
Capítulo 19 - Victorias y reconocimientos
En el exterior hay más movimiento del habitual. Frente a las puertas del cuartel se arremolina un nutrido grupo de personas que parecen estar esperando algo. Adentrándome entre la muchedumbre que se congrega frente a las puertas del cuartel, puedo ver como dos soldados sacan al asaltante que sobrevivió al ataque en el hospital y lo conducen a uno de los jeeps que espera frente a las instalaciones de la ONU, mientras los allí congregados, todos vecinos del pueblo, comienzan a abuchearlo. Tres soldados más contienen a la multitud que no dejan de proferir gritos de odio contra el detenido, algunos intentan incluso golpearlo saltándose el cordón de seguridad, pero los soldados repelen los intentos de agresión empujando a todo aquel que intente saltarse el cerco. Una vez han metido al detenido en el vehículo, abandona el pueblo. Algunos de los presentes incluso lo siguen para continuar con los insultos hasta que el vehículo se pierde entre la espesa vegetación.
Impactada por lo que acabo de presenciar, por esa muestra de rabia colectiva, me dirijo al hospital pensando en que, de no estar presentes los guardias y formar un cordón de seguridad, la mayoría de los presentes lincharían al hombre hasta matarlo. Cuando llego a la puerta del hospital, me encuentro a Chel, que alertada por los gritos provenientes del exterior, ha salido a ver qué sucede.
—¿Qué ocurre?— Pregunta intrigada.
—Creo que se llevan al hombre que nos asaltó— En su cara se dibuja una mueca de sorpresa ante la noticia mientras inquiere indignada.
—¿Qué?— Ante su pregunta solo alcanzo a encogerme de hombros al no entender su indignación. Si es por el hecho de que se lleven al hombre que intentó matarnos, no lo comprendo. Desconozco el tipo de protocolos que en estos casos llevan a cabo las fuerzas de paz, pero en mi opinión, creo que lo mejor ha sido alejarlo de este lugar para que no vuelva a hacer más daño.
—No sé, tal vez es mejor que no esté aquí, por la seguridad de todos— Contesto en un intento por darle respuesta a su duda. Pero Chel guarda silencio. Con la desconfianza asomando en sus ojos, se queda por un instante observando la nube de polvo que ha dejado el jeep a su paso, antes de dirigir su mirada hacia mi para centrarse en lo que a nosotras nos concierne.
—Vale. Pasa— La sigo al interior del hospital y mientras avanzamos me va informando— Hoy estamos bajo mínimos, probablemente tengamos que hacer horas extra para poder sostener esto.
—Bien— Asiento, asumiendo que nos espera un largo día.
—He enviado a Cristi y Agathe a dormir, nos queda Sabine que ya debe estar agotada. Por cierto, me ha informado que anoche falleció el paciente de la 23— Sus palabras caen sobre mi como un jarro de agua fría, trayendo de nuevo a mi mente el duro momento en el que el hombre falleció sin que pudiera hacer nada, y no puedo evitar entristecerme al recordarlo. En este punto, se detiene para poner su mano sobre mi hombro en señal de apoyo y dedicarme una de sus miradas maternales —Estaba muy mal— Toma aire antes de continuar —Lamento que te haya tocado a ti pasar por eso, pero ahora ya no sufre— Su muestra de apoyo no alivia mi carga, la tristeza permanece. Todavía no me acostumbro a ver morir a la gente, aunque sea normal, aunque morir forme parte de la vida, como me dijo un día. Es difícil asumirlo cuando eres tú la persona que debe salvar esa vida. Pero como si pudiera leerme la mente, añade —Hiciste un gran trabajo anoche, quédate con eso.
—Ya...— Trato de apartar de mi mente ese doloroso recuerdo, haciendo acopio de fuerza, de autoconvencerme, preparándome mentalmente para otra dura jornada entre estas paredes que llorarían si pudieran hablar, mientras Chel continúa con las explicaciones centrándose en lo puramente profesional.
—En un par de horas volverán tanto Cristi como Agathe para que le pueda dar descanso a Sabine. Ahora mismo tengo a Mark en el pabellón de los graves y a Sabine en el de los leves. Así que el plan para hoy será: tú te encargas del pabellón de los leves con Sabine hasta que vuelva Agathe a relevarla, y te haces cargo de los triajes. Yo voy a relevar a Mark ahora porque para hoy tenemos varias cirugías de urgencia y Madeleine lo va a necesitar en quirófano. También va a necesitar a Cristi para limpiar en el quirófano, así que vamos a estar solas las tres. Otras veces tenemos a Mark para ayudarnos, incluso a Madeleine, pero hoy no va a ser así. Tendremos que organizarnos hasta que encontremos personal para suplir las bajas— Deja escapar un suspiro de frustración ante la preocupación y el estrés que le genera esta nueva situación del hospital, patentes en su semblante.
—No te preocupes— Contesto posando mi mano en su hombro en señal de apoyo, en un intento por aliviar su carga —Lo haremos bien— Respondo con decisión, no es momento de venirse abajo.
Sus ojos negros se fijan en mi a la vez que finge una sonrisa. Su mirada ya no brilla como el día que llegué. Su sonrisa ya no es sincera y ni siquiera se molesta en disimularlo, y en su cara es evidente el cansancio después de pasarse toda la noche aquí. Simplemente asiente antes de poner rumbo hacia el pabellón de los graves. Pero antes de desaparecer tras la puerta, se gira para darme una última indicación.
—Ah, por cierto, Hate está mejor, pero revisa su medicación— Y sin decir nada más, entra en el pabellón, dejándome en el pasillo mientras asimilo que por fin hay una buena noticia, al menos una pequeña luz de esperanza brilla hoy entre estas paredes.
Me dirijo por el pasillo hacia la habitación donde está Hate para comprobar su estado y a medida que me acerco, se hacen más audibles las carcajadas de la niña, lo cual es una excelente señal. Feliz por oír la risa de la pequeña, me detengo en la puerta de la habitación donde está aún conectada al gotero y sentada en la cama desayunando un tazón de cereales, junto a Blaime que sigue a su lado leyéndole algo que debe resultarle muy divertido a juzgar por su expresión.
—Mwarimu yihutira gushimira inzovu
El profesor se apresura a felicitar al elefante
Por un instante, me quedo fuera de la habitación, en silencio, observando la enternecedora imagen, temerosa de interrumpir el momento entre los dos, escuchando la dulce voz de Blaime hablándole en kinyarwanda.
Pero es ella, la que dándose cuenta de mi presencia, deja de reír para mirarme, llamando la atención de Blaime que se gira hacia la puerta para ver el motivo por el cual Hate ha dejado de reír.
—Perdón, no quería interrumpir— Me disculpo sin poder borrar la sonrisa de mi cara ante la tierna escena. Y sorprendentemente, sucede algo que no esperaba que ocurriera. En la cara del soldado, siempre serio, siempre distante, se dibuja una dulce sonrisa que ilumina sus increíbles ojos verdes al verme.
—Buenos días, doctora— Me saluda con ese brillo en sus ojos y una sonrisa en los labios, haciéndome sentir de nuevo como flotando a dos palmos del suelo, como justo antes de que me besara.
—Buenos días— Respondo tímida y a la vez sorprendida por esa expresión amable de su rostro. Y dado que es tan extraño verlo así, tan animado, tan sonriente, no en tensión como a menudo lo veo, me atrevo a bromear —¿Qué es eso de tu cara, una sonrisa?— Comento divertida mientras lo señalo con el dedo, arrancándole una carcajada que intenta cohibir mientras se pasa la mano por el pelo en un gesto involuntario que me resulta irresistible. El soldado no se esperaba mi broma.
—Si— Sus ojos viajan desde la niña, que continúa dando buena cuenta del tazón de cereales, hasta fijarse en los míos para contestar —Hoy tengo un poderoso motivo para sonreír— Alega, supongo que refiriéndose al hecho de que el estado de la pequeña es hoy mejor que el de ayer, contemplándome con esa mirada tierna, con la que ahora mismo podría derretir el polo norte, consiguiendo que mis mejillas ardan ante esa dulce expresión.
—Afortunadamente actuamos a tiempo, ¿Verdad cielo?— Contesto mientras me acerco a Hate para acariciarle el pelo en un gesto cariñoso al que ella responde con una sonrisa, frente a la atenta mirada de Blaime, que se adelanta a rebatir mis palabras.
—Tú actuaste a tiempo— Hace especial énfasis en ese "tú", cosa que me sorprende. No puedo evitar desviar mi mirada por un momento de la niña para mirarlo a él, que añade —Fuiste tú, y solo tú la que hizo algo porque ella esté hoy aquí —Su mirada, hasta hace un momento tierna, me observa ahora con una determinación apabullante. Antes de que pueda negar nada y concederle el mérito a él por haber sido el primero en darse cuenta del estado de la niña, o a la quinina, la causa farmacológica por la cual ahora Hate está mejor, responde —Y si tú no hubieras estado ayer aquí, hoy tendríamos que lamentarlo.
—Fuiste tú el que se dio cuenta de que tenía fiebre— Respondo abrumada, tratando de quitarme importancia. Pero de nuevo vuelve a apresurarse para desmentirlo.
—Yo solo me di cuenta de que tenía fiebre, todo lo demás lo hiciste tú— Sabiendo que no es solo mío este reconocimiento, aclaro.
—Agathe me ayudó.
—Agathe te ayudó pero tú hiciste todo lo demás, que yo también estuve aquí esta noche, aunque me drogaras— Sonríe con picardía. Ante su sagacidad, trato de excusarme lo mejor que sé.
—Yo no te drogué... Bueno, solo un poquito, pero fue por una buena causa— Es tan patética mi respuesta que tanto él como yo estallamos en sonoras carcajadas. Y por un momento todo son risas en esta habitación, en la que apenas unas horas antes pasamos tan duros momentos. Carcajadas liberadoras después de tanta tensión. Pero pronto la risa de Blaime se acalla para declarar.
—La doctora Chelsea me lo contó— Su respuesta me toma por sorpresa al desconocer qué es lo que le habrá contado Chel.
—¿Ah, si? ¿Y qué te contó?— Inquiero con aire misterioso. Antes de responder a mi pregunta, vuelve a dedicarme una de esas exclusivas sonrisas para ponerse solemne.
—Que Hate tuvo suerte. Ayer casi todo el personal del hospital abandonó su puesto después del ataque, por miedo, pero tú permaneciste aquí. Tú coordinaste a las personas que voluntariamente se quedaron. Hiciste funcionar este hospital, y con ello, no solo la has salvado a ella, sino que también has salvado las vidas de otros al tomar las riendas de todo esto. Hoy muchos de los que están aquí te deben el seguir respirando— Responde en un alegato demoledor que me deja sin palabras.
Abrumada por esa rotundidad y esa trascendencia que para él parece tener el hecho de haber permanecido en mi puesto, vienen a mi mente las palabras de Agathe cuando le agradecí su ayuda en el momento en el que buscaba la cura para Hate.
—Es mi trabajo— Contesto parafraseando a la enfermera, casi con un hilo de voz, emocionada ante su reconocimiento. Pero a juzgar por el movimiento de cabeza que hace y la sonrisa irónica que se dibuja en su cara, parece que mi respuesta no le convence.
—También es el de otros que no estuvieron aquí— Fija su implacable mirada en mí, como si en lugar de a mi los tuviera a ellos delante. Y frente a esta puntualización no soy capaz de responder. Chel me dijo que estuvo en el cuartel prestando declaración, pero de los demás no supe nada hasta hace apenas un momento. No sé dónde han estado, ni si era más urgente que atender el hospital, pero lo cierto es que, como bien dice Blaime, no estuvieron en su puesto. Sin decir nada, sin intentar darle una explicación que justifique la ausencia de mis compañeros europeos tras la catástrofe de esta noche, comienzo a comprobar la medicación de Hate, mientras él se pone en pie, al otro lado de la cama de la niña, cruzado de brazos, y sin apartar su mirada de mi responde con determinación —Hiciste un gran trabajo Sheyla. Enhorabuena.
Abrumada por su manifiesto, por ese reconocimiento sincero hacia mi trabajo, trato de concentrarme en el gotero y en Hate, evitando todo contacto visual con él. Sus elogios me resultan tan insólitos que no me atrevo ni a creer lo que oigo. Ya en circunstancias normales me resistiría a asumir tales alabanzas, pero resultan aún más impresionantes viniendo de él, todo un honor para mí que el que antes pugnaba porque me volviera a mi casa, ahora esté reconociendo mi labor como algo magistral. resulta paradójico. Pero hay algo en la mente humana que nos lleva siempre a depositar más peso a lo malo que a lo bueno en la balanza de los hechos. Y recordando que no todo fueron victorias en la noche de ayer, contesto.
—No lo hice tan bien— Las palabras se atragantan en mi garganta por un instante solo de recordarlo —Ayer perdí a otro paciente— Respiro profundo, tratando de mantenerme fuerte, de apartar esos funestos pensamientos que quieren venir a mi mente al mencionarlo en voz alta, mientras me concentro en revisar la última anotación que dejó Chel en el historial de Hate cuando pasó por aquí. Pero entonces lo oigo suspirar, y al levantar mi vista de la carpeta me cruzo con sus ojos, que me miran con cierto grado de ternura.
—Sé lo que intentas, y es normal, está bien que seas humilde. Pero... De vez en cuando está bien, que te permitas celebrar alguna de tus victorias...Al fin y al cabo, solo tú sabes lo mucho que te han costado...— Y de nuevo vuelve a dejarme sin palabras en apenas diez minutos de conversación. Porque Blaime tiene esta poderosa habilidad, la de dejar a uno sin argumentos con tan solo un par de frases en las que muestra una verdad que a simple vista no todos sabemos apreciar. No espera respuesta, aprovecha mi silencio para tomar el tazón vacío de entre las manos de la niña, le da un beso en la frente, y le susurra en kinyarwanda:
—Ndagusigiye marayika murinzi.
Acto seguido, me dedica una fugaz mirada acompañada de una leve sonrisa y se va, dejándome con la pequeña Hate, que se vuelve a recostar sobre la almohada visiblemente cansada y con ese motivador mensaje sobre reconocer los logros de uno mismo flotando en mi cabeza. Apenas me dedico un par de minutos para pensar en ello, antes de volver a mis quehaceres con energías renovadas después de esta reconfortante conversación. Porque la verdad, sienta muy bien romper nuestros propios límites y demostrar, incluso a los que no creían en ti, que puedes hacerlo.
Tomando el termómetro que desde ayer llevo en el bolsillo, me acerco a la pequeña para tomarle la temperatura.
—¿Qué tal te sientes, cielo?— Pregunto acariciándole el pelo, aunque se que no voy a tener respuesta —Vamos a ver qué tal va esa fiebre, ¿vale?— Le informo cariñosa. Y como respuesta, obtengo una leve sonrisa que parece haber copiado de Blame. En todo momento colabora, me permite ponerle el termómetro para comprobar que la fiebre ha descendido, estamos consiguiendo mantener a la malaria a ralla —¡Muy bien!¡Esto está muy bien!— Le informo con un tono musical, sin poder ocultar mi propio entusiasmo ante la mejora —Bueno, en un rato vuelvo a verte. Descansa— La arropo un poco, le acaricio el pelo y abandono la habitación para continuar con mi trabajo en el hospital, con una dosis de motivación extra ante esta pequeña victoria, como dice Blaime.
Agathe se reincorpora al trabajo apenas una hora después, relevando a Sabine que se va a descansar tras casi 12 horas aquí dentro. Y como bien me informó Chel, Madeleine y Mark comienzan a prepararlo todo en el quirófano para llevar a cabo las operaciones programadas para hoy. La jornada promete ser maratoniana.
A lo largo de la mañana atiendo todas las incidencias menores que Chel dejó a mi cargo, pero son tantas que Aghate y yo apenas damos a basto. Mientras yo hago los triajes, ella hace todo lo posible por reunir la medicación y el instrumental necesario para poder suturar, colocar vías y administrar medicaciones con la mayor celeridad posible, pero resulta una tarea titánica. Debido a la gravedad de algunos pacientes, me veo obligada a derivarlos a Chel para que sean ingresados en el pabellón de los graves. Enviarle trabajo extra no me hace sentir precisamente bien, sobre todo teniendo en cuenta que está sola en ese pabellón, no tiene ayuda de enfermería ni el apoyo de otro médico, por lo que, desobedeciendo su orden, me presento en su pabellón en cuanto desciende el trabajo en el mío. Me la encuentro forcejeando con una mujer que tiene dificultades para respirar.
—Gracias a Dios, eres un regalo del cielo en este momento, estaba a punto de llamarte— Suspira mientras la ayudo a reducir a la mujer— No puede respirar y si no se está quieta no la voy a poder intubar— A nuestro alrededor solo se oyen gemidos de heridos con profundos cortes, quemaduras y mutilaciones. Al fondo puedo ver los cuerpos de tres pacientes cubiertos por las sábanas de sus camas. Es evidente que esto supera todos los esfuerzos de Chel, sola al frente de todo esto. Conmocionada por la escena, vuelvo a centrar mi atención en calmar a la mujer que se agita desesperada ante la sensación de asfixia que está experimentando, tratando de alejar de mi mente todo lo que no sea importante ahora.
—¿Qué necesitas?
—Un tubo endotraqueal y saber si disponemos de un respirador autónomo porque todos los demás están siendo utilizados— De una de las mesas auxiliares del pabellón, tomo uno de los tubos, lo saco de su envoltorio y se lo acerco, antes de recorrer el pabellón, comprobando que todos los sistemas de respiración asistida conectados al sistema central están siendo utilizados y que los compresores de los que disponemos ya están en funcionamiento dando soporte a otras máquinas. Es entonces cuando recuerdo el que intentamos arreglar ella y yo días antes, el que Blaime quedó en reparar. Y sin perder más tiempo, salgo del pabellón a buscarlo, rezando porque alguien lo haya reparado ya, porque si no esta mujer va a morir.
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