
22. "Espacio personal."
Brooklyn, Nueva York, EEUU.
Lunes, 16 de diciembre.
Ninguno de los dos es capaz de bajar el arma, aunque él me este besando y yo esté intentando no perder el control, ambos sujetamos con firmeza el arma en nuestras cabezas. El corazón me late tan desenfrenadamente que ya no sé si es por miedo a que dispare, miedo de él o por sus labios moviéndose bruscamente sobre los míos quietos.
Entre todos mis miedos y las inseguridades que me recorren en el momento, me veo a lo lejos de mi mente cuestionándome ante mi estado de shock la razón del porque lo odio e inmediatamente lo alejo de mí empujándolo con todas mis fuerzas.
Ryd da varios pasos hacia atrás cuando no puede estabilizarse con rapidez y con sus labios entreabiertos me observa intentando recuperar la respiración. No dice nada y ya no sé que es peor para esta situación.
—¿Qué te ocurre? —logro pronunciar entre el escándalo de mi cabeza.
Apoyo mis manos en el escritorio intentando controlar el huracán que me arrasa por dentro y suspiro con pesadez, como si hubiese corrido una gran maratón. Al contrario, ahora parece que él quien está en un estado de shock asimilando todo lo que había hecho. No pronuncia o hace nada, pero el arma la sujeta con tanta fuerza que todavía temo su reacción.
—Désolé —murmura, carraspeándose la garganta. Frunzo mi entrecejo cansada de oír cosas que no entiendo y me reincorporo en mi lugar.
—¿Podrías hablar en el idioma que te entiendo? Porque cuando las personas se dirigen hacia mí me gusta entenderlas —respondo, metiendo el arma en su funda cuando no percibo ningún movimiento extraño por su parte.
—No lo controlo. —Se encoje de hombros, cruzándose de brazos.
—Entonces no me hables, la solución más fácil a todos tus problemas.
—Comme si c'était aussi simple.
Lo observo enojada, « ¿Esto es en serio?»
—A ver Ryd, si nos ubicamos en el plano central. —Acomodo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja bajo su atención—. Tengo límites y estas incomodándome. La primera vez que me besaste lo vi convenible porque lo usaste para distraerme, pero este beso no tiene ningún fin bueno para ambos.
Ryd aprieta sus labios, ocultando una sonrisa.
—¿Sí?
—Sí, así que deja de besarme —pido, controlando mis impulsos de golpear su rostro al ver que no se está tomando nada en serio.
Él da un paso hacia adelante, todavía cruzado de brazos.
—¿Quién me lo impide? —murmura.
—La dueña de los labios ajenos que besaste. —Involuntariamente doy un paso hacia atrás rozando mi trasero con la parte superior del escritorio cuando veo que da otro paso.
—Hablas como si te estuviera asesinando, solo te bese. —Se encoje de hombros—. Todos se besan.
—Sí, pero tú y yo no deberíamos.
—¿Por qué? —Se detiene delante de mí nuevamente. La sonrisa de su rostro no desaparece y ahora que lo veo de cerca sin que interrumpa mi espacio personal, me doy cuenta de las pequeñas pecas que tiene cerca de su pómulo y nariz.
« ¿Chad también las tendrá?»
—Porque me incomodas —repito—. No quiero que me beses, respeta mi espacio personal.
Ryd asiente y cuando pienso que lo comprendió tan fácilmente, vuelve a acercarse dejándome un espacio reducido para poder respirar entre los dos. Él no aparta sus ojos de los míos aunque estén a milímetros de distancia y bajo mis nervios soy testigo de cómo muerde su labio inferior.
—Bien, comprendo. —Apoya el cañón del arma en mi mentón y eleva mi rostro para que mis labios estén a su altura—. Voy a respetar tu espacio, ¿sabes por qué?
Elevo una de mis cejas.
—¿Por qué?
—Porque serás tú la que te vuelvas loca por volver a probar mis labios y yo estaré encantado de recibirte —susurra, erizándome completamente—. Vas a sentir ese impulso en tu pecho por acercarte y yo te prestare mi cuerpo. Tu respiración se va a alterar tanto que estaré dispuesto a darte el mío y cuando me ruegues con la mirada que te vuelva a besar, ¿sabes qué? —Mete un mechón de mi cabello detrás de la oreja—. A comparación de ti, estaré encantando de darte todo mi espacio personal.
Tan rápido que lo dice da un paso hacia atrás, guarda el arma en su pelvis enseñándome la piel de aquella parte y guiñándome uno de sus ojos gira sobre sus talones saliendo de la habitación completamente. El aire que estaba guardando se escapa de mi cuerpo y recién cuando estoy sola me doy cuenta de lo alborotado que esta mi corazón.
Intento recuperarme con rapidez y al verme más decente decido salir también. Hago el camino que hicimos juntos y cuando llego a la planta baja me acerco hasta Catriel. Me siento en el taburete bajo su mirada y conteniendo un suspiro apoyo uno de mis codos en la barra para acomodarme el cabello.
No dice nada, pero las intenciones de preguntarme hasta de que calor es la pared del lugar a donde me llevo Ryd es palpable. Huyendo de su interrogatorio observo la llegada de Chad al lugar con una sonrisa radiante en sus labios y mientras saluda a las personas que se topan en su camino, se dirige hasta los demás.
Richard no tarda mucho en sumarse a nuestro lado con su expresión de siempre.
« ¿Nunca sonríe?»
—¿Dónde fueron? —pregunta curioso Catriel. Mi cuerpo se alivia al ver que Richard es el desafortunado en enfrentarse a su curiosidad y observo a Dade.
—Lo que hace el jefe no es de tu importancia —responde y sinceramente no me sorprende. Richard era el único que no hablaba abiertamente con nosotros o tal vez solo conmigo.
¿Qué ocultaba? ¿Oculta algo o solo es así? Que interesante, lástima que no tengo tiempo para meterme en otro juego más.
Esta noche había sido suficiente con Ryd, así que iba a declinar toda situación con estrés por el momento.
—No, pero estoy aburrido. —Se encoje de hombros el rubio, sin intenciones de dar marcha atrás en su interrogatorio—. Tardaron mucho.
—No estoy de humor para tus juegos, Catriel.
—¿Por qué?
Richard gira a verlo con su entrecejo fruncido. La mirada que le da hasta a mi me hace temer, pero el rubio no borra la diversión en su rostro y eso solamente lo enfurece más.
—¿Me estas jodiendo?
—Depende de la palabra.
—Catriel es suficiente —intervengo, al ver que Richard esta a un suspiro de golpearlo.
—¿Por qué? El siempre esta de mal humor, de hecho creo que nació así. —Se apoya en la barra—. Hazme recordar que le regale un bóxer para la cara de culo que lleva.
Richard decide ignorarlo, tal vez porque no era convenible para ninguno que se liaran a golpes entre personas que nos asesinarían sin pensarlo. Yo decidí no intervenir más, después de todo estaba lejos de aceptar un castigo solo porque Catriel no podía contener su curiosidad y Richard su mal humor.
No hacía falta conocerlo para saber que estaba enojado con la vida en general. Al principio había pensado que solo se trataba de mí y aunque me odia más de lo debido, supe que no era la única cuando lo vi más de una vez repartiéndoles golpes a los guardias que se le cruzaban.
Por supuesto que por cada uno de ellos recibió un castigo y después de verlo golpeado tan brutalmente por Chad solo podía pensar que era masoquista o un impulsivo que no podía controlar nada.
Me daba tanta pena verlo tan destrozado cuando terminaba de ser castigado, pero ese sentimiento se iba con el viento cuando volvía a hacer el violento de siempre. Por suerte no volvió a tocarme nunca más después de la última vez y esquivarlo cuando estaba de mal humor pasó a hacer mi hobby.
Catriel, por otro lado, era todo lo contrario a él. Como su cabello lo indicaba era un rayo de sol que iluminaba la oscuridad que se formaba cuando Richard rompía las reglas. Sus bromas, su curiosidad, su hiperactividad, eran jodidas pero le daba vida a una casa donde todos estaban muertos.
Me muerdo la mejilla desde el lado de adentro y cruzándome de brazos observo nuevamente el círculo. Dade está muy entretenida en una conversación con un hombre, quien al parecer también está hablando con Chad. Ryd, como siempre, está en otro mundo.
A diferencia que aquí no tiene su cubo rubik y observa su mano como si fuera lo más interesante dentro de esta mansión. Eleva la mirada soltando un suspiro y cuando me encuentra observándolo la aparta antes de recostarse en el sofá para ver el techo.
(...)
Brooklyn, Nueva York, EEUU.
Lunes, 16 de diciembre.
Ya eran las tres de la mañana y aunque buscaba en mi organismo el sueño, era algo que al parecer no existía. Cuando estuve con Adelphos, todos esos días, las pesadillas que me habían quedado de aquella vez en el edificio habían disminuido.
Tal vez, la razón del porque no eran frecuentes se debía a que no me sentía en peligro aunque estuviera jugando a la sobreviviente y lo confirme cuando volví a la mansión de los gemelos. Las risas, las muertes, Cobain, la escena del club, todo había vuelto en una patada directa.
No eran tan fuertes como la primera vez, pero ahí seguían. Jodiendome la vida como los Kovhs.
—Arizona. —Chad me detiene antes de que me acerque al coche donde esta Catriel.
—Sí, señor.
Como siempre, él no evita poner sus ojos en blanco demostrándome cuanto odia que lo llame así.
—Lamento comunicarte esto a estas horas, pero estuve con muchas cosas importantes y sinceramente se me había olvidado. —Le prestó atención cuando siento una mala sensación golpearme el pecho.
—Dígame.
—Aneley tuvo que viajar a Los Ángeles por temas de monitoreo y el panel quedo solo. —Suspiro al ver que no es nada malo—. De hecho no quedo solo, pero no confiamos en las personas que están ahí y quiero que vayas a controlar todo.
—¿Quiere que vaya a hacer seguridad solamente? —pregunto, hundiendo mis cejas.
—Sí, toda la noche si es posible —responde—. En el panel solo hay tres personas controlando nuestras tres bodegas importantes. Tú ocuparas el lugar de Aneley y te quedaras en la pantalla grande.
—De acuerdo, ¿Cómo me comunico con usted si sucede algo?
—Hay un teléfono en la habitación con tres números. El de Ryd, el de Cobain y el mío —informa—. Llama al que sea en caso de emergencia.
—Perfecto, me estaré comunicando contigo.
Chad asiente.
—Ven a mi coche que yo te acercare hasta el panel. —Esta vez gira y se acerca hasta donde esta Richard. Yo lo sigo por detrás—. No necesito que vengas con nosotros, vete con Catriel.
Richard eleva la mirada hasta donde estoy yo.
« ¿Por qué presiento que se me viene una jodida?»
—De acuerdo.
Eso me sorprende, nunca lo había escuchado tan flexible. Me subo al coche cuando Chad me lo indica y quedándome tiesa en mi lugar espero con ansias que el trayecto sea lo más corto posible. Pasamos por al lado del coche donde esta Ryd con Dade y con un meneo de cabeza Chad se despide antes de salir.
No le prestó atención al camino, ni mucho menos a la velocidad en la que va, solo rezo para mis adentros que no me saque un tema de conversación. El aroma varonil del coche me envuelve retorciéndome el estomago y solo hasta ese momento me doy cuenta de que no cene nada.
Aprieto mis labios esperando que mi estomago no me delate y me cruzo de brazos sin apartar la mirada de la ventanilla. Chad hace un recorrido que desconozco completamente y cuando se mete a un estacionamiento subterráneo doy por hecho que llegamos.
Lo sigo por detrás cuando me lo pide y en silencio nos acercamos al ascensor. Cuando las puertas se abren reconozco que estamos en el ático de un hotel y nos acercamos a la única puerta que hay custodiaba por dos hombres.
—Señor —saludan apenas nos acercamos. Con un movimiento de cabeza le responde y espera a que le abran la puerta.
Me sorprendo al ver el lugar y maravillada lo escaneo por completo. Este seguramente es el sueño húmedo de Aneley. Es muy grande para ser parte de un ático y tiene muchas cosas de las cuales desconozco.
—Serguei —dice Chad, sin detenerse mientras pasamos por el sector donde están las tres personas que me había dicho. Uno de los chicos gira y se saca los auriculares—. Sígueme.
Aunque no esté viéndolo él asiente y se levanta acomodándose el buzo que lleva puesto. Doy un paso hacia el costado cuando ingresamos a la última puerta y con sorpresa observo la gran pantalla que hay. Debajo de ella se encuentra un pequeño tablero con botones, un teléfono, hay dos sillas y una pequeña nevera apartada.
De inmediato me controlo al ver que hay comida y aparto la mirada.
—Arizona será la encargada por esta noche de este sector —avisa y el desconocido asiente—. Quiero que le expliques lo más importante y que estés pendiente a cualquier consulta. —Gira a verme—. Serguei te ayudara por esta noche, te recuerdo que puedes llamarnos por cualquier emergencia y si no es así, mañana me lo darás en el parte.
—Entendido señor.
—Mañana pasare a buscarte, nos vemos.
Me cruzo de brazos cuando me quedo a solas con el desconocido y rompiendo el incomodo momento me acerco hasta una de las sillas. Él me imita.
—Las imágenes van rotando, de todas formas si quieres congelar una el botón amarillo es el correcto. —Me lo apunta con su dedo índice. Yo asiento—. Lo importante es que le prestes atención a todo, nosotros no estamos observando las mismas imágenes así que no puedes perderte nada.
—Comprendo. —Carraspeo mi garganta.
—Yo estoy en mi puesto, puedes llamarme para cualquier consulta.
—Gracias.
Observo como se levanta de la silla y apenas cierra la puerta me levanto acercándome directamente a la pequeña nevera. Saco un emparedado junto a una botella de agua y nuevamente vuelvo a mi lugar entregándole mi atención a las imágenes en la pantalla.
Me llevo las rodillas al pecho para estar más cómoda y apoyando mi cabeza en el respaldar comienzo a devorar el emparedado hambrienta. Veo por la pantalla personas que no conozco haciendo su trabajo, no parece suceder nada raro y en cada habitación hay muchas cámaras captando todos los ángulos.
Sin querer deshacerme de mi postura me inclino hacia adelante para tomar la botella de agua y la rozo con las puntas de mis dedos provocando que se caiga. Maldigo en un murmuro mi mala suerte y tomándola me vuelvo a acomodar levantando la mirada.
Le doy un golpe a mi pecho cuando el pedazo de emparedado que había tragado se queda en medio camino y abriendo la botella me bebo un trago largo sin apartar la mirada de la imagen que estoy viendo. Carraspeo y antes de que pueda suceder algo interesante, la imagen desaparece.
—No puede ser —susurro, observando el tablero. Meto un mechón de mi cabello detrás de mi oreja al ver que no entiendo nada y rendida espero a que me vuelva a aparecer.
Cuando lo hace, aprieto el botón amarillo de inmediato y la imagen de la habitación se detiene.
« ¿Por qué Aneley tiene cámaras en la habitación de Ryd?»
Frunzo mi entrecejo y dándole una mirada a mi espalda me inclino un poco para observar mejor la habitación. No es la que está en la mansión, pero había reconocido el cuerpo de Ryd dentro de ella.
No hay otra cámara más que esa, pero así mismo mis dudas no se quedan mucho tiempo cuando Ryd sale de lo que parece ser un baño. Apaga la luz secándose el cabello y el aire se me retiene en el pecho cuando lo veo con un simple bóxer.
Me obligo a no observarlo y busco algo que me dé indicios de donde es. El corazón me late sin frenesí cuando veo debajo de la imagen los datos de la cámara y lo anoto en un papel antes de volver a presionar el botón amarillo.
Suspiro apoyándome contra el respaldar para controlar mi adrenalina. Tenía el código de la cámara, ahora solamente tenía que encontrar a la persona indicada que la rastreara.
¿Pero a quien podría pedírselo?
Cierro mis ojos unos segundos y sonrío.
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