II
El dichoso encuentro que, según KyungSoo, era lo mejor que le pasó, había provocado que sus dedos no dejaban de escribir sobre el hombre grosero que casi lo atropella, pero que le había otorgado la inspiración que creyó perdida debido a su exilio.
Todo lo contrario ocurría con JongIn, pues para él solo fue un simple loco que se atravesó en su camino y que esperaba no volver a ver, claro que le sorprendió cuando lo vio entrar a la casa continua a la suya. Esperaba no volver a verlo en su vida, sobre todo porque su presencia lo incomodó en el instante en el que sus ojos conectaron, lo cual hizo que algo dentro de él se encendiera y quemara.
Ese tipo de cosas no debía pasarle a él, no después de lo que había dicho antes de irse de casa.
Ambos siguieron con sus vidas como si jamás se hubiesen visto, pero la verdad era que el destino tenía algo preparado, haciendo que ambos continuaran pensando en el otro los días posteriores al incidente.
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Como era de esperarse, la mente de KyungSoo llegó a su tope, ocasionando que tuviera un severo bloqueo mental. No podía seguir avanzando con su historia, así que decidió ir al minimarket de la esquina por cigarrillos para despejarse de la frustración que lo estaba empezando a embargar.
Por otro lado, JongIn se ensimismó en sus clases de baile por muchas horas seguidas, pues con toda la concentración que implicaban, lograba olvidar al joven de ojos redondos y labios tentadores (aunque se negaba a admitirlo). Tuvo que poner todo de su parte, porque a veces el rostro del escritor se entrelazaba en sus pasos de baile y terminaba imaginando que se paseaba en esos labios en forma de corazón.
Cuando terminaron sus lecciones, guardó sus cosas y decidió pasarse por el minimarket que estaba cerca de su departamento, ya se estaba quedando sin comida.
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KyungSoo y JongIn caminaban con pasos despreocupados hacia el mismo lugar. Mientras el primero iba pensando qué más podía alegar sobre su musa; El segundo, pensando si adoptaría a uno de los perritos que había visto hace unos instantes, uno de ellos le había recordado la forma tan peculiar de los ojos de su vecino, se descubrió sonriendo gracias a él y eso le molestó.
Sin darse cuenta, ambos pensaban en el otro, pero no terminaban de entender el porqué o por lo menos no lo hacían con otra intención que no sea la de la curiosidad involuntaria.
KyungSoo sacó su viejo móvil del bolsillo de su pantalón para ver la fecha, vivía tan ensimismado en su mundo que solo recordaba haber visto al muchacho un jueves, pero no tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde eso.
El viejo aparato indicaba que era Jueves, 14 de Junio. Por lo visto había pasado una semana desde el accidentado primer encuentro. Suspiró y entró al negocio, saludó a la cajera, una muchacha que masticaba con su chicle muy ruidosamente, y se fue a la góndola que contenía diversas marcas de cigarrillos, entonces decidió comprar más cereal azucarado junto a otros alimentos que lo ayudarían a mantenerse vivo por algún tiempo.
JongIn entró al local y tomó una cesta para recolectar los víveres que le hacían falta. La cajera, al verlo, lo saludó y le guiñó el ojo, haciendo que el moreno se ruborizara y huyera hacia las góndolas de bebidas, si había algo de lo que estaba seguro, era de que no le gustaban las chicas, pero se negaba a aceptarlo, no debía darle la razón a su padre.
Ambos localizaron los cereales desde ambos lados de la góndola y tomaron una de las cajas coloridas que los contenían, pero no se esperaban que sus rostros se reflejaran en los ojos del otro, dándoles un brillo especial y una increíble turbulencia a sus estómagos. Parpadearon un par de veces por la impresión del encuentro, pero no se animaron a entablar un diálogo civilizado.
Terminaron de hacer sus compras y luego se dirigieron a pagar los productos. Ambos se miraban de reojo, como si quisieran decirse algo, pero a la vez no. Cada uno peleaba consigo mismo en su interior. Mientras KyungSoo se debatía entre hablarle para inspirarse; JongIn, en si las mariposas en su estómago significaban algo más que ir al baño, pero ninguno de los dos estaba seguro de si dar el primer paso.
KyungSoo fue el primero en salir, así que encendió su cigarrillo y comenzó a fumar, maquinando mil y un maneras de encarar a ese joven de piel canela. El viento comenzó a soplar con más insistencia, haciendo que las nariz de JongIn se llenara de tabaco quemado y terminara estornudando un par de veces.
Uno iba a paso lento, siendo muy consiente de que lo seguían, pues volteaba cada tanto para asegurarse de ello, mientras que el otro miraba la delgada, pero esbelta figura dar un paso tras otro. Entonces ese andar tan suave le recordó a los pasos de baile que su instructor le marcaba junto a melodías suaves y por ello, quedó embelesado.
El escritor, ajeno a todo siguió avanzando. Quedaban pocos metros para que llegara a su hogar, así que sacó sus llaves y subió las escaleras que daban a la entrada de su casa. El bailarín hizo lo mismo, pero con la cabeza gacha y las mejillas ruborizadas por mirar al otro de esa manera e imaginar cosas que no debería. Le dirigió una última mirada a la espalda de KyungSoo, la cual se introducía en su vivienda, e hizo lo mismo con la suya.
El resto de los días fueron iguales. Sin palabras, sin contacto, solo miradas llenas de ansiedad por iniciar algo, pero con el conocimiento de que lo que hacían se estaba convirtiendo en una especie de rutina, una que cambiaría sus pacíficas vidas.
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