Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24. "Una vida normal."

Brooklyn, Nueva York, EEUU.

Lunes, 16 de diciembre.


Me aparto apenas reacciono después de cometer el peor error de mi vida y asustada doy un paso hacia atrás. No puedo respirar, estoy tan horrorizada que no puedo controlar las lágrimas que se deslizan por mi mejilla. Al contrario de enojarse, Aneley me da una pequeña sonrisa de pena e intentando controlar la situación quiere acercarse pero yo vuelvo a retroceder.

No puedo comprender el grado de la situación, estoy asustada y en un estado de shock que no me deja reaccionar del todo. No puedo hablar, respirar e incluso moverme de donde estoy. Las manos me tiemblan, el hormigueo son dagas y siento como me suda la espalda de apoco acorralándome.

Me siento un monstruo.

—Arizona...

—No, no, no, ¿Qué hice? —murmuro, observando mis manos cuando no las siento.

—Escúchame...

Antes de que pueda decir algo más huyo. Camino lo más rápido que puedo para ingresar nuevamente a la mansión y apenas pongo un pie adentro la presencia de Catriel saliendo de la cocina se me interpone. Veo como intenta hacerme una broma como siempre, pero cuando me ve horrorizada lo único que puedo oír es su preocupación.

Subo las escaleras dando trotes y cuando consigo llegar a mi habitación, lejos de ponerme a llorar, reprimo todos mis sentimientos nuevamente. Me llevo dos mechones de cabello detrás de mi oreja dando pasos dentro de mi habitación intentando controlarme y cuando no lo consigo la rabia me consume.

Tomo la lámpara que está al lado de mi cama y soltando un pequeño grito la tiro contra la pared, rompiéndola en mil pedazos como con mi amistad con ella.

¿Cómo podía sentir esto después de que la había visto crecer? Me siento asquerosa, enfermera, siento tanto odio conmigo misma que no soy capaz de pensar nada con claridad.

Quiero llorar, pero también quiero que todo arda como lo estoy haciendo yo y esos sentimientos provocan un huracán tormentoso. Me llevo las manos a la cintura observando todo el desastre que había hecho y recién cuando las voces dentro de mí dejan de torturarme, escucho la puerta.

Me acerco y sacándole el pestillo le abro la puerta a la persona insistente. Me muerdo la mejilla por adentro cuando Catriel se queda impresionado al ver mi rostro con lagrimas y después observa detrás de mí, ingresando sin que le de permiso.

No dice nada y yo no giro. El corazón vuelve a acelerarse cuando me siento desprotegida y furiosa por ser tan débil comienzo a llorar en silencio. Catriel me gira con sus manos en mis hombros y soltando un suspiro me abraza.

Las piernas me fallan cuando comienzo a perder fuerza después de toda la adrenalina y de apoco me voy deslizando hasta abajo. Catriel cierra la puerta con su pie y acompañándome se arrodilla en el piso conmigo, sin dejar de abrazarme.

Me acaricia la espalda, me besa la coronilla y en silencio contempla cada uno de mis tormentos.

Sollozo.

—Shhh —dice—. Aquí estoy, descárgate.

Cierro mis ojos cuando todo vuelve a producirse en mi mente y el sentimiento de asco me golpea tres veces peor. ¿Cómo no había podido darme cuenta que todo este tiempo estuve enamorada de ella? ¿La razón del porque siempre la alababa era porque la amaba?

¿Cómo seguiría después de arruinar todo entre las dos? ¡La había visto crecer, por Dios! Estuve ahí en sus primeras etapas, en todos sus peores momentos, la abrace cuando desconsolada venia a desahogarse, la vi vestirse delante de mí, se baño delante de mí con la confianza que teníamos por nuestra amistad de años.

Me siento tan enferma...

—Lo siento —murmuro, cuando me doy cuenta de que su camiseta esta con lagrimas y mocos. Me aparto de él de apoco y Catriel me sonríe.

—Es una buena manera de coquetearme —bromea, haciéndome sonreír—. Eso, sonríe preciosa.

—Gracias...

—¿Una disculpa y agradecimiento al mismo tiempo? Me siento en el puto paraíso, ya dime que me quieres para morir en paz.

Me muerdo el labio inferior y bajo la mirada conteniendo un sollozo.

—Eres un imbécil. —Suspiro ahogada.

—Que te hace sonreír, no ignores esa parte. —Apoya sus manos en el suelo inclinando su cuerpo hacia atrás—. Con lo que me costo.

—Nunca te cuesta hacerme sonreír.

—Porque te atraigo.

—¿Puedes dejar de coquetearme? —pido, frunciendo mi entrecejo. Catriel asiente sonriendo.

—No quería preguntarte que sucedió porque sé que no quieres hablar de ello. —Gesticula una mueca de disgusto—. Quiero que pienses en otra cosa, en mis labios por ejemplo.

Me río, mordiéndome el labio inferior nuevamente.

—Deja de coquetearme dije.

—Y tú deja de morderte el labio porque me vuelves loco —responde, guiñándome uno de sus ojos cuando me quedo sin palabras. Se recuesta en el suelo cortando nuestra conexión y flexiona una de sus piernas.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —murmuro, acostándome al lado de él.

—Lo que quieras, California. —Se lleva una mano al cabello—. Aunque si vas a preguntarme cuanto me mide, primero invítame a una cita porque me siento acosado.

Suspiro al ver que no tiene remedio.

—¿Alguna vez te enamoraste?

Catriel chasquea su lengua.

—¿Ya vienes con tus preguntas de parejas?

—Catriel hablo en serio.

—Está bien...—Suspira—. Sí, me enamore. Una mierda, por cierto. Pésimo servicio.

—¿Y cómo se siente?

—¿Qué cosa?

—Cuando amas a alguien.

Catriel se queda en silencio.

—No lo sé...—responde al final—. Lo que sentía cuando la veía era una sensación increíble, de otro mundo. Podía haber miles de personas, pero el puto cuerpo tenia la reacción de anular todo eso. —Carraspea su garganta—. Me latía el corazón, bueno sí siempre, pero era distinto. Sentía cada pulsación increíblemente acelerada y me temblaba hasta los dedos de los pies cuando sonreía.

—¿Qué paso?

El rubio nuevamente queda en silencio.

—La vida paso. —Suspira—. Paso que cuando te enamoras no siempre o casi nunca tienes la certeza de que la otra persona sienta lo mismo. Paso que el destino puso a la persona equivocada en mi mejor momento.

—¿Fue importante?

—¿Ya vas a ponerte celosa? Invítame un café aunque sea —vuelve a bromear. Yo suspiro—. ¿Por qué preguntas?

Me muerdo la lengua dudosa, ¿Si no podía confiar en él entonces en quién?

—Creo que me enamore. —Gesticulo una mueca de disgusto y cuando veo que sonríe agrego—: No de ti, no te ilusiones.

—Auch, ¿Por qué lo dices tan brusco? —Se levanta del suelo y me extiende una de sus manos—. Vamos a dar una vuelta para que te despejes.

—No tengo ganas.

—¿Prefieres que te bese? —Pongo mis ojos en blanco y me levanto, sacudiéndome la ropa—. A veces pienso que eres demasiado cruel y eso se lo contare a nuestros hijos para que estén de mi lado.

—Vámonos Catriel. —Lo empujo hasta la salida.

(...)

Brooklyn, Nueva York, EEUU.

Martes, 17 de diciembre.

El día había terminado para la mierda, por suerte Aneley había abandonado la mansión apenas huí de la situación y aunque no había vuelto, saber que trabajaría con ella tampoco me hacía sentir bien.

No había podido dormir nada aunque me moría de sueño y todas las pesadillas habían regresado con su mayor potencia. Catriel no me abandono, de hecho ante las advertencia de Ryd él estuvo abrazándome y haciéndome reír en cada ocasión que podía.

Como siempre había reprimido cada uno de mis sentimientos, aportando el papel del que nada había sucedido para no derrumbarme en medio camino. No estaba en mi momento para tirarme a llorar, para lamentarme todo lo que había hecho, estaba en un camino peligroso que necesitaba atención y mis ideas claras.

La había jodido, probablemente no sería capaz de verle la cara a Aneley nunca más de la vergüenza y sí, era cobarde, pero también tenía muchas ganas de huir. Mi principios habían cambiado apenas supe que Aneley dejo todo para quedarse con él y ahora más que nunca quería irme de aquí como sea al costo que sea.

Tenía la mente en un solo objetivo, sabía que si se lo decía Aneley sería capaz de traicionarme para no perderme y no era algo que estaba dispuesta a soportar. Aneley es egoísta y por tenerme a su lado haría de todo, incluso delatarme para que no pueda huir.

¿Entonces? ¿Dejarla aquí sabiendo que no estará a salvo es una buena opción?

«Aneley no dejara a Cobain, no sé porque pero no lo dejara.»

Suspiro y cierro mis ojos.

Esta mañana Chad había decidido hacer otra reunión y en ella comunico que el problema en el internado era grave y que necesitaba de nuestra atención. Después de discutir como haríamos para llevar a cabo el plan, Chad llego a la conclusión de que deberíamos viajar esta misma noche.

Aneley se quedaría en Brooklyn para monitorear y como Cobain no podía estar lejos de ella decidió quedarse. Eso dolió, pero no fue lo peor, lo peor vino cuando Ryd se ofreció a hacerse cargo del plan y viajaría con nosotros.

Con Catriel y conmigo.

¿Algún mejor plan?

Abro mis ojos cuando siento una mano en mi rodilla y Catriel me regala una sonrisa apenas lo veo.

—Ya llegamos —avisa, sacando su mano.

Relamo mi labio inferior y observo por la ventanilla el avión donde viajaríamos. Espero a que todos bajen del coche y cuando se encargan del equipaje suelto un suspiro pasándome ambas manos por las piernas para sacar la traspiración de ambas.

Estaba nerviosa y ya no sabía porque, todo lo que había sucedido me tenía completamente mal.

Catriel golpetea la ventana y cuando obtiene mi atención con un meneo de cabeza me indica que ya debemos subir. Ryd no está, deduzco que ya subió, así que sigo por detrás al rubio cuando me doy cuenta que solo faltamos nosotros. La azafata nos sonríe apenas subimos y nos guía hasta unos asientos apartados de donde está la copia.

Sin dirigirnos la mirada Ryd se pone unos auriculares y tomando su cubo Rubik desaparece de este plano. Catriel se sienta delante de mí y sonriéndome me extiende una botella de agua.

—Nunca hablamos mucho sobre ti —dice, recostándose en el asiento.

Me quedo en silencio cuando avisan que vamos a despegar y conteniéndome a suspirar me quedo paralizada en el asiento. Todavía no me acostumbraba a estos movimientos que hacia el avión al despegar y el estomago revolviéndose era la fea consecuencia.

—Nunca te tomas en serio nuestras conversaciones —respondo, cuando el avión se estabiliza.

Catriel se encoje de hombros desinteresado.

—Sucede que cuando tengo la posibilidad de hablarte me pongo nervioso y comienzo a decir estupideces, una detrás de otra.

Sin saber que decir me quedo observándolo en busca de algo que me indicios de una posible broma, pero el rubio no hace más que sostenerme la mirada. Eleva una comisura de sus labios y entreabriéndolos me hace tragar saliva.

—¿Qué quieres saber? —decido volver al tema principal.

—Tu nombre me lo sé, la edad también, em... ¿Color favorito? —Cruza una pierna sobre la otra.

—El rojo, siempre me ha gustado. —Elevo una de mis cejas—. ¿El tuyo?

—Estamos hablando de ti.

—Y de ti también.

—El azul. —Le da un trago a la botella de agua que tiene en las manos—. ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El día de Halloween. —Catriel se sorprende—. Genial, ¿No?

—¿Qué hayas nacido el día en Halloween? —Asiento—. Mi cumpleaños es el dos de noviembre, se celebra el día de los muertos en México.

—¿Puede considerarse como algo común que tenemos? —Sonrío, Catriel se encoje de hombros.

—Podríamos tener todo en común, pero tú no quieres. —Pongo mis ojos en blanco y él comienza a reír—. Ya, fue la última, lo prometo.

—¿Tienes familia?

—Todos venimos de una, desgraciadamente el cuento de la cigüeña no existe. —Gesticula una mueca de disgusto—. Y no, no voy a hablarte de ella. Azucena es mi madre, no de sangre pero al fin y al cabo es la madre de todos en la mansión.

—Te comprendo, a mi me abandonaron. —Me encojo de hombros sin darle mucha importancia, después de todo era una realidad que tenía asumida desde hace mucho.

—¿Y nunca tuviste las ganas o curiosidad de saber por ella?

Niego apretando mis labios en una sonrisa.

—No, me abandonaron y punto.

—Tal vez no fue así, ¿Por qué no le das el beneficio de la duda?

—Porque si fuera así me hubiesen buscado por mar, cielo y tierra. —Acomodo un mechón detrás de mi oreja—. Tuvieron dieciocho años, dieciocho años donde espere que eso sucediera y ahora que lo tengo asumido ya es tarde.

—¿Y si los encuentras o ellos a ti?

—Los escucharía, pero no cambiaría nada aunque quisiera. Si hubiese sucedido antes, cuando estaba en el internado, hubiese sido una ilusión, una luz de esperanza pero no fue así y no lo será. —Le doy un trago a la botella de agua—. ¿Tú por que trabajas aquí?

Catriel mira hacia atrás, justo donde esta Ryd con sus auriculares observando por la ventanilla del avión la oscuridad del cielo. Baja la mirada y sonríe.

—Ryd es mi mejor amigo, creo ya habértelo dicho. —Apoya su cabeza en el respaldar—. Nos conocemos desde pequeños, mis padres eran amigos de los suyos y básicamente desde siempre él fue mi mejor amigo aunque yo no. Mis padres se dedicaban a lo mismo, eran guardias de sus padres y mi puesto paso de generación.

—¿Nunca tuviste las ganas de dejar todo y comenzar una vida normal?

—Nadie tiene una vida normal, Arizona.

—Nosotros no tenemos una vida normal, Catriel. —Elevo la mirada para corroborar que Ryd no esté viéndonos—. ¿Asesinar personas para salvar a una que está dispuesta a asesinarnos a nosotros? ¿En qué cabeza cabe que eso sea normal? Me prepararon dieciocho años para servirle a un hombre y hasta el día de hoy siento que esta no tendría que ser mi vida.

—De ti lo puedo entender, no tuviste la oportunidad de escoger tu propio futuro y me pongo en tu lugar, pero ahora estas aquí. —Finge una sonrisa—. Cuando entras a esta parte del mundo es complicado que salgas, de hecho la única manera es desapareciendo.

—¿Nunca pensaste en huir?

—Nunca quise hacerlo, fue decisión mía proteger a Ryd —responde—. Como también fue decisión de Richard y de todos en la mansión, incluso de Azucena sabiendo a que se dedican.

—Con esto quieres decir que a la única que obligaron fue a mí.

Catriel aprieta sus labios.

—No estás aquí por casualidad, Arizona —comenta—. Las casualidades en el mundo de los Kovhs no existen.

—¿Y tú sabes porque estoy aquí?

Catriel niega rápidamente.

—No. —Suspira, dejando de lado la botella de agua—. Vamos a descansar un poco, todavía faltan algunas horas.

Asiento con mi cabeza sin apartar mi mirada de él y me cruzo de brazos. Catriel se acomoda un poco en su lugar, sube los pies al asiento que tengo al lado y tomando la pequeña almohada que había conseguido cierra sus ojos.

¿Catriel estaba ocultándome algo o era mi imaginación retorcida?

Suspiro, me recuesto en el asiento y aparto la vista hacia la ventanilla para ver el cielo oscuro. Tenía sueño, pero mis ganas de dormir eran nulas después de las pesadillas que estaba teniendo.

Incomoda en mi lugar me levanto para ir al baño. Cruzo las piernas de Catriel con cuidado a no levantarlo y dándole una mierda al cuerpo dormido de Ryd me acerco al baño que había usado aquella vez.

Hago mis necesidades, lavo mis manos y mojando un poco mi rostro salgo nuevamente. Cierro la puerta detrás de mí y antes de poder volver a mi lugar giro sobre mis talones al recordar la pequeña habitación que tenía el avión.

Me siento en la cama al corroborar que está sola y sacándome los botines me recuesto, estirándome en el lugar. Llevo ambas manos detrás de mi cabeza buscando una posición cómoda y observando un punto fijo en el techo decido buscar alguna distracción para no aburrirme.

Quería dormir, pero no quería tener pesadillas, ¿Entonces que tenía que hacer? Tampoco tenía muchas cosas para entretenerme aquí. Cierro mis ojos y suspiro.

Frunzo mi entrecejo cuando siento la cama hundiéndose y antes de poder abrir los ojos un cuerpo se sube arriba del mío. Asustada abro los ojos y cuando la cabeza de Ryd en mi abdomen me recibe los músculos de mi cuerpo se relajan un poco.

—¿Qué haces? —pregunto, intentando acomodarme. Tiene la cabeza y la mitad de su torso arriba de mi cuerpo, todavía con sus auriculares puestos y el cubo en una mano.

—Estoy aburrido —responde y cuando veo que no se apartara con mi para nada indiscreta señal al empujarlo, me rindo soltando un suspiro.

—¿Qué escuchas? —rompo el silencio nuevamente. Sin levantar la mirada me extiende uno de sus auriculares.

—Sub Urban. —Cruza una de sus manos y con sus dedos toca los cuadraditos del cubo ya armado.

—Pensé que habías entendido que me incomodabas. —Miro el techo nuevamente contiendo mis ganas de tirarlo al suelo.

—Si te besaba, no dijiste nada de dormir juntos. —Apoya su mentón en mi abdomen para verme.

Muy pocas veces había tenido la oportunidad de verlo tan cerca sin que rompiera todo mi espacio personal. De todas formas no necesitaba verlo para saber que lo formaba, porque literalmente todo lo que tenía Chad, lo tenía Ryd.

Su cabello negro, los pequeños mechones rebeldes que siempre interrumpen su vista, los ojos del mismo color profundo que el cabello y los rasgos de su hermano. Todavía no había podido comprobar si Chad tenía esas pequeñas pecas que Ryd sí y hasta ahora lo único que me diferenciaba de él era su arito en el labio inferior.

¿Por qué siempre los hombres gozaban con tener mejor pestañas que las mujeres? ¿Y esos labios? Lo que muchas de nosotras buscamos con operaciones, los hombres lo tienen por naturaleza.

¿Dios estaba en nuestra contra o tenia privilegios?

Adelphos, los gemelos y Catriel gozaban con esa suerte. Tienen unas pestañas increíblemente largas y a diferencia de los otros dos, los gemelos tienen unos labios carnosos dignos de la perfección.

¿Se habrán operado? Si es así, debería pedirle el contacto.

« ¡Pero si ni dinero tienes, ridícula!»

Déjame soñar, subconsciente.

—Tu presencia me incomoda.

—¿Por qué? —Frunce su entrecejo—. Catriel vive tirándote indirectas y tú le sonríes a cada coqueteo, ¿Por qué yo te incomodo?

—Porque tú fuiste el único que me beso.

Ryd sonríe.

—¿Él no lo hizo?

—No todavía...

—¿No todavía? —Borra su sonrisa. « ¿Es bipolar?» —. "No, nunca lo hará" vendría a hacer la respuesta correcta.

—Te tomas privilegios que no deberías. —Corto nuestra conexión visual observando el techo.

—Tal vez.

Ambos nos quedamos en silencio por un largo momento escuchando su música.

—¿Por qué siempre juegas con tu cubo? —La duda me gana.

Ryd acomoda su cabeza en mi abdomen y cierra sus ojos.

—Porque es la única cosa que puede entretenerme para no besarte.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro