho ofendido.
—Realmente eres cruel, nena —bromea, acercándose a la nevera—. En fin, estaba dándole las órdenes de Chad. Últimamente los guardias están haciendo lo que se le salen de los huevos y el jefe esta molestándose más de la cuenta.
—Hacen lo que se le salen de los huevos desde siempre, no sé que les sorprende. —Me encojo de hombros.
Catriel hunde sus cejas, comprendiendo de inmediato mi mensaje oculto. Se detiene nuevamente delante de mí y se cruza de brazos confundido.
—Chad y Ryd no manejan el internado —cuenta observando mis expresiones—. Es como... ¿Una casa? Ellos le alquilan el lugar, el dueño es su tío. Como dueños del internado, hablando estructuralmente, tienen un poco de poder aparte de que son sobrinos del dueño. Más allá de eso, no pintan mucho por aquí.
Espera, ¿Qué?
Si era realmente sincera mi mente los había involucrado demasiado a ambos con el internado y aunque solamente eran dueños del internado estructuralmente hablando, ellos saben lo que ocurre aquí dentro y no hacen nada para detenerlo.
No ser dueños completamente no le quita puntos, aunque tampoco podría esperar mucho. A Ryd ni siquiera le importa su propio hermano y Chad es...Chad.
Lo único que sabía de él y que tenía confirmado; era su punto débil, la cual hasta ahora seguía siendo una incógnita más que resolver.
—¿Estás hablando en serio? —Catriel asiente restándole importancia. Trago saliva.
—Sí, si tu siguiente pregunta es si ellos saben sobre lo que sucede aquí la respuesta es sí, lo saben todo —agrega—. Pero como no les importa, no se meten.
«Siguen siendo unos cerdos.»
El rubio sonríe.
—¿Qué? —pregunto apenada de solo saber que lo dije en voz alta.
—Te ves adorable cuando estas confundida —eso me saca la respiración—. Me encantan los brillos de tus ojos, para todas las situaciones están ahí y son fascinantes.
—¿Tú no los tienes? —Aprieto mis labios para contener la sonrisa nerviosa, aunque es estúpido porque apuesto que mis mejillas están sonrojadas.
—No, tus brillos son por la inocencia que cargas. —Le da un trago a su bebida sin apartar la mirada de mí—. Yo después de presenciar tantas cosas, digamos que la he perdido.
Suspiro.
—Bueno...no es como que lo necesites tampoco, eres bonito —farfullo sin pensar, callándome cuando ya lo he dicho todo.
Catriel abre sus ojos con sorpresa, se adelanta a dejar el vaso en el mesón y se tira al suelo con cuidado. Yo no evito reírme y negar con la cabeza. En cuestión de segundos vuelve a levantarse y sacando el móvil de su bolsillo trasero teclea algo antes de ponerlo entre nosotros.
—¡Ama! —chilla—. ¡Me ha dicho que soy bonito!
Azucena se ríe desde el otro lado de la línea.
—Te lo dije, tarde o temprano iba a tener que admitirlo —bromea.
—Fue tan lindo —cuenta con emoción. Incluso parece a una chica enamorada contándoselo a su amiga mientras se lima las uñas y se muerde el labio inferior—. Bueno, fue rápido. Me siento mal porque no me dio una rosa o algo y un poco acosado también, ¿Crees que debería decirle que no?
—¡Catriel! Déjala en paz, por favor —responde en carcajadas.
—¿Qué? A mí me gusta a la antigua, tiene que pedir tu mano y todo...
—Dios mío, que hare contigo...—suspira—. ¿Crees qué...?
Antes de que Azucena pueda terminar Catriel cuelga de inmediato al sentir la puerta abrirse. Da un paso hacia atrás cuando ve de quien se trata y en silencio sale de la cocina casi automáticamente. Mi entrecejo se frunce sin pensarlo.
¿Acaba de irse por qué Ryd entro?
Ni que él se haya dado cuenta de nuestra presencia. Lo único que hizo fue, caminar hasta la nevera desorientado, abrirla, sacar un bowl lleno de manzanas y sentarse en un taburete, todo eso con sus auriculares puestos; y como no, su cubo.
Desde donde estoy observo con atención como comienza a comer las manzanas con desesperación, como si fueran las ultimas en este mundo y se esté muriendo de hambre. No eleva su mirada para nada, ni emite ninguno sonido más que el de su masticar.
La puerta vuelve a abrirse de nuevo, esta vez ingresa Chad y se detiene inmediatamente. Puedo ver como su cuerpo se tensa y yo no puedo estar más confundida. Busca con rapidez alguien en la habitación y cuando me encuentra puede ver la desesperación en su mirada.
—Vete —sisea—. Ahora.
« ¿Es un delito comer manzanas ahora?»
Me separo del mesón y salgo sin mirar hacia atrás. La intriga me carcome y observando mí alrededor salgo hasta el jardín trasero. Con disimulo me acerco a la ventana de la cocina y al ver que no hay nadie abro un poco la cortina para observa lo que está sucediendo.
Si antes estaba confundida, ahora me encuentro en un completo limbo.
Chad está sentado en el taburete de su lado, observando con una pequeña sonrisa que no puedo descifrar el sentimiento. Eleva una mano cuando Ryd no le presta atención y toma un mechón de su cabello tirándolo hacia atrás, dejando a la vista su entrecejo fruncido.
Le dice algo que no puedo oír, y con las yemas de sus dedos limpia algo en su mejilla; todo con una total ternura y delicadeza.
(...)
Georgia, Estados Unidos.
Jueves, 19 de diciembre.
—Gregory Miller —dice, tirando unos papeles arriba de la mesa. Da unos pasos hacia atrás y se saca la paleta de la boca—. No tiene ubicación fija, siempre está en hoteles bajos para no llamar la atención. Así mismo tiene una debilidad como todos y mayormente, como se trata, es su familia. Viven en Brooklyn, Ocean Ave para ser más exactos. —Se cruza de brazos—. Casa amarilla en tono pastel, dos perros, tres hermanos y sus padres. Asiste los domingos sin falta, sus padres pertenecen a una religión donde es prioridad cenar en familiar ese día.
—¿Cómo lo encontraste? —pregunta Chad, tomando los papeles. Aneley infla su pecho orgullosa.
—Reflejos, cuando iba caminando por el internado pasó frente algunos espejos y aunque estaba pixelada pude encontrar un programa. —Cobain desde su asiento la observa fascinado, hasta diría que babeando—. También pude localizar su ubicación actual porque todavía faltan días para el domingo y lo encontré aquí, en Georgia. Se está hospedando en el motel Dixie, está marcado en el mapa.
—¿Entonces esta cien por ciento confirmado que se trata de él? —Ella asiente, sentándose en un sofá—. Perfecto, muy buen trabajo.
Chad se sienta detrás del escritorio y se desajusta la corbata mientras ve los imágenes en los papeles que Aneley le dejo. La mirada se me escapa hasta Ryd, quien esta recostado en un sofá apartado con su cubo y unos auriculares.
¿Por qué son tan idénticos?
Suspiro y me echo hacia atrás.
—¿Tendremos un operativo nuevo? —la pregunta de Catriel me saca de mis pensamientos.
Chad asiente sin verlo.
—Tú y Cobain se ocuparan de seguirlo —ordena—. Aneley los seguirá con las cámaras de alrededor para ir informándoles los movimientos misteriosos y Arizona lo buscara a él directamente.
« ¿Qué yo qué?»
—Perdone señor, pero...
Chad eleva su mirada.
—No quiero peros, quiero resultados y de mi preferencia que sean buenos. Les he perdonado esta falta de tiempo que me hicieron perder, solo para que Aneley lo encuentre en el reflejo de unos jodidos espejos —dice con total frialdad. No se parece ni un poco al de hace horas atrás, quien le sonreía a Ryd mientras le acomodaba el cabello—. Arizona fue preparada para el trabajo, si ese es tu estúpido problema.
Tomo el brazo de Catriel cuando Chad aparta su atención y la deslizo hasta su mano entrelazando nuestros dedos. Aquel gesto me toma de sorpresa hasta mí, pero ninguno de los dos nos apartados y pertenecemos en silencio.
No me opongo, ni siquiera sabía a dónde se habían llevado a Carrie y estar aquí seria una pérdida de tiempo. Ir y buscarlo para asesinarlo, sonaba como una excelente idea después de todo.
«Ya suenas como ellos, estas jodida.»
—Prepárense, a más tardar quiero resultados para mañana, ¿Les quedo claro?
—Sí, señor —respondemos al unísono, excepto Cobain.
—Pueden irse, no necesito nada más.
Cobain rodea la cintura de Aneley cuando se está por levantar y la sienta en su regazo antes de meterse en una conversación con Chad. El rubio me suelta la mano antes de levantarnos y solamente nosotros dos salimos de ahí en un completo silencio.
Un mal estar se instala en mi estomago al ver como Catriel se aleja con pasos ligeros y al perderlo de vista me meto a la cocina en busca de agua. Bien, estaba sola nuevamente.
No es que sea algo malo estar sola, después de todo en el momento que estamos es un milagro encontrar un momento para relajarse. Por primera vez desde que Chad había llegado, note el disgusto que le daba haber tenido que venir para solucionar algo.
Algo que él no soluciono, por cierto.
Me doy media vuelta para dejar el vaso en el mesón y cuando intento irme, al girar, mi cuerpo choca con otro bruscamente. La cabeza ladeada de Ryd se reincorpora cuando subo la mirada y sonríe.
Trago saliva involuntariamente cuando apoya una mano en mi mentón y se acerca con lentitud tormentosa. El cuerpo quiere salir corriente, pero me siento anclada al suelo.
—Estoy buscando el pedido en tus ojos, pero al parecer no quieres que te bese —comenta, chasqueando su lengua. Eleva una comisura de sus labios y los remoja. Tomo una exagerada bocanada de aire que me hace ver tonta y al darse cuenta esquiva su camino hasta mi oreja. Se inclina un poco debido a la altura y apoya sus manos en el borde del mesón dejándome atrapada—. ¿Puedes decirme porque tengo este afán de querer besarte esa preciosa boquita que tienes? —susurra—. Estas jodiendome la cabeza cada estúpido minuto y por ahí, no sé, tengo unas inmensas ganas de joderle la cabeza a tu novio también.
—¿Estas amenazándome? —Él se ríe, aún en la misma posición.
—¿Mmm? Nah —Su aliento en mi oído me hace apretar los labios—. Me gusta ser directo con mis pensamientos y el propósito del porque estoy aquí, es solo para ¿Avisarte? ¿Advertirte? Que cuando vea su mano en la tuya una vez más, encenderé la hornalla y se la quemare.
—Eso es una amenaza.
—Provócame y lo veras. —Se ríe, separándose de mí. Eleva su mano con una manzana y le da un mordisco—. Por cierto, te acompañare esta noche.
—Ni lo sueñes.
—Lo sueño y lo hare realidad. —Se da media vuelta—. Te veo pronto,
Petit ange.
—Te odio —murmuro y por suerte, él logra oírlo. No bajo la mirada cuando gira a verme y él sonríe ante mi rebeldía.
—Y yo te deseo —Se encoje de hombros—. Deseo besarte, te deseo en mi cama, deseo tomarte de la mano, deseo todo lo que nos relacione, ¿Y sabes lo gracioso de todo esto? Que lo único que se cumplirá, serán todos mis deseos.
—Sueñas a lo grande.
—Y pongo sacrificio para hacerlo realidad. —Me guiña uno de sus ojos antes de salir.
«Ryd es una completa pesadilla.»
Cierro los ojos intentando recomponerme con toda la información que está procesando mi cabeza y subo una mano hasta la altura de mis sienes para masajearlas.
La reciente noticia de Carrie, la información valiosa que me había dado Catriel acerca de los gemelos y el internado, la supuesta confusión de la que me hablaba Aneley, el misterioso asesino y por supuesto, el psicópata de Ryd; nada de eso me dejaba pensar con claridad.
Me dolía horrores la cabeza, sentía como cada una de esas informaciones viajaban con demasiada adrenalina derribando mis fuerzas. No quería darle mucha importancia, hacerlo me garantizaba no poder mantenerme firme en esta situación y lamentablemente ahora mismo estaba en un lugar donde si me detenía a pensar en otras cosas posiblemente terminaría asesinada o vaya saber que otra más.
Suspiro abriendo mis ojos cuando escucho pasos acercándose y Cobain, sin decir nada, se acerca a la nevera con un aire de superioridad. Se a que se debe esa postura que lleva; con la cabeza en alto y una sonrisa triunfante en sus labios.
Esta burlándose de mí, de lo que sabe acerca de lo que paso con Aneley. Esta demostrándome que el poder sobre ella ahora lo tiene él y por más supuestos sentimientos que tenga por ella, él seguirá estando delante de mí.
No elevo la cabeza, ni siquiera aparto mi mano de ella, solo lo sigo con la mirada hasta que se sienta en uno de los taburetes destapando una botella de agua con lentitud.
Siento tanto odio que se me dificulta respirar. Ahora mismo podría incluso tomar un chuchillo y clavárselo en la yugular, porque ganas no me faltan pero lamentablemente entre medio de nosotros dos esta Aneley.
« ¿Dónde mierdas te has metido, Aneley?»
—¿Aneley hablo contigo? —rompe el silencio sin sorprenderme. Se notaban sus intenciones y aunque hubiese preferido que se quedara en silencio, el imbécil tenía que dar la nota.
—¿Te importa? —Esta vez sí elevo la cabeza y apoyo ambas manos en el mesón de atrás. Mi mano rosa el utensilio que había visto anteriormente y con lentitud lo acerco disimuladamente.
—Considerando que es mi novia, por supuesto. —Se encoje de hombros, observando la botella de agua. Relame su labio inferior divertido y se inclina en el respaldar del taburete antes de cruzarse de brazos—. ¿Ya te rechazo?
Siento como un calor sube por mi garganta y aprieto mis labios.
—Se te dio muy bien manipularla, pero no creas que conmigo va a hacer así de fácil —respondo, bajo su total atención—. Ella podrá no conocerte, incluso yo tampoco, pero fui yo quien vio aquella parte de ti que no le muestras. —Cobain ensancha su sonrisa—. ¿No te da miedo que se te crucen los claves y sea Aneley a quien le quites la piel del rostro como hiciste con el hombre aquella vez en el club?
Sé que le molesto y sé que también caí demasiado bajo por meterme con su enfermedad, pero me creció así y no pude controlarlo. Fue inevitable. Cobain se desliza fuera del taburete y aún de brazos cruzados se acerca a mí sonriendo.
Cuando se detiene cerca de mi cuerpo actúa con velocidad y en un movimiento rápido atrapa mi cuello. Lo presiona con demasiada fuerza, incluso pienso que lo romperá, pero se de sobra que no lo hará y lo compruebo cuando baja la fuerza.
—¿Quién te garantiza que se no seas tú la próxima? —murmura, chasqueando la lengua—. Podría tomar el cuchillo que tienes en la mano, torturarte y ocuparme de Aneley después, ya sabes; se me da muy bien manipularla. —Relame su labio inferior acercándose peligrosamente—. ¿Dudas en que me crea?
Aprovecho la cercanía para usar el cuchillo que tengo en mano, pero él me lo impide sosteniéndome con su mano. Actuó como él, rápido y sin hacérselo ver; elevo mi rodilla y golpeando su miembro logro apartarlo de mi cuerpo.
Cobain se reincorpora a los segundos y cuando veo que me va a dar un golpe me inclino un poco hacia abajo. Eleva su pierna, golpea la parte de mi costilla logrando que suelte un pequeño grito por la brutalidad y sin poder esquivarlo, recibo su golpe en mi mejilla.
Jadeo, aún arrinconada en el mesón. Cobain sonríe dando pasos hacia atrás y cuando mi visión se amplía veo personas entrando a la cocina. El odio que tiene mi cuerpo no disminuye, aumenta a una velocidad peligrosa y sin pensarlo me acerco tomando la navaja de la funda de mi arma.
—¡Arizona! —grita Chad, cuando lo tomo desprevenido observando a Aneley y paso la navaja en su pecho.
Una mano me arrebata el arma blanca que tengo cuando intento recuperar mi respiración descontrolada que me presiona el corazón. Veo todo nublado, no escucho pero veo los movimientos de los demás y a duras penas elevo mis manos rindiéndome cuando Chad me apunta con su arma.
Ni siquiera me importa la mirada que Aneley me da, en estos momentos podría enviarla al infierno también.
Me paso la mano por la mejilla rota y caminando hasta la puerta de la cocina salgo con los pasos de Catriel siguiéndome desde atrás.
No iba a seguir tolerando que se burle de mí, no en mi presencia y no si era algo tan sensible como mi situación con Aneley.
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