Solo es historia
Dean
Cuando me gradué del instituto tuve una gran pelea con mis padres debido a que no quería ir a la universidad. Sabía que mi camino se encontraba muy lejos de los salones de clases "convencionales". Amaba la fotografía, siempre lo había hecho, y poco a poco fui descubriendo que me encantaba posar frente a las cámaras y estar bajo los reflectores. Aun así, mis padres nunca terminaron de comprender del todo mi vocación, por lo que tuve que dedicar cuatro años de mi vida a estudiar algo que nunca ejercería, negocios internacionales. Esos cuatro años fueron algo tediosos para mí. Por las mañanas era la persona más feliz del mundo en una academia de modelaje, pero por las tardes era el ser más miserable en la universidad, pero aquella era la retribución que debía hacerle a mis padres por pagarme la prestigiosa academia en la que comenzó mi formación artística.
El mundo del modelaje era altamente competitivo y exigente, si no tenías el carácter y la determinación adecuados, entonces estabas frito. Recuerdo que me pasaba horas y horas estudiando y practicando, incluso aprendí francés e italiano para mejorar mis oportunidades. En mis inicios, no fueron pocas las puertas que toqué suplicando por una oportunidad. No todos están dispuestos a darle trabajo a los novatos, por lo que tuve un comienzo duro al igual que muchísimas otras personas. Nunca usé el nombre de mi familia para hacer mi trayecto más fácil, no le daría la oportunidad a nadie de echarme en cara que todo lo que había logrado era gracias a mi apellido. Quería que reconocieran mi valor, mi talento y quería respeto antes que cualquier otra cosa.
Comencé desde el escalón más bajo y he llegado a donde estoy ahora gracias a mi propio esfuerzo y sudor. He tenido que soportar humillaciones, burlas, acosos, desprecio y un sinfín de cosas más en todo el camino. Pero, mi carrera dio un inesperado salto cuando estuve en una pasarela para Versace, tras eso las agencias comenzaron a llamar cada vez más y comencé a ganar miles y miles de seguidores que luego pasaron a ser millones. Millones de personas que creen en mí, que se identifican conmigo o que solo les gusta mi trabajo. Desde entonces he tenido una carrera estable. Mis mayores escándalos han sido por salir con puros idiotas, por lo que ahora muchos de mis fanáticos veían a David como el príncipe azul que he estado esperando toda mi vida... Mientras que muchos otros opinaban que no era el hombre para mí...
Y ahora, me estaba volviendo loco saber que todo lo que me costó tanto construir estaba pendiendo de un hilo...
—Si vas y le dices algo tendrás que darle muchas explicaciones a los demás, especialmente a David... —mis ojos estaban fijos en Dylan cuando dijo eso luciendo consternado, me encontraba agarrando sus manos con mucha fuerza mientras luchaba contra mis ganas de ir a matar a Vladimir.
¿Cómo pudo haberme hecho esto? Me sentía demasiado asustado e inseguro. Temía perder en un pestañeo todo por lo que he trabajado.
—No puedo, no puedo quedarme tranquilo —solté levantándome del sillón, Dylan me agarró los hombros y negó lentamente. La verdad era que no quería montar una escena delante de todos, pero la rabia me estaba carcomiendo por dentro. Estaba furioso y sentía que explotaría en cualquier momento.
—Ven, esperemos unos minutos a que terminen de desayunar. Cuando esté solo entonces hablarás con él —la voz tranquila de mi mejor amigo y su mirada confiada se sintieron como recibir un balde de agua fría que apaciguó momentáneamente el fuego y la molestia en mí. Recosté mi frente de su hombro y solté un largo suspiro.
—No puedo creer que haya hecho eso... d-de t-todas las c-cosas con l-las que p-podría d-desquitarse... —no pude seguir hablando porque mi voz se cortó y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos debido a la impotencia y frustración.
—Es un infeliz. Vamos, no quiero que te vea así... —me dejé llevar por él fuera de la sala mientras me limpiaba inútilmente las lágrimas. Le agradecí en un susurro que me sacara de allí, lo último que quería era desmoronarme frente a los ojos de ese idiota. Antes de salir miré otra vez hacia las puertas transparentes pero él seguía comiendo y pasándola bien.
En cuanto entramos en la sala de música me senté en uno de los sillones junto al piano, en el cual hace mucho tiempo un cálido y divertido chico me había estado enseñando a hablar su idioma. Aparté esos recuerdos y me di la libertad de llorar sin reparo cuando Dylan cerró las puertas con seguro. Tenía años sin llorar de esta forma. Recordé las palabras de Roger mientras Dylan sobaba mi espalda.
—Veré qué puedo hacer, pero Dean... esto no luce nada bien, todos sonaban muy decididos...
Cuando ya no me salían lágrimas tomé mi celular y volví a marcarle a Roger para que organizara reuniones con las agencias y marcas, volvería a Estados Unidos este mismo día para tratar de resolver este gran problema. Dylan y yo observamos como el teléfono sonaba ocupado, lo cual aumentó mi ansiedad.
—Hablaré con mi padre para ver si puede usar sus contactos de alguna forma... —sugirió Dylan algo pensativo, negué rápidamente.
—Está en su luna de miel, no lo vamos a molestar con eso —repliqué de inmediato, él negó con la cabeza y se sentó a mi lado.
—Sabes que él y Analise no se molestarían. Sería solo hacer unas llamadas. Y además, estamos hablando de tu carrera, de tu presente y futuro en juego, no está mal ser un poco egoísta de vez en cuando y ponerte en primer lugar... —al escuchar aquello no pude evitar considerar su idea de hablar con Robert. Vladimir puede ser un rey en el mundo de la mafia o lo que sea, pero Robert fue un primer ministro, si hay alguien que puede ayudarme probablemente sea él.
—Está bien, pero no le digas nada, lo llamaré más tarde —dije desganado, Dylan asintió mientras acariciaba uno de mis brazos.
—Veré si ya Roger está disponible —murmuró minutos después tomando mi celular, asentí mientras lo observaba poner mi clave. Mis ojos dolían de tanto haber llorado. —Sí, Roger... —me incliné hacia adelante en cuanto lo escuché hablar con mi manager, él puso el altavoz y colocó el celular entre nosotros.
—Dylan, ¿Dean está escuchando? —preguntó Roger mientras lo escuchábamos mover algunos papeles.
—Sí, aquí estoy. ¿Qué has averiguado? —dije con la voz algo ronca.
—Sally, envíale los correos a todos los de esta lista... no importa que sea domingo, hazlo pronto... —nos quedamos viendo el celular esperando a que terminara de hablar con su secretaria. Él sonaba bastante estresado y algo molesto. —Disculpen, ¿me escuchan?
—Sí, cuéntanos —respondió Dylan antes de comenzar a morderse el labio con nerviosismo.
—Todos están indispuestos, seguiré insistiendo para que nos reunamos pero no tengo muchas esperanzas... —cuando dijo eso Dylan y yo nos miramos con preocupación, otra vez mis ojos se llenaron de lágrimas. —Te recomiendo que trates de convencer a Vladimir de alguna forma, cuando lo mencionaste me puse a investigar un poco sobre él, buscaba algo que pudiésemos usar en su contra para que deshiciera todo este desastre... pero Dean, no tiene caso, el tipo tiene una tapadera perfecta, al ojo público es un generoso benefactor de caridades para niños con cáncer, huérfanos y cosas así a pesar de que todos saben lo que hace a puertas cerradas y quién es realmente...
Enterré mis manos en mi cabello con frustración. Esto no puede estar pasándome...
—En otras palabras, ¿no tengo más opción que suplicarle su perdón? —repetí con sarcasmo e irritación, Dylan me miraba atentamente. El silencio de Roger respondió mi pregunta.
—Es eso u olvidarte de tu carrera...
Tuve que respirar hondo y contar hasta diez cuando las ganas de arrancarle la cabeza a Vladimir regresaron.
—Gracias por tu delicadeza, Roger —dijo Dylan mirando mal el celular, Roger suspiró. Sabíamos que esto también era algo muy duro para él. Ha sido mi amigo y manager desde que lo conocí hace unos nueve años. —Tienes millones de seguidores, Dean. Si haces una denuncia pública contra ese maldito sabes que todos te apoyarán... —agregó mi mejor amigo levantándose de repente con ánimo, abrí mucho los ojos y asentí. Puede que eso funcione...
—Ni hablar —los dos volvimos a mirar el teléfono al escuchar el seco tono de Roger. —¿Por qué creen que no hay ni una sola reseña, comentario o noticia que ensucie el nombre de Vladimir Sokolov? Si haces eso, te puedes buscar algo peor que el fin de tu vida profesional, Dean.
Por la expresión deprimida de Dylan supe que él estaba de acuerdo con lo que Roger acababa de decir. Me sobé las sienes.
—Veré qué hago, mantenme al tanto de todo... —me limité a decirle eso y cerré la llamada luego de que se despidiera.
Dylan y yo nos mantuvimos en silencio por un momento. Sentía la cabeza saturada y caliente. No sabía qué hacer.
—Will me envió un mensaje, ya Vladimir se retiró de la mesa. Si quieres hablar con él, este es el momento... —en cuanto dijo eso mirando su celular me puse de pie y me sequé las mejillas con el dobladillo de mi camiseta, aunque sabía que mis ojos hinchados delatarían que estuve llorando. Caminé hacia la puerta hasta que Dylan me agarró por un brazo y me miró con advertencia. —Trata de razonar con él antes que todo... —sugirió haciéndome reír un poco sin nada de gracia.
—No estoy seguro de que se pueda razonar con ese hombre —dije seriamente, Dylan hizo una mueca y me soltó. Retomé mi camino hacia la puerta y en cuanto salí comencé a recorrer la casa buscándolo.
¿Se habrá marchado?
Troté hacia la entrada y fruncí el ceño al ver que sus guardaespaldas parecían estar preparándose para salir pero no habían rastros de él. Di un respingo cuando un hombre rubio de ojos negros se quedó mirándome con una sonrisa, estaba vestido como uno de los guardaespaldas. Lo más extraño es que me parecía conocido...
—¡Dean! —me llamó mientras se acercaba a mí, abrí la boca con sorpresa al reconocerlo. Era Jack Walsh, el guardaespaldas que antes seguía a Cameron como una sombra desde que comenzó a salir con Dominik.
—Jack, no te estaba reconociendo —dije saludándolo con un corto abrazo cuando llegó hasta mí, él se hizo el ofendido pero luego soltó una pequeña risa sin dejar de mirarme.
—Desapareciste de repente hace 18 años —mencionó con curiosidad y me pareció notar algo de decepción en su tono, me rasqué la nuca.
Jack, Dylan, Cameron y yo pasamos mucho tiempo juntos durante mi último año en el instituto. Año en el que tuve que recibir meses de clases particulares en el apartamento de Dominik. Estuve casi medio año sin poder poner un pie fuera de aquel lugar porque tenía miedo y porque casi siempre estaba drogado por los sedantes y medicamentos que me daba mi psiquiatra para "controlar" mis ataques de pánico y ansiedad, producto del trauma que desarrollé con la muerte de Vladimir.
—Disculpa, realmente hui de este lugar —confesé lo obvio mientras llevaba varios mechones de cabello tras mis orejas. Jack asintió con una pequeña y dulce sonrisa que me pareció bastante cálida, le sonreí de regreso.
Usualmente los guardaespaldas siempre mantenían cierta distancia, pero con Jack fue distinto. "Es raro que me estés vigilando de lejos, me siento acosado. Así que si vas a tener que estar haciendo esto, quédate donde te pueda ver". Aquellas fueron las palabras de Cameron un día y desde ese entonces, Jack lo acompañaba cada vez que salía sin Dominik y así fue como comenzó nuestra pequeña amistad.
—Me alegra verte bien —murmuró viendo mi rostro a pesar de que probablemente tenía los ojos enrojecidos. Asentí levemente con un poco de pena al recordar que varias veces me tuvo que ver llorando, teniendo episodios de depresión y crisis existenciales.
—Gracias. Quisiera seguir hablando contigo pero tengo algo que hacer. ¿Has visto a Vladimir? —le pregunté rápidamente sintiendo algo de amargura, él se llevó una mano a la barbilla y miró alrededor.
—Parece que va a salir, pero búscalo en su oficina, debe estar ahí —respondió con seguridad, le sonreí nuevamente. Su oficina... Por momentos olvidaba que esta ya no era la casa de los Brown.
—Te lo agradezco, luego hablamos —dije con algo de prisa, él me sonrió y sin más me di media vuelta y caminé hacia la que anteriormente era la oficina de Robert.
Me detuve frente a la puerta cerrada del lugar que solía conocer bastante bien. Observé el pequeño teclado de seguridad que habían instalado arriba del pomo, arqueé las cejas al ver que ahora no solo se necesitaba una clave, sino también una huella dactilar para entrar. Toqué la puerta dos veces preguntándome que tendrá ahí adentro para necesitar medidas extra de seguridad. Ni siquiera Robert en sus tiempos de político había implementado eso.
Olvidé aquello cuando la puerta se abrió dejando ver a Vladimir, el cual no lucía nada sorprendido de verme, al contrario, había una pequeña sonrisa burlona en su rostro, mantuve mi expresión serena y entré en la oficina cuando él se hizo a un lado en completo silencio.
Miré alrededor con algo de sorpresa. Todo había cambiado. Las paredes anteriormente cubiertas por un sobrio papel tapiz crema ahora eran negras al igual que el gran escritorio de cristal sobre el cual había una computadora con dos pantallas, miré los asientos de cuero negro y la alfombra gris oscuro que cubría todo el piso. Solo había un enorme cuadro en la pared del fondo, era una pintura en blanco y negro del Big Ben. Este lugar lucía frío y solitario...
—Toma asiento si quieres... —miré a Vladimir cuando dijo eso a la vez que se sentaba tras el escritorio después de cerrar la puerta. Me mantuve de pie detrás de un sillón, él juntó sus manos delante de su pecho y me observó con atención.
Me quise abrazar a mí mismo cuando comencé a sentir lo realmente frío que estaba el ambiente. Miré hacia la pantalla en una de las paredes y me quedé incrédulo. Tenía la temperatura en -3 grados. Volví a mirarlo, él lucía muy tranquilo mientras esperaba a que hablara. Por la forma en que observaba mis ojos con atención probablemente ya se dio cuenta de que había estado llorando.
—¿Por qué lo hiciste? —le pregunté mientras apretaba el espaldar del sillón frente a mí. Mi voz ni siquiera sonó molesta, pero estoy seguro de que podía ver en mi expresión la furia que sentía.
—¿Hacer qué exactamente? —contestó con otra pregunta, su tonito de burla me estaba fastidiando. En su mirada había reconocimiento, es obvio que sabe perfectamente de qué estoy hablando.
—Meterte con mi trabajo, fuiste tú, ¿no? —dije cruzándome de brazos al sentir que la piel se me erizaba por el frío, Vladimir me sonrió aunque sus ojos mieles lucían serios.
—Me declaro culpable —admitió levantando ambas manos, su mirada expectante me decía que estaba esperando una ola de insultos y gritos, pero respiré hondo y mantuve la calma recordando las palabras de Dylan.
—¿Por qué lo hiciste? —susurré haciendo un enorme esfuerzo por lucir "dolido" esperando que aquello ablandara su corazón... Claro, si es que tiene uno.
—¿Eso te ha funcionado antes? —Vladimir estaba aguantándose a duras penas una risa mientras me observaba, dejé de fingir y de disimular el odio y la rabia que sentía realmente. Lo sabía, no puedo razonar con este imbécil.
—Eres despreciable —declaré acercándome con rabia a su escritorio, él ladeó un poco la cabeza mientras me miraba con interés. —¿Lo hiciste por lo que pasó esa noche? Sabes perfectamente que no teníamos otra opción, tú hubieses hecho lo mismo que yo. Además, creí que ya estabas muerto... —admití en casi un susurro finalmente mencionando aquella noche que nos marcó por siempre.
No había tenido el valor de abordar ese tema con él porque aunque no quisiera decirlo en voz alta, la culpa que había sentido se convirtió en vergüenza luego de ver que él estaba vivo.
Pero para sorpresa mía, Vladimir no me miró con odio o desprecio esta vez, pero su indiferencia se sintió como recibir diez puñaladas. Él había dejado de prestarme atención mientras miraba hacia su computadora.
—Ah, sí, esa noche... alcancé a escuchar tu mensaje de despedida... ¿qué fue lo que dijiste? Mmmm... si no me equivoco, dijiste que lo sentías y que hubiese sido mejor no haberte conocido... —abrí mucho los ojos y mi corazón se aceleró al saber que él había escuchado esas palabras que he estado repitiendo en mi cabeza durante incontables noches. Me decepcionó un poco notar que él hablaba con mucho desinterés mientras me miraba de reojo y escribía. —No sé por qué te molestarías en decirle eso a alguien que creías muerto, pero bueno... no te pude contestar en ese momento por obvias razones pero solo quería decirte que opinaba lo mismo, conocerte fue lo peor que me pudo haber pasado en la vida.
Y de pronto el tiempo se detuvo.
Vladimir y yo nos quedamos observándonos fijamente, yo con un nudo en la garganta al escuchar sus palabras tan crueles y frías, y él con una expresión impasible y una mirada llena de frialdad. Aunque se haya convertido en un desgraciado, no podía olvidar el hecho de que hace 18 años él fue quien me ayudó a entender que había vida después de Robert, que el mundo no era tan gris como yo creía y sobre todo, que era posible comenzar a enamorarme de alguien más...
Pero ese dulce y atento Vladimir solo era historia. Tuve que apartar la mirada de esos hermosos ojos que en el pasado solo me brindaron calidez, y que ahora lucían vacíos. Respiré hondo y asentí mientras miraba el piso. Sentía que finalmente mi cabeza había asimilado por completo lo que Dylan ha estado diciéndome estos dos días. No conocía a este hombre y aquella noche sí murió el Vladimir por el que lloré durante años.
—Pero respondiendo tu primera pregunta, no lo hice por eso. Te dije que alguien debía enseñarte a respetar —levanté la mirada rápidamente cuando dijo aquello seriamente, solté una risa floja. Creí que esto había sido parte de su venganza, pero al parecer lo que le molestó es que no soy un adulador como todos los que lo rodean.
—¿Esto es así contigo? ¿Si alguien no se arrodilla ante ti le arruinas la vida? —pregunté con molestia acercándome más al escritorio.
—Es respeto, Dean, el mismo que creo que te he dado desde que nos volvimos a ver. Pero tú, con esa actitud de que vas contra cualquier tipo de orden aquí y con tus acusaciones sin fundamentos... Sí, tenía que hacerte aterrizar. Así son las cosas aquí, lamento que hayas tenido que aprenderlo de esta forma —respondió aquel cínico con mucha calma, pero en sus malvados ojos podía ver que está disfrutando esto.
—¡¿Estás loco o qué?! ¡Eso no te da derecho a interferir en mi vida! —grité a la vez que golpeaba su escritorio con las manos abiertas, cosa de la que me arrepentí al instante al sentir mis palmas arder. Vladimir ni siquiera pestañeó.
—Eso debiste pensarlo antes —dijo encogiéndose de hombros. —Aunque puedes venir a arrodillarte si quieres, no te detendré —agregó con un tono malicioso a la vez que miraba hacia su pantalón, apreté los labios con fuerza.
—Eres un maldito psicópata —mascullé mientras caminaba alrededor tratando de controlarme. Quería coger la computadora y lanzársela a la cabeza. Él solo se limitaba a observar con cautela cada uno de mis movimientos. No debe sentir ningún tipo de empatía o de remordimientos y ni siquiera parecía estar tomándome en serio. —Tengo una vida, Vladimir. Me ha costado mucho llegar a donde estoy y lo has destruido todo. No espero que lo entiendas, pero algunas personas tenemos que trabajar para vivir, ¡tengo cuentas que pagar y muchas otras responsabilidades! No solo me arruinaste a mí, sino también a todos los que trabajan conmigo —después de decirle aquello busqué en su mirada alguna señal de arrepentimiento pero todo lo que obtuve fue más indiferencia. No sé en qué estaba pensando, este hombre debe asesinar gente por diversión, lo único humano en él es su cuerpo.
—Me imagino que no dormirás esta noche sabiendo que perdieron su trabajo debido a tus acciones —me quedé boquiabierto cuando dijo eso tranquilamente con una sonrisita maliciosa. Y así de rápido me hizo pensar por un segundo que esto sí era mi culpa. Todos me advirtieron sobre él y aun así aquí he terminado...
—Yo no puedo ni imaginar cómo es que duermes tú sabiendo todo lo malo que has hecho —dije con desprecio, por un segundo su mirada se oscureció, pero rápidamente lo ocultó y sonrió a la vez que se levantaba.
—Te aseguro que hoy dormiré como un bebé —comentó viendo su reloj, negué lentamente.
—Yo sí tengo una conciencia —respondí cruzándome de brazos, él levantó la vista.
—Felicidades —dijo riendo y caminando hacia la puerta, lo seguí con frustración. —Tengo una vacante disponible si estás buscando trabajo —soltó con una sonrisa mientras abría, rodé los ojos.
—¿Una vacante de qué? ¿Como mercenario? No, gracias —dije sarcásticamente mientras comenzaba a caminar lejos de él, pude escuchar su risa a mis espaldas.
—Hablo en serio, búscame cuando te decidas —miré hacia atrás cuando dijo eso, estaba allí parado sonriéndome con burla, le mostré un dedo.
—Te odio —admití seriamente, eso lo hizo sonreír aun más y por el brillo en su mirada supe que el sentimiento era mutuo.
Rompimos el contacto visual cuando Aiden y Evie aparecieron corriendo por el pasillo, me di la vuelta y me marché mientras Vladimir comenzaba a hablar con ellos. Prácticamente arrastré mis pies por toda la escalera y entré en la habitación de Dylan, me tiré en la cama y le escribí un mensaje para que viniese.
Enterré mi rostro en la almohada y grité con frustración. Dos días aquí y ya se había convertido en una horrible pesadilla.
—Lo sabía, ¿qué está pasando? Fue Vladimir, ¿verdad? —ni siquiera me di la vuelta al escuchar a Shelly enojada cuando se abrió la puerta, me quedé llorando con la cara contra la almohada. —Te lo advertimos —dijo la pelinegra soltando un suspiro de cansancio.
—Este no es el momento, Shelly —escuché a Cameron decir eso. Pocos segundos después sentí cómo la cama se hundía en distintos puntos. Levanté la cabeza y miré alrededor. Shelly, Dylan, Harry, Abigail y Cameron estaban aquí discutiendo.
—Puedes decirles, estoy acabado —le dije a Dylan cuando me miró significativamente, volví a mi posición anterior mientras mi mejor amigo les decía lo que sucedió.
Volví a levantar la cabeza al no escuchar absolutamente nada luego de que Dylan les dijera. Ellos no lucían tan sorprendidos. Ahora comprendía que no exageraban con sus advertencias sobre Vladimir, el cual ya confirmé que está completamente desquiciado.
—¿Eso fue porque nos llevamos su vehículo? —preguntó Shelly mirándome pensativa, miré alrededor con distracción cuando todos guardaron silencio.
—Quizás también le dije que era un traficante de personas, que me drogó y que no le tenía miedo... —susurré. Todos empalidecieron, incluso Dylan me miraba con el ceño fruncido. —Aun así, no creo que eso haya sido razón suficiente para arruinar mi vida —dije con indignación.
—¿Hola? ¿Estamos hablando de la misma persona? ¿Sexy y alto ruso malvado? —preguntó Abigail con sarcasmo mientras se quitaba los tacones y se acostaba en la cama.
—¿Y cómo que te drogó? ¿A qué te refieres? —quiso saber Cameron con algo de preocupación, suspiré.
—Anoche me sentía muy mal en la fiesta, definitivamente alguien me drogó, como creí que había sido Vladimir lo encaré pero dijo que no lo hizo y... —me callé pensando seriamente en si decirles más que eso, ellos se quedaron callados esperando a que siguiera.
—¿Y...? —repitió Dylan luciendo algo molesto conmigo al ver que no continuaba.
—Y según Vladimir, David sabe algo... —añadí con un poco de vergüenza. Escuché a Shelly ahogar una exclamación. —Pero obviamente eso es mentira, David no es como él —dije con firmeza ganándome unas cuantas miradas de desconfianza. Me senté en la cama y los miré con fastidio. —Lo conozco, él no es así...
—Llámenme loca, pero le creo a Vladimir —soltó Abigail de repente mientras sacaba una paleta de su cartera y le quitaba la envoltura. Sentí una punzada en el estómago al escucharla decir eso. —O sea, no digo que David te haya drogado pero sí tenía un comportamiento raro, no quería decirlo para no sonar... paranoica quizás, pero... cuando ustedes fueron a comprar los regalos, subí a buscar las zapatillas de Dahlia porque se le habían quedado en su habitación y adivinen a quién encontré en su closet mirando su ropa...
Me llevé una mano a la boca al escuchar eso, todos estaban estupefactos.
—No... —murmuró Dylan todavía sorprendido, pude ver cómo su sorpresa se transformaba en enojo.
Estaba confundido. ¿Qué hacía David ahí?
—Me dijo que se había perdido pero realmente no le creí. Ya le dije a Dahlia que no volviera a dejar su habitación abierta —agregó Abigail con un tono amargo. Sentí una gran tensión en mi cuerpo, y escapando de las miradas de lástima y enojo de mis amigos, volví a cubrirme el rostro con la almohada. No sabía qué pensar. David nunca había hecho algo que me hiciera dudar de él pero le mintió a Abigail. Nuestra habitación estaba frente a esta, eran las dos primeras habitaciones del segundo piso, mientras que la de Dahlia estaba prácticamente al final de uno de los pasillos. Nadie podría confundir eso.
—Si Dominik se entera lo va a matar solo por sospecha —Cameron murmuró algo que ya todos sabíamos. ¿Por qué siempre se me juntan todos los problemas?
—Dean... —ignoré el llamado de Dylan. Me sentía en depresión. Diría que este día no podría ser peor pero tengo tanta mala suerte que probablemente pasarían más cosas malas.
—Dean, tienes que hablar con él si todavía no lo has hecho. Si realmente fue él quien te drogó... quién sabe lo que estaba planeando hacerte —dijo Harry con rabia, relamí mi labio inferior y enterré aun más la cara. Tenía miedo de escuchar la respuesta, por eso no le había preguntado nada a David. La verdad era que no quería agregar otro fracaso más a mi lista de relaciones fallidas. Y romper mi compromiso sería la cereza en el pastel de mi triste vida.
Pero sabía que solo era cuestión de tiempo. Ver a Robert y a Analise tan enamorados me había caído fatal, no porque me importase Robert o algo así, sino porque sabía que yo nunca me sentiría de esa forma con el pelirrojo.
—¿Pueden salir un momento, por favor? Necesito hacer una llamada —dije mientras volvía a sentarme. Todos comenzaron a salir mientras me miraban con algo de lástima.
—Dean —miré a Dylan cuando me habló, el castaño se veía un poco inquieto y molesto. Cuando los demás salieron él cerró la puerta y se sentó a mi lado. —Anoche debiste decirme que estabas tan mal —murmuró con desaprobación, me encogí de hombros y negué. Él se veía demasiado feliz pasándola bien con su esposo, no iba a arruinarle la noche.
—No duró tanto el efecto, cuando te vi ya me sentía mejor —contesté con tranquilidad. Algo se encendió en sus ojos y por un segundo me pareció estar viendo a Dominik. La frialdad en los ojos azules de Dylan me dejó hipnotizado por un momento.
—Si David fue quien te hizo eso, y si vuelve a acercarse a la habitación de Dahlia o si tan solo le habla de alguna forma extraña... —él dejó la oración inconclusa mientras me miraba, asentí suavemente. Yo mismo me encargaría de David si hacía la más mínima cosa sospechosa.
—Hablaré con él luego de llamar a tu padre —dije mientras sacaba mi celular esperando que Robert pudiese sacarme de la lista negra en las que Vladimir me había metido. —¿Me das su número? —le pregunté, Dylan me sonrió levemente y comenzó a dictármelo.
—Entonces no pudiste llegar a ningún acuerdo con Vladimir... —mencionó con desanimo, negué mientras escuchábamos el teléfono sonar.
—Me está ofreciendo un trabajo —mascullé rodando los ojos y recordando la absurda propuesta del ruso.
—¿Enterrando a sus muertos? —soltó Dylan sorprendido, los dos nos miramos y nos comenzamos a reír como idiotas.
—¿Hola? —nos callamos al escuchar a Robert contestar.
—Hola, papá. Necesitamos un favor... —dijo Dylan mirando la pantalla.
—Perdón que te molestemos en tu luna de miel —dije rápidamente sintiéndome culpable.
—No se preocupen, ¿qué sucede? —preguntó él con despreocupación, Dylan y yo nos miramos más relajados. Le hicimos un resumen de toda la situación, Robert se mantuvo en completo silencio mientras le hablábamos. —Dios mío, ese muchacho... —me causó un poco de gracia como dijo eso fastidiado a pesar de que Vladimir ya era todo un hombre. Se nota que se llevan muy bien. —Voy a ver qué puedo hacer pero realmente no te prometo que esto se pueda resolver... a menos que él lo quiera...
Mis esperanzas cayeron en picada al oír eso. Robert era la única y última esperanza que tenía.
—¿Pero qué rayos...? Papá, ¿no puedes simplemente llamar a las agencias o algo así? —preguntó Dylan confundido e irritado, miré el teléfono sintiendo la garganta seca. Robert soltó un pesado suspiro.
—Dylan. Las cosas que Vladimir hace u ordena, difícilmente se pueden deshacer...
¿Qué? Para que el mismísimo Robert Brown esté diciendo eso Vladimir debía tener un poder e influencias más allá de lo que imaginamos.
—¡Eras el primer ministro de este país! Tienes que conocer a alguien que pueda arreglar esto. Y Vladimir es solo...
—Vladimir es alguien que ahora mismo con solo una orden podría desplomar la economía y llevar a la quiebra a cualquier empresa, ciudad y posiblemente un país entero si se lo propone. Nadie va a querer estar en su contra. Tampoco deberíamos estar hablando esto por teléfono. Aléjense de él y déjenme ver qué puedo hacer.
Dylan y yo nos quedamos helados mientras Robert nos hablaba con mucha dureza antes de colgarnos. El silencio entre nosotros pareció eterno, Dylan todavía miraba asombrado la pantalla del celular. Se veía más pálido que nunca. Esto era muy serio.
—Hace mucho tiempo que no escuchaba a mi padre hablar así —murmuró mi mejor amigo haciendo una mueca.
—Vladimir está metido en algo muy grande —dije al recordar sus palabras, Dylan asintió. Una sonrisa se fue formando en mi rostro, mi mejor amigo me miró con temor, lucía algo perturbado. —Lo voy a destruir —murmuré sintiendo como el enojo se apoderaba nuevamente de mí al igual que un extraño deseo de venganza.
—¿Qué parte de aléjense de él no entendiste?
Lo ignoré y me puse de pie con los ánimos renovados. Tenía que descubrir en qué estaba metido ese hombre y usar eso en su contra para que me devolviese lo que me había arrebatado sin ningún tipo de consideración.
—Ya escuchaste a Robert. Si Vladimir de verdad tiene tanto poder entonces nunca podré recuperar mi vida. ¿De qué voy a vivir? ¿De pedirle dinero a mis padres? ¿De la carrera que estudié hace un millón de años? Apenas recuerdo el nombre de una materia. No voy a dejar que se salga con la suya... —dije caminando hacia la puerta.
—¿Y qué harás? ¿Le preguntarás qué cosas ilegales está haciendo? —me detuve cuando Dylan preguntó eso sarcásticamente, me di la vuelta. Él seguía sentado en la misma posición de antes. Sonreí un poco.
—Aceptaré trabajar para él —respondí haciendo que se levantara y caminara hacia mí mientras negaba rotundamente.
—Sabes que eso era lo que él buscaba desde el principio, ¿no? Al dejarte sin trabajo y todo eso... —dijo lentamente mientras me miraba como si yo no entendiera lo que está diciendo. Puse una mano en su hombro y asentí. No soy estúpido. Obviamente Vladimir tenía todo esto planeado, quería dejarme sin opciones para que aceptara su propuesta. La pregunta realmente es, ¿por qué? ¿Qué más está planeando?
—Lo sé, pero no hay mejor forma de investigarlo que trabajando para él —respondí como si fuese obvio, Dylan seguía viéndome con mucha desaprobación, luego entrecerró los ojos y me comenzó a inspeccionar.
—Mírame a los ojos y júrame que quieres hacer esto únicamente por tu vida profesional y no por otras razones —él me miró fijamente, su expresión me dio un poco de risa.
—Espera, espera —le dije mientras luchaba por no reír, él seguía serio observándome con una ceja arqueada. —Lo juro, ¿por qué más querría hacerlo? —murmuré cuando finalmente pude hablar sin reírme, él lució algo exasperado.
—Vladimir y peligro... sí, suenan como las cosas que te gustan... —susurró secamente saliendo por la puerta, lo seguí con el ceño fruncido.
—No me gusta, lo odio. ¿Y cómo puedes decir eso después de lo que me hi... —me callé cuando vimos a David recostado de la pared de enfrente. Me puse nervioso de repente y Dylan en cambio no disimuló ni un poco su desagrado al verlo.
—Estaré abajo, estamos pensando en ir a la playa, espero que quieran ir —dijo el castaño pasando la mirada hacia mí, por su tono al decir esto último sabía que solo invitó a David por puro compromiso. Pero era obvio que no quería que fuera. David le estaba sonriendo amablemente, miré sus ojos verdes que lucían tan inocentes y sonreí. No hay forma de que sea una mala persona.
—¿Irán todos? —pregunté mirando significativamente a Dylan, él se rascó la nuca y me miró con inseguridad. Si Vladimir iría entonces prefería quedarme aquí. Esperaré unas horas para aceptar su oferta, primero quería volver a hablar con Robert. Contrario a lo que Dylan pueda pensar, yo no quería estar donde Vladimir esté, trabajar para él sería una de las decisiones más difíciles que podría tomar.
—No estoy seguro —su respuesta no me tranquilizó.
—Creo que será mejor si nos quedamos aquí —dije mirando a David, él hizo un puchero y negó dejándome algo sorprendido.
—Yo quiero ir a la playa, ¡vamos, por favor! —exclamó agarrando uno de mis brazos y sobando su cara en el, Dylan lo miró con un poco de asco pero luego me sonrió falsamente.
—¡Vamos todos! —exclamó mi mejor amigo levantando los brazos y fingiendo emoción.
—Está bien, iremos —cuando dije eso David me dio un gran beso en los labios.
—¡Buscaré mi traje de baño! —dijo emocionado mientras prácticamente corría hacia nuestra habitación.
—Parece que ya aprendió cuál es —soltó Dylan ácidamente cuando vimos al pelirrojo cerrar la puerta. Solté un suspiro y miré a mi mejor amigo.
—Quizás todo fue un malentendido. Pero aun así, no le diré nada de lo que ha pasado hasta que sepa quién me drogó anoche —murmuré mientras los dos caminábamos hacia las escaleras, vi de reojo que él asintió complacido.
—Hoy trata de divertirte por un momento, ya verás que todo se resolverá —agradecí sus palabras de apoyo, le sonreí y asentí. —Estaré con mi madre —dijo mientras comenzaba a bajar las escaleras. Me quedé observándolo y sentí un cálido regocijo en mi interior. Dylan era mi otra mitad en esta vida. Es el mejor amigo que cualquiera podría desear.
Caminé de vuelta a la habitación mientras leía el último mensaje de mi manager.
—Las nuevas agencias con las que me reuniría esta semana también cancelaron.
Guardé mi celular sin responderle. Solo podía pensar en toda la gente que tendré que despedir si todo tardaba más de un mes en resolverse.
Al abrir la puerta encontré a David doblando una toalla para meterla en un enorme bolso que estaba sobre la cama. ¿Planea mudarse a la playa o qué?
—No creo que sea necesario llevar eso... —le dije suavemente mientras sacaba la toalla apretujada del bolso, David me miró confundido. —Allá habrán toallas —le expliqué con calma, él se sorprendió un poco pero luego asintió luciendo avergonzado. En cuanto Dylan mencionó la playa solo pude pensar en la casa que él y Will tenían en Bournemouth.
—Es la costumbre —murmuró David haciendo un pequeño puchero, sonreí un poco y me senté a su lado. Él era como un niño a veces, o al menos esa era la percepción que tenía. —Tengo miedo de avergonzarte, soy muy diferente a todos tus amigos... —susurró con tristeza, lo miré con el ceño fruncido.
—¿Alguien te ha dicho algo? —pregunté de inmediato con preocupación, él negó lentamente y me miró apenado.
—No. Pero a veces me siento un poco fuera de lugar, como si fuese el tonto norteamericano que no encaja —sus amargas palabras me hicieron sentir mal. No tenía ni idea de que se sentía de ese modo. Agarré una de sus manos y giré suavemente su rostro para que me mirara a la cara.
—Le caíste bien a mis amigos, además, es conmigo con quien tienes que encajar, no con ellos —le dije esto último como si fuese obvio, su mirada se iluminó y con una sonrisa me dio un gran abrazo.
—Pensé que me odiaban, Dylan me mira mal algunas veces —dijo con una expresión de confusión mientras cerraba el bolso, me reí un poco incómodo.
—Él es así, no es nada personal —susurré esa mentira piadosa sabiendo perfectamente que sí era algo personal. David volvió a sonreír.
—Es un alivio escuchar eso. Entonces, ¿nada de toallas? —me reí un poco al ver cómo miró con duda la toalla, sus mejillas se sonrojaron un poco cuando me observó. —Crecí en un pueblito, cada vez que íbamos a la playa teníamos que llevar muchas cosas y las toallas eran lo más importante para mí —confesó con algo de nostalgia, sentí ternura al notar lo vulnerable que lucía en este momento.
—¿Sabes qué? Nunca son demasiadas toallas —afirmé mientras abría el bolso y metía otra vez su toalla, solté un pequeño gemido de sorpresa cuando se me tiró encima abrazándome. Me reí al sentir sus manos haciéndome cosquillas bajo las axilas. —Ya basta, p-por f-favor —le supliqué mientras me reía y trataba de apartarme.
Él se detuvo mientras aun estaba sobre mí, se quedó observándome con admiración. No lo detuve cuando acercó sus labios y me besó suavemente a pesar de que todo lo que sentía era culpa. Me deprimió no sentir nada más al estar así con él. Sentía que David me agradaba más como amigo que como pareja...
Me separé de él y me senté en la cama con un poco de incomodidad mientras que por su parte, él parecía haber ganado la lotería con esa sonrisa enorme en su rostro.
—Ya debemos bajar —dije rápidamente en cuanto me llegó un mensaje de Dylan. Sin perder ni un solo segundo más salí por la puerta cuando él agarró el bolso.
Los dos bajamos al primer piso encontrándonos con los demás, me relajé al no ver a Vladimir. Le agradecí al cielo cuando los hijos de Dylan se acercaron a David distrayéndolo, el pelirrojo lucía encantado al hablar con ellos.
—Iremos a Bournemouth. Mi mamá, Valentin y Shelly se fueron primero —dijo Dylan al acercarse a mí, asentí. —Y... Vladimir también vendrá —susurró en mi oído, resoplé y me encogí de hombros. No le daría importancia. Ya me arruinó bastante el resto de la vida, así que al menos por hoy me enfocaría en relajarme.
—¡Ya nos vamos, son tres horas de viaje así que haremos una sola parada! —exclamó Will levantando un poco la voz, él frunció el ceño cuando ni siquiera sus hijos le hicieron caso. Todos estaban hablando entre sí muy emocionados. —Si se quieren parar más de una vez van a tener que orinar a un costado de la carretera —dijo ahora con fastidio haciendo que todos guardaran silencio y lo miraran mal, me reí. —Ah, eso sí lo escucharon, ¿verdad? —dijo aun enfurruñado mientras caminaba hacia la puerta, Dylan se comenzó a burlar de él a la vez que todos salíamos.
—Ven con nosotros, David, para enseñarte el juego del que te hablé ayer —Aiden estaba tirando del brazo del pelirrojo y llevándolo hacia el auto en el que Dylan y Will se habían subido, David me miró con duda pero le asentí mientras sonreía. Cuando el vidrio del asiento del copiloto se bajó miré a otro lado ignorando la mirada exasperada de mi mejor amigo. Caminé hacia allá aguantando una risa y mirando al cielo despejado.
—¡Dean, tú ven conmigo! Como Shelly se fue primero me toca irme sola —me detuve cuando Abigail literalmente se aferró a mí, la miré, ella estaba haciendo un pucherito.
—Está bien, vamos —le dije con despreocupación haciendo que diera unos saltitos. A veces creía que la rubia seguía siendo una adolescente...
—¡Solo déjame buscar mis cosas, se me quedaron en la sala, no te vayas sin mí! —gritó mientras corría hacia la casa, me quedé asombrado viendo lo rápida que era aun con tacones, uno de sus muchos talentos.
—¿Te vas con nosotros? —me preguntó Cameron al pasar a mi lado.
—No, estoy esperando a Abigail —contesté viendo como Dominik, Dahlia e Evie se subían en una camioneta.
—Buena suerte —regresé mi vista al rubio cuando dijo eso con diversión. —Abigail se la pasa cantando o más bien gritando en todos los viajes... —murmuró entre risas mientras se alejaba, suspiré. Lo había olvidado por completo...
—Dice Abigail que nos adelantemos —dijo Harry después de cinco minutos en los que todos esperaban a que la rubia saliera de la casa. —Ven con nosotros, Dean —agregó mirándome, en su auto también estaban Aaron y Klaus.
—No, la voy a esperar —respondí sin ningún tipo de inconveniente con eso, Harry me miró con incertidumbre pero luego asintió.
Observé como todos comenzaban a marcharse. Como no habían señales de Vladimir suponía que se iría más tarde si es que no lo ha hecho ya. El único auto que quedaba aquí afuera era el convertible rojo de Abigail.
—Perdón por la demora —miré hacia atrás cuando finalmente salió, ella miraba un poco preocupada su teléfono.
—¿Pasó algo? —pregunté acercándome a ella, la observé soltar un dramático suspiro y asintió.
—Mi hijo, eso es lo que pasó. Llegó al país hace unos minutos de su internado en Alemania, tengo que ir a buscarlo al aeropuerto —dijo rápidamente luciendo algo nerviosa, arqueé una ceja y me crucé de brazos.
—Ajá, ¿y eso se te había olvidado hasta ahora? —pregunté con incredulidad, ella me miró mal.
—¿Estás cuestionando mi maternidad? —preguntó indignada, me quedé boquiabierto.
—Eso lo acabas de decir tú —respondí todavía sin poder creer que se haya olvidado de algo tan importante.
—Estaba muy ocupada con la boda y con otras cosas, por eso lo olvidé —contestó luciendo aun más nerviosa que antes. Entrecerré los ojos. —Pero, ¡mira! Te puedes ir con Vladimir, ya se va —exclamó de repente mientras miraba detrás de mí, me di media vuelta y comencé a negar al ver el auto de mis sueños saliendo del garaje.
—Prefiero morirme antes que estar tres horas en ese espacio tan pequeño con ese imbécil —declaré sin tapujos. Eso era impensable, Abigail está completamente loca si cree que haré eso aún después de saber lo que me hizo.
—¡Vladimiiir! ¡Vladii, por aquí! —la rubia demente comenzó a mover los brazos como loca para llamar su atención.
—Abigail, ¿qué demonios crees que haces? —dije bajando la voz y agarrando sus brazos para que dejara de hacer eso. Ella me miró fijamente.
—¿Qué crees? Te doy tres horas más para que puedas intentar convencerlo otra vez.
Me llevé una mano a la cabeza con pesar cuando escuché eso. Abigail realmente no entiende que es más probable que se congele el infierno antes de que Vladimir se arrepintiera de lo que hizo.
—No sé de dónde sacas tanta fe —murmuré viendo con desagrado cómo se detenía su auto frente a nosotros, él bajó el cristal del copiloto y tras sacarse los lentes nos miró con interrogación.
—Se me presentó una emergencia y tardaré unas horas en llegar a la playa, ¿puedes llevar a Dean? —le preguntó ella, la vi acercársele con una radiante sonrisa, Vladimir sonrió también al escucharla, él me miró por unos segundos.
—Será un placer —contestó con un tono que me dio miedo, comencé a negar nuevamente. Probablemente me mate y me entierre donde nadie me pueda encontrar.
—Aquí hay más autos, me puedo ir solo, pero gracias —respondí secamente, él se rió mientras que Abigail me asesinó con la mirada.
—¿No piensas en el medio ambiente? Además, ayer te vi conducir un poco y déjame decirte que te falta práctica —me quedé sorprendido por la ofensa mientras ella abría la puerta del copiloto para mí. La verdad era que tenía razón. Conducir aquí era muy diferente a hacerlo en Estados Unidos. Sin duda tendría un accidente si estuviese tres horas seguidas al volante.
Miré a Vladimir fríamente, él todavía tenía una pequeña sonrisa. Resoplé y me subí en el asiento del copiloto, Abigail cerró la puerta. Su mirada traviesa me inquietó. Algo me decía que esa rubia tenía otras intenciones con todo esto...
—No te hablaré en todo el camino, de hecho, imaginaré que no estás ahí —le dije a Vladimir cuando subí el cristal. Él soltó una risita y asintió.
—No hay ningún problema, Dean... —murmuró sospechosamente mientras conducía por el camino que llevaba a la puerta eléctrica. Me puse el cinturón e ignorando su presencia como dije, me quedé observando a través de la ventana con el corazón a millón. ¿Por qué mi cuerpo tenía que avisarme que estaba cerca de él? O sea, ya lo sabía, no era necesario acelerar mi corazón ni ponerme tan nervioso.
Lo miré cuando se detuvo frente a la puerta esperando a que abrieran. Me extrañó un poco ver que no nos seguían ninguno de sus guardias de seguridad. Quise preguntarle por eso pero me mantuve callado para mantener mi palabra de ignorarlo.
Cuando él me miró de regreso se me cortó la respiración y de repente la tensión pareció insoportable...
Él me dedicó una seductora sonrisa antes de mirar al frente y poner el vehículo en marcha otra vez, respiré hondo y miré hacia la ventana ignorando lo endemoniadamente sexy que se veía conduciendo.
Este sí que será un largo viaje...
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