
Capítulo 1 - Bienvenida al país de las mil colinas
Kigali 1994
Tras un largo periplo entre vuelos y viajes por carretera, por fin llego a este corazón color esmeralda en mitad de África. Ruanda es un país de extraordinaria belleza, con una exuberante vegetación, increíblemente verde, conformado por valles y colinas. La gente lleva una sencilla rutina, van de aquí para allá haciendo sus labores, como en cualquier otra parte, pero, aunque el ritmo de la vida parece transcurrir con una relativa normalidad, se puede percibir en el ambiente una tensa calma.
Es posible que sea porque Chelsea ya me puso en antecedentes antes de llegar, o porque verdaderamente, el resurgir de viejos odios esté enfrentando a vecinos por diferencias étnicas, a simple vista imperceptibles.
Me lo dejó muy claro cuando le escribí para comunicarle mi intención de unirme a su misión con el fin de hacer algo bueno por el mundo, de contribuir con mi pequeño grano de arena, de darle un sentido a mi carrera de medicina y a mi vida." Esto no es Francia amiga" me advirtió. Pero sus palabras no consiguieron disuadirme. No podía soportar más tiempo sintiéndome inútil, desaprovechada entre triajes y turnos constantemente cambiantes. Necesitaba ponerme a prueba, a prueba de verdad, saber que valgo para algo más, y qué mejor, que llevar mis conocimientos hasta un continente tan castigado como es el de África. Y aquí estoy, en el centro de Kigali, esperando a mi amiga Chelsea. Me llamo Sheyla, y esta es mi historia.
Recorro una de las calles de la capital, cargada con mis pertenencias, mientras busco a Chelsea con la mirada, hasta que por fin la encuentro. Es tan grande la emoción que siento al verla, que me olvido del equipaje para alzar los brazos llamando su atención, hasta que por fin me encuentra.
—¡¡Chelsea!!— Se me escapa un grito de entusiasmo ante la idea de volver a verla después de tanto tiempo. Chel es una belleza de piel de ébano y ojos profundamente oscuros en una cara de hermosas facciones con un gesto de rudeza que se relaja al verme a mi. Recuerdo que en la facultad esa belleza exótica despertaba el interés de la mayoría de los chicos, no como yo, que pasaba completamente desapercibida. Salvo para una persona.
La veo correr hacia mi y cuando pienso que va a detenerse y darme la bienvenida, se me lanza encima para estrecharme con fuerza en un abrazo lleno de alegría, de vida. Hacía tantos años que no nos veíamos, que es casi imposible separarnos.
—¿¡Cómo estás, loca!?
—¡Bien! bueno, todo lo bien que se puede, ¡al final has venido!—Su extraordinaria sonrisa es tan contagiosa que no puedo evitar reírme, emocionada por este reencuentro.
—¡Si! Ya era hora de hacer algo con mi vida— La imperturbable sonrisa de Chel sigue ahí mientras me analiza con la mirada —Además, no conseguí encajar en la dinámica del hospital, no me sentía útil, tampoco estaba a gusto con el estilo de vida de allí, así que... bueno, aquí estoy— Finalizo mi explicación extendiendo los brazos, abarcando el infinito, mientras me río emocionada por el salto cuántico que acabo de dar al cruzarme medio mundo para unirme a una misión humanitaria. Chel no puede reprimir una carcajada ante mi respuesta.
—Estás fatal— Responde mientras me mira con los ojos llenos de emoción y de orgullo sin borrar su sonrisa de la cara.
—Lo sé— Contesto decidida. La sonrisa de Chel pierde intensidad en este punto para aseverar.
—Te advierto de que aquí las cosas no son como en la tele, ¿te has vacunado de todo?
—Si, claro.
—Bien. Vamos— Me indica haciendo un movimiento de cabeza —Aún queda un largo camino, debemos llegar cerca de la frontera con el Zaire, es allí donde desarrollamos nuestra labor, en un pequeño pueblo. Pero quien dice pueblo dice campo de refugiados...
—Comprendo.
—Ven— Me conduce hasta un jeep donde esperan tres soldados jóvenes. Los uniformes de color verde y los fusiles me intimidan un poco —Son de la UNAMIR— Aclara —Están aquí por el proceso de paz, ya sabes— Apenas puedo prestar atención a la explicación de mi amiga, cuando lo veo a él. Un soldado más, como cualquier otro, con uniforme táctico y un aparatoso casco, con dos ases de la baraja de póker sujetos por una cinta en uno de los laterales, situados allí en un claro alarde de rebeldía, como para darle su toque personal.
Pero, la verdadera diferencia con los otros soldados, son sus ojos, unos ojos que llaman la atención, de un increíble verde intenso, como casi todo el verde que representa este país, en una mirada vacía, indiferente. Sin embargo, a pesar de esa apatía que parece mostrar en su mirada, de esa desgana, se mueve enérgico alrededor del jeep, controlando todos los puntos, fusil en mano. Mi expectación por el soldado de ojos verdes y aspecto enigmático no le pasa desapercibido a Chel, que se acerca a mí para comentar en un tono confidente.
—Es guapo ¿eh?— No puedo evitar ruborizarme ante el atrevimiento de mi amiga. Y en un pobre intento por excusarme, respondo:
—¡No! ¡No me fijaba en eso!— Miento. Claro que me fijaba en eso. La cara del soldado es de suaves facciones, armónicas y bien esculpidas. Puedo apreciar su atractivo a pesar del casco, pero es sobre todo esa mirada triste, como carente de vida, lo que me tiene intrigada, lo que le da ese aire aún más interesante.
—Ya...— Replica con picardía. Me conoce lo suficientemente bien como para saber cuando miento —Que sepas que yo también le he echado el ojo, pero no me hace caso, haber si tu consigues captar su atención, porque es un tanto seco— Subimos en el jeep y arrancamos, custodiadas por los tres soldados de la UNAMIR.
Uno de ellos conduce, el de los ojos verdes va en el asiento del copiloto y el tercero, atrás, con nosotras. Tomamos un camino que nos aleja del centro de la ciudad, hasta llegar a una carretera poco asfaltada y flanqueada por la espesa vegetación. Durante el camino, Chel me va poniendo al día.
—Bueno, aquí se habla francés pero en mayor medida el kinyarwanda, algunos entienden algo de inglés, pero son los menos. Si te encuentras con pacientes a los que no entiendas, inmediatamente remítemelos, ¿Vale?— Me limito a asentir con la cabeza, alternando la vista entre ella y el paisaje que me rodea. Chel continúa con la charla— Me figuro que desconocerás completamente la situación de este país— Deja escapar un suspiro mientras espera mi respuesta.
—Poco, la verdad— Se remueve en su asiento, incómoda.
—Claro, las cuatro líneas que saldrán en los periódicos europeos, si es que sale algo...— Comenta con acritud —Lo típico, al primer mundo no le interesa lo que pase en África, pero bueno la cosa está así :Durante mucho tiempo Rwanda fue una colonia belga, concretamente, pasaron a gestionarlo después de que Alemania perdiera la primera guerra mundial y la sociedad de naciones se repartiera sus territorios. Aunque por aquel entonces ya había tres castas que convivían a pesar de sus diferencias, la colonización belga acentuó esas diferencias entre hutus y tutsis. Por si esto fuera poco, la gestión belga le concedió el poder a los tutsis, mientras que a los hutus los marginó. Pero los hutus eran mayoría, y a principios de los sesenta, cuando los países africanos comenzaron a liberarse de los colonos europeos, los hutus, hartos de esa opresión, se levantaron en una rebelión contra los tutsis. Los masacraron, y los belgas no hicieron nada. poco después los belgas se retiraron del país. Es así como el primero de julio de 1962 el mundo entero aceptó la independencia de la república de Ruanda, acababa de nacer un país libre. Pero la paz estaba lejos de llegar. Las tensiones continuaron durante mucho tiempo, unos y otros se disputaron el poder en una lucha encarnizada. Y después de un golpe de estado, se alzó en el poder, el general Habyarimana, al frente del Movimiento Revolucionario Nacional para el Desarrollo, el actual presidente— En este punto, intervengo, extrañada por el término.
—¿Revolucionario?— Por definición, se que en la historia todo lo que lleva como apellido el término revolucionario, tiende a no ser un movimiento pacífico. Chel asiente, y continúa con la explicación.
—Si Sheyla, y no solo eso sino que desapareció el multipartidismo. Vamos, que esto pasó a ser una dictadura militar. Debido al clima de inestabilidad, miles de tutsis huyeron hacia los países vecinos, muchos de ellos hacia Uganda. Allí, viendo las montañas de Rwanda desde el otro lado y soñando con volver a su tierra, comenzó a formarse un movimiento alimentado por el sentimiento patriótico de los exiliados. Y las hostilidades se reanudaron. Así que en un intento de estabilizar la situación, las Naciones Unidas convocó a los principales líderes políticos de ambos bandos, para llegar a un acuerdo que garantice un gobierno de transición, acabe con las hostilidades y asegure el retorno de los exiliados. Pero meses después, a pesar de la presencia de la ONU, de los acuerdos de paz y de la presión internacional, la escalada de violencia sigue en aumento porque los términos de ese acuerdo todavía no se han cumplido— Estoy tan abrumada por la cantidad de información, que no sé ni por donde empezar a preguntar. Tan sólo alcanzo a decir.
—Vaya...—A lo que Chel responde con una sonrisa cargada de resignación.
—No te preocupes, ya lo entenderás. Años de odio, alimentado por la gestión y la codicia de países extranjeros a los que les conviene esta enemistad, están empujando a la población a matarse los unos a los otros. Divídelos y vencerás, rezaba el dicho. Y mientras el mundo mira hacia otro lado, aquí seguimos trabajando para frenar la catástrofe humanitaria que se cierne sobre nosotros... Por eso, quiero que estés preparada— Me mira como lo haría una madre que apercibe a su hija cuando está a punto de tomar una peligrosa decisión.
En este momento me agitan un mar de dudas porque, esto en la prensa no te lo cuentan, en el otro lado del mundo, de donde yo vengo, nada de esto sería posible. En cambio aquí, donde los límites entre el bien y el mal se desdibujan, da la sensación de que todo puede pasar.
—No te preocupes amiga— Tomo su mano entre las mías con el fin de tranquilizarla —Estaré bien— La contestación no parece reconfortarla del todo ya que, se queda observándome por un momento con una ligera y enigmática sonrisa en su rostro. La conozco lo suficientemente bien como para saber que, desde este momento asume la responsabilidad de lo que me pase. De nuevo su semblante vuelve a cambiar al recordar lo que me estaba contando.
—Bueno, ya para acabar. Hay que tener mucho cuidado, porque aquí, las persecuciones y los asesinatos son el pan nuestro de cada día. Para colmo se han organizado en milicias y actúan en grupos irrumpiendo en las aldeas y exterminar a golpe de machete a todo lo que se les cruce por delante. Nosotros, por nuestra labor, estamos en su punto de mira, Sheyla, por eso hago especial hincapié en que extremes las precauciones, estamos en medio de un conflicto armado—Vuelvo a asentir, en señal de que comprendo el mensaje, mientras Chelsea finaliza la explicación— La gente de pueblos a más de 30 km de distancia han empezado a huir hacia el nuestro que ya se parece más a un campo de refugiados que a una aldea común. Afortunadamente, tenemos el apoyo de la ONU.
Es en ese entonces cuando desvío mi mirada hacia el soldado de ojos verdes. Puedo ver su cara a través del espejo retrovisor derecho, con la mirada clavada en la carretera y un gesto serio. En ese momento el conductor advierte notar algo raro en una de las ruedas y tenemos que parar. Al momento los soldados se despliegan alrededor del vehículo, con el fusil en la mano mientras Chelsea analiza la situación.
—La rueda está rajada. Así no llegaremos al pueblo, y no tenemos rueda de repuesto... Hay que volver a Kigali y conseguir otra...— Es mi momento para demostrar que no he venido aquí de vacaciones. Me ofrezco voluntaria para volver a la ciudad a por la rueda.
—Voy yo— Así entro en materia. Uno de los soldados, el que parece de mayor rango, mira a uno de sus compañeros y le ordena:
—Sanders, acompáñala— Y Sanders, el soldado de los ojos verdes y tristes, obedece la orden sin rechistar. Comienza a caminar por delante de mí sin decir nada.
⭐⭐⭐
__HOLA COOPERANTES__
¿Cómo están? Espero que bien y todo esto que en pleno 2020 estamos viviendo no les esté causando un gran impacto.
Me presento, soy Zey Volkova, una licenciada en comunicación audiovisual que lleva toda la vida escribiendo, pero no ha sido hasta ahora, en pleno confinamiento, cuando se me ha ocurrido publicar (y animada por tres de mis grandes amigas, claro está, así que ya saben a quien culpar de esto XD)
Decir que esta aventura empezó hace muchos años ya, no sabría precisar pero al menos 10, entre hojas de papel y clases aburridas. Comenzó siendo un mero entretenimiento y con el tiempo iría adquiriendo cierto toque novelesco, pero por circunstancias de la vida, fue un proyecto que se quedó abandonado
Hasta ahora.
Que releyéndolo ( y comprobando que por aquel entonces redactaba terriblemente mal) descubrí que en el fondo, había una historia que merecía ser contada, fuera más o menos fiel a la realidad, pero al menos, tiene un motivo, una intención, y unos personajes que no pretende ser perfectos. Simplemente son personas como tú y como yo.
Ya para acabar, quiero dar las gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí, y deciros que no os abrume la parte histórica porque se irá desarrollando progresivamente a medida que avanza la trama. Porque no es cuestión de salir de aquí siendo historiadores, porque esto no deja de ser una novela con tintes históricos y no un ensayo periodístico o una tesis doctoral. Pero si además de entretener, también aprendemos algo nuevo, mejor que mejor.
Deseo que la disfrutéis muchísimo, yo desde luego he puesto y seguiré poniendo todo mi corazón en esta historia que espero os emocione, y ojalá os haga estos extraños momentos más llevaderos.
Cualquier cosa que me queráis comentar, aquí me tenéis.
Un abrazo fuerte.
Zey Volkova
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