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Propuesta

Dean

Le hice un favor a mi dolor de cabeza y apagué el reproductor de música ganándome una mirada molesta por parte de Roger. No me importó. Si escuchaba "Rasputin" aunque sea una vez más me lanzaría por la ventana. Me acosté ladeado en el sofá mientras veía al rubio moverse de un lado a otro por toda la sala mientras mordisqueaba nervioso un marcador. De repente miró al cielo como si hubiese recibido algún tipo de iluminación divina y corrió hacia la mini pizarra blanca que había traído ayer. Llevábamos los últimos tres días encerrados en mi apartamento mientras él ideaba algún tipo de plan imposible que resolviera nuestros problemas.

Lo observé escribir rápidamente en la pizarra mientras murmuraba cosas ininteligibles, parecía un científico loco que todavía no podía encontrar la fórmula perfecta para el problema que enfrentábamos. No me sentía con ánimos de nada desde lo que sucedió en la sesión falsa. Una parte de mí ya se había dado por vencido... Claro, hasta que imaginaba la insoportable sonrisa triunfante de aquel ruso y la rabia se apoderaba de mi cuerpo nuevamente. No solo quería recuperar mi vida, después de aquella humillación que pasé yo quería venganza. Vladimir pagaría por todo lo que me ha hecho.

—Necesitamos una invitación... —masculló Roger dejando de escribir y sacándome de mis oscuros pensamientos, suspiré y miré el cielo despejado a través de la pared de cristal. No estaba de acuerdo con su idea de ir a Rusia pero sabía que estando aquí sin hacer nada no serviría de mucho.

—La invitación es lo de menos, lo complicado será tratar con Vladimir —le recordé con pesar desviando la mirada hacia él, no se veía muy convencido de lo que dije.

—Sin invitación no podemos hacer nada, Dean —rodé los ojos cuando dijo aquello como si fuese lo más obvio, él me miraba con algo de frustración. Sabía que estaba muy estresado, tenía la barba de hace dos días y el cabello recogido en una media cola cuando por lo general llevaba su perfecto y característico trenzado.

Extendí una mano para alcanzar mi celular en el sofá y busqué el número de Shelly, me llevé el teléfono a la oreja y me mantuve mirando a Roger mientras sonaba.

¡Dean!

—Hola, Shelly. ¿Cómo te encuentras? —la saludé con tranquilidad mientras la escuchaba moviendo unos papeles. Probablemente se encontraba en el trabajo.

Bien, ¿y tú? Sabía que llamarías. ¿Finalmente cambiaste de opinión? —lancé un suspiro de derrota al escucharla. Lo último que quería era recurrir a esto, pero ya no tenía nada más que perder.

—Sí, tenías razón. ¿Puedes hacer que nos inviten a Roger y a mí a la casa de los Sokolov? —le pregunté bajo la atenta mirada del rubio, Shelly se quedó en silencio. Aun sin verla sabía que estaba sorprendida al saber que queríamos ir a Rusia.

Sí, pero Dean... ¿estás seguro de eso? Puedo hablar con Niko para que él trate de convencer a Vladimir... pero, ¿ir allá? Puede ser muy peligroso para ustedes... —Shelly sonaba muy seria. Yo era consciente de los riesgos de ir a aquel país. El mismo Vladimir quiso escapar de ese mundo hace unos años y ahora Roger y yo queríamos una invitación a él. Ninguna persona cuerda encontraría prudente el meterse en el núcleo de una familia tan peligrosa. Apreté los labios con fuerza mientras maldecía a aquel hombre en mi mente. Lamentablemente algunas personas nos vemos obligadas a salir de nuestra zona de confort...

—Sí, estoy seguro. Pero, ¿podrías decirle que queremos ir para hacer turismo? No le cuentes lo que me hizo Vladimir —le dije rápidamente, Roger me miró algo extrañado y confundido. —Y que tampoco le avise a Vladimir, dile que queremos darle una sorpresa —añadí con una sonrisa, Roger arqueó una ceja y Shelly soltó un largo suspiro.

Puedo decirle lo del turismo, pero sobre la sorpresa no estoy muy segura... los Sokolov son demasiado cuidadosos, no creo que les gusten las cosas así... —me encogí de hombros cuando dijo eso algo titubeante, no me desanimó mucho aquello, sabía que ya era pedir demasiado. Aunque me hubiese gustado ver la cara de sorprendido y molesto del ruso. —Aunque conociendo a Nikolai probablemente aceptará solo para fastidiar a su hermano —mi sonrisa regresó al escuchar esto último, Roger me miraba expectante mientras me hacía señas para que pusiera el altavoz.

—Gracias, Shelly. Y una última cosa, ¿podrías no contarle a los demás sobre esto? Ya lo haré yo después —le pedí con súplica sabiendo que todos estarían en contra de esta locura, especialmente Dominik y Dylan.

¿Por qué me pides eso? —dijo ella con frustración. Era un poco egoísta de mi parte pedirle que guardara ese secreto, pero sería la mejor decisión por ahora, no quería preocuparlos innecesariamente.

—Es solo por unos días hasta estar seguro de lo que haré. Además, todavía no sabes si el hermano de Vladimir aceptará —respondí rápidamente con un falso tono relajado, la escuché suspirar otra vez. Probablemente se estaba arrepintiendo de haberme mencionado a los hermanos de aquel hombre.

Está bien, te avisaré en cuanto hable con él —después de que dijera eso a regañadientes me despedí de ella y colgué.

—¿Y bien? —me preguntó Roger acercándose al verme bajar el celular.

—Tenemos que esperar —le contesté mientras tomaba el bowl con ensalada que había dejado minutos antes sobre la mesa de centro, comencé a comer tranquilo mientras el rubio me estudiaba con la mirada.

—Te ves demasiado tranquilo, ¿qué sucede? —quise reírme al ver toda la desconfianza que parecía tenerme en este momento, me miraba como si yo estuviese planeando algo cuando literalmente ha sido él quien se ha vuelto loco estos días maquinando qué hacer.

—Alterarme no nos ayudará en nada —respondí con calma mientras me llevaba a la boca un poco de lechuga desabrida, Roger alzó una ceja algo impresionado, me quedé mirando hacia el soleado cielo en el exterior. —Vladimir pagará. Aunque tarde mil años en hacerlo, pero lamentará todo esto... —susurré aquella sentencia con mucha determinación, sonreí cuando noté que Roger me miraba todavía más sorprendido.

Nunca me había considerado una persona vengativa a pesar de todo el daño que me han hecho. Esta era la primera vez que sentía la necesidad de tomar represalias contra alguien más. Tendría paciencia. Porque a pesar de no tener experiencia en el tema, sí sabía que la venganza era un plato que se sirve frío. Y Vladimir, quien tanto adoraba las bajas temperaturas, no vería llegar mi ajuste de cuentas.

—¿Cuál es tu plan? —le pregunté a Roger mirando la pizarra, no se entendía absolutamente nada de lo que había escrito ahí. Él se sentó a mi lado y se rascó el cuello con violencia, noté que ya lo tenía algo enrojecido por todas las veces en las que ha repetido esa acción en los últimos días.

—Te escuché mencionar al hermano de Vladimir, ¿por qué no quieres que sepa lo que sucedió? —cuando preguntó eso me aparté el cabello del rostro y dejé el bowl sobre la mesa.

—Porque no lo conocemos, ¿y si es otro psicópata igual o peor que él? Nada nos asegura que querrá ayudarnos —le expliqué tomando nuevamente el celular, él se quedó pensativo pero tras unos segundos asintió. Independientemente de que Shelly o Dahlia crean que ese tal Nikolai es una buena persona, teníamos que asegurarnos por nosotros mismos. —Y si le decimos que estamos tan molestos con Vladimir probablemente no querrá invitarnos. A parte de que son hermanos, Vladimir también es su jefe o algo así —agregué recordándole aquello. De lo único que estaba seguro en cuanto a la jerarquía de los Sokolov, era que Vladimir estaba a la cabeza de todos.

Él se quedó en silencio sin refutarme aquello, revisé mis mensajes. No había recibido ningún tipo de noticia sobre David desde que lo vimos, y para ser honestos, me aliviaba. No quería saber nada de él nunca más. Entré en la aplicación del banco y comencé a sudar frío al ver los cargos mensuales que se habían hecho a mi cuenta de forma automática.

Aparté la mirada cuando se comenzó a escuchar una canción en ruso, miré a Roger con exasperación, él se encogió de hombros mientras tarareaba. En estos tres días lo he visto comer, bailar y cantar cosas rusas. Se estaba tomando muy literal lo de conocer bien a tus enemigos.

—Ten piedad, por favor —le supliqué pero él me contestó subiendo aun más el volumen. —¿Siquiera sabes hablar ruso? —pregunté al verlo cantar, no tenía claro si estaba pronunciando bien las palabras o tratando de imitar el sonido de las mismas. Él me sonrió de lado, había algo de diversión en sus ojos celestes.

—Entiendo bastante. Las novelas rusas que he visto me sirvieron de algo y también he estudiado un poco —confesó con un ligero deje de superioridad, sonreí con amargura.

Uno de mis oscuros secretos era que había intentado aprender aquel complicado idioma varias veces a lo largo de mi vida cuando me culpaba por la muerte de Vladimir. Sentía que aprenderlo me haría sentir más cerca de él aunque ya no estuviese con vida. Pero por más que lo intentaba no podía, con solo ver las extrañas letras de su alfabeto me dolía la cabeza y la mente se me cerraba por completo.

El sonido de los mensajes entrantes me distrajeron, eran de Shelly.

Niko dijo que sí a todo, solo tienes que avisarme qué día llegarán. La casa de los Sokolov está a las afueras de San Petersburgo, por lo que deben llegar al aeropuerto de allá. 

—Bueno, parece que ya tenemos invitación —le avisé a Roger levantando la mirada del celular, él sonrió un poco mientras escribía en su computadora. —Shelly quiere saber cuándo llegaremos  —agregué sintiendo un gran dolor de estómago. Sentí que mis nervios se alteraron con solo imaginarme en aquel país. En cambio, Roger era el que ahora lucía bastante tranquilo y confiado. Quiero ver cuánto le durará eso después de que conozca a Vladimir, el cual tenía una gran habilidad para sacar a cualquiera de sus casillas.

—Te digo en un momento, voy a ver cuándo hay vuelos disponibles —murmuró el rubio buscando en internet.

—A San Petersburgo... —dije mientras buscaba cómo estaba el clima en esa ciudad. —8 grados... nos vamos a morir —expresé en voz alta mi descontento mientras sentía una especie de frío psicológico envolverme. El frío y yo no éramos muy amigos, ya me había acostumbrado demasiado a la calidez de Miami. Aunque ahora comprendía por qué Vladimir siempre bajaba tanto la temperatura; El tipo debía estar acostumbrado a vivir en un congelador.

—Si nos vamos a las 6 de la mañana... mmm... tenemos que hacer una escala... llegaríamos en la madrugada... —rodé los ojos al escuchar al ojiazul murmurarse cosas a sí mismo mientras me ignoraba, me quedé observándolo por unos minutos hasta que finalmente cerró la laptop y me prestó atención. —Dile que llegaremos el domingo en la mañana —cuando él dijo eso fruncí el ceño y comencé a sacar mis propios cálculos mentales de las horas, él resopló al verme y se levantó para luego traer la pizarra junto a mí. —Mañana a las 6 tomaremos un vuelo de once horas hacia Estambul, ahí haremos una escala de tres horas y después tomaremos otro vuelo hacia San Petersburgo, ese durará unas tres o cuatro horas... —asentí lentamente mientras lo veía escribir y dibujar en la pizarra, me rasqué la nuca. Será una travesía de 17 o 18 horas, o quizás más considerando que algunos vuelos solían retrasarse.

—¿Pero no llegaríamos en la noche o madrugada del domingo? —le pregunté todavía un poco confuso, él sonrió como si estuviese esperando esa pregunta. Parecía un profesor entusiasmado.

—Dices eso porque estás calculándolo con las horas de aquí. Allá hay 7 horas de diferencia, por lo que las once de la noche aquí son las seis de la mañana allá —sonreí cuando finalmente entendí todo. Me estresó un poco saber lo pesado que será ese viaje, pero aun así le escribí a Shelly.

Tienen que cuidarse mucho y sobre todo no confíen en nadie, solo en ustedes. Regresen de inmediato si las cosas se complican —recibí una respuesta casi al instante de su parte, pude imaginarme su cara de preocupación mientras escribía todo eso.

—¿Y qué pasará cuando estemos allá? —le pregunté a Roger sin comprender del todo cuál era su plan, él se sentó de lado para mirarme y sonrió suavemente.

—Haremos turismo —su respuesta me hizo arquear las cejas, él se acercó un poco más a mí y logré notar un atisbo de frialdad en su mirada. —Y también escucharemos su propuesta de trabajo —cuando agregó eso me sorprendí.

—¿Quieres que trabaje para él? —pregunté estupefacto, él me miró mal pero luego entrecerró los ojos mientras observaba a mi gata, la cual se acercó y saltó hacia mi regazo, acaricié su suave pelaje blanco mientras sus ojos negros me miraban con fijeza.

—Dije que escucharemos su propuesta, no que la aceptaremos. ¿No tienes curiosidad por saber de qué se trata? Creo que ese es su objetivo principal detrás de todo lo que ha hecho, quiere que trabajes para él, pero la pregunta es, ¿en qué y por qué? —dejé de abrazar a Miss Mitsy cuando Roger soltó aquello, su mirada lucía perdida en sus pensamientos, como si intentara descifrar lo que planea Vladimir.

—¿Esa es tu gran idea? —pregunté con algo de sarcasmo, por la forma en que sus ojos se desviaron rápidamente hacia Mitsy evitando mi mirada, supe que se traía otro plan entre manos.

—Ya iremos viendo sobre la marcha —su respuesta solo confirmó mis sospechas. Era muy raro que alguien como él quisiera adentrarse en una situación tan peligrosa sin tener una estrategia clara y sólida desde el principio.

—No voy a acostarme con él, Roger, por si estas esperando eso —le aclaré secamente, el rubio soltó una risita y me miró con diversión. Tenía el presentimiento de que él no bromeaba por completo cuando insinuó eso hace unas noches.

—No espero que lo hagas. Vladimir es un hombre de negocios, creo que de alguna forma podemos llegar a un acuerdo —contestó sin apartar la vista, entrecerré los ojos. Algo me decía que no estaba siendo completamente honesto. Además, ¿a qué clase de acuerdo podríamos llegar nosotros con ese hombre? —Deja que sea yo quien hable con él ya que por lo visto nada de lo que le dijiste funcionó —suspiré al oírlo decir eso. No era un secreto que Roger tenía una gran capacidad de persuasión, casi siempre obtiene todo lo que se propone, pero Vladimir es un intransigente, un hombre cerrado y muy difícil de tratar.

—Buena suerte —me limité a contestar sin tener mucha fe.

—Shu, shu —negué al verlo apartar a Mitsy cuando ella intentó acercársele, agarré a mi gata y la abracé mientras le daba besos en el pelaje. —Esa gata te mira como si te quisiera rebanar una noche de estas —me reí al escucharlo decir eso seriamente, levanté a Mitsy frente a mí y me derretí al ver sus adorables ojos llenos de odio. Muchos gatos eran así, sé que lo suyo no es personal conmigo, además, me dejaba acariciarla cuanto quisiera.

—Veré si Killian puede cuidarla —dije pensando de inmediato en uno de mis amigos de la universidad, el cual vivía a pocos minutos de aquí. Roger me dedicó una última mirada antes de levantarse mientras contestaba una llamada. Le escribí a Killian. —No te puedes quedar en un hotel, no, no, no, esos lugares no son para ti —le dije a Miss Mitsy antes de repartir más besos por su cabeza, no pasé por alto la mirada de asco que nos dedicó el rubio, me reí un poco.

—Tenemos que comprar al menos dos abrigos. Espero que todo esto no tarde más de una semana...  —dijo colgando la llamada, lo miré con sospecha. ¿Qué está planeando si espera que esto se resuelva en tan solo unos días? Lo asesinaré si de verdad sus planes incluyen una cama de por medio. Él se rio viendo mi cara. —¿Vamos? —preguntó sarcásticamente caminando hacia el ascensor, lo seguí mientras dejaba a mi gata a un lado.

Me puse los zapatos en la entrada y tras tomar mi billetera del recibidor entré al ascensor con él, cuando bajamos al lobby saludé a la chica de la recepción pero Roger apenas la miró, ella frunció un poco el ceño con desconcierto.

—¿Por qué eres así con ella? —le pregunté mientras veíamos a Tristan ir por el auto, Roger miró hacia la chica con algo de fastidio.

—Porque le dijo a unos paparazzis que estaba saliendo conmigo —me reí cuando escuché eso, al ver la seria expresión de mi manager corté mi risa de golpe pero no pude evitar sonreír. —Es una aprovechada —agregó con molestia.

—No seas tan duro con ella, se ve que es buena persona —dije mirándola de reojo, Roger resopló. La chica se veía como de unos 20 años, sonreí un poco recordando que siempre ha sido muy amable conmigo. Se veía bastante inocente, probablemente no dijo aquello con una mala intención o tal vez todo fue un malentendido. Los paparazzis son expertos en tergiversar cualquier cosa que se les diga.

—Deja de pensar que todo el que se ve así es una buena persona. Tú más que nadie deberías saberlo. Tienes que dejar de tenerle tanta fe a la gente. ¡Entiéndelo de una buena vez! Las personas son malas y egoístas, por eso es que se aprovechan de los que son como tú —me quedé petrificado cuando Roger soltó todo aquello con mucha dureza y molestia, en sus ojos ardía todavía algo de furia desde que me maquillaron como a un payaso. Yo lo sabía, sabía a la perfección que no todo el que parecía ser una mansa ovejita lo era, pero aun así sin quererlo no podía evitar darle el beneficio de la duda a algunas personas, cosa que me ha salido bastante caro en la vida. —Si más gente tuviera un corazón como el tuyo el mundo no sería tanto una mierda, pero por desgracia no es así —los dos nos quedamos mirándonos hasta que Tristan se detuvo a nuestro lado, Roger apretó suavemente uno de mis hombros y me abrió la puerta del auto.

Él tenía razón en algunas de las cosas que había dicho, pero me negaba a creer que todo el mundo era malo. Porque si así era, ¿cuál sería el punto de la vida? ¿Vivir asustado de las dobles intenciones de la gente todo el tiempo? No lo creo.

Cuando me senté revisé mis redes sociales y sonreí observando las fotos que me tomaron en el aeropuerto con algunos de mis fanáticos. Esos rostros llenos de felicidad y emoción por mí eran los que mantenían viva mi poca fe en las personas aparte de mis amigos, aunque ya no tenía ninguna expectativa con respecto a mi vida amorosa. El plan de quedarme con mi gata por siempre lucía un millón de veces más tentador que perder el tiempo con algún tarado. Mi corazón ya había cerrado sus puertas, al menos para los hombres.

—Por cierto, recibí un correo esta mañana, te quieren nominar como modelo del año —mi corazón latió muy fuerte al escuchar eso luego de que el auto se pusiera en marcha, Roger me sonrió un poco. No quería darme esperanzas a mí mismo como el año pasado, cuando fui nominado por primera vez pero un modelo francés fue quien terminó ganando. —Y acabo de ver que tienes el primer puesto del modelo más influyente del mundo según varias encuestas —me quedé boquiabierto, el rubio se veía bastante orgulloso y feliz. —Todas se hicieron antes de que pasara el asunto con David —agregó mirando ahora su celular, sonreí hasta que me dolieron las mejillas.

Saber que esas encuestas se hicieron antes de mi rompimiento con David lo hacía todavía más especial, porque significaba que ya me consideraban el más influyente a pesar de toda la atención que tuve tras las últimas noticias.

—Felicidades —dijo Roger revolviendo un poco mi cabello.

—Sabes que todo esto fue gracias a ti —le recordé con tranquilidad, él se rio un poco y negó. Puede que sea yo el que pose para las cámaras y camine por pasarelas, pero él era quien se encargaba de que recibiera los mejores contratos y de que todo estuviese en orden, y por ello merecía una gran parte de los créditos. —Este sería un buen momento para que nos demos un abrazo —mencioné con burla, él se rio aun más y me dio un corto abrazo.

Cuando Tristan se detuvo en Lincoln Road, una calle repleta de lujosas tiendas y restaurantes, los dos nos bajamos y caminamos por una de las aceras mientras mirábamos los escaparates desde afuera. Varias personas se acercaron para pedirnos fotos hasta que decidimos entrar en Gucci, la cual estaba a pocos pasos. Lo bueno de estas tiendas es que casi siempre estaban vacías. Una dependienta vestida de negro se nos acercó sin perder ni un segundo, le sonreí cuando no pudo ocultar la sorpresa en sus ojos negros al verme.

—Bienvenidos, ¿en qué podemos ayudarlos? —preguntó con una sonrisa, la saludé mientras que Roger estaba concentrado en su celular.

—¿Dónde están los abrigos más grandes que tienen? —le preguntó el rubio mirando ahora alrededor.

—En el segundo nivel, síganme, por favor —respondió la chica castaña señalando unas escaleras, ambos la seguimos en silencio. Me quedé mirando las largas hileras de ropa alrededor. Tenía mucho tiempo sin entrar en una tienda de estas, normalmente me enviaban la ropa a mi casa pero como mis contratos habían sido interrumpidos de forma abrupta aquello ya no era posible.

Cuando llegamos al segundo piso me alejé de ellos un poco y me distraje viendo unas elegantes gabardinas color crema con botones negros, tomé una del rack y la puse delante de mí mientras me miraba en uno de los largos espejos. Antes amaba ir de compras, por lo que sentía como esa emoción volvía a reavivarse en mi interior. Literalmente me gasté mis primeros sueldos en ropa y accesorios, solo que en ese entonces mis padres me pagaban el apartamento, la comida y todo lo demás. Me gustaba ser independiente, pero mentiría si dijera que algunas veces no extrañaba esa vida fácil que llevaba en el instituto y en la universidad...

—Abrigos gruesos, Dean. Te vas a morir del frío con eso —miré el reflejo de Roger en el espejo, él estaba viendo la gabardina con desaprobación. Me encogí de hombros y caminé hacia donde estaba la dependienta sin soltarla, me gustaba mucho. Antes de alejarme decidí echar un vistazo atrás para ver si decía el precio.

—Sí, abrigos gruesos —repetí las palabras del rubio con mucha convicción al ver que costaba seis mil dólares. A regañadientes la volví a poner con las demás. Podía comprarla, pero no quería gastar más de lo necesario sin saber cómo terminarían las cosas con Vladimir. —Te odio tanto —murmuré mientras miraba con deseo y frustración todas las cosas que quería probarme y comprar.

Me detuve junto a Roger y miré los gruesos y largos abrigos frente a nosotros. No eran feos, pero eran enormes, sentí calor con solo verlos. Roger me pasó uno blanco que tenía el cuello grueso y esponjoso. Me recordó a los que casi siempre veía en las películas viejas de Hollywood.

—Pruébatelo —me ordenó él mientras seguía rebuscando en el rack. Me puse el abrigo bajo la mirada de amor que me dedicaba la chica, me miré en el espejo que estaba más cerca. El abrigo era pesado pero me quedaba bien, me lo quité en cuanto sentí que comenzaba a sudar. —¿Qué otro color quieres? —preguntó el rubio todavía mirando los demás.

—Con este es suficiente —afirmé con calma, él me miró y después negó mientras se llevaba una mano a la barbilla. Si él realmente espera resolver todo esto en una semana, ¿por qué tendría que comprar más de un abrigo? Estos no tenían los precios pero sabíamos que baratos no serían. Fruncí el ceño. De todas las tiendas, ¿por qué tuvimos que entrar precisamente a Gucci?

—Este rojo vino te hará resaltar mucho en la nieve, se verá bien en las fotos si nos encontramos con algún paparazzi —dijo sacando otro abrigo idéntico al blanco pero de un intenso color rojo vino, me pasé una mano por la cara. Solo Roger era capaz de pensar hasta en las posibles fotos que me tomarían. —Con ese parecerás un ángel —mencionó señalando el blanco. —Y con este un... —arqueé una ceja y esperé que terminara lo que iba a decir cuando se calló de repente mirando el rojo, la chica junto a nosotros soltó un suspiro de enamorada haciendo que Roger sonriera. —Nos llevaremos estos dos. Solo compraré uno para mí porque tengo varios en casa —me dijo el rubio pasándole los tres abrigos a la chica. El que eligió para él era negro y bastante sobrio en comparación con los otros. No dije nada mientras caminábamos hacia el counter en el primer piso, el rubio comenzó a negar cuando saqué mi tarjeta. —No, no, yo los compraré —resoplé al verlo sacar su billetera. Eso no pasaría.

—No lo creo, yo lo haré —dije tendiéndole la tarjeta a la chica pero Roger me la arrebató de las manos y la guardó en sus bolsillos mientras la chica reía, lo miré con seriedad. —Roger, no lo hagas —murmuré con advertencia, él me guiñó un ojo y le pasó su tarjeta a la dependienta.

—Considéralo tu regalo de cumpleaños adelantado —me crucé de brazos, él me ignoró cuando otra chica comenzó a registrar los abrigos. Abrí los ojos como platos al ver que esas tres cosas hicieron 21,000 dólares. Roger ni siquiera se inmutó. No dije nada cuando salimos de la tienda poco después. —Creo que también necesitaremos guantes —lo asesiné con la mirada cuando dijo aquello pensativo.

—No, no los necesitamos, ya vámonos —dije bastante molesto, él suspiró y me miró con seriedad.

—¿Tengo que recordarte todas las veces que me has comprado cosas más costosas que esas? —ignoré su pregunta al ver a Tristan conducir hacia nosotros, me subí en el auto un poco malhumorado.

—Las cosas han cambiado por si no te has dado cuenta —le recordé mirando a través de la ventana, sentí su mirada sobre mi nuca pero no me giré. Estaba haciendo una lista mental de todas las cosas por las que Vladimir tendría que pagar de alguna forma u otra.

—Detente en el restaurante de la esquina, Tristan —esta vez sí miré a Roger cuando dijo eso tras unos cinco minutos, él estaba mirando hacia adelante. —Tengo hambre —comentó el rubio con una sonrisita extraña, sin más remedio nos bajamos del auto dejando las bolsas en el interior.

Era un restaurante italiano al que nunca había venido, pero lucía bastante recatado y cálido. Las paredes eran color melocotón, solo tenía un gran ventanal que dejaba entrever el interior. A pesar de que eran las siete de la noche todavía no había oscurecido, pero aun así habían largas cadenas de pequeños bombillos encendidos que iluminaban las mesas del exterior donde se encontraban algunas personas sentadas. La fachada del cálido restaurante me transportó por un segundo a La Toscana en Italia, donde había pasado algunos veranos. Deseé estar allá en este momento, disfrutando de un buen vino, ricos quesos y cálidas aguas de playa, en cambio sentí un gran escalofrío al imaginar lo completamente diferente que será mi próximo destino...

—¡Buona notte! —nos saludó el hostess en cuanto entramos, le sonreí un poco al castaño.

—Hola, una mesa para dos... —miré alrededor mientras Roger hablaba con el hombre. Varias mesas ya estaban ocupadas, me sorprendió ver que el lugar era un poco ruidoso en el interior, la gente hablaba bastante alto, apenas se podía escuchar la suave música de fondo. —Preferiblemente junto a la ventana —agregó el rubio con rapidez, el castaño miró hacia las mesas de la ventana y después con una sonrisa comenzó a caminar hacia allá. Lo seguimos sintiendo sobre nosotros las miradas curiosas de varias personas.

Cuando nos sentamos abrí el menú que nos pasó el hombre y dejé que mis ojos vagaran por la gran variedad de pastas que ofrecían mientras ignoraba el cuchicheo de los demás, noté de reojo que algunos ni siquiera disimulaban que estaban hablando de nosotros.

—Pueden darle un toque al botón cuando estén listos para ordenar —dijo el hombre señalando el pequeño botón negro incrustado en el centro de la mesa antes de retirarse.

—No tiene imágenes —mencioné algo desanimado viendo el soso menú. Me gustaba ver o al menos tener una idea de cómo sería lo que ordenara.

—Quizás el menú para niños —ignoré las palabras burlonas de mi acompañante y leí los ingredientes de cada cosa verificando que nada dijese berenjenas, tomillo, cangrejo u ostras, ya que formaban parte de la larga lista de alergias que sufría. —¿Ya elegiste? —preguntó Roger bajando el menú, asentí.

—Quiero la lasaña de pollo —mencioné cerrando el catálogo, él asintió y tocó el botón. Uno de los meseros llegó en menos de un minuto, después de ordenar miré hacia la ventana y me sorprendió un poco ver a unos chicos tomándonos fotos desde el otro lado de la calle, noté que Roger me estaba sonriendo un poco.

—La gente debe ver que no estás encerrado en tu casa llorando por el idiota de David —soltó como si fuese obvio mientras un mesero le servía una copa de vino.

—Gracias —le dije al hombre pelinegro cuando me sirvió un vaso con agua, tomé un poco y solté un suspiro. Roger criticaba a los demás, pero él era el rey de las dobles intenciones...

Después de cenar y de tener otra discusión sobre quién pagaría la cena, la cual gané, regresamos a casa. Miré al rubio cuando el ascensor se detuvo en su apartamento.

—Empaca tus cosas esta noche, saldremos muy temprano. Si quieres puedes dormir dos o tres horas —asentí varias veces al escucharlo antes de que saliera del ascensor, luego de eso marqué el código de mi apartamento mientras cargaba con la pesada bolsa que contenía los dos abrigos.

En cuanto llegué verifiqué que mi gata tuviese comida y agua. Killian me había enviado un mensaje hace poco diciendo que la recogería en unos minutos. La cargué en mis brazos y fui con ella hasta mi habitación. Después de dejarla sobre la cama al igual que la bolsa, caminé descalzo hasta mi closet y saqué una maleta, la cual abrí en el piso y comencé a llenar con ropa distinta a la que había empacado para mis fallidas vacaciones en Londres. Tomé de mi armario toda la ropa de invierno, la cual se podía contar con ambas manos. Sin duda tendría que hacer otra compra allá si este viaje tardaba más de lo previsto, aunque definitivamente no iría a Gucci. ¿Siquiera hay tiendas Gucci en Rusia?

Me senté sobre la alfombra y busqué la información en Google ya que la duda no me dejaría continuar con lo que estaba haciendo. Me encogí de hombros al ver que allá sí había tiendas así. No sé por qué tenía arraigada la idea de que Rusia era un lugar donde solo había hielo, nieve, pescados, vikingos, uno que otro iglú, castillos medievales y por supuesto, hermosos modelos. Me ha tocado trabajar con modelos rusos y llegué a tomar clases con varios en el pasado, y todos eran igual de fríos, antipáticos y distantes.

Despejé mi mente y después de empacar me tiré con los brazos abiertos en la cama, Mitsy se acostó a mi lado. Tomé el celular y le escribí un rápido mensaje a Dylan explicándole todo y pidiéndole que no le diga a los demás. Quería que él se enterara por mí y no por alguna noticia en internet.

Cerré los ojos y decidí dormir un poco antes de las tediosas horas que se aproximaban...

. . .

Desperté al sentir que me removían un hombro. Lo primero que vi fue el rostro de Roger, él se alejó un poco mientras yo me sentaba en la cama restregándome los ojos. Sentí que solo habían pasado cinco minutos desde que me dormí pero la expresión algo molesta del rubio me decía que había transcurrido más que eso...

—Killian me llamó, dijo que vino a recoger a tu gata pero que no contestabas las llamadas —en cuanto dijo eso me levanté rápidamente de la cama.

—¿Y se fue? —pregunté preocupado mirando la hora en el despertador, eran las cuatro de la mañana. Ya era muy tarde para encontrar a alguien más que cuidara de ella.

—Tranquilízate, ya se la entregué hace horas —dijo Roger con calma mirando mi maleta. Me desanimó un poco no haberme podido despedir de ella. Revisé mi celular, tenía tres llamadas perdidas de Killian y quince de Dylan, imagino que se volvió loco cuando leyó mi mensaje sobre el repentino viaje. —Debemos irnos...

—¿No me da tiempo de bañarme? —pregunté rápidamente pensando en todas esas horas en las que no podré hacerlo, Roger soltó un resoplido.

—Date prisa —en cuanto dijo eso saliendo de la habitación, corrí hacia el baño...

Diez minutos después me encontraba vistiéndome con prisa, cuando terminé tomé la maleta y bajé al primer piso. Roger estaba sentado en la cocina, ahora fue que me fijé en que llevaba una camisa blanca y un pantalón fino de vestir, también se había quitado la barba y tenía otra vez su larga trenza, parecía listo para ir a trabajar. Me miré, yo me había puesto un abrigo azul que me quedaba un poco grande, unos pantalones blancos un poco anchos y unos tenis blancos.

—Tienes que cortarte el cabello —mantuve el silencio cuando mencionó eso, mi cabello ondulado ya llegaba un poco más abajo de mi cuello y siempre tenía que estar apartándolo de mi rostro.

Los dos caminamos hacia el ascensor después de verificar que todas las cortinas y ventanas estuviesen cerradas y que nada quedase encendido. Al bajar al estacionamiento vi que Tristan ya estaba montando la maleta de Roger, le pasé la mía, la cual estaba demasiado ligera y me subí en el auto.

—Un momento, ¿no necesitamos una visa o algún tipo de permiso para ir a Rusia? —pregunté cayendo en la cuenta de eso, Roger me miró horrorizado. ¿Él tampoco lo tomó en cuenta? Sentí terror hasta que él se comenzó a reír.

—Hice todos los tramites desde que me dijiste que Vladimir se había ido —dijo como si nada dejándome con la boca abierta. Él siempre está dos pasos delante de todo...

Cuando llegamos al aeropuerto tuvimos que esperar aproximadamente una hora para abordar el avión, cuando finalmente lo hicimos le escribí a mi mejor amigo prometiéndole que lo llamaría en cuanto pudiese hacerlo. Me pasé la mitad del vuelo revisando el trayecto en el mapa y viendo películas mientras que Roger solo leía un libro y dormía. Esta vez no sentí ningún ataque de ansiedad, quería pensar que era porque tenía al rubio a mi lado y no por estar consciente de que la distancia entre Vladimir y yo se hacía más corta con cada segundo que pasaba.

—No has dormido nada —miré hacia el cielo nublado cuando Roger mencionó aquello. No podía dormir. Sentía que  mis ojos no podían cerrarse por más de dos minutos, me sentía con mucha adrenalina por alguna razón.

—No tengo sueño —respondí mirando ahora el mapa. Quedaban unas cuantas horas para llegar a Turquía. —¿Podemos salir cuando estemos en Estambul? —le pregunté a Roger con curiosidad ya que nunca antes había estado allá, él hizo una mueca y negó.

—No deberíamos ya que son solo tres horas de escala —asentí cuando dijo eso. Tiene razón. Tres horas pasan volando, y una escala tan corta podría convertirse fácilmente en una de hasta diez horas o más si perdíamos el vuelo.

Estuvimos el resto del viaje viendo las películas de El Padrino, Roger insistió. Aunque esas películas estaban basadas en la mafia italiana, no teníamos ni idea de qué tan diferentes eran los rusos, además, los tiempos habían cambiado. No creo que los métodos o las características de esas mafias antiguas sean los mismos de las actuales. Pero aun así eran películas clásicas que me dejaron muy concentrado todo el vuelo.

Apenas me di cuenta de que habíamos llegado cuando anunciaron que estábamos a punto de aterrizar. Desperté a Roger, el cual se había quedado dormido a mitad de la segunda película. Qué buen investigador. Pensé con sarcasmo al verlo bostezar.

Cuando salimos del avión nos estuvimos estirando por unos cinco minutos hasta que fuimos por nuestras maletas. Decidimos comer dentro del aeropuerto y después de repetir el proceso de hace horas nos sentamos con los demás a esperar nuestro próximo vuelo.

Me levanté del frío asiento de metal y miré a través de la enorme pared de cristal del aeropuerto, entrecerré los ojos viendo la oscura ciudad a lo lejos. Aquí eran las doce de la noche pero aun así quería salir a recorrer las calles, aun sabiendo que era imposible. Algún día tendré que regresar.

Después de unas horas nos subimos en el segundo avión del día. Esta vez desde que me senté mi corazón se aceleró. Sabía que quedaban tres horas y algo más para llegar a Rusia. Mi pierna derecha cobró vida propia y comenzó a moverse nerviosa mientras despegábamos, podía sentir a Roger observándome fijamente.

—¿Necesitas un calmante? —me preguntó con curiosidad, negué lentamente.

—Veré si aquí también están las películas —dije mientras buscaba la película en la pantalla. En cuanto la encontré me puse los audífonos y la adelanté hacia donde me había quedado. Mis ojos veían la pantalla y mis oídos escuchaban todo pero mi cabeza no procesaba la información. Los nervios no me dejaban concentrarme.

Una hora después me quité los audífonos y me abracé a mí mismo mientras Roger roncaba. Sorprendentemente he estado con los ojos abiertos todas estas horas. Tenía dolor en el estómago por los nervios, dolor que empeoraba cada vez que veía el mapa.

Traté de entretenerme con alguno de los juegos disponibles en la pantalla pero las náuseas no me dejaron hacerlo. Creo que esta es una de las ocasiones en las que he estado más nervioso en toda mi vida. Troné mis dedos y miré la hora, eran las seis de la mañana pero todavía el cielo estaba oscuro, quedaban unos cuarenta minutos para aterrizar. Miré mis uñas azules a causa del frío, mentí las manos debajo de mi abrigo en un vano intento por calentarlas. Al fijarme en los demás pasajeros noté que la mayoría incluso llevaban unos gorros que cubrían sus orejas, miré a Roger, él se rodeaba a sí mismo con los brazos mientras dormía, sus labios usualmente rosados se veían morados en este momento. Yo tenía razón, nos vamos a morir del frío. Esos abrigos que compramos no serán suficiente a pesar de lo grandes que eran. No habíamos llegado y ya podía sentir la baja temperatura calar mis huesos.

—Somos tan inteligentes que dejamos los abrigos en las maletas —soltó Roger con pesar luego de abrir los ojos, me reí un poco mientras temblaba. Éramos los únicos sin enormes abrigos. Se sentía como si todos aquí sabían a dónde iban excepto por nosotros, incluso las azafatas tenían abrigos gigantes.

—¿Quieren un poco de chocolate caliente? —Roger y yo nos miramos cuando escuchamos a una de las mujeres venir por el pasillo preguntando aquello. Eso era lo que necesitábamos justo ahora, algo que nos calentara un poco para que la hipotermia no nos matara.

—Sí, sí, sí queremos —dije rápidamente cuando la azafata se acercó, ella se rio un poco sorprendida ya que ni siquiera la dejé preguntarnos. Tomé con ansias la taza que me pasó al igual que a Roger, en cuanto mis manos la rodearon solté un suspiro de alivio al sentir lo tibia que estaba. Sin perder más tiempo le di un sorbo que casi escupo al instante al ver que no tenía ni una pizca de azúcar, Roger soltó una risita.

—¿Puede darnos un poco de azúcar? —le preguntó a la chica, ella nos pasó dos sobres a cada uno, luego de echársela me lo tomé con calma deseando que no se acabara. —Mira eso —seguí la mirada del rubio cuando dijo eso emocionado, abrí un poco la boca al ver cómo caía la nieve, pero no solo eso, también podíamos ver la iluminada ciudad más adelante. Mi pecho se hinchó con mucha emoción al ver todas esas luces pequeñas y lo blancos que lucían los techos debido a la nieve acumulada. Tenía años sin estar en la nieve. Dejé la taza a un lado y me abroché el cinturón al igual que los demás cuando avisaron que íbamos a aterrizar.

Mi corazón iba muy rápido pero a la vez sentía demasiada paz por más extraño que sonara. No sentía la misma incertidumbre y dolor que cuando había llegado a Miami hace unos días.

Cuando aterrizamos y salimos sentía mis pezones doler demasiado por todo el frío que tenía. Apenas podía sentir mis extremidades mientras seguíamos a los demás pasajeros. Roger y yo miramos alrededor y soltamos un suspiro casi al mismo tiempo, nos reímos un poco nerviosos. Sentí algo de temor al ver que todos los letreros estaban en ruso, pero aquello duró poco al notar que algunos tenían al lado la traducción al inglés. De verdad estábamos aquí.

Cuando salimos de la terminal seguimos a los pasajeros esperando que nos guiaran hacia donde estaban las maletas ya que este aeropuerto era enorme y confuso. Me acerqué más a Roger al escuchar a todos a nuestro alrededor hablando en ruso, comencé a marearme un poco al escuchar todas esas palabras raras. En Estambul no sucedió lo mismo ya que allí había menos gente y casi todo el mundo hablaba en inglés. Pero aquí... Por todo el tráfico de gente terminamos perdiendo a los pasajeros que iban con nosotros.

—Ay, Dios... —murmuré viendo los letreros buscando alguna señal que nos dijera hacia dónde debíamos ir.

—No te alteres —dijo Roger con tranquilidad, luego señaló lo que parecía ser una caseta de ayuda, nos acercamos con prisa. —¡Hola! —saludó a la chica tras el counter, ella nos sonrió.

Cinco minutos después nos encontrábamos esperando nuestras maletas mientras observábamos la cinta rotadora. Saqué mi celular, no tenía internet aquí pero todavía podía ver los últimos mensajes que había recibido.

—S-Shelly me e-escribió que a-alguien nos estará e-esperando —le dije a Roger mientras leía el mensaje, mis dientes estaban castañeando exageradamente y mis dedos se sentían entumecidos. Él asintió y agarró mi maleta al verla pasar, la tomé mientras esperábamos la suya. Después de que su maleta apareciera los dos caminamos hacia la salida del aeropuerto mientras temblábamos.

Cuando salimos lo primero que vi fue la nieve cayendo a unos cuantos metros de nosotros, ya estaba comenzando a amanecer por lo que la oscuridad se estaba disipando.

—Mira allá —dijo Roger señalando en dirección a un musculoso hombre de cabello cobrizo y serios ojos marrones que sostenía un cartel con nuestros nombres, caminamos hacia él ignorando el hecho de que tenía cara de asesino.

—Hola, somos nosotros —lo saludé haciendo un esfuerzo para que no me temblara la voz, él nos sonrió de una forma bastante amigable dejándonos algo asombrados.

—Buenos días —respondió el hombre tomando nuestras maletas y subiéndolas en la cajuela de una camioneta negra.

—Espera, debemos sacar algo primero —dijo Roger acercándose a las maletas, lo seguí y abrí la mía con desesperación. Saqué el abrigo blanco y me lo puse rápidamente, sentí un alivio inmediato y por la mirada de Roger supe que él también, pero pronto confirmé que mis sospechas eran ciertas, estos abrigos no eran suficiente. Miré la vestimenta del hombre, él llevaba unas botas, un gran abrigo negro de algodón, unos guantes y un sombrero. Me sentía desnudo y por la forma en que el hombre sonrió con burla viendo mi abrigo entendí que sin duda aquí no usaban cosas así. Me rasqué la nuca con incomodidad. Este abrigo parecía más apropiado para un show de modas de invierno y no para este infierno de hielo. Roger tenía razón al pensar que se verían bien en las fotos, pero eso sería opacado por mi cara tiesa debido al frío. —Te dije que necesitábamos guantes —ignoré la queja del rubio y me subí en la camioneta sin perder más tiempo, él me siguió.

El gran frío que tenía no me dejaba siquiera pensar. Mi mente estaba tan en blanco como la nieve que cubría las ramas de los árboles ahora carentes de hojas, también cubría las casas y edificios que vi a través de la ventana. Admiré como las personas le quitaban el hielo a sus autos con ayuda de pequeñas palas mientras que otras quitaban la nieve de sus porches delanteros. Me quedé algo fascinado viendo las fachadas de las casas, eran un poco distintas a las que estaba acostumbrado a ver en otras partes del mundo. Me sorprendía lo acogedoras que lucían, por alguna razón había imaginado que no tenían siquiera color, sin duda no habían rastros de las cabañas vikingas que imaginé. Era una ciudad hermosa. Habían edificios enormes con decenas de pequeñas ventanas y pintados de llamativos colores, mientras que otros estaban cubiertos por completo con cristal. Como todavía no había salido del todo el sol, las luces en todas las calles resaltaban y brillaban con mucha intensidad. Sentía que estaba en Navidad.

El dedo de Roger señaló algo que me dejó boquiabierto. Un parque completamente cubierto por la nieve, estaba desierto. Los árboles y los postes de luz formaban una especie de camino que parecía la entrada a algún reino oculto. Tuve ganas de correr hacia allá o de tirarme en la pulcra y blanquecina nieve para hacer un ángel. Al ver a alguien caminar por ahí me impactó notar hasta dónde llegaba la nieve, la cual cubría prácticamente la mitad de sus piernas. Metí las manos en los bolsillos del abrigo y bostecé un poco comenzando a sentir los estragos de todas esas horas de vuelo.

Miré a mi lado, Roger parecía todo un turista grabando y tomando fotos, se veía completamente fascinado y fresco como una lechuga después de haber dormido tanto. Él me tomó una foto tomándome desprevenido.

Poco después todo lo que tuvimos alrededor fueron árboles secos llenos de nieve y con témpanos de hielo colgando de las ramas, habíamos salido de la ciudad. Cerré los ojos por unos segundos, ya mi cuerpo no soportaba más el estar despierto. Aun así hice un esfuerzo y tras abrirlos nuevamente me quedé mirando por la ventana como nevaba mientras el cielo lucía algo nublado ahora.

Casi veinte minutos después nos desviamos de la carretera principal y tras aproximadamente media hora más nos detuvimos en mitad de la nada. Noté que la calle estaba cerrada, a un costado había una caseta de seguridad y dos guardaespaldas, tragué duro.

—Tienen que bajarse —dijo el conductor mirándonos por el espejo retrovisor, Roger asintió y salió del vehículo tras echarme una rápida ojeada, lo imité.

Los guardias nos dijeron algo con una sonrisa cuando se acercaron, supuse que fue un saludo ya que Roger repitió la misma palabra, me limité a levantar una mano arrepintiéndome de no haber aprendido siquiera a decir buenos días.

—Ellos los van a revisar —nos explicó el conductor, el cual hablaba un perfecto inglés, asentimos.

Me mantuve quieto cuando el guardia pelinegro se acercó a mí y comenzó a catearme todo el cuerpo, miré a mi lado y casi me rio al ver la expresión molesta que tenía Roger mientras le hacían una de las cosas que más odiaba en el mundo, que lo tocaran. Unos minutos después se alejaron y sacaron nuestras maletas, observamos cómo las metieron por un detector de metales en la caseta para posteriormente abrirlas y revisarlas con cuidado. Sentía que estaba a punto de entrar a una base militar o algo así.

Agradecí que el nivel de nieve en la calle no estuviese nada alto, pero incluso así podía sentir mis pies húmedos por el frío. Este abrigo y nada eran lo mismo, rodé los ojos al recordar lo mucho que costaron.

—No fotos —nos advirtió uno de los guardias con una expresión aterradora, no dijimos nada y pocos minutos después pudimos retomar el camino cuando nos dieron paso por la calle. Sí, sin duda Vladimir tiene una base militar secreta, solo que en ella se dedicaba a hacer cosas ilícitas.

—Pareces un cadáver —me reí cuando Roger me susurró eso, vi sus labios morados y su rostro pálido. Él no sabe que luce igual o peor que yo.

Tras unos diez minutos comenzamos a ver una larga pared blanca a la derecha del camino. El vehículo iba muy rápido y sin embargo, aun después de unos cinco minutos todavía seguíamos viéndola, parecía no tener fin al igual que se camuflaba casi a la perfección con toda la nieve. Roger y yo intercambiamos miradas tras varios minutos más. Todo eso no podía ser parte del territorio de los Sokolov...

Estuvimos viendo la pared hasta que finalmente una gran puerta de verjas blanca la interrumpió, miramos con los ojos como botellas hacia la otra dirección al ver que la pared seguía más allá. Dos guardias en la entrada revisaron la camioneta y nos miraron por arriba antes de que las puertas se abrieran. En cuanto entramos noté que no se podían siquiera visualizar las paredes laterales, estaban demasiado lejos. Esto tenía la longitud de dos residenciales completos de los Brown, la casa en la que ahora vivían Valentin y Celine vendría siendo apenas un baño en este espacioso terreno.

Nos encontrábamos en una calle, a los lados no había nada más que arboles congelados y pinos llenos de nieve, mi corazón latió con mucha fuerza y tuve ganas de estar ahora mismo en mi cama, debajo de mis cálidas sábanas y no en este helado lugar.

Miré por el cristal delantero y tuve que llevarme una mano a la boca al ver más allá una enorme mansión. Aunque describirla como enorme sería faltarle el respeto, y tampoco sabía siquiera si entraba en la clasificación de "mansión". No me equivoqué al pensar que Vladimir estaba en un castillo, pero en definitiva no esperaba que fuese uno tan moderno. Lo primero que se veía era el extenso jardín delantero cubierto en nieve, incluso alcancé a ver que tenían una especie de canal de agua que ahora mismo se encontraba congelado. Observé la "casa", era una mansión que parecían tres unidas en algún tipo de maravilla arquitectónica. En el centro se observaba una gran estructura de tres niveles, el primer nivel dejaba a la vista una gigantesca puerta doble de madera negra con dos altos pinos cubiertos de nieve a cada lado, el segundo nivel era una pared completamente de cristal y el tercer nivel parecía ser una habitación, lo imaginé por el gran balcón que había. La estructura de la izquierda era de tres pisos también, el primero tenía una pared completamente transparente hecha en cristal que dejaba ver una enorme y elegante escalera negra en forma de caracol en el interior de la casa, el segundo y el tercer nivel eran paredes de un color gris mate con extensos ventanales. Miré ahora hacia los dos niveles de la derecha, lo que más llamaba la atención era la gran terraza cubierta en el segundo piso alrededor de la cual había una barandilla de cristal oscuro, el primer nivel era un pasillo exterior con prominentes pilares negros que lucían hechos de obsidiana y que parecían llegar hasta la parte trasera de la casa. Todo este lugar parecía un moderno palacio gótico. Mentiría si dijera que no era hermoso e impactante. La arquitectura tan perfecta de esta mansión fascinaría a todo el que tuviese la oportunidad de verlo con sus propios ojos.

—Esto es otro nivel —asentí aun embobado cuando Roger susurró eso.

Mis nervios afloraron otra vez cuando el auto se acercó al porche delantero, en cuanto salimos miré alrededor cuando una helada ráfaga de viento y nieve azotó mi rostro, me estremecí y me abracé a mí mismo para mantener el calor. El camino del porche parecía perderse por uno de los costados de la casa, probablemente por allá estaba la cochera. En las proximidades de la casa solo había pinos y arbustos congelados y un montón de árboles secos con hielo, entrecerré los ojos tratando de ver el límite del territorio pero no pude visualizarlo. Esto tenía el tamaño de una mini ciudad.

Roger llegó a mi lado frotándose las manos y exhalando vapor por la boca para calentarlas, pero mis dedos entumecidos me decían que aquello era en vano.

—Qué raro que no hay tantos guardaespaldas aquí —le mencioné al rubio con intriga, él asintió pensativo. Por la cantidad de gente que seguía a Vladimir a todas partes creí que esto estaría repleto de guardaespaldas, aunque probablemente estaban en los límites de la casa. Notamos que el hombre que nos trajo soltó una risita mientras sacaba nuestras maletas.

—Aunque, ¿quién en su sano juicio se metería aquí? —murmuró Roger mirando hacia la casa.

—Nosotros —le susurré mientras comenzábamos a seguir al hombre, el rubio soltó un suspiro.

Apreté con fuerza mis manos en los bolsillos, necesitaba calor pronto. Podía ver cómo salía el vapor de mi propia respiración.

Los tres caminamos hacia la gigantesca puerta negra en silencio. Creo que si me esforzaba un poco podría escuchar el sonido de mi corazón latiendo como loco. Encontré aterrador el hecho de que mi rostro se calentara con solo imaginar que Vladimir estaba a pocos pasos de mí. El frío ya me está afectando el cerebro.

Cuando el hombre abrió la puerta y los tres entramos miré todo a mi alrededor mientras sentía un gran alivio al notar que estaba más cálido en el interior. En el centro habían unas largas escaleras hechas en mármol negro, contrastando con el piso de madera oscura que cubría el resto del recibidor, las paredes eran también negras y de ellas colgaban cuadros en tonos fríos y algunos apliques de pared. A ambos lados de nosotros habían amplios umbrales que llevaban a las zonas contiguas de la casa, a la derecha alcancé a ver una puerta corrediza que daba al pasillo exterior, mientras que en la izquierda se veía lo que parecía ser una sala de estar con la escalera de caracol más allá. Toda la decoración era en tonos fríos, era bastante recatada y elegante. A ambos lados de las escaleras se podía ver que la casa continuaba más allá, alcancé a visualizar otra sala y un comedor, desde aquí no pude notar qué tan largo era realmente el lugar.

Miramos rápidamente hacia la izquierda cuando un hombre rubio salió hablando por teléfono, él se sorprendió un poco al vernos pero después sonrió y tras decir algo más colgó la llamada. Lo reconocí por la foto que vi cuando llamó a Vladimir.

—Hola, Nikolai Sokolov, es un placer —nos saludó con tranquilidad mientras estrechaba nuestras manos. Su fuerte acento ruso era el más marcado que había escuchado en mi vida.

Él era como una copia casi exacta de Valentin, su cabello rubio y su altura eran casi la misma, pero sus ojos eran negros y contrarios a los de Valentin, los suyos mostraban mucha amabilidad y calidez, sus cejas eran un poco más oscuras que su cabello, tenía también una pequeña barba y vestía con un elegante traje negro. Su complexión era un poco musculosa.

—Soy Dean Mackay, él es Roger Lewis, gracias por recibirnos en tu casa —nos presenté regresándole la sonrisa, él pasó los ojos por nosotros, Roger se limitó a sonreírle.

—Siéntanse como en su casa, Vladimir no está aquí ahora mismo pero en cuanto esté por llegar les diré para que lo sorprendamos —por la forma en que dijo esto último con un tono algo malicioso supe que le encantaba molestar a su hermano menor, sonreí un poco sintiéndome menos tenso al saber que aquel hombre no estaba aquí.

—¿Sabes cuánto tardará? —miré a mi lado forzando una sonrisa al escuchar la impaciente pregunta de Roger, el cual miraba fijamente al otro rubio, quien por su parte arqueó una ceja al escucharlo.

—Creo que unas dos horas —me sorprendió aun más que él contestara a pesar del tono algo demandante de Roger, el cual asintió levemente. Nikolai se quedó observándolo por unos segundos, sentí un escalofrío y dejé de sonreír cuando noté algo de astucia y oscuridad en sus ojos por un momento. Me relamí los labios secos. No podemos confiar en nadie tal y como había dicho Shelly.

Nikolai le dijo algo en ruso al guardaespaldas que estaba junto a nuestras maletas y después ambos se rieron un poco.

—En realidad es 100% natural, está todo pegado de mi cabeza —los tres nos quedamos sorprendidos cuando Roger soltó eso con una calma y una mirada de pura frialdad mientras echaba hacia adelante su trenza rubia. Parece que el ruso había hecho algún comentario sobre su cabello.

—Disculpa mi atrevimiento, me gusta mucho tu cabello —agregó el hombre con suavidad, su sorpresa se notó cuando Roger siguió mirándolo como si fuese un chicle pegado en su zapato. Dios mío... Roger hará que nos maten o nos entierren vivos... —Deben estar cansados después de ese largo viaje, Leo los llevará a sus habitaciones, más tarde nos reuniremos para hablar de los lugares que quieren visitar, conozco a muy buenos guías —dijo todavía sonriendo, sentí una vibra extraña provenir de él a pesar de que lucía tan amigable. Noté que hubo algo de burla en su tono cuando mencionó el asunto de los lugares para visitar.

—Sí, estamos muy cansados —le dije con algo de disculpa, él me miró con mucho interés por unos segundos que sentí eternos.

—Ya está decidido, los dejaré descansar unas horas —mencionó mirando al rubio a mi lado, había diversión en sus ojos negros, mientras que la mirada celeste de Roger era seria.

—Síganme —dijo Leo caminando hacia las escaleras con nuestras maletas, le dediqué una última sonrisa a Nikolai y seguí al guardia junto a Roger. Pude sentir la intensa mirada del hombre sobre nosotros hasta que escuchamos la puerta principal cerrarse cuando salió.

—Él lo sabe —miré a Roger confundido cuando soltó eso desacelerando el paso para no estar tan cerca del guardia. El rubio me miró fijamente. —Él sabe por qué estamos aquí realmente —agregó con cautela, suspiré y asentí. Ya lo había sospechado al notar cómo habló sobre nuestro supuesto turismo.

—Finjamos que no sabemos que él lo sabe —le susurré al rubio, él asintió estando de acuerdo. —Por cierto, ¿qué fue lo que dijo de tu cabello? —quise saber al sentir la curiosidad picarme, Roger rodó los ojos.

—Que a los norteamericanos nos queda bien el cabello falso —no pude evitar soltar una risita cuando dijo eso bastante indignado, el rubio me miró mal. —No me fio de esa falsa amabilidad, a ti tampoco se te ocurra hacerlo —me advirtió mirando alrededor con desconfianza, no dije nada y bostecé otra vez.

Miramos el segundo piso cuando subimos el último escalón, en el centro había una especie de sala de estar con un gran sofá azul oscuro, un mini bar a un costado y dos elegantes mesas de centro, noté que al fondo habían pasillos que probablemente guiaban a las habitaciones y una gran escalera de cristal que parecía llevar al tercer nivel. Cuando miré hacia la izquierda me resistí de hacer algún comentario cuando casi pego un grito al ver a dónde llevaban las escaleras de caracol del primer piso... Tenían una gran biblioteca. Me quedé maravillado viendo los altos estantes repletos de libros y sumándole a eso, estaba toda cubierta por paredes de cristal exceptuando la pared lateral en la que se veía un gran ventanal. El silencio absoluto debía reinar ahí dentro.

Miré ahora hacia la izquierda, donde había un gran juego de puertas corredizas que llevaban a la extensa terraza que vi desde afuera. Roger se veía sin palabras, pero la fascinación en sus ojos hablaba por él. Seguimos a Leo hacia las escaleras de cristal que estaban al fondo y las subimos en silencio. En el tercer nivel la pared que daba a la parte trasera de la casa era por completo de cristal, me quedé absorto viendo la gran piscina que tenían en el patio, pero lo que más me asombró fue el gigantesco lago que había más allá. Todo estaba cubierto de nieve, el agua de la piscina y del lago parecían más una pista de patinaje sobre hielo. Observé cómo seguía cayendo más nieve del cielo y literalmente sentí que estaba dentro de un cuento de hadas, solo que este parecía más el castillo de una bruja malvada millonaria con buen gusto que el de la dulce princesa.

Finalmente miré el resto del tercer piso, en el centro no había nada más que una gran alfombra negra circular, del techo caía una larga lampara de gotas de vidrio, pero lo demás parecían ser habitaciones, aunque sabrá Dios si tendrán otras cosas detrás de esas puertas. Al final de uno de los pasillos noté lo que parecía ser una terraza que daba al jardín trasero. Una chica pelirroja vestida de sirvienta salió por una de las puertas mientras se arreglaba el uniforme, cuando nos vio su rostro pasó a ser rojo como un tomate, segundos después observamos a un delgado hombre pelinegro salir de la misma habitación, él se quedó petrificado al vernos. Se veía unos cuántos centímetros más alto que nosotros, su cabello era lacio y negro azabachado como el de Vladimir, sus ojos eran marrones claros mientras que su rostro era algo alargado y sus labios lucían un poco carnosos. Él se rascó la nuca y se acercó a nosotros con curiosidad. Dijo algo en ruso y Roger lo repitió con una sonrisa, hice una mueca. Tendría que descargar la aplicación del traductor para no sentirme tan perdido.

—Hola —lo saludé haciéndolo sorprenderse un poco, él me miró como si no hubiese entendido, comencé a sudar un poco cuando comenzó a hablar con Roger, el cual también lució un poco confundido al escucharlo hablar tan rápido.

—Se llama Viktor, es otro de los hermanos de Vladimir o al menos eso fue lo que entendí... —dijo el rubio sin lucir muy seguro, el guardia estaba mirando al pelinegro con las cejas arqueadas, cuando él se comenzó a reír supe que nos estaba tomando el pelo. Sí, definitivamente es hermano de Vladimir...

—Si hablo inglés, perdón. Siempre quise hacer eso —dijo rápidamente con una sonrisa, me sorprendió que su acento casi no se marcaba. —Ustedes son... ¿invitados de Niko? —preguntó mirándonos con mucha curiosidad, asentimos. —Yo los llevaré a sus habitaciones —soltó mientras pasaba sus brazos por nuestros hombros con confianza.

—Ilya te estaba buscando, Viktor —dijo el guardia con una pequeña sonrisa, el pelinegro empalideció notablemente y se alejó un poco de nosotros. Se veía algo asustado desde que escuchó aquel nombre.

—No seas mentiroso, Leo. Ella no está aquí —masculló el hombre cruzándose de brazos, el guardia se encogió de hombros despreocupadamente logrando poner nervioso a Viktor. —Solo dice eso para que me vaya —nos explicó él entrelazando sus brazos con los de ambos pero Roger se alejó disimuladamente.

El guardia se dio por vencido ya que soltó un pesado suspiro y siguió caminando.

—¿Y de dónde conocen a mi hermano? —nos preguntó Viktor sin apartar su brazo de mí, yo también me alejé de él con disimulo, él nos miró con una expresión de dolor muy exagerada. —Pensé que los norteamericanos eran más amables —soltó dramáticamente bastante indignado.

—No soy norteamericano y acabamos de conocer a tu hermano —le expliqué viendo como el guardia abría una de las puertas antes de mirar a Roger y señalar las dos maletas. —La mía es la negra —dije al ver que Roger se alejaba un poco para contestar una llamada. Leo dejó la maleta del rubio en esa habitación y siguió caminando mientras llevaba la mía. Me mantuve detrás de él mientras notaba la distancia a la que estaría de la habitación de Roger.

—Eres inglés —dijo Viktor con triunfo después de estar un rato evaluándome con la mirada desde que hablé, le sonreí un poco y asentí. Él se veía casi de la misma edad que Vladimir así que supuse que debían llevarse uno o dos años. —Me encanta tu país, desde que papá se mudó allá he ido varias veces —confesó con emoción sin dejar de seguirme. Ya sabía que no podía confiar en nadie, pero Viktor me daba muy buena espina, por alguna razón me recordaba a Dylan. Hasta ahora, era el Sokolov más transparente que había conocido y el que hablaba más claro, si no lo supiera jamás habría pensado que era ruso.

—Esta será tu habitación —me indicó Leo con calma mientras abría una puerta, le sonreí un poco al verlo dejar mi maleta ahí. —Si necesitas cualquier cosa no dudes en preguntarme, casi siempre estoy en el primer piso —agregó con solemnidad, asentí algo asombrado por su disposición. —Te dejaremos descansar —dijo ahora mirando fijamente a Viktor, el cual lo ignoró por completo mientras me seguía observando.

—Gracias, me vendrá bien dormir un poco —respondí sintiendo mis ojos arder por el sueño, la sonrisa de Viktor desapareció al escucharme decir eso.

—Oh, bueno... está bien, más tarde seguiremos hablando... —dijo ahora con compasión mientras palmeaba mi hombro, sonreí. —¿Tú también quieres dormir? —le preguntó a Roger al verlo acercarse, el rubio hizo una mueca.

—Soy más sueño que persona en este momento —mintió él mientras fingía un bostezo, Viktor arqueó una ceja sin creerse aquello pero Roger solo le sonrió y entró en la habitación.

—Discúlpalo, Viktor —dije excusándome con él, el ruso se encogió de hombros restándole importancia.

—No me has dicho tu nombre —mencionó viendo como Leo se marchaba.

—Dean, Dean Mackay —respondí luchando contra mis párpados.

—Te dejaré dormir —dijo finalmente mientras se reía un poco. —Vendré por ti más tarde —aquello me dejó un poco sorprendido, él sonrió y se comenzó a marchar.

Entré en la habitación y dejé caer los hombros liberando mi cuerpo de la tensión que me han provocado los últimos treinta minutos. Miré la espaciosa habitación, incluso aquí las paredes eran negras al igual que el piso de madera, una cama tamaño king predominaba en el centro, las sábanas de algodón eran grises, noté que arriba de ellas había una especie de manta de seda negra. Todo estaba un poco oscuro así que corrí las largas cortinas grises dejando a la vista un enorme ventanal que mostraban el jardín delantero. Abrí cada una de las puertas en la habitación, una llevaba a un largo walk-in closet completamente vacío y otra al lujoso baño que poseía tanto una ducha como una tina gris.

—Nunca había visto un lugar como este —murmuró Roger cuando me acerqué, él estaba sentado en una de las sillas de lo que parecía ser una pequeña zona de estar o como sería en Inglaterra, de tomar el té.

—Yo tampoco —admití todavía sin poder creer que este lugar sea real. Roger se quedó algo pensativo, podía ver la preocupación escrita en su rostro. Sabía lo que estaba pensando...

Vladimir hacía lo que quería con la vida de la gente porque tenía el poder para hacerlo. Después de ver este lugar cualquiera que quisiera ir en su contra se desanimaría y creería que es una guerra imposible de ganar. Solo habíamos llegado a su casa y ya podía sentir el abrumador poder de esta familia asfixiándome.

—Lo lograremos —le dije al rubio con confianza, él sonrió de lado con algo de tristeza y asintió.

—Descansa un poco, esto apenas acaba de comenzar —dijo levantándose de la silla y estirándose, asentí mientras bostezaba otra vez. —Dame tu teléfono, veré si alguien me ayuda con el tema del internet —le pasé mi celular y después de quitarme los tenis me tiré en la mullida cama, en cuanto cerré los ojos sentí que caía en un profundo sueño...

. . .

—Eso no significó nada, solo fue un simple beso. Eso no significó nada, solo fue un simple beso. Eso no significó nada, solo fue un simple beso.

—¡Ya basta! —le grité a Vladimir con fuerza al escucharlo repetir aquello una y otra vez para hacerme daño. El beso que nos dimos en el ascensor sí significó algo para mí.

—Eso no significó nada, solo fue un simple beso —observé como el rostro del ruso se volvía cada vez más pálido y sus labios adquirían una tonalidad azul que rápidamente se volvió negra. —Tú me dejaste morir —me quedé helado cuando dijo eso con los ojos apagados tal y como un cadáver. Comencé a correr rápidamente mientras lo escuchaba caminar detrás de mí.

—¡Aléjate de mí!

Desperté de aquella pesadilla todo sudado y agitado. Miré mis manos que temblaban un poco y luego miré alrededor. Mi respiración se cortó y casi me da un infarto al ver a Vladimir recostado de una pared mirándome con atención.

—¿Q-Qué haces aquí? —susurré evidentemente nervioso, él arqueó una ceja y se rio por lo bajo.

—Esta es mi casa, Dean —respondió con diversión lo que era obvio, me relamí los labios y me quité el abrigo al sentir que me estaba sofocando. —La pregunta es qué haces tú aquí... estás muy lejos de tu hogar —me tensé al verlo acercarse después de haber dicho eso con una ceja arqueada y un tono algo bajo. Lo miré de arriba abajo cuando se detuvo al pie de la cama. Él llevaba un suéter gris de cuello alto y unos pantalones negros, subí la mirada a su rostro, él me observaba con expectación y algo de burla. Sabía perfectamente que vendría. —Y si mal no recuerdo, la última vez que hablamos no querías saber de mí —sonreí un poco con irritación cuando agregó eso acercándose aun más.

—Vine a hacer turismo, tu hermano nos invitó —respondí con sarcasmo sacándole una pequeña sonrisa.

—No sé qué me sorprende más, si de verdad creíste que no me enteraría de que venías o si Nikolai en serio creyó que nadie me lo contaría —comentó conteniendo una sonrisa, me aclaré la garganta y rodé los ojos. En cuanto llegamos aquí me di cuenta de que fue muy ingenua la idea de creer que podríamos sorprenderlo en su propia casa. —Pero eres bienvenido de quedarte todo el tiempo que quieras —mantuve mi expresión serena cuando dijo eso con una sonrisita. —Ahora, la verdadera razón por la que estás aquí...

—Porque eso es lo que quieres, por eso estoy aquí —lo interrumpí secamente yendo al grano, él se sentó en la cama mientras sopesaba mis palabras, me alejé un poco y miré hacia el ventanal de la pared de enfrente, me extrañó ver que el cielo estaba algo oscuro al igual que seguía nevando un poco. ¿Cuánto tiempo me dormí? Regresé la mirada a Vladimir y me sorprendió encontrarlo observándome fijamente. —Ya estoy aquí, eso era lo que buscabas, ¿no? Ahora dime qué es lo que quieres para que me dejes en paz —le dije con mucha firmeza sin dejarme intimidar por esos fríos ojos suyos, él me sonrió levemente y después miró hacia el ventanal a la vez que soltaba un suspiro.

—Apenas acabas de llegar, relájate un poco —me dio un tic en una ceja al escuchar sus tranquilas palabras, él me miró de reojo. —Cuando estés más calmado hablaremos...

—¡Estoy calmado! —grité dejándome llevar por un momento por la frustración, él me miró con escepticismo y se levantó soltando una pequeña risa.

—Puedo ver eso —respondió sarcásticamente caminando hacia la puerta. —Hablaré con Roger, él parece ser más razonable que tú —soltó deteniéndose antes de abrir la puerta, me sorprendió un poco que mencionara a Roger, negué lentamente. Roger también se ha visto afectado por las cosas que él me ha hecho, sin embargo, el rubio no ha sido quien ha tenido que tratar con este malvado ruso.

—Roger no es la víctima directa de un mafioso egocéntrico —respondí fríamente recordándole aquello, él se rio un poco pero después me miró con algo de amenaza, sentí mi cuerpo estremecerse de la cabeza a los pies pero mantuve la frente en alto.

—Y después de todo no has aprendido nada —masculló mirándome como si tratara de ver dentro de mi cabeza, caminé hacia él y me detuve a unos cuantos pasos de su cuerpo, miré hacia arriba.

—El que no ha aprendido nada eres tú —contesté seriamente logrando que me mirara con interés. —Sin importar lo que hagas, yo nunca me voy a arrodillar ante ti —dije finalmente siendo consciente de que eso era lo que él quería, doblegarme como a todos los demás y sentir que tenía el poder absoluto sobre cualquier persona. Lo sabía. A él no le molestaron en sí las acusaciones que le hice cuando estábamos en Londres, lo que lo volvía loco era ver que no le tenía el terror tan grande y el gran respeto que parecía tenerle el resto del mundo, eso, sumado a lo que sucedió hace años, aunque finja que no le importó o que no busca venganza por eso también.

El brillo de molestia en sus ojos me lo confirmó, no me aparté cuando sus dedos rozaron mi mejilla izquierda antes de que su mano cayera otra vez, pero solo aquella leve caricia fue suficiente para calentar todo mi cuerpo, el cual sentía ardiendo.

Los toques en la puerta me hicieron dejar de mirarlo, él soltó un suspiro y abrió dejando ver a Roger, arqueé las cejas al ver al rubio con un gorro que tenía la bandera rusa en él, Vladimir se rio un poco. Roger nos miró con algo de curiosidad mientras me pasaba mi celular, el cual tomé rápidamente y casi me desmayo al ver que tenía ochenta llamadas perdidas entre Dylan y Shelly, sin contar los mil mensajes.

—¿Quieres hacerlo ahora? —levanté la mirada al notar que Vladimir y Roger estaban hablando, el ruso asintió al escuchar la pregunta.

—¿Hacer qué? —interrogué al rubio, él me sonrió con calma.

—Solo vamos a hablar —respondió con un tono bastante significativo, asentí al recordar que mencionó algo sobre llegar a algún tipo de acuerdo con Vladimir.

—Te esperaré en mi oficina, Viktor puede llevarte —dijo el ruso antes de salir de la habitación no sin antes echarme una última miradita intensa, rodé los ojos y me contuve de sacarle un dedo, logré verlo reírse un poco antes de que se dirigiera a las escaleras.

Roger cerró la puerta en cuanto estuvo fuera de nuestras vistas, el rubio encendió las luces haciéndome cerrar los ojos de inmediato, los fui abriendo lentamente tratando de adaptarme. Cuando finalmente los volví a abrir me encontré con su mirada impactada.

—Dios mío, ¿lo viste? —preguntó aun sorprendido, lo miré confundido. ¿Ver qué? —¡Es gigante! Me duele el cuello de tanto mirar hacia arriba. Parece jugador de basketball...

—Ah —murmuré fastidiado al ver que hablaba de ese hombre, ignoré su parloteo sobre Vladimir y le envié algunos mensajes a Dylan y a Shelly diciéndoles que todo estaba bien. —¿Ahora te volviste su fan o qué? —le pregunté a Roger cuando se calló, él me miró como si estuviera loco y negó.

—Claro que no, es un maldito. De verdad que comprendo por qué te quisieron ocultar que vivía todo este tiempo. Nunca le perdonaremos lo que ha hecho... pero... solo me sorprendió un poco ver cómo era en persona —aclaró él como si fuese obvio, asentí sentándome en la orilla de la cama. Le creía. En sus ojos había un poco de temor. Miré hacia su cabeza con atención.

—¿Y ese gorro? —indagué con más curiosidad, él se sentó a mi lado y se quitó el gorro mientras lo miraba.

—Me lo dio Viktor, veré si puedo conseguir uno para ti, son muy buenos para calentar las orejas —me explicó a la vez que me lo pasaba.

—No, gracias. Ya compraré uno —contesté forzando una sonrisa, Roger arqueó una ceja pero luego asintió. Miré la hora. —¿Por qué me dejaste dormir tanto tiempo? —pregunté impactado al ver que eran las siete de la noche. No dormí, caí en un mini coma por esas horas.

—Porque no habías dormido nada y parecías un muerto, pero ahora te ves excelente —respondió levantándose, bufé un poco incómodo pero la verdad era que me sentía mejor después de haber dormido tanto. —¿Y de qué hablaron tú y Vladimir todo este tiempo? —lo miré confundido cuando preguntó eso, él me miró con las cejas arqueadas. —No me digas que se pasaron esas dos horas discutiendo...

Las mejillas se me calentaron un poco al escuchar eso, pero a la vez sentí inquietud. ¿Dos horas? ¿Vladimir estuvo todo ese tiempo observándome dormir? Es que no puede ser más psicópata...

—En fin, me está esperando, hablaré con él ahora —masculló poniéndose de pie.

—Yo debería estar presente —dije levantándome también, el rubio negó rotundamente, me crucé de brazos. Todavía tenía cosas que hablar con Vladimir, como preguntarle por lo que le hizo a David y expresarle todo mi desprecio hacia él por lo del maquillaje de payaso. Ese ruso tendría que escucharme...

—Déjame hacer mi trabajo, Dean —suspiré resignado al escucharlo decir aquello con algo de súplica.

—Bien, ve. Aunque te advierto que no servirá de nada —murmuré siguiéndolo fuera de la habitación.

—¿A qué tanto estás dispuesto? —me detuve al escuchar esa pregunta, entrecerré los ojos cuando lo vi reírse y levantar las manos. —No hablaba en un mal sentido —aclaró aun riendo.

—Me conoces, sabes lo que haría y lo que no —contesté confiado, él asintió. Cuando bajamos las escaleras observamos a Viktor en la sala de estar, él se acercó a nosotros dejando de lado una tablet que había estado usando.

—¿Puedes llevarme a la oficina de Vladimir? —le preguntó Roger, el pelinegro asintió mientras me miraba con mucha curiosidad, miré alrededor un poco incómodo. Él comenzó a asentir con aprobación sin dejar de observarme.

—¿Te pasa algo? —le pregunté sin comprender por qué me miraba así, él negó con una inocente sonrisa.

—Te ves muy bien —asesiné a Roger con la mirada cuando infló las mejillas de la risa al escuchar las serias palabras de Viktor, el cual literalmente parecía estar evaluándome de la cabeza a los pies.

—Gracias... —murmuré con mucha incomodidad. Algo me decía que Viktor estaba omitiendo algo o que ese comentario tenía un sentido oculto. Arrugué la nariz. ¿Me equivoqué con mi primera impresión de él? ¿Es igual que sus hermanos?

—Vamos, los llevaré a la oficina —dijo de pronto caminando hacia las escaleras que llevaban al primer piso, Roger y yo nos miramos y lo seguimos.

Cuando bajamos caminamos por uno de los amplios pasillos que había a los laterales de las escaleras, por los grandes ventanales a nuestro lado podíamos ver el exterior. Al principio me pareció inusual que hubiesen habitaciones en el tercer piso, pero si le veía el lado oscuro... En caso de que algún suicida decidiera meterse aquí en la noche, tendría que dar un largo recorrido dentro de la casa hasta dar con alguien, además de que desde esa altura se veía una gran parte de los alrededores de la casa, desde allí podrían acabar con cualquiera.

—¿Y esta casa siempre ha sido así? —le pregunté con curiosidad a Viktor dejando de imaginar cosas turbias, él miró a mi lado y frunció el ceño algo pensativo.

—¿Así cómo? —preguntó extrañado, Roger y yo nos miramos nuevamente de reojo.

—Tan... grande —dije mirando la segunda sala principal que había en este piso, a la izquierda se podía ver una puerta transparente que daba al comedor, en la pared del fondo de la sala habían puertas corredizas que dejaban ver el extenso jardín trasero, la piscina y el lago helado. Y a la derecha se veía una gran puerta doble color negra.

—Sí, pero varias veces han remodelado algunas zonas —contestó Viktor caminando hacia la puerta negra. Hice una mueca imaginando a Vladimir de niño en este lugar tan grande y frío.

—¿Y dónde está la academia? —le pregunté al ver que no había ningún otro lugar aquí, Viktor se detuvo de golpe y me miró con una sonrisa perturbadora, Roger me miraba confundido.

—¿Cuál academia?

La frialdad en los ojos de Viktor me dejó petrificado, su tono de voz fue algo amenazante.

—Esta es la oficina —dijo de pronto rompiendo la tensión en el ambiente y abriendo las puertas negras. Olvidé su extraño cambio de humor cuando noté a Vladimir más allá sentado detrás de un gran escritorio negro mientras hablaba con una mujer que no era tan desconocida para mí. Era la misma castaña que había llevado a la fiesta.

Él miró hacia acá o más bien me miró directamente a mí, la mujer también me observó algo fastidiada, él le dijo algo y ella caminó hacia acá pasándonos a todos de largo.

—Roger, adelante —dijo Vladimir mirando al rubio, el cual respiró hondo y entró, en cuanto lo hizo Viktor cerró las puertas y me miró sin una pizca de humor o amabilidad pero rápidamente lo ocultó tras una sonrisa.

—Eres más que un simple modelo, ¿verdad? —preguntó acercándose peligrosamente a mí, mantuve mi posición y entrecerré los ojos. ¿Qué quiere decir con eso? El hombre rodó los ojos al escuchar su celular sonar. —Dame un momento, Dean —dijo exasperado antes de sacar su teléfono y alejarse hablando rápidamente en ruso.

Pude escuchar las voces de varias personas a lo lejos pero me quedé recostado de la pared esperando a que Roger saliera. Miré un enorme cuadro que había en la sala de estar, era una pintura de una mujer pelinegra con ojos igualmente negros, ella estaba sonriendo dulcemente. Se parecía bastante a Vladimir y a Viktor, probablemente era su madre. ¿Estaba viva?

—¿Qué haces tú aquí? —miré hacia la izquierda al escuchar a la fastidiosa castaña de antes, sus ojos verdes lucían completamente furiosos al verme. No comprendía muy bien qué fue lo que le hice para que parezca tenerme tanto desprecio, el cual no ocultó desde que la vi llegar del brazo de Vladimir el día de la boda.

—Nada que tenga que ver contigo —le contesté con calma observando cómo su rostro enrojecía y se desfiguraba en una mueca de rabia, sonreí sintiendo algo de satisfacción al ver lo mucho que aquello le molestó.

—Te conviene largarte de aquí lo más pronto posible —respondió bajando la voz y mirándome como si fuese a matarme, bufé y me comencé a acercar a ella.

—¿Quién lo dice? —pregunté sin entender quién era ella. ¿Será Ilya? ¿La hermana de Vladimir? Aunque dudo mucho que esta mujer haga suspirar a Evie y a Abigail, además recuerdo que a la mañana siguiente de la boda parecía que ella y el ruso pasaron la noche juntos. Ella me sonrió y alzó la frente con mucho orgullo.

—Soy la futura señora de esta casa.

Cuando dijo eso me quedé unos segundos procesando sus palabras. ¿Señora de esta casa? Respiré hondo para deshacer la opresión en mi pecho...

—Esa es una declaración muy fuerte —los dos miramos a la entrada de la sala al escuchar esa voz femenina.

Esa sí es Ilya.

Me quedé sin aliento al verla. Se trataba de una alta mujer pelinegra de cabello largo pero con un lado de la cabeza casi rapado por completo. Tenía heterocromía, su ojo izquierdo era de un profundo negro mientras que el derecho era color miel, debajo de este último tenía un sexy lunar pequeño, sus cejas negras y su nariz perfectamente perfiladas armonizaban mucho su rostro, sus labios carnosos estaban pintados de un intenso color rojo. Miré su cuerpo, el cual era atlético mas no musculoso, parecía una gimnasta o nadadora profesional, pude notar su gran físico aun por encima de la camisa blanca manga larga y los pantalones de vestir que llevaba puestos, los cuales resaltaban sus trabajadas y esbeltas piernas. Por la mirada dura que le dedicaba a la mujer a mi lado se veía que tenía un carácter bastante fuerte.

La castaña comenzó a decirle cosas en ruso, por su expresión avergonzada y apenada entendí que se estaba disculpando, pero Ilya la ignoró completamente y posó sus ojos en mí. Ella dijo algo y la desagradable castaña se marchó con prisa.

—I-Ilya... —murmuró Viktor nervioso cuando la vio, él guardó su teléfono.

—Vik, recuérdame de dónde fue que Vladimir sacó a esa loca —dijo la mujer acercándose a mí, contuve una risita al escuchar el fastidio en su voz al hablar de la castaña. Viktor se sorprendió un poco, quizás por escucharla hablar en inglés y no en ruso, le agradecí en silencio.

—Es la hija de los Kozlov, es esa mujer... —dijo Viktor rápidamente con una penetrante mirada hacia Ilya, la cual lo miró e hizo una mueca de horror, Viktor asintió con pesar.

—¿Esa? Pobre Vladimir —masculló la pelinegra con pesar, Viktor la miró confundido y se rio con incomodidad. Tuve náuseas al escucharla. ¿De qué está hablando? Hice un esfuerzo por no pensar en lo que había dicho la mujer hace un rato.

—O más bien pobre de ella... —murmuró él haciendo que Ilya lo pensara por unos segundos hasta que asintió estando de acuerdo. —Aunque Vladimir aun no le ha dicho nada, no entiendo por qué se está adelantando a los hechos —agregó Viktor con fastidio, Ilya suspiró y volvió a mirarme, yo estuve en silencio sin entender a qué se referían.

—Tú debes ser Dean Mackay —asentí algo sorprendido cuando dijo eso, ella me sonrió y estrechó mi mano. —Soy Ilyasviel Sokolov, aunque puedes llamarme Ilya —agregó con una sonrisa torcida, respiré hondo. Su voz y su expresión corporal era demasiado seductora, ya comprendía a las chicas.

Miramos hacia la puerta cuando se abrió y Roger salió con una pequeña sonrisa, en cuanto vio a Ilya se quedó literalmente boquiabierto, la pelinegra soltó una risita.

—Hola, Roger Lewis —se presentó él con mucha profesionalidad saliendo de su aturdimiento.

—Es un placer, llámame Ilya —dijo la mujer con tranquilidad antes de entrar en la oficina y cerrar la puerta. Roger se quedó algo embobado viendo las puertas cerradas.

Pasé una mano por delante de sus ojos para llamar su atención. Él me miró algo confuso por unos segundos.

—¿No dijiste que tenías novia? —le pregunté recordando sus palabras de hace unos días, él se rio.

—Me dejó —murmuró algo distraído. —Tenemos que hablar —dijo ahora seriamente, asentí mirando de reojo a Viktor, el cual se había sentado en un sillón sin dejar de verme todo el rato. Parecía estar descifrando un rompecabezas. No tenía ni idea de que la existencia de la academia era algún tipo de secreto, aunque era obvio que tampoco andarían por ahí diciendo a los cuatro vientos que entrenaban mercenarios.

—Y dime, ¿llegaste a algún acuerdo con él? —le pregunté sabiendo la respuesta, Roger soltó un pesado y largo suspiro. Creo que ya se dio cuenta de quién es Vladimir.

—Tenemos que aceptar su oferta de trabajo...

—¿Qué? —dije de inmediato creyendo haber escuchado mal, el rubio asintió y me llevó un poco más lejos de Viktor. —¿Vladimir te lavó el cerebro o qué? —le pregunté sorprendido.

—Quiere que seas la imagen para la campaña de una línea de perfumes y de ropa que quiere lanzar su nueva empresa —en cuanto escuché eso me quedé en completo silencio. Sin duda no esperaba que fuese algo así cuando me dijo que tenía una vacante disponible...

—¿Es en serio? —pregunté todavía con incredulidad, Roger asintió, sus ojos azules me miraban con confianza y tranquilidad. —Sabes que no podemos confiar en él, y menos después de lo que me mandó a hacer en aquella sesión... —dije recordando semejante humillación, Roger suspiró.

—Dean... este sería el contrato mejor pagado de toda tu carrera hasta ahora, sin mencionar que lanzaríamos tu imagen en más partes del mundo... te seré honesto, todo eso me parecía demasiado bueno para ser verdad, pero vi el contrato y... es simplemente perfecto...

¿Por qué? ¿Por qué razón Vladimir ofrecería algo así después de todo el daño que me ha hecho? Si él se hubiese acercado a nosotros con aquel trato cuando nos volvimos a ver después de tanto tiempo, habría aceptado sin dudarlo. Pero, ¿por qué hacerlo ahora después de atentar contra mi carrera? Era demasiado sospechoso.

—No lo sé, no confío para nada en él —dije con seriedad, Roger asintió.

—Le envié una copia a Dylan para que lo revisara a fondo, le dije que no lo comentara con nadie por el momento, pero por lo que vi, no hay ningún gato encerrado —fruncí los labios y negué. Quizás no haya nada raro en el contrato, pero definitivamente Vladimir debe tener algún segundo motivo para todo esto.

—¿Por cuánto tiempo es? —le pregunté considerándolo por un segundo, Roger sonrió.

—Solo por tres meses —dijo con felicidad, hice una mueca. Eso era todavía más extraño, una campaña tan cara y con tan poco tiempo...

—¿Y no sería malo que me asociaran con los Sokolov considerando que...? —"son mafiosos", dejé la pregunta inconclusa y lo miré fijamente, Roger amplió su sonrisa.

—Lo creas o no, los Sokolov tienen empresas legítimas muy exitosas, además, si te vinculan con alguien como Vladimir, que para la mayoría de la gente común y corriente es un gran empresario, sexy y soltero, tu popularidad se dispararía aun más como un cohete —los ojos de Roger brillaban con emoción probablemente imaginándose el futuro si aceptábamos ese trabajo.

—Parece que ya te compraron. ¿Y ellos qué ganarían con todo esto? —le pregunté con sarcasmo. Roger era demasiado inteligente como para creer que realmente los Sokolov harían esto sin tener el mayor beneficio de su lado. El rubio me miró un poco indignado, pero después sonrió.

—Al tener a un modelo tan popular y querido como tú podrán expandirse fácilmente, además eso mejorará mucho la reputación del grupo, la gente tendrá más confianza a la hora de comprar cualquier cosa o adquirir alguno de los servicios de las otras empresas que tienen, y podría continuar... pero básicamente es lo mismo que con cualquier otra marca, Dean —me explicó con calma, me froté las manos y lo miré todavía con inseguridad. —Escucha, esto son solo negocios y ahora mismo no es como que tengamos muchas opciones...

—Debe haber algo más en todo esto... —murmuré ignorando sus últimas palabras, por la forma en la que el rubio desvió la mirada hacia la izquierda supe que me estaba ocultando algo. —Suéltalo —le dije secamente, él chasqueó los labios y se acercó un poco más.

—Hay una condición para el trato, pero no es nada extraño —solté una risa floja al escuchar eso, la mirada de Roger parecía estarme diciendo que me callara y lo escuchara hablar. —Quiere que mañana lo acompañes a un evento, dependiendo de la reacción de la gente la oferta seguirá en pie...

—¿Disculpa? —dije con indignación pero sin sorprenderme de que aquel hombre saliera con algo así. —¿Tengo que probarle si valgo lo que quiere pagar? —mascullé sin importarme alzar la voz un poco, Roger miró alrededor con nerviosismo y después me asesinó con la mirada.

—Estamos en otro continente, es normal que quieran ver qué opina la gente antes de cerrar un trato tan grande —resoplé escuchando sus susurros molestos, noté que Viktor nos miraba de reojo mientras fingía ver su celular.

—Quiero hablar con él —dije mirando hacia la puerta, Roger se pasó una mano por la cara. No dudo de su capacidad como representante, nunca lo he hecho, pero él conoció a Vladimir hoy, era muy pronto para que viera quién era realmente ese hombre.

—Vas a empeorar las cosas —me hice oídos sordos a sus advertencias y toqué la puerta dos veces.

—Tú no lo conoces, Roger —alcancé a decirle eso antes de que Ilya abriera, ella me sonrió un poco, había mucho interés en sus ojos.

—Puedes pasar —dijo saliendo de la oficina, miré a Roger, su expresión se endureció mientras me miraba mal.

Entré en la oficina y cerré la puerta detrás de mí. Miré alrededor, Vladimir se encontraba de pie junto a un gran ventanal mientras miraba hacia afuera, ni siquiera se giró al escucharme entrar. Frente al escritorio negro habían dos sofás azules uno frente a otro y entre ellos una mesita negra. La pared de la izquierda era por completo un librero mientras que a la derecha solo había un conjunto de cuadros abstractos en blanco y negro.

—Dime la verdad, ¿por qué quieres que trabaje para ti? —le pregunté con cautela adentrándome en la espaciosa oficina, el alto ruso se giró y me miró con atención.

—¿Roger no te lo dijo? —preguntó arqueando una ceja, solté una risa floja.

—Puede ser que él te haya creído, pero yo sé que tienes otras intenciones con todo esto —afirmé cruzándome de brazos, Vladimir se acercó un poco más y se apoyó del escritorio.

—No te entiendo, te estoy ofreciendo lo que tanto me pedías y ahora no quieres aceptarlo —masculló fingiendo confusión, lo miré mal. Ese descarado...

—Quiero que mi vida vuelva a ser como antes de siquiera saber que seguías existiendo, eso es lo que quiero —dije molesto, él se mantuvo impasible. —Además, ¿qué rayos es eso de ver lo que la gente opina de mí antes de poder aceptar tu oferta? Yo no tengo que probarte ni a ti ni a nadie lo que valgo, si te has tomado tantas molestias hasta tenerme aquí en tu casa es porque ya lo sabes —agregué sin bajar ni un poco la cabeza, Vladimir lució algo sorprendido al escucharme, él esbozó una pequeña sonrisa ladeada.

—Te pido perdón por eso, efectivamente fue una equivocación —me quedé perplejo al escucharlo disculparse aunque en su mirada había todo menos arrepentimiento. —Sé muy bien lo que vales —susurró acercándose lentamente, tragué duro y no me moví. Sentí cosquillas en el estómago al notar que dijo eso en serio, no había juego en su mirada. —¿Estás seguro de que lo que quieres es regresar a tu vida de antes? —preguntó en voz baja deteniéndose a pocos pasos, asentí levemente escrutándolo con la mirada.

—Es lo que más deseo ahora mismo —susurré con convicción, todo mi cuerpo se estremeció cuando él agarró suavemente mi mentón, traté de apartarlo pero él me agarró el brazo en un pestañeo, contuve la respiración al sentir el calor que emanaba su mano, mi corazón se aceleró. Los ojos de Vladimir se mostraron un poco cálidos dejándome sorprendido.

—Te devolveré todo lo que te quité —mi pulso se aceleró aun más al oírlo, él se veía honesto. ¿De verdad lo hará? —Solo necesito que hagas algo...

—Dime el qué —dije con prisa. Ya sabía que no lo haría por su buen corazón. Lo miré esperando que dijese qué era lo que quería, él se quedó callado por unos segundos, parecía estar leyendo mi expresión. Supe que me pediría algo imposible al verlo soltar un suspiro.

—Una vez que te lo diga, el trato de la campaña ya no estará disponible... así que será mi nueva propuesta o nada —las dudas se apoderaron de mí al oír esa condición. ¿Por qué las cosas tenían que ser así con él? Todo o nada. Por su expresión parecía estar esperando mi respuesta.

—¿Trabajar para ti me garantizará que me dejarás en paz después de la campaña? —quise saber para poder tomar una decisión, él negó lentamente.

—No, no te lo garantiza. Puede ser que sí lo haga o puede ser que no... —contestó con calma, respiré hondo para no insultarlo. Lo vi en su mirada. Él no me dejaría en paz después de los tres meses de aquella campaña. Debía ser todo o nada.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunté con odio sabiendo que probablemente estaba marcando mi propia sentencia de muerte. La sonrisa de Vladimir fue suave pero al ver sus ojos sentía que estaba haciendo un trato con el mismo diablo.

—Quiero que te cases conmigo.

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