Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18 - Poderoso caballero es Don Dinero


Las primeras horas de la madrugada transcurren entre curas y administrar medicaciones con la ayuda de Sabine, Cristi y Agathe, la enfermera ruandesa, que está demostrando estar más a la altura de las circunstancias que cualquiera de mis compañeros europeos, a los que no veo desde hace horas.

Cambiar vendas empapadas por la infección, poner apósitos, suturar, un paciente con la fiebre muy alta al que administrar un antitérmico, y vuelta a empezar, cuando me llama Sabine desde el pabellón de los graves. Uno de los pacientes más críticos ha empeorado. Estoy tomándole el pulso cuando entra en parada. Y de nuevo el miedo se apodera de mi. Comienzo con las maniobras de reanimación ante la angustiada mirada de Sabine, que tras diez minutos de compresiones, me detiene.

—Déjalo...Ya se fue— Sus palabras resuenan en mi cabeza como un portazo en una habitación vacía, provocándome un escalofrío que me sacude. Otra vez, ese dolor al presenciar como otra vida humana se me escapa de entre las manos, esa tristeza, esa desesperación de no haber podido hacer más. Asimilando lo que acaba de ocurrir, lo cubro con la sábana mientras pronuncio las palabras que ningún médico del mundo quisieran tener que pronunciar jamás.

—Hora de la muerte— Miro el reloj del pabellón —Una y 23 de la madrugada— Y así como termino, siento la imperiosa necesidad de tomarme un momento para sentarme en el suelo y digerir el trance de otro paciente fallecido, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas, por mantener las emociones a raya. Ahora la única doctora que hay aquí soy yo y no me puedo hundir. Sabine me observa sin decir nada, pero con una expresión tremendamente seria en su semblante. Agathe llega poco después, y al ver el cuerpo del fallecido, tampoco pronuncia palabra. Tan solo se queda junto a Sabine, con la derrota dibujada en la cara. Y es justo eso, ver el abatimiento en los rostros de mis compañeras, lo que me hace sacar fuerzas de flaqueza para apartar la tristeza de mi mente y ponerme en pie.

—Vamos chicas, tenemos que seguir. Lo estamos haciendo muy bien, no nos vengamos a bajo— Tanto Agathe como Sabine asienten, señal de que ellas tampoco van a flaquear, pero el desaliento por una muerte más nos acompaña.

El ritmo de trabajo en los dos pabellones se estabiliza sobre las dos de la mañana. La mayoría ya duermen, curas hechas, medicaciones administradas, y por un momento vuelve a reinar la paz en el hospital, instante que aprovecho para regresar a la habitación de Hate y comprobar su estado, con el fantasma de otra pérdida sobrevolando mi cabeza.

Al llegar a la habitación, lo primero que hago es asegurarme de que el gotero esté administrando la dosis adecuada a la frecuencia correcta, le tomo la temperatura, y esta vez la cifra que me devuelve el termómetro es más alentadora, la fiebre va remitiendo lentamente. Su respiración ya no es tan irregular como hace un par de horas y esto me produce una gran alegría porque es un pequeño pero importante avance. Por fin una luz de esperanza en esta oscura noche.

Cuando me giro para darle la buena noticia a Blaime, descubro que el sueño lo ha vencido. Descansa con la cabeza apoyada sobre su brazo derecho mientras con la mano izquierda todavía sostiene la de Hate.

Y por un instante, me permito el placer de observarlos, sumergidos en un profundo sueño, tranquilos, a salvo. No puedo evitar sonreír ante la tierna imagen de los dos dormidos. Ella como un hermoso angelito que por fin descansa más cómoda después de que haya descendido la fiebre. Él, a su lado, sin soltar su mano, y con una expresión relajada en su atractivo rostro. Es tan guapo que no soy capaz de apartar los ojos de él durante un instante, recordando nuestro beso, el sabor de sus labios, el olor de su piel, el tacto áspero de sus manos. Y de nuevo las mariposas vuelven a revolotear en mi estómago, consiguiendo aplacar por un breve espacio de tiempo, el dolor y la desesperación de lo sucedido en las últimas horas. Como si por una vez pesara más lo bueno que lo malo.

Me siento en la silla donde hacía guardia antes de que Cristi viniera a buscarme, contemplándolos a los dos. velando sus sueños. Pero después de un rato, viéndolos dormir, escuchando sus relajadas respiraciones y el sonido de la lluvia que cae fuera como una nana, el cansancio empieza a apoderarse de mi. Estoy a punto de quedarme dormida, cuando el sonido de la puerta me sobresalta, pero tras ella aparece Chel.

—¡¡Chel!!— Es tan grande mi emoción al verla, al comprobar que está bien, que no puedo evitar alzar la voz por un momento. Inmediatamente me llevo las manos a la boca girándome hacia Hate y Blaime para comprobar que sigan durmiendo. Pero no es así. Blaime se despierta sobresaltado por mi grito, dando un brinco en la butaca donde descansaba hace apenas un momento, tomando una gran bocanada de aire mientras mira a su alrededor, totalmente desorientado. Inmediatamente me acerco a él para tranquilizarlo —Tranquilo, no pasa nada...

—Me he dormido...— Responde aletargado aún por la morfina, con los ojos entreabiertos, observando que Hate esté bien —¿Cómo está?— Comienzo a acariciar su pelo hasta que logro calmarlo, antes de responder.

—Está mejor, la fiebre está descendiendo— Le informo. Vuelve a adoptar una posición más cómoda, sin soltar la mano de la niña, y contemplándola, se queda dormido en apenas un par de minutos, presa de la morfina. En cuanto me aseguro de que siguen durmiendo, me lanzo a los brazos de Chel que tarda en reaccionar ante mi sorpresa.

—¿Dónde estabas?— Pregunto en voz baja mientras la observo de arriba abajo comprobando que está bien. Ella me devuelve una fría mirada, como carente de vida. El brillo optimista de sus ojos ha desaparecido.

—En el cuartel, prestando declaración— Responde absolutamente seria. casi parece enfadada. Pero ante su contestación, no puedo reprimir un suspiro de alivio. Es como si de golpe me hubieran quitado una tonelada de encima. Durante todo este tiempo y sin poder salir de aquí porque si no el hospital quedaría desatendido, no podía parar de pensar en que algo malo le hubiera ocurrido, pero afortunadamente no es así.

—Me tenías preocupada— Vuelvo a susurrar para no despertar tanto a Hate como a Blaime. Ignorando mis palabras, los ojos negros de Chel se desvían de mi para mirar a Hate conectada al suero, y después a Blaime dormido a su lado.

—¿Cómo están?— Se acerca al gotero que tiene puesto la niña para comprobar su funcionamiento, es entonces cuando la informo.

—Hate tiene malaria, parece que el plasmodium aún se encuentra en sus primeras fases. He buscado Artemeter en la farmacia pero Agathe me ha dicho que no hay. Tenemos que ir a la ciudad a por más— Ella ni se inmuta, posa su mano sobre la frente de la pequeña para comprobar si tiene fiebre.

—No hay. Aquí no llegan esos medicamentos— Su respuesta es tan cortante, tan impropia de ella, que me sorprende.

—Cómo?— Mi contestación es más una exclamación de sorpresa que una pregunta.

—Los medicamentos de primera generación para el paludismo no llegan aquí, las farmacéuticas no los envían porque no podemos pagar lo que cuestan— Es tan rotunda su afirmación que me quedo sin palabras ¿Aquí no mandan medicamentos eficaces contra la malaria?¿Pero cómo puede ser, si este es el continente más afectado del mundo por esta enfermedad?

—¿En serio?— Cuestiono sin ser capaz de creer lo que estoy oyendo.

—La malaria es el agente infeccioso que más muertes ha provocado en la historia de la humanidad, superando a la peste negra que asoló Europa en la Edad Media, pero como a los de arriba no les afecta, pues parece que da igual. Es todo por dinero Sheyla, ya te lo he dicho, al resto del mundo no le importa lo que nos pase aquí. Esta enfermedad ya debería estar erradicada, como en muchos otros países del primer mundo, pero cuesta dinero— Su respuesta es tan demoledora, que no acierto ni a contestar siquiera, rindiéndome a la evidencia, todo se resume a intereses económicos. Sin perder más el tiempo en divagaciones, va a lo que verdaderamente importa ahora, cómo he tratado la malaria de Hate —¿Le has puesto quinina?— Interpela mientras se coloca el fonendoscopio para auscultar a la pequeña.

—Si, 2 ml diluidos en 10 de agua destilada en suero glucosado— Veo como asiente, quitándose el fonendoscopio de los oídos tras comprobar que el ritmo cardíaco de Hate es normal —La prueba de sangre está en el laboratorio, por si quieres comprobarla.

—Vale, luego me paso— Levanta la cabeza para ver a Blaime y preguntar— ¿Y él?

—Él tiene una contusión en el costado izquierdo, es posible que la 9 y la 10 estén fisuradas pero sin prueba de rayos es difícil precisar, lo único que puedo afirmar con seguridad es que no están fracturadas. Le he puesto morfina.

—Bien, porque un soldado menos nos supone un problema. Le daré la baja por unos días para que se recupere. Pondré en el informe que ha estado esta noche ingresado en observación.

—En realidad se ha quedado aquí por Hate— Declaro.

—Lo sé— Responde con rotundidad —Pero para que no tenga problemas con el mando diremos eso— Su voz suena en todo momento seca y tajante, como si estuviera conteniendo la rabia, lejos de ese tono optimista que siempre la acompaña. Es evidente que lo que ha ocurrido esta tarde la ha afectado sobremanera. Nos ha afectado a ambas, pero parece que a ella de una manera más profunda, como si hubiera algo personal que no alcanzo a comprender. Puede que fuera por el vínculo con las dos enfermeras asesinadas, o por el hecho de que hayan atacado su hospital, o por la posibilidad de que ya tengamos las hostilidades a las puertas de lo que hasta hace unas horas era nuestro oasis de paz, o por todo a la vez.

Sin dar más explicaciones, sale de la habitación. La sigo hasta el pasillo donde podemos hablar a un tono normal sin que así molestemos a los convalecientes para interrogarla.

—¿ Seguro que estás bien?— Inquiero. Pero es más que evidente que no es así. Estuvieron a punto de matarnos a las dos, y dos enfermeras ruandesas han muerto. Sólo de acordarme de ese momento me pongo a temblar. La mirada de Chel, siempre tan luminosa, tan alegre, es ahora de una oscuridad insondable. Se toma un momento antes de responder.

—Si— Afirma, pero no suena creíble. Apartándome un mechón de pelo de la cara, intenta volver a ser la Chel fuerte y diligente de siempre —Ve a dormir, ya me encargo yo de esto, tienes que estar cansada— Y de nuevo la que saca fuerzas de flaqueza es ella. Si el valor tuviera un rostro, sería sin duda el de Chel. Pero no me parece justo marcharme y dejarla sola con todo el trabajo.

—No, me quedo— Encamino mis pasos hacia el pabellón donde hace guardia Sabine, pero me detiene.

—No— Niega categóricamente —Ve a dormir, te necesito en plenas condiciones. Andamos escasos de personal— Su negación suena tan contundente, tan rotunda, que no me atrevo a cuestionarla. Poniendo una mano sobre mi hombro, me conduce hasta la salida, donde hay dos soldados haciendo guardia bajo la lluvia.

—Tesfaye— Llama a uno de ellos —Acompañe a la señorita Bonheur al barracón— El soldado asiente, da un par de pasos al frente y me espera. Pero yo sigo dudando, no sé si hago lo correcto dejando el hospital, sabiendo que dejo a Hate y a Blaime, así como a Chel sola al frente de esto y a las demás chicas, Agathe, Sabine y Cristi. Viendo la incertidumbre en mi cara, y como si tuviera la capacidad de leerme el pensamiento, contesta —No te preocupes, estarán bien. Hate está estabilizada y lo de Blaime no es grave. Has hecho un buen trabajo, solo necesitan descansar, y tú también. Vamos, ve a dormir. En unas horas nos vemos— Concluye para volver al interior del hospital.

Durante un instante, me quedo bajo la lluvia observando como se aleja por el pasillo del hospital para tomar el mando de nuevo. Y en ese instante sigo dudando de si hago lo correcto al irme a dormir, pero finalmente y siguiendo sus consejos, decido obedecerla. Tal vez sea lo más aconsejable ahora mismo, que recupere fuerzas para volver con energías renovadas y dar lo mejor de mi, ahora que las cosas parecen estar poniéndose más difíciles con el transcurrir de los días.

Acompañada por el soldado al que Chel designó para custodiarme, me voy al barracón, y una vez en mi cama, de muelles oxidados y colchón con olor a humedad, no tardo en quedarme dormida.

Son los ruidos del exterior y los potentes rayos del sol que entran por la ventana lo que me despiertan. Aún desde la cama, me dedico unos minutos para contemplar la intensa luz que proviene del exterior, como si de una metáfora se tratara, como aquello de que después de la tormenta cuándo menos piensas sale el sol. Aunque los ánimos no acompañen después del duro día de ayer. Pero es hora de volver al trabajo, no hay tiempo para lamentarse. Poniéndome lo primero que encuentro, me hago una coleta, y ya estoy lista para salir de nuevo, rumbo al hospital, cuando oigo la voz de Madeleine detrás de mi.

—¡Sheyla!— Cuando me giro para verla, me la encuentro recién duchada, con su impecable camisa blanca que hasta parece recién planchada, y secándose su rubia cabellera con una toalla. Ni encontrándose en el lugar más recóndito de África, pierde la elegancia. Se acerca a mí, mirándome de arriba a abajo para preguntar— ¿Cómo estás?— Su amabilidad me toma por sorpresa, ni siquiera esperaba que mostrara preocupación por mi, lo que me provoca un mar de pensamientos encontrados, al sentirme molesta con ella por no haber aparecido en el hospital pero a la vez abrumada por su preocupación.

—Estoy bien, gracias— Pero la animadversión que siento por ella al no haber acudido al hospital para ayudarnos es más poderosa que la sorpresa que me causa su preocupación. Estoy a punto de girarme para salir hacia el hospital, cuando vuelve a detenerme.

—Oye, quería pedirte perdón, por lo de la otra noche, creo que se puede considerar un comportamiento ofensivo para el resto del grupo...— Durante un instante ni siquiera sé a lo que se refiere ni porqué se está disculpando, hasta que vuelvo a ver el rubor en sus mejillas como el día en el que la descubrí robando unos preservativos que después usaría con Blaime. Es entonces cuando comprendo esa supuesta preocupación que mostraba como pretexto para iniciar esta incómoda conversación.

—No pasa nada— Respondo intentando restarle peso al asunto, de terminar con la conversación cuanto antes porque este tema me incomoda demasiado. Pero ella continúa con su justificación y una tímida sonrisa en su rostro.

—Blaime es muy atractivo, ninguno de mis novios de la facultad eran tan guapos como él. Me ha devuelto mi juventud perdida— No puedo creer lo que estoy oyendo, suena como una adolescente hormonal. Y aunque no quiera, de nuevo, vuelve a mi aquella imagen de ambos en el almacén, ella gimiendo, arañándole la espalda con las piernas rodeando las caderas de Blaime, mientras él la embestía, lo que me provoca una repulsión tremenda hacia la cirujana. Pero tratando de mantenerme cordial, a pesar de lo desagradable que me está pareciendo esta conversación, respondo con una sonrisa.

—¡No diga eso! Si es usted muy joven aún— Trato de sonar sincera, de animarla, a pesar de parecerme esta una situación de lo más absurda. Pero entonces de su cara desaparece esa sonrisa tímida para dejar asomar por un breve lapso de tiempo su verdadero ser, un ser oscuro, que en las distancias cortas no puede ocultar. Fijando su fría mirada en mí, replica.

—¡Oh! No es necesario que digas eso, muchacha, se perfectamente la edad que tengo— Su respuesta me suena un tanto hostil, como si no se hubiera creído mis palabras —Pero, hace un par de años que soy viuda, y, aunque he estado con otros hombres desde entonces, ninguno con la vitalidad de Blaime— Me quedo atónita ante su respuesta, molesta por ese dato innecesario que no quería oír de su boca, a la vez que su felina mirada escruta cada uno de mis gestos, antes de ir directa a lo que de verdad le importa a ella en este instante, que no es mi estado —Te pido máxima discreción en este tema, no creo que sea algo trascendental para el grupo, no quisiera que supieran de mi vida privada— Contesta sin poder evitar un cierto tinte amenazador en su mensaje.

En este momento me cuestiono muchas cosas, la primera, que si no quiere que esto se sepa, ¿por qué lo hace en lugares comunes como la cantina? Además ambos son personas adultas, libres, ella viuda y él divorciado, en realidad ninguno de los dos le debe explicaciones a nadie, ¿por qué mantener la relación en secreto entonces?

—No se preocupe, soy una tumba— Afirmo en un intento por calmarla, tratando de terminar con la conversación cuanto antes para poder irme a trabajar.

—Bien— Me sonríe, satisfecha por mi silencio, dejándome una desagradable sensación al percibir en sus palabras algo semejante a una advertencia, como si en el fondo me quisiera decir "no te acerques a él". Incómoda por su presencia, encamino mis pasos hacia la puerta, cuando me vuelve a hablar —Por cierto...— Me giro para ver qué es lo que quiere esta vez —¿Lo has visto? ¿A Blaime?

—No señora— Contesto sincera, porque en realidad, no lo he vuelto a ver desde que salí del hospital.

—Ah...— Responde decepcionada— Bueno, si lo ves dile que tengo que hablar con él— Replica mientras se acicala su rubia melena. Y en este momento la repulsión que siento por ella alcanza su cota máxima. Pero haciendo un esfuerzo por no traspasar mis propios límites de educación, simplemente contesto.

—Sí señora— Y dada por finalizada lo que para mi ha sido una tensa conversación, salgo del barracón dejando a Madeleine prepararse para lucir como toda una dama, aseada e impoluta, en mitad de un conflicto bélico donde cada día mueren personas. De vuelta en mis labores, no soy capaz de apartar una idea de mi cabeza: ¿Dónde ha estado ella cuando la necesitamos ayer, en el hospital?

⭐⭐⭐

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro