Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14 - Cuando calla la razón hablan las armas

Blaime

Salgo de la sala empuñando mi pistola y con los cinco sentidos alerta. En el exterior, el caos. Una marea de gente corre despavorida por el pasillo hacia las entrañas del hospital impidéndome ver nada, huyendo de algo. Para cuando consigo localizar la amenaza la situación está a punto de salirse de control.

Cuatro hombres armados con machetes han conseguido burlar la seguridad, si es que a lo que tenemos aquí se le puede llamar seguridad, y ahora retienen a la doctora Chelsea que hace todo lo posible por huir de la brutalidad y el horror que provocan esos bastardos. Uno la sujeta por el pelo y le repite al oído inyenzi, cucaracha en su idioma mientras los otros tres forman un perímetro alrededor del cazador y su presa.

En el suelo yacen los cuerpos de dos personas, dos enfermeras ruandesas cosidas a machetazos a las que no les ha dado tiempo a huir de la barbarie. La escena me repugna. Una oleada de adrenalina se dispara por mis venas acelerándome el pulso. Acabaría con todos ellos sin dudarlo y aquí mismo de no ser porque desde mi posición no tengo seguro un tiro limpio, eso es lo que me frena, que me puedo llevar por delante la vida de una inocente.

Aprovechando el desconcierto reinante, me acerco todo lo que puedo empuñando mi arma hasta que uno de esos cabrones me hace frente amenazándome con un machete y obligándome a ceder varios de los metros que he ganado en mi avance. Vale, toca mantener la cabeza fría, todo depende de mi.

—HAGARARA— Lo primero que me enseñaron a decir en kinyarwanda, deténgase. Pero como era de esperar no lo hacen.

Ignorando mi orden, tres de ellos amenazan e insultan a la doctora mientras un cuarto continúa en una posición más avanzada cortándome el paso. Son mis gritos lo que han debido alertar a Jerome, al que oigo repetir a mis 6 aún más encendido que yo.

—HAGARARA— Su furia manifestándose a mi espalda mientras en mi cabeza hago cálculos del ángulo, la posición, la distancia, el número de atacantes, mi munición, el tiempo, la tensión... La situación es delicada. No me puedo permitir fallar.

Pero mientras valoro todas las posibilidades de un rescate limpio, de la nada, surge ella.

Haciendo gala del valor más grande que haya visto en nadie de occidente aquí, aparece Sheyla, que en un rápido movimiento consigue burlar el cerco de los cuatro atacantes para asestarle un golpe en la cabeza con un objeto contundente al que retiene a Chelsea, logrando liberarla. Por un momento hasta me cuesta creer lo que ven mis ojos ¿Le acaba de golpear en la cabeza a un miliciano con un orinal?

Pero lo cierto es que por muy ridículo que suene, ella sola ha conseguido lo que dos soldados de la ONU entrenados para el combate no hemos logrado a punta de pistola. Viéndose libre de sus captores, Chelsea corre hacia mi en un intento desesperado por ponerse a salvo. Y así como llega a mi altura la aparto hacia la puerta del pabellón que tengo a mi izquierda ordenándole:

—CIERRA DESDE DENTRO.

No pregunta. Obedece. Oigo la puerta cerrarse a unos metros de mí y ahora se, que al menos ella ya está a salvo junto a los heridos. Si estos bastardos quieren llegar hasta ellos primero van a tener que pasar por encima de Jerome y de mi.

Algo que ambos llevamos grabado a fuego, los civiles primero, la prioridad, por encima de nuestras propias vidas, lo prometimos. Y si de algo estoy seguro es de que ninguno de los dos vamos a faltar a ese juramento aunque eso nos lleve a la tumba.

Ya sólo falta que Sheyla venga hacia mí para ponerla a salvo y entonces sí que no me va a parar nada. No me va a temblar el pulso. Me ampara la ley de las Naciones Unidas. Únicamente se me permite abrir fuego ante dos supuestos, el primero es en defensa propia. El segundo, que la vida de civiles esté en riesgo. Y en este caso se reúnen las dos condiciones. Hubiera sido una intervención perfecta de cumplirse la única limitación que me impide acabar con esto aquí y ahora que es, ella. Pero siempre falla algo. Siempre...

En lo que yo pienso todo esto ella tarda demasiado en tomar una decisión y antes de que pueda llegar hasta mi uno de esos bastardos la agarra por el pelo cuando estoy a punto de tomar su mano para conducirla por la misma puerta por la que se fue Chelsea. NO JODER... ¡Ella no...!

Durante unos segundos tengo que presenciar cómo se la pasan entre ellos como si fuera un juguete hasta que finalmente uno la agarra por el pelo para terminar plantando la hoja del machete contra su cuello. Y ahora la que está en riesgo es Sheyla.

El mundo se me para en este preciso instante viendo el terror en sus ojos y la más despiadada falta de humanidad en los de ese malnacido que mientras la retiene con el filo del machete rozando su garganta me mira a mi, desafiante.

Dejo de escuchar los gritos a mi alrededor porque lo único que soy capaz de oír son mis propios latidos martillando mis oídos mientras por las venas me corren escarpias ante la visión de Sheyla bajo el filo de ese machete.

Titubeo, un sudor frío me recorre el cuerpo, estoy hasta por bajar el arma, suplicar que me tomen a mi, que me corten la cabeza y me despedacen si con ello voy a lograr que la liberen. Pero no puedo... Tengo que mantenerme firme si quiero vencer. Tomo aire. Intento calmarme. Vamos, esto ya lo has hecho otras veces, me repito. Pero no, por mucho que me importen las vidas de los otros, nunca antes de este modo. El dolor en mis costillas al respirar me advierte de que no intente nada fuera del guión. Son demasiados, nos superan en número y para colmo está en juego lo más importante, la vida de una civil. La vida de Sheyla... La poderosa voz de Jerome a mis 6 que repite.

—HAGARARA— Y vuelve a sonar con la misma contundencia que antes. Joder... menos mal que estás aquí amigo. Al menos eso, estamos juntos en esto...

—Jerome— Lo llamo. Al oírme da un paso al frente situándose a mi lado —Comunicación— susurro en un intento por que no me oigan esos bastardos, porque si me entienden, es muy posible que se pongan nerviosos. Y yo no quiero eso. Por experiencia sé que cuando un enemigo se pone nervioso sus reacciones se vuelven impredecibles. Jerome no abre la boca pero por el click que oigo a mi lado y el sonido casi imperceptible de la estática, se que ahora tengo comunicación directa con base desde su transmisor. Vale. Avanzamos.

Doy un paso más con la vista clavada en ese diablo que retiene a Sheyla, feroz, implacable, evitando mirarla a ella, porque se que si lo hago, me voy a venir abajo y no me puedo permitir el lujo de flaquear ahora. Pero al avanzar provoco que los otros tres cierren un poco más el cerco sobre ella y ese malnacido que me mira con los ojos inyectados en sangre.

—NO TE MUEVAS— Amenaza agarrando con violencia la cabeza de Sheyla que no puede reprimir un gemido al verse sacudida por ese maldito hijo de puta.

El corazón me da un vuelco en el pecho ante la escena. El sudor frío y el miedo me recorren el cuerpo. Porque sí, ahora mismo tengo miedo. Siento un pánico atroz ante la idea de que ese cabrón le corte el cuello delante de mis ojos y se desangre aquí mismo sin que pueda hacer nada para evitarlo. Pero tengo que centrarme, hacer un esfuerzo porque el miedo no me domine. Vamos. Hay que seguir. Al menos ahora tengo algo, ese maldito diablo me acaba de revelar que habla mi idioma. Y aunque parezca que no, esto es un punto a mi favor... Otra bocanada de aire, otra vez el dolor en mis costillas al respirar mientras me trago el nudo que presiona mi garganta para anunciar.

—Soy Blaime Sanders, cabo mayor del ejército de Canadá sirviendo para las fuerzas de paz de las Naciones Unidas— Mayday base —Te insto a que sueltes a la rehén.

Sé que no lo va a hacer, han entrado aquí con la convicción de llegar hasta el final, pero al menos sé, que si alguien está oyéndome ahora mismo desde la centralita, mandarán ayuda. Otro paso más. Y otra sacudida a la cabeza de Sheyla.

—COMO TE ACERQUES LA MATO— Vocifera el muy mamón. Dios, se me va a salir el corazón del pecho.

—Blaime...— Pronuncia mi nombre ahogada bajo la presión del machete sobre su garganta provocándome un escalofrío de horror difícil de controlar. No Sheyla... Por favor... No me hagas esto, no supliques... Vuelvo a tomar aire escogiendo las palabras en mi cabeza cuidadosamente. Y este jodido dolor que me dificulta respirar. Me dificulta pensar. Me lo dificulta todo. Armándome de valor, replico.

—Ella es lo único que me impide dispararte ahora— Las cosas claras, las cartas boca arriba, no le miento, si no la estuviera usando de escudo ahora ese hijo de puta estaría en el suelo con una bala de 9mm en su frente. Pero no puedo. Y necesito ganar tiempo hasta que lleguen los refuerzos. Son demasiados, cómo intente algo contra uno los otros tres caerán con toda su furia sobre Sheyla y sobre mi.

Solo un metro me separa de ella. Un maldito metro que para mi tiene ahora la extensión de un campo de fútbol. Maldita sea, por qué tuviste que desobedecerme para hacerte la heroína, Sheyla, estabas a salvo en aquella sala... Y los refuerzos siguen sin aparecer... Vale, sigamos con el plan.

—Suéltala y te garantizo un trato justo— Negociar, es lo que me queda ahora, negociar y esperar a que mi voz suene tan firme como me lo parece a mi porque la convicción con la que lo haga puede ser el factor que decante la balanza.

Veo como uno de esos bastardos se acerca al que tiene retenida a Sheyla que parece el líder del grupo, para decirle algo en kinyarwanda que no soy capaz de entender. Mi dominio del idioma no llega tan lejos. Pero pronto salgo de dudas porque el tipo lo traduce para ponerlo en común.

—¡Tráeme a todos los tutsis que haya aquí y la suelto!— ¡Ja!. Si de verdad piensa que voy a ceder a sus exigencias no puede estar más equivocado.

—Prometí servir y proteger, bajo las leyes de las Naciones Unidas a los civiles de esta comunidad. No te voy a entregar a nadie. Repito, libérala y tendrás un trato justo— Pero a estos diablos les importan una mierda las leyes de las Naciones Unidas...

La situación está lejos de solventarse y la tensión aumenta. Ellos siguen enrocados en su posición, cada vez más exaltados, más embravecidos y yo no les voy a permitir llevar a cabo una limpieza étnica.

¡Joder! ¿Y qué pasa con mis compañeros, vienen o qué? ¿Es que no me han oído por la radio de Jerome?

Sea como sea, es hora de que mueva ficha, no podemos seguir esperando. Cuanto más tarde en actuar, más histéricos se van a poner y las probabilidades de un desenlace trágico aumentan.

—Jerome— Lo llamo. Por el rabillo del ojo puedo verlo a mi lado empuñando su pistola con las mismas ansias asesinas que siento yo. En fin... Vamos allá —Me cubres.

Desvía su mirada de los atacantes para mirarme a mí por un instante. No entiende una mierda pero da igual, tengo que hacer algo o la matarán.

Estoy a punto de iniciar mi desesperado plan de rescate calculando cómo voy a esquivar esos machetes, cuando por fin hace su aparición la caballería.

¡JODER YA ERA HORA!

Armados hasta los dientes, cuatro de mis compañeros entran por la puerta situada a la espalda de esos bastardos, gritando.

—DEPONGAN LAS ARMAS— Exige uno de ellos.

Pero no espero a que lo hagan. Aprovechando el factor sorpresa y con la rapidez que me permiten ahora mismo mis lesiones, me lanzo sobre el hijo de puta que retiene a Sheyla para asestarle un golpe con la culata de mi pistola en la mandíbula, mientras con mi otra mano la agarro a ella y la atraigo hacia mi. Y como se suele decir, que sea lo que Dios quiera.

En el movimiento me desestabilizo y acabamos cayendo los dos, al tiempo que mis compañeros abren fuego contra los asaltantes. El impacto contra el suelo y el cuerpo de Sheyla al caer sobre mi me corta la respiración. Si no tenía nada roto ahora seguro que sí, pero nada de eso importa ahora. Lo que me importa es ella.

Dejo de contener la respiración cuando la siento aferrarse a mi como el que se agarra a un salvavidas durante un naufragio en alta mar mientras a nuestro alrededor se desata el caos. Gritos, disparos, los casquillos rebotando en el suelo, olor a pólvora quemada y a sangre... Y de pronto, el silencio.

Para cuando levanto la cabeza la pesadilla ha terminado. Mis cuatro compañeros reducen a uno de los atacantes, el que al principio de todo esto retenía a la doctora Chelsea, el mismo al que Sheyla golpeó con un orinal, mientras en el suelo yacen muertos los otros tres con sus machetes aún en las manos. Porque prefirieron morir antes que parar esta locura.

Las lágrimas de Sheyla sobre mi piel apartan mi mente del campo de batalla para fijar toda mi atención en ella. Su cabeza está sobre mi pecho, mientras me agarra con fuerza sin poder contener el llanto por el horror vivido. Puedo sentir la tensión en todo su cuerpo, su respiración agitada y su miedo. Sobre todo su miedo.

Entonces el que siente miedo soy yo ante la idea de que algo le haya podido pasar durante los lances del rescate, de que una bala perdida o el filo del machete al arrancársela a ese hijo de puta hayan podido herirla. Asustado, la separo de mi para poder verla mejor. Su mirada aterrada se me clava ante la brusquedad de mi reacción.

—¿Estás bien?— Pregunto con un nudo en la garganta que casi no me deja hablar, mientras la analizo buscando sangre, heridas, algo...Pero no veo nada, ninguna señal de alarma.

La confirmación viene de su boca, respondiendo con un hilo de voz a mi pregunta.

—Estoy bien...— Murmura intentando contener el llanto.

Y entonces respiro aliviado, conteniendo el dolor, dándole gracias al cielo o a lo que sea por que siga viva. Hasta me permito destensar un poco mi cuerpo sobre las frías baldosas con el de ella sobre mi.

Vuelve a acurrucarse en mi pecho, aterrorizada, temblando entre mis brazos que la aprietan fuerte en un intento por hacerla sentir segura, aún en el suelo, con su cuerpo contra el mío, abrazados.

—Sssh— Le susurro— Ya está... Ya estás a salvo pequeña...— Trato de tranquilizarla —Se acabó...— Y de tranquilizarme a mí mismo porque aún me tiembla todo después de lo que acabamos de vivir.

Durante unos minutos permanece así, agarrotada, atenazada entre mis brazos sin poder controlar el llanto mientras le acaricio el pelo, agradecido porque esté bien, olvidándome del mundo y de mi, porque solo me importa ella.

Pero las manos de alguien levantándola me la arrancan de entre los brazos.

Desde mi posición puedo ver que se trata de Mark, el médico francés. Tras él aparecen Madeleine y uno de mis compañeros para ayudarme a ponerme en pie. Y la voz alterada de Madeleine tratando de captar mi atención.

—¿Estás bien?— Noto la preocupación en sus palabras, pero no soy capaz de responderle  porque ahora solo tengo ojos para Sheyla, de pie, frente al médico francés que le pregunta lo mismo que me acaba de preguntar Madeleine a mi. Ella asiente con la cabeza como única respuesta. La mirada perdida, encogida, atemorizada. Tan vulnerable, tan frágil ahora. Entonces Mark la abraza para consolarla. Y a mi se me revuelve el estómago ante la imagen. De nuevo una explosión de adrenalina, una llamarada de rabia que se libera por mis venas como una mecha encendida. No la toques, no te acerques, ¿Dónde estabas tú cuando estaban a punto de matarla...?

Son las manos de Madeleine, tomando mi cara y obligándome a mirarla lo que desvía mi atención de la imagen de Sheyla entre los brazos de ese tipo.

—Blaime— Me llama— ¿Estás bien?— Repite como si no la hubiera oído, y a la vez la voz de uno de mis compañeros que sujeta al único bastardo que ha quedado con vida después del asalto.

—Nos lo llevamos— Me informa.

—Bien— Respondo. Tanto a mi compañero como a Madeleine.

Es hora de volver al trabajo. Esto no se va a quedar así...

⭐⭐⭐


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro