
10. Duerme, Kansas.
E D I T A D O
Rusia, Moscú.
Sábado, 9 de noviembre.
—Oh, oh, esto se pondrá bueno —habla Cobain apoyándose contra la pared cuando nos ve llegar al despacho.
Acomodo el camisón que logré tomar antes de salir de la habitación y persigo por atrás a Chad. Intento tomar su brazo cuando se detiene donde está Ryd, pero una mano me lo impide y me tira hacia atrás cuando Chad le propina un golpe a su hermano en su mandíbula.
Ryd se levanta de inmediato cuando recibe aquel golpe y se lo devuelve, con la misma fuerza e intensidad. Me remuevo sobre los brazos de la persona que me está sosteniendo cuando ambos comienzan a pelar y un escalofrío me recorre toda la espina dorsal cuando Cobain suelta una risita cínica.
Chad logra esquivar los golpes de Ryd y cuando intenta sostener su cuello, su hermano lo imita y ambos hacen presión en aquella zona. Una sonrisa tan idéntica crece sobre los labios de ambos y cuando veo cómo poco a poco a los dos se le comienza a notar la vena de su frente, observo a los presentes en el despacho.
—¿Qué esperas? —Richard gira a verme—. ¡Sepáralos!
El castaño pone sus ojos en blanco al oírme y me ignora, cruzándose de brazos.
—No es la primera vez que pelean. —Cobain llama mi atención, aún sonriendo apoyado en la pared—. Alguno de los dos se cansará y se rendirá, aunque contando con lo orgulloso que son, dudo que uno se rinda.
Ambos rostros se ponen rojos, pero las sonrisas en sus labios no los abandonan. Son tan idénticos que podría confundirlo con el reflejo de uno mismo, pero gracias a aquellos aros se hace fácil diferenciarlos.
El cuerpo que me sostenía de apoco afloja su agarre cuando dejo de moverme, pero cuando apenas siento la liberación me acerco a ellos y tiro de Chad hacia atrás. Ambos observan aquel intento, pero ninguno de los dos afloja su agarre.
Nuevamente intentó separarlos clavando ambos pies en el suelo. Tiro mi cuerpo hacia atrás creando un ancla y sujeto con fuerza la cintura de Chad. Cobain no deja de reírse. Un pequeño grito se desprende de mi cuerpo cuando Chad se separa de su hermano y yo caigo al suelo.
—¿Estás bien? —Catriel me ayuda a levantarme.
—Sí, sí —respondo, en un mohín de disgusto.
—¡Oh, yo quería ver más! —exclama ofendido Cobain.
—Que sea la última vez que tocas algo de mi pertenencia, Ryd —habla Chad recuperándose.
Ryd sonríe.
—Lo siento, hermanito. —Relame su labio inferior, elevando una de sus cejas—. Tus pertenencias siempre terminan tentándome.
—Eres un idiota —masculla.
—Y tu hermano también. —Finge sorpresa—. Vaya combinación.
Veo como Ryd toma de mala manera la chaqueta que está en el borde del sofá en donde estaba y cuando gira dispuesto a irse, Chad me voltea tomándome de los hombros. Aquella acción provoca que suelte un leve jadeo de dolor cuando siento la presión de sus dedos sobre mis hombros, pero su rostro me obliga a quedarme en silencio y no cuestionar aquello.
—Te quiero lejos de Ryd. —Trago saliva, ¿después de todo pensaba que quería compartir algo con él? Porque si era así, estaba en lo cierto. Ryd había hecho todo aquello para librarse de mí y yo no le iba a dar ese gusto tan grande a semejante idiota. —¿Oíste?
—Sí. —Muerdo mi labio inferior cuando aumenta la presión en mis hombros.
—Señor, está haciéndole daño —interviene Catriel, tomándome del brazo para echarme hacia atrás con delicadeza.
—Déjala, se lo ganó por estúpida. —Richard le resta importancia con un ademán de mano.
—¡Richard! —grita Catriel, tirándome con fuerza hacia atrás cuando Chad no parece reconocerme. Escucho como de atrás Cobain se vuelve a reír.
Chad chasquea su lengua disgustado e imitando a su hermano sale del despacho. Richard lo sigue por detrás, sin perderle el paso.
Suspiro cerrando los ojos unos segundos y relajo los músculos tensos de mi cuerpo. Al abrirlos veo que Cobain ya no está en el despacho, pero la mirada preocupada de Catriel no me abandona en ningún segundo hasta que decido irme a mi habitación.
(...)
"Vous mourrez."
«Escucho una risa por detrás.»
«Un grito desgarrador.»
«Siento caricias en mi cuerpo.»
«Una canción de cuna.»
«Hombres persiguiéndome.»
«Ryd.»
Abro mis ojos sobresaltada y cuando veo que aún estamos en el avión suspiró echando mi cabeza hacia atrás. Trato de regular mi respiración alterada y con la mirada busco la presencia de los demás en la oscuridad del avión.
Catriel aún sigue durmiendo delante mío como la última vez que lo vi antes de intentar descansar. Richard está detrás de nosotros y en la parte izquierda del avión Chad y Cobain. Todos están durmiendo, el avión está sumergido en un gran silencio que me causa escalofrío.
Por suerte Ryd no está aquí.
Bufo cuando intento volver a descansar sabiendo que no estoy en peligro, pero no lo consigo así que me levanto para ir al baño. Paso con cuidado tratando de no levantar a nadie y cuando estoy en la zona de atrás abro la puerta del baño que está al lado de la única habitación en el avión.
Trago saliva apoyando ambas manos en el lavado y observo mi reflejo demacrado. El cansancio está reflejado detrás de las ojeras que tengo y mi expresión parece no poder resistir ni un segundo más aunque mi organismo diga lo contrario.
Lavo mi rostro tratando de despejarme un poco y cuando termino cierro el grifo antes de ajustar mi coleta. Mis movimientos se detienen cuando siento un ruido sobre la parte de al lado, justo donde está la habitación, e inmediatamente tomó lo primero que tengo a mano.
Mi corazón está latiendo desbocado y aunque sé que no debería ir, mis movimientos me traicionan y me veo acercándome hasta la puerta de la habitación. Apoyo mi cabeza sobre la puerta y cuando no escucho ningún ruido más me ayudó con mi pierna para abrirla, sujetando lo que tengo en mano con fuerza.
—¿No se puede descansar en paz en esta habitación? —Bufa Ryd, sin abrir sus ojos.
Aprieto mis labios disgustada al verlo aquí.
—Espera a que te asesine, ahí si descansaras en paz y para siempre —respondo, haciéndole abrir los ojos para corroborar que fuera yo antes de cerrarlo.
—¿Y se puede saber cómo lo harás? —Relame su labio inferior—. Porque hasta donde yo sé, con una pasta dental no se puede asesinar a nadie.
Bajo la mirada.
«Mierda.»
—¿Quieres comprobarlo?
—Me gustaría verlo, pero estoy cansado. —Bosteza—. Adiós, Kansas.
—Me llamo Arizona.
Veo como sonríe.
—Lo sé.
—Idiota —murmuró.
Ryd bufa.
—Quiero dormir.
—Me has quitado el sueño, entonces si yo no lo hago tú tampoco.
—¿Eso es una declaración? —Frunce sus cejas sin abrir sus ojos—. Lo siento, soy demasiado malo como para entender las indirectas.
—Es una indirecta clara para que te vayas al infierno. —Sonrío.
—Ah, pero te lo hubieses ahorrado. —Chasquea su lengua—. Ya fui ahí, muy bonito por cierto.
—Entonces te agradará volver.
Suelto la pasta dental acercándome y cuando estoy cerca, Ryd abre sus ojos tomándome del antebrazo. Me tira a la cama con fuerza y antes de que me pueda levantar sube la mitad de su cuerpo arriba del mío inmovilizandome con sus piernas y sus brazos.
—Realmente tengo sueño, así que si no quieres que descanse y tú no puedes, entonces lo haremos los dos.
—Quítate de arriba mío —masculló, haciendo presión en la parte de su hombro para que se quite.
—Duerme, Kansas.
—No me llamo Kansas.
—Lo sé, pero Kansas está cerca de Arizona. —Se encoge de hombros—. Después seguimos peleando, adiós.
Pongo mis ojos en blanco.
Tengo que salir de aquí como sea.
(...)
Georgia, Estados Unidos.
Domingo, 10 de noviembre.
—¿Me perdí alguna parte de la historia? —Escuchó voces lejos de donde estoy, pero no le doy importancia. Tenía que aprovechar que por fin había podido descansar—. ¿No se odiaban o era mi imaginación? Ya estoy jodido.
—No lo sé, pero esto no me gusta para nada —responde Chad.
Intento moverme sobre mi asiento para dejar de oír aquellos murmullos, pero cuando siento el cuerpo de alguien arriba del mío inmediatamente abro mis ojos moviéndome hasta caer de cara al suelo.
—Auch. —Escucho lo que dice Cobain.
Emitió un jadeo de dolor apoyando ambas manos sobre el suelo, pero cuando mi cuerpo no me responde solo doy media vuelta para observar hacia arriba.
Intento volver a cerrar los ojos para recuperar fuerzas, pero cuando recuerdo donde estoy me levanto del suelo por más que mi cuerpo no quiera.
—Lo puedo explicar —me apresuro a decir, soltando un bostezo—. Ryd me amenazó.
—Sí, ya veo. —Cobain se ríe.
Chad pone sus ojos en blanco.
—Por lo menos has podido dormir, me preocupaba que no pudieras después de todo. —Se encoge de hombros—. Ya llegamos, ve a tomar tus cosas.
Asiento con la cabeza tratando de acomodar mi cabello y cuando ambos salen, una presencia dentro de la habitación llama mi atención. Sin deshacer su postura de brazos cruzados me da una última mirada y Catriel también los sigue sin decir nada.
Suspiro.
Me acerco al baño, lavo mi rostro y dientes usando mi dedo como cepillo, cierro el grifo y cuando termino salgo en busca de Chad. Veo que todos, menos Ryd, ya están abajo así que los sigo hasta un coche que está esperando por nosotros.
Chad no se toma la molestia de esperar a su hermano y veo que no es necesario cuando lo veo bajarse del avión y subir a otro coche antes de que el chofer acelere el nuestro. Los nervios de mi cuerpo salen a la luz cuando comienzo a mover mi pierna sin frenesí y Catriel sin decir nada apoya una mano sobre mi rodilla y la acaricia antes de dejarla reposada ahí sin hacer nada.
De a poco veo como nos vamos acercando aunque realmente no se el camino, solo siento que todos los recorridos son iguales a mi mismo infierno. Cuando el chofer realmente toma el camino veo como pasamos los árboles como si no fueran nada a una gran velocidad y para mí se hace tan eterno que vuelvo a mover mi pierna inquieta.
A lo lejos veo como el gran edificio comienza a verse y un suspiro tenebroso sale de mis labios cuando un disgusto se instala en mi abdomen. El chofer estaciona en la entrada después de pasar las rejas y cuando todos bajamos, los guardias hacen una reverencia.
Sigo por detrás a Chad cuando comienza a moverse y dándole una mirada a Catriel, quien se había quedado a esperar a Ryd, entró al edificio. Mi corazón vuelve a latir cuando recuerdo a las personas que están aquí y una sonrisa se instala en mis labios.
Chad abre la puerta que está delante de nosotros sin antes tocarla y el hombre que está detrás del escritorio toma su arma con auto reflejo, suspirando cuando ve quien es.
Me quedo de pie cuando veo que es el despacho donde aquella vez Chad me salvo y recorro cada rincón recordando al hombre rapado golpeándome y el hombre muerto en el sofá donde Chad se sentó.
—¿Me extrañaste, Alfred? —habla, cruzando una pierna sobre la otra.
—Un día de estos me matarás de un infarto. —Suspira el hombre, detrás del escritorio.
—Ya sabes, si una bala no te mata que un ataque tampoco lo haga. —Hace un mohín restándole importancia—. En fin, estoy aquí por temas de trabajo.
—¿Temas de trabajo? —Hunde sus cejas—. Creí haberles enviado el resumen de estos meses. Todo está yendo genial.
—Lo sé, por eso te pusimos aquí. —Pone sus ojos en blanco.
—¿Entonces? ¿Quieres volver al puesto?
« ¿Puesto? ¿Qué puesto?»
—No, tenemos cosas más importantes que hacer. —Carraspeó su garganta, dándome una mirada de soslayo—. Solo vinimos por alguien.
—¿Vinieron a llevarse una chica? No comprendo, ¿para qué?
« ¿Por qué hace tantas preguntas? Dios.»
—¿Alguna vez te hemos contado nuestros planes, tío? —Abro mis ojos con sorpresa al oírlo—. No, entonces esta vez no será la excepción. Que pena, sigue participando para la próxima.
—Solo porque eres mi sobrino no te asesino —bromea.
—Sí, como digas. —Le resta importancia con un ademán de mano—. Tengo prisa, así que mueve tu trasero y tráeme a la chica.
El hombre asiente.
—¿De quién se trata entonces?
Chad me da una mirada de soslayo.
Suspiro.
—Aneley, de la habitación dieciocho segunda planta.
—Eso no podrá ser —responde de inmediato, tirándose hacia atrás antes de entrelazar sus manos en su abdomen.
Hundo mis cejas confundida.
—Tal vez no me hayas escuchado. —Chad sonríe, tratando de ocultar el disgusto que le provocó su respuesta. Al parecer no le gustaba que se negaran a algo cuando él lo pedía, pero considerando que aquí solamente era un simple comprador tendría que mantenerse al margen si quería conseguir algo—. Te he dicho que muevas tu trasero y vayas a buscarla.
—Aneley está en periodo de prueba. —Vuelve a negarse, sorprendiéndome—. Su comprador ya dejó la mitad del dinero por ella y sinceramente, la vendimos por una gran fortuna.
Aprieto mis puños al oírlo y las ganas de saltar encima de él cada vez comienzan a consumirme más. ¿Cómo se atrevía a venderla sabiendo que era "ilegal" con sus diecisiete años? ¡Iba contra la ley del internado! Dios, ni siquiera le daba la mínima posibilidad para que pudiera librarse de aquel infierno.
Lo que el hombre estaba haciendo, era una venta ilegal, lejos de lo que nosotros queríamos hacer. Si, íbamos a pagar por Aneley, pero por sus servicios no por ella hasta que cumpliera sus dieciocho y entrará a subasta como es. Ahí si la compraríamos.
Lo comprendo, Aneley es una de las mejores mujeres del internado. Tanto, que tiene un promedio de diez en todo y por eso mismo solamente ella con dos chicas más, habían tenido acceso a las herramientas informáticas.
Aneley había aprovechado aquella oportunidad desde sus nueve años cuando fue convocada y desde aquella primera vez había sido una experta en la informática. Algo que muy pocos sabían, porque si la información llegaba a manos de personas poderosas el futuro de Aneley hubiese terminado desde hace mucho.
Mi mejor amiga estaba en la lista de las chicas mas "caras" del internado. Las demás eran mejores en otras cosas, pero Aneley se había ganado ese puesto en informática, arco y flecha, modales, materias básicas de colegio, enfermería e incluso en artes marciales.
—¿Periodo de prueba? Eso es ilegal, los periodos de pruebas comienzan unas semanas antes de que la chica cumpla años e incluso días. No meses, no les das la oportunidad a los demás hombres, poner en subasta antes a una chica trae problemas —hablo, atropellando cada palabra.
No iba a decirle que por su culpa Aneley no tendría oportunidad de librarse de esto, no quería que la castigaran por mi comentario mal entendido.
Chad mueve su cabeza hacia mi dirección y luego la vuelve hacia la del hombre que está analizándome con su mirada.
—¿Tú quién eres? —Alza una de sus cejas, esperando atento mi respuesta.
Sinceramente, yo tampoco lo conocía. Es más, no conocía a nadie de su posición. Dueños y subdueños que quedaban a cargo de las órdenes como imbéciles. No tenían mucho poder, pero gozaban hacernos sufrir después de todo.
Personas como él eran intolerables, desagradables y las ganas de asesinarlos solo incrementaron con solo verlo. Gozar y creerse que por vender mujeres es el mejor hombre, solo da muchísima pena.
Ni hablar del dueño, vaya a saber de quién se trata.
—Eso a ti no te importa —responde por mí Chad—. No pienso repetírtelo de nuevo. Me importa una mierda quien la haya comprado, yo me la llevo. Obedece a tu jefe.
Oh.
Esperen.
¿Dijo jefe?
¿Chad es el dueño de todo esto?
¡¿Y Ryd también?!
Giro a verlo, con cierto recelo y sorpresa. Abro mi boca dispuesta a replicarle aquello, sabiendo que no es su deber responderme ni que lo hará, pero antes de emitir algún sonido todos en el despacho oímos el sonido de un arma disparar desde afuera.
Richard se levanta rápido sacando su arma y dando pasos hacia atrás, sin apartar su vista de la puerta, se acerca a Chad hasta ponerse delante de él. El hombre que estaba detrás del escritorio aparece por mi campo de visión nuevamente y abre la puerta sacando su cabeza para ver el perímetro.
Sigo por atrás a los demás cuando salen y afuera del despacho veo como todos los guardias comienzan a correr hacia las escaleras.
—¿Qué sucedió? —le pregunta el hombre a una mujer que pasa dándole órdenes a los demás.
—Hubo un atentado en el segundo piso, señor.
Apenas escucho eso empujo el cuerpo de Chad hacia un costado y comienzo a correr hacia las escaleras desesperada.
—¡Arizona, vuelve aquí! —grita Chad, detrás de mí.
Subo los escalones dando trotes y cuando estoy en la segunda plata corro hacia el lugar donde los guardias están custodiando. Los empujo tratando de ver el cuerpo que está en el suelo y cuando veo a la guardia que vi en mi último día aquí, un suspiro de alivio me abandona al saber que no se trata de mis mejores amigas.
Veo como el cuerpo está demacrado sobre el suelo cubierto de sangre, como si antes de morir hubiese intentado querer salir de la habitación que está vacía. Tiene su rostro con cortes, de sus muslos sale demasiada sangre, no puedo ver demasiado porque aún conserva su uniforme, pero deduciendo por la sangre que hay en el suelo hay más cortes.
«La chica fue brutalmente asesinada.»
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